Zigor Aldama es periodista especializado en geopolítica y economía. Durante dos décadas fue corresponsal en China para medios españoles. Desde su base en Shangai recorrió varios lugares de Asia y los narró en los libros Adiós a Mongolia y Asia, burdel del mundo y en numerosas notas publicadas en El País, entre otros diarios. Actualmente se desempeña en grupo Vocento.
En 2021 estuvo en Conversaciones Convergentes (por entonces, #TMTconversaciones), ciclo de entrevistas que se emite por los canales Metro, UCLplay y Canal E, para conversar sobre la potencia asiática emergente.
-Da la impresión de que en China que pasan muchas cosas muy rápido y todo el tiempo ¿cuáles son?
-Bueno, tienes toda la razón. Creo que China es ahora mismo el país del mundo que se mueve a mayor velocidad y en el que, desde el punto de vista periodístico, resulta difícil moverse precisamente porque cuando uno cree haber entendido algo ya ha cambiado.
Ahora mismo estamos en una nueva etapa. China empezó, empezó a transformarse en la década de los 80 cuando decidió acabar con la visión más radical del comunismo de Mao Tse Tun y abrirse al mundo. Desde entonces los cambios han sido vertiginosos, sobre todo para alguien como yo que los compara con España y con el País Vasco, realmente un año en China son como 10 años aquí.
Y eso ha hecho que haya casi diferentes eras con los diferentes presidentes que han ido pasando por China y ahora estamos en una era bastante complicada.
Es una era liderada por el presidente Xi Jinping que llegó al poder en 2013 y que no creo no llegamos a saber lo que iba a significar. Recuerdo haber escrito cuando él tomó el timón un reportaje en el que creía que Xi Jinping iba a continuar con esas reformas económicas quizás también algunas reformas políticas que es lo que parece que ha faltado en China.
Porque en este país hubo muchísimas reformas económicas pero esas reformas de apertura al exterior no fueron de la mano de reformas políticas. Con Xi Jinping nos confundimos casi todos porque lo que ha lanzado es una nueva era en la que China hace gala de su recién adquirido poder económico pero da más pasos atrás en lo político, en lo que se refiere a las libertades, en lo que se refiere a la capacidad de crítica de la población y de los medios de comunicación. Creo que China es ya la segunda potencia mundial, muchos advierten que será la primera potencia para 2028 como muy pronto, aunque 2030 es un escenario más plausible.
Estamos ante un país que, a diferencia de lo que ha hecho Estados Unidos, se está convirtiendo en una gran potencia sin tener una relación estrecha con gran parte del mundo en lo que se refiere a la política. Quiero decir que, al final, China sigue siendo un país bastante cerrado sobre todo si lo vemos desde el punto de vista, por ejemplo, de Internet.
Internet en China no es realmente Internet. Es una Intranet que se ha construido con un ecosistema muy rico, pero efectivamente China es la primera potencia comercial del mundo, envía todo tipo de productos al mundo y no solo estoy hablando de productos baratos, estamos hablando cada vez más de tecnología y de productos más sofisticados, pero interacciona relativamente poco con el resto del mundo y hay muchísimas fricciones.
Ese auge está provocando que estalle la gran rivalidad del siglo XXI que es la de Estados Unidos y China, la de Occidente y Oriente si queremos verlo desde este punto de vista aunque yo creo que en Oriente también hay países que se alían con Occidente. En cualquier caso, estamos en un momento de crisis por el coronavirus, es una crisis además muy particular porque nació en China y de allí parece que se expandió al resto del mundo, y que consiguió superar esa crisis muchísimo más rápido que el resto del mundo.
Creo que lo que ha cambiado en los últimos años es que China ya no es aquella pequeña potencia a la que los demás países iban simplemente a producir barato porque la mano de obra era barata, sino un país que apuesta muchísimo por la tecnología, innovación, formación y educación de su juventud. Su juventud ya es una de las mejores formadas del planeta. De allí que esté por dar ese salto en todos los ámbitos, desde el económico y tecnológico al de la influencia política. Vamos a ver cada vez más una China que se hace fuerte más allá de sus fronteras, en el resto de Asia, en África sobre todo y también en América Latina.
-¿Qué tan estable es ese escenario que vos estás describiendo, de creciente bienestar económico y poder político del país en el mundo?
-Ceo que en todos los países hay inestabilidad. De hecho, Argentina posiblemente sea un país en perpetua inestabilidad. Aquí mismo en España también cambiamos de gobierno a menudo, tenemos unos debates muy broncos en el parlamento y yo no diría que China sea un país especialmente inestable.
Hemos visto algunos problemas políticos importantes como las revueltas en Hong Kong, vemos también algunos problemas con las minorías étnicas uigur o tibetana pero yo creo que tendemos a magnificar esos problemas nosotros, los propios periodistas.
