Jerónimo Biderman Núñez es profesor e investigador, decano de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, y vicerrector de la Universidad de San Isidro (USI), donde dirige la encuesta nacional Credibilidad Periodística Actitudes de los Argentinos hacia los Medios de Comunicación y el Periodismo. Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Austral, Magíster en Sociología por Flacso Argentina y doctor en Medios, Comunicación y Cultura de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde defendió la tesis Una propuesta de código deontológico periodístico para la Argentina.
En 2022, estuvo en Conversaciones Convergentes, ciclo de entrevistas que se emite por las señales Metro, UCLPlay y Canal E.
-¿Qué tan grave ese problema del escepticismo para la democracia?
-En términos generales, la incertidumbre que genera el escepticismo en instituciones consagradas y vitales para la democracia termina originando problemáticas sociales de difícil abordaje por las mismas instituciones cuya crisis genera ese escepticismo.
Entre ellas está el periodismo profesional. Toda América Latina tiene un problema de desconfianza pública en el sistema de medios de comunicación, pero también en los periodistas profesionales y en el caso argentino es todavía más llamativo ese descrédito.
Nosotros trabajamos con una encuesta sistematizada nacional que hacemos cada seis meses en la USI. Ahí encontramos que cuando preguntamos “¿Si usted escucha o lee una información en un medio de comunicación, tiende a pensar que es verdadera?” Siete de cada diez dicen “No, tiendo a dudar de la veracidad”. En perspectiva comparada, eso lleva al periodismo argentino a ser uno de los de menor credibilidad a nivel latinoamericano y eso es un problema.
-Claramente es un problema del periodismo y ahora vamos a profundizar en ese problema, ¿qué otras instituciones en América Latina, en general, y en Argentina sufren este descreimiento generalizado?
-La política claramente tiene un problema, pero también se han sumado en los últimos años a esta desconfianza otras instituciones como el Poder Judicial. Eso ocurre en el marco de las instituciones religiosas y una cosa que se observa en particular para los que trabajamos en educación con especial preocupación, es que también los sistemas educativos hoy han dejado de tener los niveles de prestigio y credibilidad que han tenido antes.
Entonces si uno mira el conjunto de las instituciones no es mucho lo que queda donde la sociedad democrática se pueda amparar para recalar en la certidumbre que es la que nos permite vivir cotidianamente y convivir en paz. No hay democracia consolidada, no hay democracia con niveles de intensidad y de representatividad sólidos sin instituciones sólidas. Una sociedad sin esa solidez institucional lamentablemente puede naufragar en la incertidumbre.
-Justamente quería puntualizar ahí, ¿está en riesgo el sistema democrático por los altos niveles de escepticismo e incredulidad que los ciudadanos tiene particularmente en América Latina?
-La ventaja que tiene el sistema democrático es que no hay otro que lo pueda reemplazar entonces un nivel de crisis como el que se vive en Argentina y en América Latina creo que podría en riesgo el sistema. Pero lo que ocurre es que cualquier otro sistema que haya andado dando vueltas por la región o por otros lugares del mundo no sería bienvenido en nuestra región. Me parece que esa es su principal fortaleza.
-¿Puede haber gente que piense que una autocracia, más “poderosa” y con menos exigencias que una democracia, puede poner orden donde no lo hay? Es decir, una reivindicación del paternalismo.
-Sí que lo digan, sí que tenga incluso una porción de la población que apoye ese tipo de ideas, pero me parece que es difícil imaginarlo hoy sustituyendo un sistema como el que tenemos en Argentina o en otros lugares de América Latina. No por eso no hay que prestarle atención. Es algo parecido a lo que ocurre por ahí en los países de Europa occidental, el caso de Vox en España o el caso de Alemania con algunas fuerzas políticas que han ido creciendo en el último tiempo. En el Este de Europa se observa con mayor potencia. Me da la impresión de que una cosa es tener 10, 15 o 20 por ciento de los votos, que es muy importante, y otra cosa es gobernar. Me parece ahí que en ese sentido América Latina no diría que está en riesgo el sistema democrático, sí que es un sistema que está en crisis.
