Los Estados Unidos se han caracterizado desde hace mucho tiempo por la enorme influencia mundial de su cultura popular y de su periodismo, provocada en parte por el poderío económico del país pero también por su libertad general y comunicacional.
Este fenómeno se expresa en un denso y variado flujo de contenidos que si bien se dirigió normalmente y en primer lugar a audiencias domésticas, pasó a tener una muy buena recepción en públicos de los más distintos países.
La omnipresencia estadounidense en la comunicación global motivó durante años acusaciones de “imperialismo” informativo o cultural por partida doble: de la izquierda y de nacionalismos locales.
Sin embargo, en la mayoría de los casos la circulación mundial de contenidos norteamericanos se trataba de un mero spill over de la producción interna y en la que poco tenía que ver el gobierno, más allá de interpretaciones conspirativas que señalaran lo contrario.
(Esto, aún concediendo que los ‘malos’ en las series de espías de la guerra fría fueran siempre los rusos o que buena parte de la información internacional proviniera en el mundo hasta los 90 de las agencias norteamericanas AP y UPI. Y que “Marty McFly” se enfrentara en Back to the Future contra “terroristas libios”: villanos no habituales pero que aparecían justo cuando en el mundo real la Casa Blanca tenía en la mira a la nación del dictador Gaddafi por distintas tropelías.)
A medida que los mercados de los distintos países se fueron desarrollando aparecieron medios o producciones que suministraron alternativas relevantes de distinto tipo o calidad a los contenidos norteamericanos.
Los mismos Estados Unidos, al fin de cuentas, tampoco escatimaron mostrar sus defectos ante sus propias audiencias pero también hacia el resto del mundo (en ficciones o en las noticias periodísticas): la era post Vietnam, las difíciles relaciones raciales, la mafia neoyorquina o la trastienda de la política o la inteligencia en Washington, por citar algunos de muchos ejemplos.
Mientras tanto, el público global pasó a ser cada vez más tenido en cuenta en las producciones de los Estados Unidos, desde las ediciones internacionales del Wall Street Journal o Newsweek hasta señales específicas de CNN o coberturas noticiosas de Associated Press.
Este proceso se dio también en las realizaciones de Hollywood, en ciertos programas de TV, en los motores de búsqueda de Internet como Google y también en las redes sociales y en los actuales lanzamientos de Netflix. Todas estas cabeceras mediáticas ofrecen versiones diferenciadas norteamericanas, globales o regionales.
Medios públicos globales made in USA
Además de todo este entramado, compuesto esencialmente por iniciativas privadas y con orientación empresarial, existe un aparato de comunicación internacional directamente operado o financiado por el gobierno de los Estados Unidos.
La Voz de América (VOA, por sus siglas en inglés) es —o fue— el medio público histórico y central de los Estados Unidos, aunque desde hace tiempo no ha sido el único. Hay otros medios llamados subrogantes (“surrogates”), destinados a países donde no hay libertad de expresión.
Al contrario de la VOA, que busca informar sobre los Estados Unidos y el mundo en general, los medios subrogantes ofrecen contenidos específicos para los países correspondientes y se comportan como si fueran un medio más (pero sin censura), de tales países (Radio Martí, para Cuba; Radio Farda, para Irán o en el pasado Radio Svoboda -Libertad-, para la Unión Soviética).
Esos medios subrogantes pueden ser operados directamente por la agencia gubernamental a cargo de la VOA o bien por organizaciones separadas nominalmente privadas pero subvencionadas (como hoy son Radio Free Europe/Radio Liberty, Radio Free Asia y el canal árabe al-Hurra). Normalmente están a cargo de exiliados, expatriados o nacionales de los países correspondientes.
La VOA y los medios subrogantes se iniciaron como radioemisoras y, con el tiempo, fueron incorporando otras plataformas: en algunos casos TV satelital y, finalmente, sitios de Internet y mensajes o “cortes” en las redes sociales.
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la invasión rusa de Ucrania, pasando por la ‘guerra fría’, la caída del muro de Berlín y la etapa de combate al terrorismo islámico, esos medios han cumplido distintas funciones.
A diferencia de los medios puramente privados-comerciales, los medios globales del Estado norteamericano tienen objetivos de impulsar la imagen del país y avanzar su política externa, dentro de la llamada estrategia de soft power de una potencia mundial como los Estados Unidos.
No obstante, así y todo, prestan también un servicio a la libertad de expresión y el acceso a la información para audiencias y poblaciones que están privadas de ambas condiciones.
Por eso, por provenir de una nación democrática y enmarcarse a cánones periodísticos no se trata de meros conductos de propaganda, al contrario de lo que son (y no podrían ser de otra manera) las comunicaciones emanadas de otras clases de regímenes, como las de Moscú, Beijing o Teherán.
Tanto la VOA como los medios subrogantes deben ceñirse a ciertas normas periodísticas, de pluralismo y de equidad. Por más que ofrezcan contenidos que promuevan valores democráticos y, en ciertos casos, sean una respuesta a regímenes autoritarios o totalitarios, no pueden actuar como un panfleto militante.
Esta estructura de comunicación internacional funcionó desde que los Estados Unidos abandonaron su etapa aislacionista tras asumirse como potencia mundial luego de que fueran atacados en Pearl Harbor en 1941. Y continuó por más de 70 años hasta su cierre o suspensión unilateral en marzo de 2025.
El cese se dispuso por orden ejecutiva del presidente Donald Trump y el accionar del DOGE. Este último organismo fue creado para desburocratizar, desregular y reducir el tamaño del Estado y se convirtió en el bastión de Elon Musk hasta su sorpresiva renuncia y “decepción”, a cinco meses de su nombramiento. (Durante ese tiempo, Musk fue funcionario sin perder su condición de empresario contratista del gobierno federal.)
Muchos opinan que la virtual supresión de los medios globales de los Estados Unidos tuvo lugar con pretextos incomprensibles, lesionando una tarea valiosa y de años más allá de falencias o errores. Y que solo puede beneficiar la posición y la propaganda internacional de las principales autocracias mundiales.
Para esta visión, se trataría de un desatino más de los tantos que en la esfera internacional están llevando adelante Donald Trump y el actual grupo gobernante norteamericano.

Autonomías y comparaciones
Es cierto que los medios públicos internacionales de los Estados Unidos tradicionalmente no han tenido una autonomía periodística como la BBC británica, la Deutsche Welle alemana o los operados por los franceses.
En los medios globales de esas naciones de Europa Occidental pueden pasar horas de emisión o miles de palabras escritas sin mención a sus países de origen ni descubrirse una “línea” bajada o funcional a las políticas del gobierno correspondiente.
La VOA tiene (o tuvo) como una de sus funciones —según su carta constitutiva o VOA Chart (1976)— la de “presentar las políticas de Estados Unidos de forma clara y eficaz, y también (…) debates y opiniones responsables sobre dichas políticas”. Otra Ley de 1994 se expresa en términos parecidos.
A título comparativo, esa misión no figura en las normas que por ejemplo rigen las actividades internacionales de la BBC. Según su Royal Charter (2016) es un medio público que debe proveer “noticias imparciales e información para ayudar a las personas a entender e interactuar con el mundo”.
Asimismo, sus Editorial Guidelines (2019) llaman a sus análisis a reflejar “las corrientes de opinión más importantes examinando su alcance y puntos conflictivos”. Nada dicen de informar, explícitamente, sobre las “políticas del gobierno británico”.
En la guerra del Atlántico Sur de 1982, es decir, en un conflicto que involucraba al mismo país, la BBC en sus emisiones en español para América Latina hablaba de “las islas Falkland o Malvinas” y se comunicaba incluso con fuentes argentinas.
Esto disparó la crítica de la entonces primera ministra Margaret Thatcher y del Ministerio de Defensa británico. Debieron alquilar por su cuenta un transmisor de la BBC en la isla Ascensión para sus propias emisiones en español (Radio Atlántico del Sur) dirigidas a la Argentina, las que como se podía suponer ofrecían en este caso más propaganda que información.
Es por eso que el servicio mundial de la BBC (cerca de 40 idiomas) actúa como un medio público internacional con perspectiva periodística “mundial”. Y que aparentemente no le trae ningún beneficio directo a la política exterior británica, más allá de cierto prestigio general. Algún secretario de las Naciones Unidas calificó a la BBC como “un regalo de Gran Bretaña al mundo”.
La VOA, en cambio, ha exhibido siempre una visión más Washington-céntrica, cubriendo preferentemente los temas mundiales que involucran a los Estados Unidos. Sus “editoriales”, como se aclaró por mucho tiempo al aire en forma explícita, reflejan “los puntos de vista del gobierno de los Estados Unidos”.
No obstante, la programación y los textos se han presentado dentro de estándares periodísticos. Es decir, con matices, críticas y “otras campanas”. Esto se hizo por mucho tiempo de manera limitada en algunos temas sensitivos y sin llegar a la amplitud de la BBC.
El VOA Programming Handbook todavía decía en su edición de 1986: “Llamamos a los comunistas ‘comunistas’, no socialistas, incluso cuando ellos se refieren normalmente a sí mismos como ‘socialistas’. [Pero] Si usa una cita de [la exagencia de noticias soviética] TASS la palabra socialista debe ir” (pag. XV-33).
Sin embargo, sobre la palabra “terrorista” indicaba: “no la use a menos que sea [una acción] clara (…) o [para] identificar a un perpetrador” en ese carácter. O bien cuando sea parte de una cita directa de autoridades o terceras personas. En actos particulares, acota, “describir la acción es usualmente suficiente” (XV-35).
En 1994 la VOA y los medios públicos globales dieron varios pasos adelante en su independencia —lo que se reflejó positivamente en sus contenidos y en una mayor credibilidad— cuando el Congreso aprobó una norma que garantizaba la calidad e integridad de la producción periodística.
