Por su capacidad de mentir sin límites, no hay nadie ya que crea lo que dice Donald Trump. Aunque parezca mentira, eso podría ser lo que busca dado que afianzaría su capacidad para gobernar sin control.
Esa es la conclusión de un nuevo libro que analiza el lugar de las mentiras de Trump en la historia de las mentiras presidenciales de los Estados Unidos. La conclusión de libro no está del todo alejada del pensamiento de Trump sobre su propio poder.
Eric Alterman, el autor del trabajo, afirmó que no es noticia que los presidentes de Estados Unidos mientan mucho. “De todos modos, la profundidad y amplitud de la deshonestidad de Trump es algo decididamente nuevo,” sostuvo en la introducción al libro. Luego, se preguntó: “¿Como puede ser que el país más poderoso del mundo, y la república democrática más vieja, se haya dado como líder este tipo de persona?”
El libro de Alterman, historiador y periodista que actualmente es profesor del Brooklyn College de Nueva York, salió a la venta la semana pasada. Se titula Mentir en el Estado: ¿por qué mienten los presidentes y por qué Trump es peor? (Lying in State: Why Presidents Lie And Why Trump Is Worse, Hachette Book Group).
Como era de esperar, un libro sobre mentiras presidenciales no ofrece una visión optimista sobre el futuro de los Estados Unidos. Es una visión crítica. De todos modos, la única forma de construir un futuro sobre bases sólidas es la de desnudar la distancia entre lo que el país declama como ideales, y lo que hace en la realidad. Como mínimo, es positivo que aún existe ese espíritu crítico, como el que encarna este libro.
«Ya nadie lo toma en serio, aunque sea el presidente de los Estados Unidos. Esta es una situación nueva, y hay muchos problemas asociadas con la misma, pero son diferente a los problemas que tuvimos en el pasado»
En el lanzamiento del libro, el autor participó de una charla online organizada por Open Society Foundations, y dijo que intentó comparar Trump con los otros presidentes de Estados Unidos con respecto a cómo han utilizado las mentiras para gobernar.
La singularidad del fenómeno Trump fue demostrado en forma impactante luego de que Alterman terminara de escribir el libro, y poco tiempo antes del lanzamiento.
Basándose supuestamente en la opinión de unos “generales magníficos”, Trump dijo que la explosión de un depósito con nitrato de amonio que devastó a Beirut semanas atrás había sido el resultado de un ataque, una bomba, y no un accidente.
“Pues, todos lo ignoraron”, dijo Alterman sobre Trump. “Ya nadie lo toma en serio, aunque sea el presidente de los Estados Unidos. Esta es una situación nueva, y hay muchos problemas asociadas con la misma, pero son diferente a los problemas que tuvimos en el pasado”.
En la primera mitad del libro, Alterman se dedica a documentar las mentiras presidenciales desde George Washington, el primer presidente estadounidense, en adelante.
Afirma que hay dos ejes fundamentales, y interconectados, de las mentiras. Por un lado, siempre estuvieron asociadas con una política solapada de supremacía blanca, y por el otro, sirvieron para acompañar las políticas de expansión del país, que finalmente se convirtieron en las políticas de seguridad nacional.
Gobierno tras gobierno, los mandatarios fueron obligados a mentir para conciliar entre la realidad y “los mitos que fuimos enseñando en la escuela”: que todos los hombres fueron creados iguales, y que Estados Unidos es un país generoso que siempre apoya a la democracia en el mundo, escribió.
Gobierno tras gobierno, los mandatarios fueron obligados a mentir para conciliar entre la realidad y “los mitos que fuimos enseñando en la escuela”
Muchas mentiras fueron significativas y tuvieron consecuencias históricas muy marcadas, señaló Alterman, y ejemplificó con el siguiente caso.
En 1962, durante la crisis de los misiles, el presidente John Kennedy dio la impresión de que había logrado que la Unión Soviética retirara de Cuba los misiles que había emplazado allí, sin dar ninguna concesión.
Pero la verdad fue otra ya que, en secreto, Kennedy acordó con el líder soviético Nikita Krushchev el retiro de misiles estadounidenses en Turquía a cambio del retiro de los misiles soviéticos en Cuba. Ni lo sabía el vicepresidente de Kennedy, Lyndon Johnson, que lo sucedió tras el magnicidio del que fuera víctima.
Como consecuencia de aquel acuerdo secreto se agravaron las tensiones de la Guerra Fría. Los sucesores de Kennedy quedaron con la idea de que no debían negociar con Moscú ya que hacerlo mostraría debilidad donde Kennedy supuestamente había ganado con fuerza.
Khrushchev, a la vez, quedó debilitado al dejar la impresión de que Washington había humillado a la Unión Soviética. Dos años después fue desplazado del poder y reemplazado por Leonid Brézhnev, que llevó a cabo una política de fortalecimiento militar para recuperar el prestigio perdido en la crisis de los misiles.
De todos modos, hasta comienzos de la década de 1980, los partidos políticos compartían un entendimiento básico sobre la realidad y las creencias. El derrumbe comenzó con un actor, Ronald Reagan, que algunos veían como un “payaso” pero que se convirtió en presidente en 1980 con la agenda conservadora que definió su legado.