-¿Cuáles son las causas del escepticismo?
-Me parece que las respuestas que naturalmente espera la ciudadanía de un sistema como el democrático en términos sociales, políticos, económicos y educativos, sanitarios, el sistema democrático lamentablemente no las ha dado. No ha cumplido con esa expectativa y eso hace que uno mire alrededor como pasa en la vida de cualquiera de nosotros cuando uno se siente seguro en cualquier lugar y de pronto empieza a tener problemas donde antes no lo tenía y empieza a mirar y dice: ¿qué está pasando acá?
Creo que hay una multicausa evidentemente que tiene que ver con lo económico, por supuesto, pero alguna vez nos preguntábamos en algún debate en una universidad: ¿si por alguna razón se soluciona milagrosamente todos los problemas económicos de la Argentina pasaríamos a ser un país sin crisis? Rápidamente todos decíamos: la verdad que no porque tenemos un problema en lo educativo, tenemos un problema en la organización política, la organización social, etc.
-Demográfico, la distribución de la población…
-Absolutamente. Entonces, creo que es multicausal, pero es difícil encontrar un por qué. Me parece que sí claramente lo económico es lo que de alguna manera es el termómetro, lo que nos marca el día a día, pero la crisis es más intensa y profunda.
-¿Y las razones de la baja confianza en la política, en los líderes religiosos, en los líderes empresariales entiendo que también y la desconfianza que hay en el periodismo son similares?
-Te diría que hoy la institución periodística que históricamente podía sufrir alguna desconfianza, pero tenía mejores niveles de credibilidad, hoy la impresión que da es que está en un nivel muy parecido al de la política. Eso es especialmente preocupante y tiene que hacer reflexionar al campo del periodismo.
El mundo religioso con la elección, en su momento, del papa Francisco tuvo una suerte de aire, también con algunas iglesias que han aparecido y tienen mucha credibilidad especialmente en las algunas regiones de la Argentina, pero me parece que el descreimiento es bastante general.
No sé cuánta gente hoy dice con orgullo, cuántos adolescentes dicen con orgullo cuando van a un cumpleaños, “mi papá es diputado” o “mi papá es juez”.
-O periodista
-Últimamente se ha sumado el periodista. Entonces me parece que eso nos muestra, a nosotros nos contaban, lo vemos en la literatura, el prestigio que tenía el ser juez, ser un profesor universitario, ser un dirigente político…
-El doctor
-El doctor claro
-Sinónimo de sabiduría, de experiencia, de hacer las cosas bien
-Exactamente. Eso hoy no se ve, incluso te diría que hasta podría ser contraproducente y generar sospecha y ahí claramente se ve esa crisis.
-¿Cómo salimos de esa crisis?
-Tiene que haber una regeneración del propio sistema. Si uno lo mira en términos integrales me da la impresión de que insistir permanentemente con las mismas formas nos van a llevar a repetir los mismos errores.
En términos políticos, ahí yo veo con algún grado de preocupación, y se observa incluso en los trabajos de opinión pública, es la falta de renovación dirigencial. No es una cuestión de personas, aunque las personas muchas veces también expresan algunas problemáticas que quedan solidificadas. Si las mismas personas que estuvieron antes o que están ahora y que intentaron alguna cosa que no funcionó, se dijo que iba a funcionar y no funcionó, vuelve a decirme: “ahora sí va a funcionar”, evidentemente ahí hay un problema. Creo que tiene que haber una regeneración, no es imposible, yo no soy en ese sentido pesimista.
Argentina tiene un potencial muy importante en términos económicos y sociales, y forma parte de una región que todavía podemos mirar con optimismo al futuro a 50 o 100 años. Pero, evidentemente, depende de nosotros. En Argentina vivimos los argentinos y no seremos otros que nosotros mismos los que podremos reencausar la situación porque de 200 años nuestro país ha vivido 100 en donde más o menos estábamos contentos en cómo nos iba. Hoy, más allá de que estemos orgullosos de ser argentinos, no sé cuánta gente nos va a decir que está bien.