La Ley de Radiodifusión Internacional creó ese año el llamado firewall: un ‘cortafuego’ que garantiza expresamente a los editores y periodistas de la VOA y los otros medios globales a tomar decisiones sobre programación y contenidos libres de influencia o interferencias políticas. Solamente deben ajustarse a la VOA Chart y a estándares periodísticos comúnmente aceptados.
El firewall es un mecanismo que particularmente irrita a los funcionarios trumpistas, quienes sostienen que impide que el gobierno dirija la línea editorial del medio. En cambio, queda así en manos del propio medio y sus profesionales.
Al mismo tiempo la Ley creó una agencia operativa con mayor independencia, hoy llamada USAGM (agencia de medios globales), ex BBG y mucho antes USIA.
La nueva VOA fue capaz de hablar telefónicamente con el líder de los talibanes, el mullah Omar, en sus emisiones en pashto y dari, el mismo día que Estados Unidos ingresó al país para derrocarlos tras los atentados de 2001 (aunque solo para que volvieran dos décadas después).
Este tipo de coberturas, por supuesto, genera siempre debates muy acalorados sobre el rol de los medios públicos globales norteamericanos, en este caso si actúan correctamente o no en darle voz a los enemigos del país.
Tales discusiones han existido siempre y abarcan los contenidos, prácticas periodísticas, organización, estructura y también la financiación de tales medios, aun señalando despilfarros o ineficiencias. Estos debates son parte, por supuesto, de un país libre. Pero nunca nadie había propuesto cerrar los medios globales en lugar de corregir sus presuntos defectos.

El mundo y la comunicación según Trump y Musk
El inicio de la nueva administración de Donald Trump coincidió con un sorpresivo y sistemático ataque verbal y político contra los medios públicos globales estadounidenses (tanto la VOA como los subrogantes Radio Free Europe, Radio Free Asia o medios para el mundo árabe). Ese ataque fue liderado por Elon Musk y continuado por el mismo Trump.
Ambas figuras pueden ser vistas como referentes de una derecha radicalizada, cuya “libertad” postulada parece por momentos restringirse a los propios y que puede o no sostener principios de libre mercado (como lo demuestran las distintas posiciones del titular de la Casa Blanca y del fundador de SpaceX).
Para este movimiento, las instituciones y sus garantías pueden subordinarse a sus objetivos políticos. “El que salva a su país no viola ninguna ley”, dijo Trump, quien además por primera vez en la historia presidencial ha incumplido varios fallos judiciales. Acotó también que “nuestros enemigos internos son más peligrosos que China, Rusia y otros países”.
Pero la razón de ser quizás determinante y que aglutina a los heterogéneos simpatizantes de esta corriente, en los Estados Unidos e incluso en el resto del mundo, es el combate militante a todo lo que consideren “izquierda”.
En ese concepto incluyen a la verdadera izquierda totalitaria y a los excesos reales de la llamada “cultura woke”. Pero también a la derecha liberal que no los apoya, al centrismo o a la centroizquierda democrática, a los defensores de minorías, al “globalismo” —sin distinguir sus diferentes versiones y al que ven como amenaza a su aislacionismo— y, en general, a todo lo que les disgusta o los contradiga.
Su accionar político recurre frecuentemente a la hipérbole, la tergiversación y el tremendismo, con una fuerte carga de agresividad verbal: más que lo históricamente usual en política; tal vez solo equiparable con los “woke” más exaltados que los precedieron, pero que sin embargo parecían bastante más acotados y minoritarios.
Dentro de todo este marco interpretativo y de praxis, Trump y Musk sostienen que el periodismo y los medios tradicionales son superfluos, sesgados y hasta perniciosos en una era donde predominan las redes sociales, confundiendo los soportes con la actividad.
En realidad, el periodismo libre y profesional se puede expresar por muchos soportes, incluso por redes sociales. Naturalmente, puede ser complementado por esa vía con noticias adicionales —y también críticas— ciudadanas y de sus audiencias.
(De hecho, algunas notas de los medios internacionales que se acaban de cerrar provenían de ‘periodistas ciudadanos’ en Teherán, Caracas, Rangún o Simferopol que, con gran riesgo, comunicaban datos o hechos que regímenes autoritarios buscaban ocultar.)
Nada de esto puede ser confundido con superficiales ‘influencers’, sueltos o monetizados. Y acaso alentados y/o potenciados por algoritmos y por afinidades ideológicas de los propietarios de las redes sociales (como el mismo Musk) o incluso ensamblados por grupos militantes o gobernantes, integrando subterráneas ‘brigadas digitales’ que tiran la piedra y esconden la mano.
Los “medios tradicionales”, por su parte, ya dejaron de ser tales en términos de soportes: ninguno está ausente de la web, donde atraen gran cantidad de usuarios. Lo que distingue a las plataformas actuales, nativas digitales o no, es su grado de profesionalismo periodístico (no importa con qué línea editorial). Y no su carácter “tradicional” o de “legacy media”, como dice la frase acuñada por Musk.
A esto hay que sumar la línea de “los extranjeros abusan de nosotros” insistentemente promovida por Trump dentro del concepto de su movimiento MAGA (Make America Great Again).
As?í, los gobiernos aliados europeos, los inmigrantes, los estudiantes de otros países, las empresas o inversionistas foráneos, las ONG del exterior que reciben fondos de cooperación internacional, Ucrania y hasta China o Taiwán (según el día) o aun los haitianos que comen perros… todos toman ventaja y se aprovechan de la generosidad de los Estados Unidos de distinta manera.
Resulta extraño que un país tan abusado, esquilmado y aprovechado sin escrúpulos por tantas personas, entidades y naciones ventajeras haya logrado convertirse en primera potencia mundial y —además— con una prosperidad inédita.
Pero la narrativa es muy eficaz para que el trumpismo pueda exaltar la indignación masiva por “sacarle dinero al obrero de Milwaukee” para financiar, por ejemplo, emisiones de radiodifusión destinadas a los uigures en China. El ejemplo, por supuesto, podría aplicarse hasta la última tasa de café de las embajadas o de las bases militares externas.
Por cierto, es una ínfima parte de lo que ha recibido Elon Musk y tantos amigos (o nuevos amigos) de Trump en contratos federales, incluso —y principalmente— bajo administraciones demócratas.

¿Por qué el silencio? ¿Es temporario o para siempre?
La acuarela anterior, aunque irónica, no deja de basarse en hechos y posiciones verificables, pero es necesaria para entender el movimiento contra los medios globales públicos norteamericanos.
De otro modo, costaría comprender la virulencia, narrativa e intempestividad, aparentemente salida de la nada, esgrimida por el trumpismo contra tales medios. Y que fueron construidos —a lo largo de siete décadas— por un consenso bipartidario interno y un amplio apoyo de aliados, audiencias y hasta perseguidos mundiales.
Esos medios operados o promovidos por el gobierno, insustituibles por expresiones privadas o comerciales, fueron los que durante décadas —con aciertos y errores—contribuyeron a promover valores democráticos y ayudaron a derrotar al nazismo, al comunismo soviético y a muchas dictaduras.
Hasta este año, lejos de ser irrelevantes, siguieron ofreciendo información no censurada, plural y veraz a audiencias importantes de países bajo regímenes autoritarios y represivos o naciones inestables. También proporcionaron una esperanza y ocasionalmente una voz a esas mismas personas.
Pero la noche del 15 de marzo de 2025 los contenidos de todos estos canales cesaron súbitamente de emitirse o de ser actualizados. Estados Unidos se convirtió en el único país importante del mundo sin medios internacionales públicos.
¿Por qué fueron cerrados estos medios sin más trámite y como una de las primeras medidas de gobierno de Trump y del DOGE?
La única empresa estatal federal de los Estados Unidos, el US Postal Service, por ejemplo, perdió en 2024 la friolera de 10 mil millones de dólares. Es una cifra casi 12 veces más alta de lo que representan los medios públicos globales, pero el DOGE firmó un acuerdo con la administración de correos para preservar su existencia, si bien con un plan de ajustes.
El correo estadounidense sigue siendo una repartición gubernamental que actúa comercialmente; no obstante, cuenta ya con decenas de alternativas privadas, aun en los lugares más aislados.
Los medios públicos globales, en cambio, no funcionan como empresas, carecen mayormente de alternativas y son un instrumento de política exterior. Pero para ellos no hubo ningún plan o intento de reformulación: simplemente se los suprimió de un día para el otro.
Con algo menos de 900 millones de dólares de presupuesto anual, la VOA y el resto de los medios ahora cerrados representaban el 0,013% (USA facts.org) del presupuesto total del gobierno federal de los Estados Unidos, que ascendió en 2024 a 6,8 billones de dólares (trillions en inglés).
Desde 1995, cuando era el 0,034% del presupuesto total del gobierno federal, el presupuesto para los medios globales ha bajado en forma sostenida en la mayoría de los años transcurridos desde entonces (USA facts.org)
Una respuesta posible acerca del ensañamiento inexplicable con estos medios, cuyo cierre hasta hoy carece de una razón clara, es que parecen condensar todo lo que detestan los partidarios más virulentos de MAGA.
Por ejemplo, el uso de fondos públicos para “beneficiar” a “minorías” o “extranjeros” (que se aprovecharían de la generosidad del país); su naturaleza de “legacy media” (con estándares periodísticos que eluden la propaganda); su condición pluralista (con personal y contenidos independientes de la línea del gobierno) y su carácter “globalista” (opuesto al unilateralismo aislacionista que parece ahora resucitar en Estados Unidos).
Otro atributo que posiblemente subleve al trumpismo es la capacidad de estos medios de disgustar a dictadores y regímenes con quienes se procura desde la Casa Blanca negociar algún tipo de arreglos o repartos de zonas de influencia.
La otra pregunta es si el cierre es temporario (quizás para reconstruir esos medios con una impronta menos independiente y otro tipo de funciones) o si se trata de una medida “para siempre” (dictada por un dogmatismo ideológico-aislacionista-contable).