“Nada podría ser más identificado con Reagan que eso de decir una cosa y hacer otra,” sostuvo Alterman, en una frase que los argentinos podrían asociar con la máxima de Juan Domingo Perón de que en la política era necesario “poner el guiño a la izquierda, y doblar a la derecha”.
Con Reagan, la mentira generalizada comenzó a invadir la política. Arrancó un proceso multifacético de cambio a 36 años de aquella presidencia cuando Trump inició su mandato y cuyas características principales fueron, según Alterman:
- Crecimiento sostenido de la centralización del poder en la oficina del Presidente, particularmente de la mano de políticas asociadas con la seguridad nacional, concentración que aumentó aún más después de los ataques a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001.
- Radicalización del discurso y actuación del Partido Republicano, que optó por denigrar a los contrarios, desconocer procedimientos políticos tradicionales que aseguraban la convivencia política y adoptar posturas cada vez más cerradas y alejadas de la evidencia fáctica.
- La aparición de Fox News en los años 90, que adoptó como modelo de negocios apoyo irrestricto e incondicional al Partido Republicano.
- El aprovechamiento de redes sociales, y sitios marginales, para socavar confianza en las instituciones de la democracia, mediante la viralización de teorías conspirativas, y la promoción del discurso del odio.
- El fracaso del periodismo tradicional, que en nombre de una falsa “objetividad” binaria –que siempre daba peso equivalente a los argumentos antagónicos de los partidos– blanqueó y dio aire a las posiciones más insostenibles del Partido Republicano.
«Alterman cita una nota en la revista The Atlantic de Salena Zito, que escribió en 2016 que ‘la prensa toma (a Trump) literalmente, pero no seriamente; sus adictos lo toman seriamente, pero no literalmente'»
Como resultado, hay una presidencia que cada vez está menos sujeta a los controles –“checks and balances”– previstos en la constitución, mediante los otros poderes formales del estado –el Legislativo y el Judicial– sin hablar del cuarto poder, la prensa.
En 2019, Trump dijo que el Articulo II de la Constitución de Estados Unidos le otorga al presidente “el derecho de hacer lo quisiera como presidente”.
Esa interpretación no es compartida por la gran mayoría de constitucionalistas. De hecho, el control definitivo que ejerce el brazo legislativo es la posibilidad de juicio político al ejecutivo –el impeachment–. Trump fue solo el tercer presidente en sufrir un juicio político, proceso llevado a cabo por el Senado, controlado por el partido Republicano. Salió exonerado por un voto que se definió como una compulsa entre los partidos, con la deserción de solamente un Republicano.
Trump, de todos modos, sabe que su libertad de acción depende del apoyo de sus fieles, y para eso, la mentira también le ha servido.
Desde que inició su mandato, Trump ha dicho más de 20.000 mentiras, según The Washington Post. Alterman escribió que, en un periodo de tres días en abril de 2019, el presidente hizo 171 “afirmaciones falsas o engañosas”, y luego logró poblar una entrevista de 45 minutos con Fox News con 45 declaraciones falsas, una por minuto.
Esta catarata de mentiras tuvo dos resultados, afirma el autor. Por un lado, provocó cuestionamientos por parte del periodismo, que el Presidente aprovechó para criticar al periodismo frente a su público adicto, instalando el mote de fake news. Por el otro, logró dar privilegio al concepto lealtad en la política por sobre la necesidad de que esté basada en la veracidad de los hechos.
Entre 2007 y 2018, el porcentaje de Republicanos que decían que la honestidad era “extremadamente importante” en candidatos presidenciales cayo de 71% a 59%, según encuestas realizadas respectivamente por The Associated Press-Yahoo, y The Washington Post. En Demócratas, el porcentaje se mantuvo en 70%.
Alterman cita una nota en la revista The Atlantic de Salena Zito, que escribió en 2016 que “la prensa toma (a Trump) literalmente, pero no seriamente; sus adictos lo toman seriamente, pero no literalmente”.
En el curso del libro el autor hace menciones reiteradas a la filósofa Hannah Arendt, y sus estudios sobre el papel de la verdad en la política y cómo las sociedades caen en manos de sistemas totalitarios.
Cita a Arendt cuando afirma que nadie duda que la relación entre la política y la veracidad no es buena, y que la “honestidad nunca fue registrada como una de las virtudes políticas”.
Pero, luego, en una entrevista en 1978, la filósofa agregó: “Si todos te mienten todo el tiempo, la consecuencia no es que les des credibilidad a las mentiras, sino que nadie da crédito más a nada…. Y un pueblo que no puede dar nada como cierto no puede definir lo que piensa. Se le priva no solamente de su capacidad para actuar, sino también de su capacidad para pensar y juzgar. Y con ese pueblo luego se puede hacer lo que te de las ganas”.
John Reichertz es periodista, fue director de la agencia Reuters en Buenos Aires y es miembro del Foro de Periodismo Argentino (Fopea). Aclaración del autor para este artículo: «Admito que tengo la opinión formada de que Donald Trump no tiene la honestidad ni la disciplina intelectual ni de trabajo, necesarios para ser presidente de los Estados Unidos. De todos modos, me intriga cómo ha logrado ser exitoso en su corta carrera política y el rol que juegan las mentiras en ese éxito. Este libro aporta una visión de los factores que han facilitado su éxito, y los peligros inherentes en ese éxito».
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