-¿Ves en esa mirada optimista reservorios de credibilidad, de fe pública o brotes de nueva o renovada confianza en algún ámbito?
-El ámbito de las organizaciones no gubernamentales. Te acordás en su momento con la aparición de la Red Solidaria, ahí hubo un espacio que después con el tiempo se fue alguna manera perdiendo. En su momento los movimientos sociales también tuvieron credibilidad y hoy aparecen muy ligados a espacios políticos por la positiva o por la negativa. A esos reservorios que yo veía como prácticamente indiscutibles hoy también se los mira con desconfianza.
El caso de una ONG muy conocida en el mundo como Greenpeace también es mirada con desconfianza porque dice, como están financiadas por europeos y los europeos no quieren el desarrollo de Argentina por eso dice que no hay que perforar los mares. Evidentemente se puede decir que la desconfianza puede llegar a niveles extraordinarios. No sé en cuántos países este tipo de organizaciones sufren desconfianza, salvo los que no quieren sus acciones.
Entonces, creo que la regeneración tiene que ser absoluta de todos los ámbitos y el ámbito educativo es uno de ellos también, por supuesto, y el ámbito de los medios de comunicación claramente también.
-Volvamos al principio. ¿Qué es la ética?
-Aquello que nos enseñaban en su momento en el colegio, que estaba en la materia Filosofía y que muchos después vimos en la facultad que tiene que ver con algo que mucha gente no se pregunta, pero le sale naturalmente, del bien y el mal llevado a la vida cotidiana.
Luego eso tiene algún tipo de aplicación en la vida comunitaria o en la organización, por ejemplo, de una profesión. Ahí es donde empezamos a hablar de la denominada deontología y después podemos hablar además de la Deontología profesional que es la ética aplicada a una determinada profesión. Recién hablábamos de la crisis que viven las distintas instituciones, evidentemente la ética es uno de los combustibles que puede ayudar a enfrentar esas crisis.
-Volver a la reflexión ética, qué estamos haciendo mal, por ejemplo, empezar por ahí
-Sí, totalmente, porque a mí me da la impresión de que también nos arrastra la bola de la crisis porque se van corriendo límites. Sabemos que algo claramente no se puede hacer y hasta ahí no llegamos, pero hay cosas que antes no hubiéramos hecho y ahora las hacemos porque nos va llevando. Eso lo vemos cuando viajamos por el mundo y todos te dicen: en Estados Unidos ningún argentino viola la velocidad máxima y acá sí. ¿Qué tiene que ver eso? Es que acá nos va llevando la bola, la avalancha de que el límite se va corriendo. A mí me parece que la ética tiene que ser necesariamente una herramienta para permitirnos reconstruir las distintas instituciones y reconstruirnos en definitiva como sociedad.
-¿Cuándo la profesión periodística empezó a reflexionar sobre la ética de su oficio?
-A partir del surgimiento del denominado periodismo popular de gran tirada a fines de siglo XIX que fue el momento en que los medios de comunicación gráficos, que eran lo que había, empezaron a llegar a lo que podríamos denominar el pueblo, la ciudadanía toda porque aumentaron los índices de alfabetización, bajaron los costos de impresión y, por lo tanto, las personas podían comprar los diarios. Además, mejoraron los caminos y los diarios, que se imprimían en las grandes ciudades, empezaron a llegar a otros lugares.
A partir de ahí el periodismo se profesionalizó, eso hizo que de pronto empezara la competencia por las ventas y se fue corriendo el margen hasta que nació el amarillismo y la competencia despiadada. En un momento se puso un freno y se dijo: esto también tiene que ser una profesión ética.
Así que yo diría que a partir de la década del 20 y el 30 del siglo pasado los medios de comunicación, especialmente en Estados Unidos y en algunos países europeos, empezaron a reflexionar sobre sus prácticas y a partir de ahí nacieron algunos códigos de ética.