La respuesta, que habla de la escasa transparencia y discrecionalidad con las que se ejecutan estas medidas, es la siguiente: nadie sabe.

Una arremetida digital sin sentido, pero muy real
La arremetida contra los medios públicos globales comenzó cuando en febrero de este año Elon Musk, entonces en su cargo en DOGE, se manifestó en forma despreciativa sobre estos medios, que no estaban en discusión generalizada en ninguna agenda.
Dijo Musk en un mensaje de X: Cierren [a la Voice of America y a Radio Free Europe]: 1. Europa ya es libre (sin hablar de su asfixiante burocracia) (…) 2. Nadie las escucha. 3. Son lunáticos radicales de izquierda que hablan solos mientras despilfarran mil millones de dólares del contribuyente norteamericano”.
Como suele ocurrir en este tipo de episodios, a partir de allí comenzó una catarata de mensajes de X aplaudiendo a Musk, convalidando y amplificando el pedido y agregando cada vez mayores adjetivos o peticiones: estas emisoras “son islamo-comunistas”, “las maneja Soros”, “no se olviden de los comunistas de Radio Free Asia”(fuertemente interferida por China y cuya escucha está penada con la muerte en Corea del Norte).
“Radio Farda [que transmite a Irán] sigue la línea de los ayatollas”. Pero a la vez “Masih Allinejad [una bloguera exiliada que defiende a mujeres perseguidas y que escapó del régimen, con un perfil similar a la cubana Yoani Sánchez] simula ser opositora y cobra en Radio Farda 100 mil dólares al año” (un sueldo normal para esa posición).
“Cierren también la USAID, que malgasta millones de dólares de los contribuyentes para promover medios de extrema izquierda en el mundo” (agencia de cooperación internacional que de ninguna manera desarrolla esa actividad y que efectivamente fue desmantelada semanas después).
“VOA es un canal de propaganda comunista contra América. Ciérrenla”, decía otro X. “Y es fuertemente anti Trump”, agregaba otro usuario.
Las afirmaciones —desde ya absurdas— no estaban avaladas por ninguna prueba o estudio; eran casi todas diatribas antojadizas (o basadas en datos aislados en el mejor de los casos), pero se multiplicaban de acuerdo a la dinámica típica de las redes sociales.
Resultaba un espectáculo curioso leer miles de mensajes X de estos influencers, usuarios sueltos, opinólogos de la línea ‘hablemos sin saber’ o activistas “todoterreno”, quienes en su abrumadora mayoría eran absolutamente ignorantes del funcionamiento y de lo que representaban estos medios.
Aunque quizás nada deba sorprendernos de las redes sociales y de estas épocas, no dejaba de impactar que tantas personas se sumaran tan apasionadamente a una arremetida sin sentido sobre un tema que desconocían. “Nunca escuché hablar de Radio Free Europe”, se sinceró alguien en X.
Habrá que ver igualmente, qué proporción de esos mensajes pudieron salir o ser impulsados desde usinas de propaganda o inteligencia de los países que se beneficien de la cancelación de esos medios. En este caso, los diseñadores de tales mensajes sabían muy bien de qué se estaba hablando.
Entre los participantes en este zafarrancho absurdo figuró también quien es quizás el principal protegido de Musk, el joven activista de las criptomonedas Mario Nawfal, convenientemente destacado por Musk en la discusión de X. Nawfal, a su vez, resaltó las palabras de Ric Grenell, importante asesor y enviado de Trump en asuntos de política exterior.
En su canal de YouTube Nawfal ha entrevistado, con mucha deferencia, solo a figuras exclusivamente trumpistas o putinistas: el dictador bielorruso Lukashenko, Jair Bolsonaro, funcionarios de Moscú o al periodista Tucker Carlson. Este último fue despedido de la mismísima cadena Fox News porque el medio consideró demasiado sus continuas afirmaciones sobre el “fraude” electoral contra Trump (además de soportar demandas de afectados por tales expresiones).
En cuanto a Grenell es quien llamó “dictador” a Zelenski mientras mantiene una línea bastante complaciente con Putin. Tras el fraude madurista, no tuvo mejor idea que proclamar que Washington “no busca un cambio de régimen en Venezuela”.
Grenell sostuvo en X que “VOA [y otros medios] están llenos de activistas de izquierda (…) Son una reliquia del pasado. No necesitamos medios del gobierno”.
Un analista político basado en Londres, Alexander Kokcharov, trató de llevar alguna sensatez a la discusión: “Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL) transmite principalmente a países donde la libertad de prensa está restringida o no está plenamente desarrollada. (…) Opera en varios idiomas y está financiada por el gobierno de los Estados Unidos para ofrecer periodismo independiente en estas regiones. Sus emisiones suelen estar censuradas o restringidas en países autoritarios”.
Su mensaje, como otros parecidos, no obtuvo demasiado eco ni comentarios. Estos intercambios en X, con Musk encabezando una ferviente ‘hinchada’ (barra fanática) afín, hacen que las voces discordantes no tengan mucha visibilidad o voluntad de participar, incluso si supieran que no serán objeto de insultos (lo que pocas veces es el caso).
Esto demuestra al final que las redes sociales no son una plaza pública de debate global sino medios como cualquier otro: con textos y algoritmos que definen una línea editorial, con redactores y columnistas-influencers estrellas y con un público target al que no debe contradecirse demasiado.
Es decir, son medios de comunicación casi iguales a los tan vapuleados legacy media y que ciertamente, están muy lejos del demagógico e irreal axioma muskiano según el cual, en las redes sociales, “los medios son ustedes ahora”.

La voz de la VOA
El principal componente del complejo de medios internacionales cerrados es la Voice of America (VOA).Operada directamente por el gobierno a través de la agencia USAGM, presta un servicio general de noticias y contenidos, con énfasis en temas norteamericanos de proyección mundial.
Comenzó a trasmitir en 1942 en alemán, italiano y francés con dirección a Europa y muy pronto incorporó otros idiomas europeos. También lo hizo en japonés, chino y tagalo (Filipinas) con destino a Asia. Nuevos servicios se fueron agregando hasta llegarse a decenas de lenguas y destinos de transmisión.
Los nazis interfirieron las emisiones de inmediato por si la sanción de pena de muerte por escuchar emisoras extranjeras no alcanzaba. Japón contestó con programas para soldados en el Pacífico de una locutora que buscaba evocarles psicológicamente la nostalgia de sus hogares y novias: la Rosa de Tokio.
Poco después, la VOA incorporó las emisiones en español y portugués para América Latina, que las cadenas comerciales CBS y NBC no quisieron continuar, ni siquiera bajo contrato con el gobierno. En 1947 comenzó a transmitir en ruso.
Los idiomas y áreas de emisión de la VOA fueron cambiando permanentemente de acuerdo a la evolución geopolítica mundial. Se consideraba que cuando un país o región poseía una democracia estabilizada, medios competitivos y buenas relaciones con los Estados Unidos las emisiones habían cumplido sus objetivos.
Así por ejemplo, los servicios en danés terminaron en 1945, el programa italiano en 1957 y las transmisiones en alemán en 1960 (para Alemania Oriental se evaluó que lo mejor era el desborde de las señales de radio y TV de Alemania Federal). Para Japón, las emisiones concluyeron en 1962.
Los servicios para América Latina por aire en español cesaron hace más de 15 años, pero luego se usaron feeds satelitales o Internet, a la vez que algunas emisoras de radio o TV locales, así como cableoperadores, reproducen notas o transmisiones.
Medios de Colombia, Perú o Bolivia dicen que ven los contenidos de la VOA como “mejor balanceados” que fuentes locales para cubrir ciertos hechos. También ha habido espacios específicos de información y debate para llegar a la Venezuela chavista.
Los programas dirigidos a Brasil, en cambio, se eliminaron por completo en 2001.
VOA comenzó siendo una emisora de radio en la onda corta (banda diferente a AM y FM que permite captar con receptores comunes señales de todo el mundo). Aunque hoy día está casi abandonada en Occidente, la onda corta todavía es relevante en partes de Asia y África, especialmente en sociedades cerradas que buscan información en fuentes extranjeras.
Los países del bloque soviético desde 1948, así como China años más tarde, montaron una impresionante red de transmisores destinada exclusivamente a difundir “ruido blanco” electrónico (el que cubre todas las frecuencias audibles) para interferir la recepción de la VOA y otras emisoras, incluyendo la BBC y la Deutsche Welle.
El procedimiento recibe el nombre de jamming y fue usado por la URSS no solo contra Occidente sino incluso contra la misma China desde la ruptura con Mao y aun con la estalinista Albania. Y también por Moscú y Varsovia contra Radio Vaticana en los tiempos de Juan Pablo II.
Pese a su magnitud, el jamming nunca ha resultado un 100% efectivo para impedir la escucha. Mijail Gorbachov lo cesó en 1988. Pero el originado en China aun sigue y se aplica(ba) a la VOA y a Radio Free Asia, así como a emisoras de Taiwán y hasta transmisiones de la India para el Tibet. Mientras tanto, ni Estados Unidos ni ninguna democracia occidental interfirió jamás emisiones rusas o chinas, práctica que además está prohibida por acuerdos internacionales.
(En Argentina, la privada Radio Colonia, emisora uruguaya de AM que dirige su programación a Buenos Aires y que no estaba sujeta a la censura local sufrió jamming intermitente, durante periodos peronistas, con estridentes transmisiones superpuestas de jazz en los 50 o con ruidos no modulados en los 70, organizadas por los gobiernos de la época.)
Con el tiempo, la VOA pasó a emitir también como TV satelital (con el nombre WorldNet y luego VOA-TV), con señales que podían tomar algunos medios o cableoperadores locales. O bien ser recibidas directamente en antenas parabólicas FTA individuales.
