El lanzamiento del asistente de inteligencia artificial de la firma china DeepSeek fue la noticia del lunes 27 de enero en los principales medios occidentales. Mientras el Washington Post se preguntaba si “la inteligencia artificial de código abierto de China acabará con la supremacía estadounidense en este campo”, Wired optaba por bajar decibeles y reducía el diagnóstico sobre “la impresionante tecnología china” a lo que “puede ser una señal de que un nuevo enfoque para construir modelos está ganando terreno” en la inteligencia artificial generativa.

De hecho la mayor parte de los análisis iniciales se inclinaron con tono sombrío, a comparar la novedad china con los modelos occidentales existentes. Suele ocurrir cada vez que la innovación disruptora descoloca a los analistas.

En primer lugar, cada vez que la comparación de los avances tecnológicos entre Occidente y China asume el primer plano, algo cada vez más frecuente, los análisis deberían recordar que la era digital y sus hitos fundamentales -desde el nacimiento de Internet, a fines de la década de 1960 y la web en 1990, hasta los grandes avances tecnológicos que dieron forma a la sociedad electrónica- han sido logros occidentales.

Esto incluye, desde luego, la que por ahora es la última estación del viaje, la Inteligencia Artificial generativa. Los demás países no occidentales, incluida China, se han limitado a imitar, y en algún caso, quizá mejorar lo creado. Conviene andar despacio cuando se manejan categorías como supremacía tecnológica.

En segundo lugar, de esto parece ser muy consciente el propio creador de la empresa DeepSeek, Liang Wenfeng, quien en una entrevista para el portal chino Waves, declaró en julio que “la IA china no puede estar en la posición de ser seguidora para siempre. A menudo decimos que hay una brecha de uno o dos años entre la IA de China y la de Estados Unidos, pero la verdadera brecha es la diferencia entre originalidad e imitación”.

Y por si no quedaba claro de qué hablaba, agregó: “En los últimos 30 años, [la industria tecnológica china] solo hizo hincapié en ganar dinero y ha ignorado la innovación. La innovación no está impulsada únicamente por los negocios, también necesita curiosidad y deseo de crear” (La Nación, 28 de enero de 2025). La formación científica de Liang le permite comprender con claridad lo que denomina “la brecha” entre el original y la copia. Y probablemente también se esté preguntando acerca de por qué en China cuesta tanta la originalidad. Pero no son preguntas de público recibo en países como el suyo.

En tercer lugar, si DeepSeek ha logrado con su producto obtener mejores prestaciones que los modelos existentes y hacerlo aún a costo más bajo y en base a código de fuente abierta, sin duda está subiendo la vara en el campo de la IA generativa, pero no parece indicar un punto de inflexión ni cambios de porte en la configuración del campo.

Desde luego esto no implica obviar la repercusión negativa inmediata que tuvo la irrupción de DeepSeek en la valoración de las acciones en empresas como Nvidia, como lo señala el Wall Street Journal del miércoles 29.  Si bien es claro que el nuevo escenario presiona sobre la industria tecnológica occidental, también desafía al propio sistema de capitalismo autoritario chino, en la medida en que la nueva estrella en ascenso llega con críticas estratégicas y el tipo de discurso punzante que pone en alerta a elites hipersensibles, habituadas históricamente a decidir por la inmutabilidad del sistema frente a los riesgos de la innovación fuera de control.

Innovación pero no tanto

Y en cuarto y último lugar, cabe consignar que Liang Wenfeng, el emprendedor detrás de DeepSeek nació en 1985, vale decir que forma parte de la generación que sucede a la de Jack Ma, 1964 (Alibaba) y Ma Huateng, 1971 (Tencent/We Chat), es decir, una nueva generación de emprendedores que probablemente no haya tenido aun encontronazos dignos de mención con el poder.

La ubicación generacional no es ociosa, por cuanto la terminología de Liang se parece mucho a la forma en que se expresaba Jack Ma una o dos décadas atrás. Mientras Liang se formaba en Ingeniería Electrónica y de Comunicaciones en la prestigiosa Universidad de Zhejiang, Jack Ma edificaba un imperio tecnológico,  del cual sobresalió Alibaba y llegó a ser una de las personas más ricas del mundo por sus innovaciones. En febrero 2020 su fortuna alcanzaba los US$ 37.000 millones y ocupaba el lugar 21 en la lista Forbes.

En 2018 había hecho pública su adhesión al Partido Comunista, en un gesto probablemente tan frívolo como tardío de su parte. Ya llevaba demasiado tiempo navegando las aguas procelosas de la intemperie, y sobre todo no parece haber tenido bien colocado el chip de los límites porque siguió intentando innovar y en 2023 no tuvo más alternativa que renunciar al control de Ant Group, un emprendimiento financiero que la cúpula china sintió que escapaba a su control.

En noviembre de 2020 las autoridades del gobierno chino congelaron los planes de salida a Bolsa de Ant Group. Según Marketing4eCommerce, la Fintech de Alibaba Group iba a protagonizar la salida a bolsa más grande de la historia, y faltando solo 48 horas para la fecha señalada, las autoridades chinas decidieron parar la operación debido al enorme poder que la fintech podría alcanzar, ya que si se hubiera consumado su OPI la plataforma habría rebasado a los primeros bancos estatales.

Además, Ma había hecho declaraciones sobre la legislación china en materia financiera que muchos creen que fueron el gatillo para que la autoridad supusiera un desafío por parte del magnate. Jack Ma se refirió a los bancos tradicionales como “casas de empeño” y comentó que se debería “sustituir esa mentalidad por un sistema de crédito basado en big data, empleando las posibilidades tecnológicas actuales”.

Ma lleva casi dos años viviendo en Japón en lo que parece un viaje sin retorno. Todo un faro emisor de señales para Liang. También Jack Ma, como ahora Liang, fue la estrella del sistema, hasta que insistió excesivamente en la innovación en un rumbo contraindicado por la inmutabilidad del sistema.

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