La década del 50 fue tal vez la más importante en términos de proliferación de los códigos en los distintos países. ¿Qué pasó con los códigos? Empezaron a ponerse adentro de cajones que se sacaban cada tanto cuando había una discusión y hoy me parece que es tiempo o bien de sacar esos códigos y ver qué hay que actualizar y sacarles el polvo y ponerlos en práctica o bien de hacer otros.
-Ahí viene la pregunta, ¿sigue vigente la herramienta del código pétreo, el decálogo en la cultura judeocristiana, la moral escrita sobre piedra en tiempos digitales o es momento de pensar la reflexión ética desde la conversación cotidiana?
-Creo que el camino nos tiene que llevar a lo que vos planteás, a que esté esto en la vida cotidiana. No a que discutamos el artículo 3 de un código, sino que las discusiones y reflexiones que nos hagan tomar decisiones estén nutridas de esos principios o estos valores que motorizaron a una profesión. Ahora bien, creo que tenemos que ir un paso atrás y discutir nuevamente los valores.
En Argentina hoy, por ejemplo, en el campo periodístico se discute sobre la existencia o la posibilidad de que el periodismo sea independiente, sea justamente profesional y no un ámbito de operación política o económica. Entonces digo, me parece que tenemos que dar algunos pasos para atrás y volver a poner al periodismo en el campo de lo que es ser una profesión. Observar cuáles son los principios de los que no nos podemos mover, dejar estos otros que tienen que ser flexibles por la digitalización y todo lo que es cambiable y a partir de ahí incorporar estos principios a la toma de decisiones cotidianas.
-Me interesa mucho este punto de distinguir dónde empieza y dónde termina el campo profesional, en este caso el periodismo que es lo que estamos hablando, en una época en la que ya veníamos de tiempo predigitales donde se llamaba periodista a conductores, animadores, locutores y todas profesiones muy dignas, pero no necesariamente de carácter periodístico. En tiempos digitales a todo el mundo que tiene una red y empieza a difundir información o participa de la conversación pública también se lo llama periodista. Me da la impresión de que la propia sociedad perdió claridad acerca de quién es periodista, ¿es periodista una figura pública del espectáculo que de golpe difunde una información, es periodista el que dice ser periodista, todos somos periodistas?
-Vos lo sabés porque trabajás también en el ámbito universitario, pero, en general, andamos los que trabajamos de esto en algunas batallas. Estoy en una en particular para llamar periodistas a aquellos que son periodistas profesionales, aquellos que tienen al periodismo como medio de vida, que tienen una formación para ejercer el periodismo y que su vida y su cotidianeidad está movilizada por ser periodista.
A todo el resto de las personas, que como vos decís se los ha llamado desde influencer como se dice ahora, algunos hablan de periodismo ciudadano como diciendo son amateurs, no son profesionales, pero también son periodistas. Todas esas personas son comunicadores, con toda la dignidad que les corresponde como ciudadanos, algunos como comunicadores sociales, otros viniendo de otras profesiones, pero no son periodistas profesionales.
Ahí hay que marcar la línea porque los comunicadores no tienen justamente esos principios que los motorizan para ejercer su profesión, lo que tienen simplemente es la voluntad de que una foto o una idea muy genial les pueda permitir tener clics o rating, y después eso monetizarlo como se dice ahora.
Los periodistas profesionales tienen que estar motorizados por una única idea, informar la verdad. A partir de esa única idea, ese primer decálogo del principio de veracidad se desprenden todos los demás. Entonces yo creo que ahí hay una diferencia.
Me parece que sí, que tenemos que dar una batalla entorno de que periodistas son los periodistas profesionales. Sociedad sépalo, éstos son los periodistas profesionales. El resto son personas que comunican y no estoy contra ellos ni mucho menos, pero me parece que esta distinción tenemos que lucharla, reconquistar la idea del periodismo profesional como una profesión que recupere prestigio.