Esas parabólicas FTA (free to air) no son por pago y menú cerrado como las de DirecTV, sino que permiten ver señales no codificadas de cualquier satélite. Son muy populares en naciones árabes, Irán y otros países afroasiáticos donde casi no hay TV aérea terrestre ni servicios de cable o satélite pago.
Esto brinda una gran oportunidad a la VOA y otras señales de TV para llegar a tales lugares, si es que medios locales no pueden reproducir sus programas por razones de censura. Nuevamente, algunos países represivos recurren al jamming, en este caso audiovisual y satelital, pero tampoco en esta modalidad cumple siempre su propósito.
Con la era de Internet, VOA desarrolló completas plataformas multimediales en la web, con audios, videos y textos que incluían noticias y otros contenidos. También se recurría a las redes sociales.
La radio o la TV pasaron a ser más bien complementos, pero podían ser importantes en naciones con poca infraestructura TIC o si los sitios de Internet son bloqueados por la censura de países destinatarios. Esto último representa un equivalente digital del jamming, pero en ese caso la efectividad es total. Con una aplicación VPN el indicado bloqueo web puede eludirse, pero no todos manejan esa posibilidad.
Al iniciarse 2025, VOA tenía servicios para las siguientes regiones y en los idiomas que se indica (muchos en radio, algunos en TV y todos en la web).
Para África, en francés (desde 1960), swahili (1962), inglés (1963), portugués (1976), hausa (1979), amhárico/oromo/tigrina (1982), kirundi/kinyarwanda (1996), shona/ndebele (2003), somalí (2007) y bambara (2013).
Para el este/sudeste de Asia: birmano (1942), cantonés (1942), chino mandarín (1942), coreano (1942), indonesio (1942), thai (1942), vietnamita (1951), khmer (1955), lao (1962), tibetano (1991) e inglés (2010).
Para Eurasia: albanés (tosco/guego) (1943), serbio (1943), ruso (1947), ucraniano (1949), armenio (1951), georgiano (1951), bosnio (1996) y macedonio (1999).
Para Asia central y del sur: turco (1942), urdu (1951), bangla (1958), uzbeko (1972), farsi (1979), pashto/dari (1980), azerbaijani (1982), curdo (1992), pashto deewa (2006).
Para América Latina: español (1942) y creole haitiano (1996).
Muchos idiomas y regiones fueron discontinuadas, como antes se indicó, al ritmo de la evolución geopolítica. Algunos servicios de la VOA emiten o emitieron hacia los mismos lugares y en los mismos idiomas que los servicios subrogantes (como programas en búlgaro, checo o polaco, lenguas que usaba también Radio Free Europe).
En otros casos, los servicios subrogantes reemplazaron por completo los servicios de la VOA, como la ex Radio Sawa y la TV al-Hurra.
Según estudios, solo la VOA llegó en 2024 a una audiencia semanal de 354 millones de personas (radio, TV satélite e Internet) en los todos sus idiomas y servicios. Los medios subrogantes separados aportan varias decenas de millones adicionales.
Todo esto, por ahora, dejó prácticamente de existir.

Dos subrogantes: Europa Libre y Libertad
Los medios subrogantes tienen también una larga historia. Al principio eran organizaciones privadas sin fines de lucro para transmitir programación extendida contra los regímenes de las naciones europeas que habían caído recientemente bajo la órbita comunista y también hacia la URSS, que comenzaba una incierta etapa sin Stalin.
En 1951 se lanzó Radio Free Europe (con programación para Polonia, Bulgaria, Hungría, Rumania y la entonces Checoslovaquia; Yugoslavia y Albania quedaron solo a cargo de la VOA). Radio Liberty (Svoboda) salió al aire en 1953 (con programación en ruso, ucraniano y una decena de idiomas para la entonces Unión Soviética, incluyendo lenguas como el tártaro-baskir).
Ambas emisoras, operadas por una suerte de alianza entre exiliados y la política exterior norteamericana, reflejaron en sus primeras épocas la crudeza de la guerra fría: los programas eran por momentos demasiado toscos y panfletarios.
Casi incitaban a sus audiencias a derrocar a los gobiernos, al punto que la aplastada rebelión húngara de 1956 contra los soviéticos fue atribuida en parte a llamados de Radio Free Europe. Sin registros completos de las transmisiones, el tema se ha discutido por años.
Por otro lado, las emisoras —en teoría— obtenían sus fondos de empresas privadas que hacían donaciones para “luchar contra el comunismo”, pero estos aportes eran realmente mínimos. Las facturas terminaron siendo pagadas encubiertamente por la CIA por algunos años.
No se quería validar una posible victoria para la propaganda soviética ante el aparente contrasentido de que el “mercado libre” no podía financiar las comunicaciones que lo defendieran.
La URSS no tenía este problema: desde los años 30 la costosa Radio Moscú consumía millones de rublos en emisiones hacia Estados Unidos y otras naciones para impulsar el modelo de partido único y la economía centralmente planificada, así como atacar a los gobiernos “reaccionarios” de tales países.
Finalmente, Radio Free Europe y Radio Liberty se fusionaronen una organización denominada RFE/RL y pasaron ser financiadas en un 100% por subsidios del gobierno de los Estados Unidos sujetos a control parlamentario y adoptaron estándares periodísticos rigurosos.
Las emisiones debían impulsar valores democráticos y proporcionar contenidos informativos y culturales censurados en los respectivos países, pero no podían promover actos de sabotaje o subversión.
De este modo, RFE/RL ingresaron en su mejor etapa, de gran credibilidad y llegada: en la URSS y otras naciones las cifras oscilaron por años entre un 30 a un 70% de la población adulta que las sintonizaba al menos una vez por semana. Esto, no obstante que fueron interferidas desde el primer día por la red electrónica soviética de jamming.
La sede de la emisora, que hasta los años 90 se situaba en Munich, sufrió ataques con explosivos más de una oportunidad. En un plano aún más dramático, hubo también comunicadores asesinados.
Una placa en la entrada de RFE/RL, ahora con sede en la República Checa, recuerda a los 19 periodistas del medio que perdieron la vida a manos de atentados y gobiernos represivos, la mayoría en los últimos 25 años y en países de Asia Central o Afganistán; algunos también en Rusia. Pero hubo tres asesinados en pleno Occidente.
Uno de ellos, Georgi Markov, periodista búlgaro de RFE, murió por envenenamiento en 1978 tras ser pinchado en la pierna con la punta de un paraguas en un supuesto accidente por un transeúnte que pasaba a su lado en Londres. Mucho después se confirmó, para sorpresa de nadie, que este atentado digno de una película de espionaje fue cometido por el gobierno de Sofía.
Según la Enciclopedia Británica: “Debido a sus esfuerzos (…) exitosos para burlar a los censores comunistas y llegar a sus oyentes diariamente, Radio Free Europe (…) contribuyó significativamente a la desaparición de los regímenes comunistas en toda Europa del Este”. El mismo párrafo se puede aplicar a Radio Liberty respecto a la ex URSS.
En los 90, al desatarse la guerra civil que desmembró Yugoslavia, RFE/RL comenzó a transmitir en serbio, croata y bosnio (1994), en albanés para Kosovo (1999) y en macedonio (2001).
Al contrario de la afirmación de Elon Musk de que la emisora debe ser cerrada porque “Europa ya es libre” y “nadie la escucha”, RFE pasó a ser un nombre histórico que se concentró en otras regiones y países prestando un valioso servicio a audiencias en naciones sin medios libres ni libertades civiles o bien cuando estas instituciones se deterioran.
Tras la caída del comunismo, la figura que luchó contra el régimen en la ex Checoslovaquia y que fue su primer presidente en la democracia restaurada, el escritor Václav Havel, invitó a RFE/RL a mudarse a Praga en reconocimiento por su tarea. Su sede continúa hoy allí.
Sin embargo, los servicios que cumplieron su misión fueron cerrados: las transmisiones para Hungría (cesaron en 1993) y las que se realizaban en polaco (1997), checo (2002), estonio/lituano/letón y búlgaro (2004) y el programa en rumano (2008). (Paradójicamente y como signo de los tiempos, algunos de estos idiomas fueron reanudados recientemente.)
RFE/RL tuvo una programación en árabe, Radio Free Iraq, lanzada en 1998 y cerrada en 2015. El servicio pasó a funcionar desde Bagdad luego del derrocamiento de Saddam Hussein y operó conjuntamente con los otros medios locales creados en el país por los Estados Unidos.
Al iniciarse este milenio, RFE/RL reenfocó sus contenidos para los países de Asia Central, si bien sigue emitiendo en ruso y ucraniano para ofrecer noticias y análisis que los medios controlados por Putin buscan ocultar o deformar. También mantiene los servicios para las aun inestables zonas de la ex Yugoslavia.
Antes del corte de fondos, RFE/RL dirigía contenidos (en los correspondientes idiomas) a Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Ninguno de estos servicios era interferido en los pocos casos en que cuentan con transmisiones por aire, pero varios tenían sus sitios de Internet bloqueados.
También se emitía para Afganistán (Radio Azadi; los talibanes cancelaron sus retransmisiones locales), Irán (Radio Farda bloqueada en la web pero no en onda corta; TV satelital sujeta a jamming) y a la frontera pakistano-afgana (Radio Mashaal)
Para Europa, había portales para Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro, Macedonia del Norte y Kosovo. Adicionalmente, la existencia de gobiernos como el de Viktor Orban en Hungría y el avance de fuerzas prorrusas y antieuropeas en Rumania llevaron a reiniciar en 2019 la producción de contenidos de RFE/RL para ambas naciones en versiones web.
Para Bulgaria se estableció asimismo un sitio web porque se consideró el “retroceso democrático” que implica un sistema de medios “afectado por la propiedad monopólica y la corrupción”, según la propia RFE/RL.