El país es un gigante de 1400 millones de habitantes y me parece que la gran mayoría está bastante satisfecha con el rumbo que ha tomado y con el liderazgo del partido. Es evidente que hay unas líneas rojas en China que la gente sabe que no debe sobrepasar, pero es cierto también que ningún otro país ha sido capaz de sacar de la pobreza a tantos millones de personas, ningún país es capaz de ofrecer unas perspectivas de futuro tan buenas para la juventud y esto es algo que yo veo ahora a mi regreso a España.
Aquí, en España, efectivamente vemos cómo la gente de mi generación y generaciones más jóvenes no aspiran ni siquiera a vivir tan bien como vivieron sus padres, sino que sabemos que vamos a vivir cada vez peor. En China sucede exactamente lo contrario, los jóvenes tienen ese ímpetu porque saben que el futuro que les espera, o por lo menos eso es lo que creen, va a ser mejor y van a seguir mejorando. Y eso yo creo que de alguna forma equilibra la balanza en lo que se refiere a la falta de libertades.
– China siempre ha sido un mundo distante, culturalmente muy distinto, de una riqueza extraordinaria. ¿Qué consejo nos darías a los occidentales desde esa experiencia como observador de 20 años en el lugar para comprender mejor a China? ¿Dónde mirar, qué mirar, por dónde buscar?
-Es muy difícil. Y reconozco que cada vez es más difícil precisamente porque hay una gran polarización a nivel mundial en visiones que son extremas y enfrentadas. Desafortunadamente, cada vez vemos más propaganda de ambos bandos y entonces es difícil encontrar una información que sea comedida y que no peque de buscar el blanco o el negro, sino que se mueva en grises. Al final, la realidad es una paleta de grises y no es blanca o negra. Creo que lo que hay que hacer es mirar a China con amplitud de miras, tratando de evitar las ideas preconcebidas.
Llegué a China cuando tenía 19 años y a mí me supuso un gran choque precisamente porque nada de lo que yo pensaba que iba a ver en China era como yo lo concebía. Entonces si eso sucedió en 1999, ahora todavía es más difícil porque, por un lado, tenemos a la propaganda china del gobierno tratando de dibujar una idea de un país en el que todo funciona perfectamente y luego tenemos también una propaganda capitalista, comandada de alguna forma por Estados Unidos o por los poderes anglosajones, que enfatiza todo lo malo de China, sobre todo lo relacionado con la democracia y la falta de libertades.
Por eso es muy difícil para alguien imaginarse cómo es China sin estar allí. Creo que es cada vez más complicado ir y verlo con los propios ojos sobre todo para quienes quieran enriquecerse profesional o personalmente. La realidad está siempre en algún punto intermedio entre los dos extremos.
-¿Culturalmente qué lugar podría ocupar China? Su poder geopolítico en la escena mundial está claro, antes o después va a ser la primera potencia del mundo, ¿en términos culturales vos crees que también hay una aspiración de China de ocupar un lugar equivalente?
-Me parece que esa es la gran asignatura pendiente. China es una potencia económica, está siendo cada vez más una potencia política, pero en lo cultural creo que le va a costar más. Hay varios factores que influyen o que lastran precisamente esa potencia cultural que podría ser China.
Por un lado, está obviamente el idioma, el hecho de que el chino sea poco entendido en el mundo pues es una complicación teniendo en cuenta que hasta ahora ha sido el inglés el idioma más o menos hegemónico. Por otro lado, está, ahí sí yo creo que influye mucho, la falta de libertades y el hecho de que eso constriñe muchísimo a los creadores, que son al final los que terminan haciendo las obras culturales.
Me voy a centrar sobre todo en el cine que es la más universal. El cine chino peca de querer seguir los pasos de Hollywood en cuanto a grandiosidad y superproducciones. Sin embargo, las historias que cuenta están cercenadas por unos valores demasiado conservadores y una incapacidad para hacer cualquier tipo de crítica social o política.
Además, está el hecho de que el gobierno suele tender a la propaganda ahí donde puede, sobre todo donde sabe que va a tener una gran influencia social como es en cine. Vemos un exceso de eventos propagandísticos en esas películas. Los estadounidenses también son muy propagandistas en ese cine de grandes producciones, pero saben maquillarlo mejor.
Entonces Estados Unidos ha sabido proyectar muy bien su fuerza, su poderío a todos los rincones del planeta, incluso a la propia China, pero lo ha hecho de una forma bastante sibilina, lo han colado poco a poco. La forma en la que lo hace China es todavía demasiado evidente para el público occidental, que tampoco conecta con cosas tan importantes como puede ser el humor.
Para nosotros, por lo menos aquí en España, el humor chino es muy blanco e infantil. A nosotros nos gusta más, y yo creo que a los argentinos también os gusta más, un humor más negro, más ácido, con sátira, crítica social, política y eso todavía es algo que China no tiene y por lo tanto yo creo que la influencia cultural va a ser mucho menor.


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