-Has insistido y subrayado y vuelto a subrayar periodismo profesional. Te pongo sobre la mesa otro adjetivo que se ha puesto de la palabra periodismo que es periodismo militante o en un ámbito si querés más simpático periodismo partidario en el caso del deportivo
-A mí lo que me parece en ese sentido es que también puede ser una comunicación muy digna pero yo no lo veo como periodismo profesional, no estoy en contra de ellos ni mucho menos, pero a mí me parece que cuando vos vas a ceñir los principios básicos de la profesión periodística, principio de veracidad, distinción de hechos y opiniones, separación de publicidad o propaganda de información, no enmascarar opinión detrás de información y aquello, te acordás, de que los hechos son sagradas y las opiniones son libres… Si vos todo eso lo vas a subsumir o lo vas a poner por debajo de “yo quiero que a este espacio político le vaya mejor o le vaya a peor”, que “a este club de fútbol le vaya mejor o le vaya a peor” evidentemente estás haciendo comunicación, pero no periodismo profesional.
Creo que ahí si vos me hablás de periodismo militante, periodismo partidario como se lo quiere llamar, me parece que es digno en todo caso cada uno se arreglará con su conciencia como pueda, pero no estamos hablando de periodismo profesional.
-¿Qué pasa con las redes sociales en cuanto a distribuidoras de información, de plataformas de participación ciudadana? ¿Cómo juegan en esta conversación que estamos teniendo de recuperación de la credibilidad por parte de las instituciones de la democracia el periodismo entre ellas, profesionalización, distinción de lo que es y no es periodismo?
-A mí me parece que se ha dado un paso adelante en todo lo que tiene que ver con la verificación, los sitios verificados en donde evidentemente de forma muy veloz el público puede detectar si se trata una información que se viraliza fue publicada por un medio de comunicación o no.
Ahora, cuando estalló la pandemia, vos recordarás en el medio de todo este caos informativo los medios de comunicación recuperaron audiencia e incluso a través de las redes sociales. Entonces a veces en alguna charla sobre todo con chicos más chicos en colegios o jóvenes universitarios dicen: ¿qué podemos hacer para no caer en las denominadas fake news, en los procesos de desinformación?
Rápidamente ir a ver si los medios de comunicación profesionales, esos que ustedes conocen y pueden nombrar perfectamente, están publicando esa información tan impactante que circula por todos lados.
Si de repente ven que los medios profesionales no lo publican pongan el freno. ¿Por qué no lo están publicando? Van a ver que cuando lo publica un medio profesional que a veces puede cometer un error, muy probablemente se trate de una información verdadera.
Creo que las redes sociales han dado un paso adelante en la verificación, es difícil que las redes hoy, especialmente Twitter, que es por donde circula todo, te verifique un medio que no es un medio de comunicación sino una construcción preparada para influir negativamente o para generar procesos de desinformación.
-Los dos trabajamos en el ámbito universitario y entre otras cosas somos responsables de formar futuros comunicadores en términos generales y futuros periodistas en términos particulares, ¿qué debemos tener presente de manera muy prioritaria en la formación de esos futuros comunicadores que van a trabajar, van a ser los profesionales de mediados de siglo?
-A mí me parece que charlamos sobre las dos cosas. La ética me parece que es necesariamente una herramienta que los va a distinguir como periodistas o comunicadores profesionales de quienes no lo sean; y la digitalización y la necesidad de formarse permanentemente.
Aquel periodista de redacción, que cree que la formación está sólo en las redacciones, eso ya lamentablemente no funciona, hay que tener formación activa y permanente, prestar atención a todo lo que se va generando, lo que aprendiste hace dos años ya no te sirve hoy. En la facultad yo era un gran editor de VHS…
-Aquellos casetes negros
-Aquellos casetes, exacto, y me consideraba Steven Spielberg. Era buenísimo y hoy no tengo la menor idea cómo editar, por eso soy profesor. Pero pienso, ¿por qué no puedo editar si yo sabía editar? Porque no me actualicé, no me preparé. Hoy los futuros comunicadores tienen que saber que el día que salgan de la universidad podrán tener dos o tres meses para festejar y después a seguir formándose.
JUNIO-2022-MEDIOS-Y-CREDIBILIDAD-del-PERIODISMO
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