Para 2025, la mayoría de las transmisiones de RFE/RL eran streamings de audios por la web y todos sus servicios tenían portales con textos noticiosos en el idioma respectivo. En 2014, luego de la anexión rusa de Crimea se lanzó programación especial para esa zona y el Donbas ucraniano. También se inició ese año un canal de TV satelital y de streaming de 24 horas destinado a Rusia: Tiempo presente.
Aunque casi no ya no empleaban la onda corta, algunos servicios de RFE/RL operaban en frecuencias de AM con potentes transmisores limítrofes en naciones vecinas para llegar a quienes no tengan acceso a la web o para eludir el bloqueo de Internet.
Había 700 periodistas a tiempo competo y 1300 colaboradores que trabajaban en 27 idiomas para 23 países distintos. La misión de estos medios es siempre la misma, si bien hay naciones o zonas donde son más exitosos y otras donde tienen menos llegada.
Su último cálculo de audiencia se fijó en 47 millones de personas en los distintos países (2024), que accedían a sus contenidos al menos una vez por semana, además de una influencia difícil de cuantificar en redes sociales o en cadenas de transmisión orales.
Al momento de cierre de las emisoras, cuatro periodistas y colaboradores de RFE/RL están injustamente encarcelados en sus países de origen, bajo la clásica acusación de espías o de “contactos con el enemigo”: Farid Mehralizada (Azerbaiján), Nika Novak (Rusia), Vladyslav Yesypenko (en la Crimea ocupada por Rusia) y Ihar Losik (Bielorrusia). Este último, un joven bloguero, fue condenado a 15 años de prisión en 2020.
El desbloqueo judicial de algunos fondos ha logrado mantener en unos pocos casos actualizaciones mínimas web y se están concretando algunos aportes europeos.
Pero, por ahora las actividades de RFE/RL se han mayormente paralizado. Un destino incierto amenaza también a sus valiosísimos archivos y unidades de investigación sobre la política, la economía y la cultura de los países a los que dirige sus transmisiones

Radio Martí: una cita (complicada) con Cuba
Radio Martí surgió en 1985 con un amplio apoyo bipartidista. Hasta el momento se recibían en Cuba las emisiones generales de la VOA, que no eran interferidas. También se escuchaban a veces radiodifusoras comerciales de AM operadas por cubanos en Miami, como WQBA “La Cubanísima” o WAQI Radio Mambí, pero su programación era local.
Con Radio Martí, que Ronald Reagan le había prometido a la comunidad cubanoamericana, surgió un servicio subrogante de programas especialmente producidos para la audiencia cubana que por primera vez rompía el cerco informativo del castrismo.
Funcionaba como una emisora “cubana” más, pero a diferencia de las oficiales ofrecía noticias sin censura, análisis de actualidad, programas deportivos y culturales o música de artistas nacionales prohibidos, como Celia Cruz. Sus estudios estuvieron primero en Washington y luego se mudaron a Miami.
Aun con esta variedad de contenidos, su primera identificación tenía una fuerte impronta ideológica: “Transmite Radio Martí, por el derecho de todo hombre [persona] a ser libre, a recibir información y diseminarla, a buscar su verdad y enarbolarla, en medio de otros hombres [personas] que se la respetan”. (Las cuestiones de género se veían entonces de otra manera, tanto en Washington como en La Habana.)
Fidel Castro denunció a la “mal llamada Radio Martí” como una “invasión electrónica imperialista”, aunque no aclaró que Radio Habana Cuba tenía transmisiones en inglés dirigidas a los Estados Unidos desde los años 60. O que incluso la oficial Radio Progreso organizó en su momento desde La Habana “Radio Free Dixie”, que instaba a los afroamericanos del sur a levantarse contra la “opresión blanca”.
Radio Martí fue inicialmente interferida solo en AM, superponiendo en su frecuencia de 1180 kHz decenas de repetidoras cubanas de radios oficiales y una emisora local supuestamente turística, Radio Taíno. En onda corta solo comenzó a ser perturbada con jamming de ruidos en los últimos años. Ni en el primer caso, pero mucho menos en el segundo, esto impedía la escucha.
En 1990 se creó TV Martí, un canal que se transmitía desde globos aerostáticos y aviones, pero luego pasó al satélite. A diferencia de la radio, bastante escuchada y popular, la señal de TV —interferida también de entrada— apenas se podía ver en la isla y resultó un ejemplo de una iniciativa cuyo mantenimiento se debió a inercia burocrática: un punto a favor, en este caso, para los críticos de los medios globales.
No hay constancias de que nadie haya ido a la cárcel en la isla por sintonizar Radio Martí e incluso en periodos con menos represión oyentes cubanos se contactaban con el medio. Pero quienes desarrollaban cualquiera de las dos conductas quedaban sin embargo “fichados” por el gobierno y los omnipresentes comités vecinales de vigilancia, siendo incluidos en ‘listas negras’ por las cuales se les dificultaba acceder a servicios o prestaciones.
De todas formas, gracias a Radio Martí el pueblo cubano se enteró de muchas cosas que se buscaron ocultar o tergiversar: desde los pormenores del fusilamiento del general Ochoa (1989) hasta las reales dimensiones de las protestas masivas de los últimos años, su represión y los recientes cortes de luz.
La señal de Radio y TV Martí se suministra hoy también en audio y video a través de una plataforma web, la que ofrece también textos noticiosos y mensajes en redes sociales. Aun teniendo Cuba una de las peores infraestructuras y velocidades de Internet de la región, la difusión de celulares y otros dispositivos hace posible acceder a sus contenidos de esta manera.
Con todo, seguramente es cierto que la audiencia del medio, de acuerdo a investigaciones siempre complicadas de realizar, ha registrado una baja. Incluso con ese Internet limitadísimo y pese a la censura, los cubanos pueden hoy acceder a muchas fuentes alternativas y otros se alejan de emisiones lineales o noticias “duras”.
Pero estas no son razones para suprimir el medio, sino desafíos a remontar. Su especialización, densidad periodística, fuentes y expertise convierten a Radio TV Martí, como los otros medios globales, en una institución única.
Y apenas insume menos del 3% (25 millones de dólares) del total de presupuesto de esos medios. En las presidencias anteriores de Trump y Biden las partidas correspondientes a la emisora ya habían sufrido varias reducciones.
Un estudio independiente de Bendixen & Amandi para Univisión (2015) determinó que un 20% de la población escucha las transmisiones de radio al menos una vez por semana (no se indagó sobre TV o web). Datos más actuales (2024) de la medidora Emplifi indican que los videos y reportajes del perfil de Martí en Facebook tuvieron 37 millones de visualizaciones (79-82% provinieron de Cuba).
Líderes e integrantes de la comunidad cubana en los Estados Unidos, muchos de los cuales apoyan al Partido Republicano y a las posturas de Trump, quedaron descolocados con el cierre.
La representante María Elvira Salazar, una exfigura de la TV en español (Telemundo, Mega TV), conservadora trumpista, fue arrojada a una posición incómoda. Y también otros referentes políticos del sector, incluso los 10 legisladores de origen cubano y mayormente republicanos que habían solicitado un aumento del presupuesto de la emisora al entonces presidente Biden en 2021.
Entre esos referentes que pedían más dinero para Radio Martí estaba la propia Salazar y nada menos que el actual secretario de Estado Marco Rubio. Lo que menos podían imaginarse que una futura presidencia de Trump la cerraría.
Salazar criticó la clausura del medio y lo calificó como “un faro de la verdad y símbolo de esperanza para el pueblo cubano”. Atinó a decir que iba a hablar “con el presidente Trump para asegurarnos que el pueblo cubano tenga acceso a las noticias”-
Los contactos surtieron efecto y la figura de Rubio no fue menor en términos de influencia ante el mismo Trump. Por eso, Radio Martí volvió al aire con un servicio limitado, sin sus señales de onda corta, pero al menos con audio y sitio de Internet. Es el único caso entre los medios cerrados: otros servicios carecen de referentes políticos con tan buen acceso a Trump y que aboguen por ellos.
Caracterizar a Radio Martí como una emisora izquierdista sólo podía integrar una representación del teatro del absurdo (aunque es cierto que se comprobó que un par de espías cubanos trabajaron en el medio en posiciones poco relevantes: uno de ellos, José Fernández Brenes, reapareció en Cuba en la TV nacional como el “agente Orión”, atribuyéndose “misiones” de sabotaje y tareas en la emisora que jamás realizó).
Pero el futuro de Radio TV Martí no está en absoluto asegurado: correrá la suerte general de todos los medios globales o será una de las excepciones que continúe, quizás reducida.

Radio Free Asia y Radio Sawa/al-Hurra TV
Los acontecimientos de Tienamen de 1989 —la famosa imagen del hombre solitario plantándose frente a un tanque en Beijing— mientras el bloque comunista se desmoronaba en Europa creó expectativas sobre lo que podría ocurrir en China. El país ya había mutado a una autocracia que combinaba formas de capitalismo económico con represión política.
Las emisiones de la VOA para China, limitadas entonces a la radio de onda corta, comenzaron a ser interferidas por el gobierno de ese país. La VOA experimentó con programas de TV satelital captables por parabólicas FTA y destinados a funcionarios “liberales” del Partido Comunista y el público general, pero sufrieron también jamming.
En 1996 comenzó a transmitir Radio Free Asia, una organización separada y nominalmente privada pero totalmente financiada por la USAGM. En una época que apenas había Internet y casi no existían streamings, el medio recurrió esencialmente a la onda corta.
La emisora utilizaba varios idiomas en los que ya difundía la VOA, pero vio la necesidad de crear servicios subrogantes que se dedicaran a informar a fondo a sus audiencias sobre la situación en sus propios países.
Los idiomas de Radio Free Asia, vigentes todos hasta el cierre de los medios globales, eran chino mandarín (desde 1996, incluyendo dialecto wu), tibetano (1996, con tres dialectos; el Dalai Lama inauguró las transmisiones), birmano (1997), coreano (1997), lao (1997), khmer (1997), vietnamita (1997), cantonés (1998) y uigur (1998, único servicio mundial independiente en ese idioma).
Hasta el cierre, casi todas esas lenguas siguieron correspondiendo a emisiones de radio de onda corta. Pero en chino y tibetano había además programas de televisión por satélite y por streaming. Para Laos la señal salía también en FM en radios fronterizas tailandesas que llegan al país. Y para Vietnam las transmisiones eran solamente de audio por la web.
Los servicios se complementaban en cada caso con sitios de Internet con abundantes noticias y análisis. Se había diseñado una herramienta de chequeo de “inexactitudes” sobre información de los medios y declaraciones de funcionarios chinos.
Radio Free Asia fue el primer medio que dio a conocer los exterminios e internación de los uigures en China al mundo y a su propia población de la provincia de Xinjiang. También logró dar visibilidad mundial a las restricciones contra la libertad religiosa en Tibet y expuso el problema de las redes de tráfico humano en el sudeste asiático.
Cuando se desencadenó el virus del COVID, la emisora reportó en fecha temprana los ocultamientos de las autoridades chinas en el área de Wuhan en cuanto a contagiados y fallecidos.
Con el corte dispuesto por Trump, la emisora cesó las transmisiones y actualizaciones. Apenas pudo, por ahora y por cautelares judiciales, reanudar algunos servicios mínimos web y en redes sociales, pero se desconoce hasta cuándo lograrán mantenerse.
Las transmisiones para el mundo árabe presentaron siempre un problema para los medios norteamericanos. Debido al apoyo de Washington al estado de Israel, las audiencias árabes tendieron a desconfiar de los mensajes informativos norteamericanos, aunque no así de los contenidos de entretenimiento.
En 2002, la VOA decidió cesar por completo sus programas en árabe. Los reemplazó por una entidad separada (Middle East Broadcasting Networks, Inc. – MEBN), igualmente financiada 100% por la USAGM, que ofreció dos servicios diferenciados.
Uno de estos nuevos servicios era Radio Sawa. Su programación se originaba en Washington y poseía transmisores en varios países árabes no hostiles a los Estados Unidos.
Podía escucharse con señal FM en Jordania, Kuwait, Qatar y Bahrein. Poseía también transmisores de AM (de mayor alcance) en El Cairo y el Golfo Pérsico, los que se sintonizaban en toda la región e Iraq con el más simple aparato de radio. Esta cobertura se reforzaba con potentes señales de onda corta.
Además de los problemas ya mencionados acerca de las audiencias árabes, las nuevas generaciones tendían a ser más radicalizadas que sus padres y abuelos. Esto significaba que tenían actitudes menos tolerantes y más fundamentalistas, a la vez que políticamente eran también más antioccidentales.
Pero paradójicamente y al mismo tiempo, esas nuevas generaciones estaban mejor predispuestas a la cultura popular norteamericana o expresiones juveniles árabes: música o películas cool, aunque siempre al límite —aun para estos jóvenes— de no llegar a cuestiones sensibles en temas de sexo o religión.
Con estas consideraciones en mente Radio Sawa intentó un approach atípico para los medios globales norteamericanos. Las transmisiones consistían en gran parte en música pop juvenil (árabe y occidental) cuidadosamente seleccionada, la cual era interrumpida cada hora por breves panoramas informativos, análisis y comentarios.
Es evidente que en la adopción de este formato tuvo mucho que ver la circunstancia que el director de MEBN proviniera de la radio comercial: más precisamente de la cadena Westwood One, entre cuyos más populares programas estaba el American Top 40 (y cuyo presentador era un famoso DJ de ascendencia libanesa, Casey Kasem).
La metodología de Radio Sawa no funcionó. Pese a que en algunos países tenía índices buenos de audiencia, los focus groups demostraban que sus audiencias disfrutaban la música, pero rechazaban las noticias y comentarios. Sus actitudes políticas hacia Occidente, Estados Unidos y valores democráticos en muchos casos empeoraron.
Por eso, sus transmisiones fueron gradualmente reducidas y se la eliminó por completo a fines de 2024, antes de la asunción de Trump. Desde ese momento no hubo más emisiones radiales norteamericanas en árabe, siguiendo solo las de televisión.
La señal de TV satelital, al-Hurra (la libre), a diferencia de Sawa, estaba moldeada como un canal de noticias con llegada a todo el mundo árabe y siguió funcionando hasta el cierre dispuesto por Trump.
La audiencia semanal de al-Hurra entre 2005 y 2022 osciló entre el 7-10% de la población adulta del conjunto de naciones árabes (US Center for Public Diplomacy), proporción que hoy representa cerca de 30 millones de personas.
Era una cifra algo baja, pero debe tenerse en cuenta que este tipo de contenidos está muy atomizado por la gran cantidad de señales informativas y políticas panárabes que aprovechan la existencia de la muy difundida posesión de parabólicas satelitales FTA que poseen gran número de casas árabes.
De todas maneras, una serie de datos parecen indicar que al-Hurra era más vista que las versiones árabes de la BBC, France 24, la rusa RT y la china CGTN. Sin embargo, el canal panárabe de los Estados Unidos dejó de operar y ahora solo subsisten las otras señales.

Reactivación urgente por la cuestión Irán
En junio de 2025, tras la renovada tensión en Medio Oriente luego del enfrentamiento entre Israel e Irán y la decisión del presidente Trump de intervenir, Radio Farda consiguió mantener un servicio mínimo hacia Irán para informar sobre la situación sin la censura del régimen de los ayatolás. Se trata de la emisora de RFE/RL (organización que hasta entonces era financiada por la agencia USAGM), la cual opera en estos días con un presupuesto reducido y, ahora, con menos la mitad de su personal.
Al mismo tiempo, la Casa Blanca reactivó en forma urgente el canal satelital en farsi (persa) VOA-TV 365 que para muchos iraníes era una fuente importante de noticias independientes y que lograban ver con sus parabólicas caseras FTA pese al “jamming” del gobierno de Teherán. También se restableció el sitio web.
Como todos los servicios de la VOA, la señal hacia Irán y las correspondientes páginas de Internet fueron completamente cerradas en marzo pasado (solo se reabrió parcial y limitadamente el servicio de la VOA a Cuba, Radio Martí).
La reactivación tiene lugar también con un personal limitado y sin la crucial información de las agencias AP, Reuters y AFP, que fueron canceladas y reemplazadas por fuentes domésticas “militantes” trumpistas.
“Estoy agradecida del [restablecimiento del servicio persa] para continuar su papel como una voz confiable cubriendo la región para el pueblo iraní”, sostuvo en declaraciones a AP, Patsy Widakuswara, corresponsal de la Casa Blanca de VOA.
Hasta el momento, la periodista estaba en “asueto administrativo” como el resto de los empleados que no fueron despedidos o con contratos rescindidos. “¿Por qué destruir un sistema que funciona solo para volver a armarlo cuando te das cuenta de que lo necesitas?” preguntó Widakuswara. “¿Y cuántas crisis se necesitarán para que se den cuenta de que todos los servicios de idiomas de VOA son importantes: antes, después y durante acontecimientos importantes?”

Presupuestos, idiomas, audiencias…
El cierre de VOA y los otros medios públicos globales de los Estados Unidos no significó reducción alguna en sus equivalentes rusos o chinos, que siguen muy activos.
Otros países también poseen sus propios medios internacionales de carácter estatal o paraestatal. ¿Cómo se comparan estos aparatos de comunicación en términos presupuestarios y de alcance?
–Estados Unidos. USAGM tenía un presupuesto de 886 millones de dólares estadounidenses y empleaba a aproximadamente 3500 personas, la mitad comunicadores y periodistas. Las distintas emisoras y plataformas usaban en conjunto 64 idiomas.
(Todos los datos citados son de 2024. Los económicos provienen de la Oficina de Administración y Presupuesto -OMB- y del Departamento del Tesoro. Los de audiencias son de encuestas independientes encargadas por la agencia).
Contrariamente a la afirmación de que estos medios son reliquias del pasado o recurren a la tecnología superada de “onda corta” (poco empleada en la actualidad y reemplazada por otros soportes), las audiencias de la VOA y los otros medios subrogantes se elevan a 426 millones de personas (individuos no duplicados que acceden semanalmente a las transmisiones por distintas plataformas o la web).
Las cifras varían en las distintas naciones: llegan al 25% en Serbia, 33% en Ucrania, 45% en Níger o Armenia y 66% en Afganistán (población adulta de personas únicas que escuchan o ven los contenidos al menos una vez a la semana).
Podría sorprender el 11% actual en Rusia: en la época soviética las cifras eran mucho más altas. La proporción responde hoy a una compleja interacción de factores: tecnológicos, culturales y políticos. No obstante, siguen siendo más de 10 millones de personas, algunos pueden considerarse líderes de opinión en sus ámbitos o parte de elites con actitudes disidentes.
Solamente la VOA, que también opera los medios subrogantes Radio Martí y Radio Deewa, recibió 524 millones de dólares. Los medios subrogantes separados RFE/RL, Radio Free Asia y al-Hurra, así como el Open Technology Fund y el Frontline Media Fund, en forma combinada, obtuvieron 362 millones.
Sin considerar las facilidades satelitales o web, hay dos centros transmisores en Estados Unidos: Greenville (onda corta, Carolina del Norte) y en Florida (de AM, para Cuba).
En el resto del mundo, además de Internet y a veces satélite, en naciones no hostiles usan la reproducción por cableoperadores o retransmisiones a tiempo parcial de emisoras locales. En áreas con problemas dependen de Internet y muchas veces recurren también a repetidoras de onda corta —a veces de AM— propias y alquiladas desde países cercanos a la zona target.
Aunque lo han hecho en el pasado, no existe ninguna evidencia desde hace un par de décadas de que la CIA u otros organismos de inteligencia norteamericana financien o lleven adelante actividades encubiertas de desinformación en naciones democráticas, ni siquiera Rusia o China han formulado alguna denuncia significativa al respecto. Esto incluye actividad troll al estilo de la que se le imputa a Moscú.
Debe señalarse asimismo que desde fines de los años 70 la CIA tiene normativamente vedado operar o financiar en forma encubierta medios de comunicación legales o hacer pasar a sus agentes como periodistas. Tampoco puede efectuar pagos a periodistas.
–Rusia. Solo RT le costó al Kremlin 360 millones de dólares en 2020, según Reuters Institute. Esto no incluiría Radio Sputnik, la nueva señal BRICS TV (que pese a su nombre está controlada por Rusia), las agencias TASS, RIA-Novosti y algunos medios que se dirigen a las exrepúblicas soviéticas
Los medios estatales tuvieron en 2023 un presupuesto de 1600 millones de dólares, de los cuales la mitad (800 millones) fueron a tres entidades: la radio y TV estatal interna, la señal RT/Radio Sputnik y Rossiya Segodnya. Las dos últimas desarrollan actividades externas. Deben agregarse las actividades externas de TASS y de otros medios y sitios web (debunk.org).
RT cubre todo el mundo y opera en inglés, español, francés, alemán, árabe, ruso y serbio. Sputnik usa 23 idiomas en sitios web y siete en radio.
Solo recurren a emisiones satelitales, reproducciones de cableoperadores, sitios web o transmisores de TV digital terrestre, así como emisoras propias o alquiladas en distintas ciudades de mundo. La onda corta fue eliminada en 2014.
Asimismo, de acuerdo al medio ucraniano Glavcom, el Instituto de Desarrollo de Internet (IRI), una entidad afiliada al gobierno ruso, gastó la altísima suma de 223 millones de dólares en crear contenido “patriótico” en redes sociales. Estos mensajes tienen que ver entre otras cosas con la guerra de Ucrania y se presume que actividades globales trollpueden también provenir de este lugar.
El involucramiento real de la eficaz y profesional inteligencia rusa en la comunicación mundial es una gran incógnita, aunque también se le atribuyen actividades de desinformación en Internet y redes sociales. Algunos analistas especulan que RT opera en forma coordinada con la agencia rusa SVR.
-China. El canal televisivo CGTN, Radio Internacional de China y la agencia noticiosa Xinhua, así como otras iniciativas de “propaganda”, insumen 3000 millones de dólares anuales, según una estimación reciente de la Australian Broadcasting Corporation. No es claro qué porción de esto corresponde a actividades externas, pero podría ser la mitad de ese monto.
La señal de CGTN tiene una cobertura satelital mundial y es también fácilmente accesible por la web. La TV emite en inglés, español, francés, árabe y ruso pero la página web suministra noticias en más de 40 lenguas.
Radio Internacional de China transmite en 43 idiomas, incluso en esperanto. Sigue usando intensivamente la onda corta, al contrario de Moscú (que la eliminó) y la VOA, subrogantes, BBC y DW (que la redujeron sustancialmente).
En varios países de África o Asia puede tener repetidoras en AM o FM. En los Estados Unidos llegó a alquilar hasta 2022 una emisora de AM en el área metropolitana de Washington DC (WCRW 1190 kHz). En Malí posee un centro retransmisor de onda corta.
Existen otras actividades de difusión de mensajes o plataformas con alcance internacional impulsadas por el gobierno en Internet y redes. No se incluye a TikTok y similares, que son compañías privadas, si bien el gobierno puede tener alguna injerencia en sus actividades.
–Reino Unido: El servicio mundial de la BBC, corporación pública autónoma, posee contenidos en 40 idiomas (radio, TV, textos noticiosos y artículos web). Para 2024, su audiencia global alcanzó los 365 millones de personas —usuarios semanales únicos— y su presupuesto ascendió a 540 millones de dólares (Reuters Institute).
Nada de esto corresponde a las redes de radio y TV internas que son totalmente financiadas con un impuesto a la posesión de receptores, como ocurre en gran parte de Europa. El servicio mundial sólo obtiene parte de estos fondos y el resto proviene de aportes del Tesoro británico.
En el pasado, cuando solamente se empleaba la radio de onda corta, había programas en un mayor número de lenguas y también servicios muy especializados: en 1946 la BBC llegó a transmitir en galés desde Londres para la provincia argentina patagónica de Chubut, así como en el dialecto de la isla de Malta.
El World Service en inglés, de 24 horas, tiene una versión de radio y otra de TV que se transmite para todo el mundo en Internet y satélite, con repetidoras locales de AM o FM en algunos países de África y Asia. También cuenta con un canal de TV en árabe y otro en farsi exclusivamente para Irán.
La radio en español cesó en 2011 y tanto en ese idioma como en otros solo ofrece sitios web, así como notas y análisis que son reproducidas por medios locales. Los servicios para África y Asia continúan usando la radio en versiones web y onda corta.
De acuerdo a su antigua fama y a lo que todavía hoy indican encuestas, el servicio mundial de la BBC sigue siendo considerado en la mayor parte del planeta como uno de los medios globales más confiables, especialmente en el tercer mundo y en sociedades cerradas.
–Alemania. La Deutsche Welle (DW) (radio, TV y sitios web) es una entidad no estatal de derecho público (anstalt des öffentlichen rechts), con un presupuesto de 447 millones de dólares (2024), según Reuters Institute. Goza de independencia editorial y está dedicada solo a difundir programas al exterior y no tiene una versión local, como es el caso de la BBC.
Posee un canal de TV satelital de cobertura mundial (DW-TV) cuya versión para el continente americano ofrece una señal en alemán, inglés y español. Para el Medio Oriente difunde también programas en árabe. DW-TV puede ser vista por Internet y en cableoperadores locales.
Adicionalmente, brindan contenidos en 32 idiomas en sitios web. Las emisiones radiales (en onda corta e Internet) se ofrecen en 12 idiomas: amhárico (transmisión interferida con jamming por el gobierno etíope), francés, inglés, portugués, hausa y swahili (África), pashto y dari (Afganistán), urdu (Pakistán), farsi (Irán), turco y griego, estas tres últimas solo en la web.
Entre 1954 y 1999 Deutsche Welle emitió programas de radio en onda corta para América Latina con el slogan de La Voz de Alemania.
-Francia. France Média Monde (FMM) es una empresa estatal autónoma que posee el canal France 24, Radio France International y una emisora panárabe (Monte Carlo Doualiya), todos con independencia editorial. El costo de estas operaciones fue de 331 millones de dólares (2024), de acuerdo a Reuters Institute.
France 24 es una señal de noticias que transmite desde París con versiones en francés, inglés, árabe y español. Este último servicio está dirigido a América Latina y cuenta con una subsede y centro de producción en Bogotá.
Radio France International (RFI), con casi 60 millones semanales de oyentes en 2022, emite en 13 idiomas: francés, inglés, español, portugués, árabe, hausa, swahili, khmer, farsí, rumano, ruso, chino y vietnamita, todos por streaming en Internet, varios con repetidoras FM (especialmente en capitales africanas) o señales reproducidas por cableoperadores. El servicio rumano tiene su sede en Bucarest y sale directamente por una emisora dedicada local.
RFI emitió en español en onda corta desde los años 50 hasta 2012, aunque los servicios en esa lengua fueron cancelados a mediados de la década del 70 y restablecidos en 1982.
FMM tiene también una pequeña participación accionaria (11%) en el canal francófono mundial satelital TV5 Monde, con programación generalista, en el que también hay capitales canadienses y suizos.
-Inteligencia de señales. Aunque no tenga una relación directa con los medios de comunicación globales, que son contenidos de difusión abierta, debe señalarse que Estados Unidos, los principales países occidentales y desde ya Rusia, China y naciones afines siguen desarrollando en pleno tareasde SIGINT (inteligencia de señales).
Es decir, la intercepción de señales y tráfico de telecomunicaciones de todo el mundo con fines de inteligencia. En los principales países, los presupuestos invertidos en estas actividades pueden ser entre cinco y 10 veces más altos que los relacionados con la operación de medios globales.
En teoría, la agencia encargada de este tema en los Estados Unidos, la NSA, así como sus equivalentes occidentales, tienen prohibido espiar las comunicaciones internas y a sus propios ciudadanos. Se trata de democracias donde estas actividades pueden ser al menos debatidas, denunciadas o expuestas.
Pero las entidades rusas, chinas y las de otras naciones dictatoriales no tienen limitaciones; por lo demás, indagar o denunciar sus tareas significa allí la cárcel o cosas peores.
De todas maneras, en el actual estado de evolución de la humanidad nadie cree que ningún país vaya a cesar totalmente estas prácticas, independientemente de su ética o legalidad.

Otros medios globales, pero poco comparables
Existen muchas versiones internacionales de señales internas de medios generalistas de radio o TV, públicos o privados, pero se trata de una compilación de programas locales (TVE o Antena 3 de España, RAI de Italia y numerosas televisoras latinoamericanas y de distintas naciones del planeta). No son contenidos específicamente elaborados para audiencias externas.
Otros medios son señales regionales que cubren varios países y en distintos idiomas pero están orientadas a deportes, películas y espectáculos. Tienden a estar dominadas por compañías estadounidenses (ESPN, HBO, Cinemax), pero tampoco son realizaciones que se produzcan per se con el objetivo de hablarle a un público foráneo.
Radio Exterior de España, estatal, ofrece extensos programas en español y algunos en otros idiomas (inglés, francés, árabe, portugués, ruso y hasta sefaradí) (onda corta e internet). Casi todos son especialmente preparados para oyentes internacionales, con énfasis en actualidad, cultura y deportes, pero sin demasiada información o análisis político.
La operación insumiría cerca de 15 millones de dólares, según una proyección de cifras de 2017, año en que se suministraron por única vez desglosadas por cada red de la sociedad pública operadora RTVE.
El País, “el periódico global” y emblema de la sociedad PRISA es el único medio privado español con versiones específicas en la web para América Latina. Este diario había tenido una histórica línea socialdemócrata independiente, pero últimamente se alineó de manera muy estrecha al gobierno actual de Pedro Sánchez.
Los también ibéricos El Mundo, ABC o La Vanguardia tienen pequeños públicos en América Latina, pero no son medios explícitamente internacionales. Tampoco Libertad Digital(nativo digital, liberal clásico) o la franquicia argentina del medio español El Diario (centroizquierda).
Le Monde Diplomatique, es un medio de izquierda francés exclusivamente internacional que solo en parte es propiedad del diario parisino Le Monde. Tiene ediciones impresas mensuales en muchos idiomas y en la web (con actualización más frecuente), aunque se trata de operaciones pequeñas.
Sus versiones en español se dividen en Cono Sur, con ediciones separadas en Argentina y Uruguay, además de ediciones en Chile y España y otras menos importantes en Colombia y Bolivia.En años recientes ha estado cerca del llamado ‘socialismo del siglo XXI’.
La señal de TV noticiosa global y pionera es por definición la CNN, de carácter privado-comercial. Tiene dos versiones en inglés (la estadounidense y la CNNi, internacional) y una emisión latinoamericana regional (CNN en Español), así como algunos servicios en países específicos, varios tercerizados o con socios locales.
Hay señales nacionales de TV de CNN en Chile, Brasil, Portugal, Turquía, India, Japón, Filipinas e Indonesia. Cuentan también con una emisora de radio asociada en Argentina y un portal web panárabe en Dubai.
Los competidores internos de CNN en los Estados Unidos (Fox News, CNBC) prácticamente no tienen alcance mundial ni versiones realmente internacionales.
Al-Jazeera es otro canal satelital de cobertura mundial, con participaciones privadas y estatales de Qatar, donde está su sede central. Como se trata de un país completamente manejado por la familia al-Thani, el origen de los capitales no hace mucha diferencia.
Su presupuesto total se ha estimado nada menos que en mil millones de dólares (2024) (Foundation for Defense of Democracies), es decir, más que el presupuesto de los medios globales estatales norteamericanos.
Pero a diferencia de éstos y de los medios internacionales de otros países, al-Jazeera funciona como empresa comercial (el cómputo presupuestario seguramente incluye también señales panárabes de entretenimiento que igualmente pertenecen a al-Jazeera).
La señal informativa se emite en árabe y en inglés. Las versiones suelen ser muy distintas y no solo por el idioma. La primera tiende a ser más “militante” de la causa árabe, aunque puede incluir material que —desde una posición de cierta independencia— desafíe el control o posturas oficialistas de gobiernos árabes. Excepto, por supuesto, la línea del mismo gobierno qatarí.
Qatar es un emirato que a la vez de presentarse como amigo de los Estados Unidos es uno de los principales sostenedores de Hamas. Al mismo tiempo está considerado un país “moderado”. Esas inclinaciones ambiguas se reflejan en la cobertura de al-Jazeera. De la misma forma, el canal no considera un problema si algunos de sus corresponsales son miembros de milicias o facciones políticas árabes.
La señal en inglés de al-Jazeera, en cambio, se presenta como una suerte de BBC o CNN, con coberturas más equilibradas y eminentemente periodísticas.
Irán posee un complejo importante de medios internacionales: radio en numerosos idiomas y TV satelital en inglés, árabe y español, con plataformas también en la web. La radio difunde algo de propaganda religiosa islámica pero el canal televisivo se orienta a la propaganda política con formatos periodísticos.
La versión en español se llama HispanTV y se orienta a cubrir eminentemente acontecimientos y temas latinoamericanos con una perspectiva muy parecida a la chavista y con una impronta fuertemente antinorteamericana.
Una estimación posible del aparato de comunicación global iraní lo sitúa en no menos de 50 millones de dólares, una suma considerable para una nación de esas características.

Medios internacionales con sede en América Latina
En América Latina, el gran medio de propaganda internacional es el canal chavista Telesur, sin ningún equivalente público ni privado que se origine en el subcontinente.
Pese a ser reproducido en la TV abierta digital terrestre y en cableoperadoras de varios países de la región, no ha logrado índices de audiencia comparables a las señales de TV noticiosa de cada nación ni de otros canales informativos mundiales que se ven en esos mercados.
Su cobertura está fuertemente sesgada hacia posturas funcionales y propagandísticas de la dictadura de Nicolás Maduro, tanto en lo interno como en lo externo. La consultora Oxan estimaba en 2013 que el presupuesto de Telesur en 15 millones de dólares anuales (al cambio oficial de entonces con el bolívar).
Una señal informativa privada que abarca toda la región, con noticias de diferentes países en español, es el canal de noticias D-News, a cargo de DirecTV Latin America (grupo Werthein), lanzado en 2022. También es única en su tipo, pero actúa como un medio periodístico. Tiene corresponsales y programas y su presupuesto anual debe ascender a varios millones de dólares.
El resto de los medios informativos con sede latinoamericana funcionan esencialmente para sus mercados internos, con excepción de algunos portales multirregionales (como el argentino Infobae) o hasta cierto punto la señal televisiva de noticias colombiana NTN24 o el diario digital montevideano El Observador. Todos los mencionados son emprendimientos privados y con fines periodísticos, ofreciendo sus contenidos solamente en español.
Hay dos medios al sur del rio Grande (Bravo), sin embargo, que nacieron como emisoras estatales explícitamente internacionales (al estilo de la VOA o la antigua Radio Moscú) pero que transitan una larga etapa de decadencia.
Radio Habana Cuba transmitía propaganda en español, inglés, francés, creole haitiano, quechua, guaraní y árabe con destino a América Latina, Estados Unidos, Europa y el norte de África.
Tuvo cierta proyección internacional en los primeros tiempos de la revolución cubana, pero su influencia ha mermado considerablemente. Esto ocurre no sólo por la declinación del régimen cubano sino también por el deterioro de sus equipos transmisores (Bauta, Bejucal y Quivicán), que aún hoy operan en onda corta pero con horarios irregulares y numerosos problemas técnicos.
La irrelevancia de Radio Habana Cuba no se ha compensado con la presencia de su señal en la web. Su presupuesto es desconocido y pese a que hoy emite principalmente en español e inglés, quizás ascienda —con todos los problemas de cálculos de convertibilidad— a un par de millones de dólares.
El otro medio internacional al que se hace alusión es RAE Argentina al Mundo (ex Radiodifusión Argentina al Exterior), una pequeña dependencia de la Radio Nacional argentina. Hace años que dejó de transmitir en onda corta porque sus obsoletos transmisores de la localidad de General Pacheco colapsaron. Cuando funcionaban, podían alcanzar gran parte del mundo. Hoy solo está en la web como streaming.
Este servicio de radio exterior argentina no tiene hoy equivalentes en la región, con excepción del cubano, si bien RAE no ha sido un medio propagandístico (salvo en épocas kirchneristas y, previamente, en la última dictadura militar y durante el peronismo inicial).
No obstante, es poco conocido y su programación resulta algo pobre. Aun así, sus espacios culturales y musicales tienen cierta valoración de la audiencia de otros países.
RAE transmitió normalmente en español, inglés, portugués, francés, alemán, italiano, japonés y chino, pero por épocas algunos programas resultan suspendidos y luego restablecidos. Se ignora su presupuesto ya que está subsumido en las partidas generales de los medios públicos argentinos, pero difícilmente supere la magra cifra de 150 mil dólares anuales, gran parte correspondiente a su escaso personal.
Por último, es importante señalar que los errores y falencias de los medios globales públicos estadounidenses, con un desempeño general valioso y razonable, jamás se pueden confundir con desastrosos casos de medios estatales latinoamericanos.
Muchos de estos últimos son reductos reales de desembozada propaganda oficialista pagada con dinero de la población y verdaderos centros de corrupción política y económica.? Casos evidentes fueron los merecidamente cerrados Télam (Argentina) o Notimex (México).

Kari Lake: de la TV de Arizona a los medios globales en Washington
Sin acuerdo del Congreso, a principios de 2025 el presidente Donald Trump designó como “asesora especial” en la agencia USAGM a cargo de los medios públicos globales a Kari Lake, eterna presentadora de noticias de KSAZ-TV, Canal 10 de Phoenix, Arizona.
Sus 22 años en la televisora, afiliada a la cadena Fox, se contraponen a su cambio de partido en tres oportunidades durante el mismo periodo para probar suerte en la política. Una vez en el Partido Republicano se transformó en una de las más connotadas y fervientes personalidades trumpistas, impulsada por un indudable carisma.
No solamente sostuvo que Trump perdió por “fraude” en 2020 sino que afirmó haber sido derrotada ella misma por otro “fraude” en su elección de gobernadora en Arizona en 2022. Todas las instancias judiciales a las que recurrió rechazaron que hubiera habido irregularidades en los comicios del estado.
Hasta meses atrás se presentaba en público como “la gobernadora legítima”, caracterización que usó también en su libro autobiográfico. Aunque volvió a perder en 2024 como candidata al Senado, esta vez no pudo decir nada porque Trump ganó el estado por un margen respetable.
En la práctica, Lake actúa como una suerte de “interventora” de la VOA y los otros medios globales, con facultades legales que han sido discutidas.
Pese a su complicada relación con los hechos objetivos, la personalidad televisiva tendría como una de sus tareas la de velar por los estándares de integridad informativa de los medios globales. Tras asumir su cargo, se dedicó a complementar los discursos de Musk y de Trump con expresiones propias.
Dijo Lake que dichos medios están atravesados por “el despilfarro, el fraude y el abuso” y han incurrido en “violaciones masivas de la seguridad nacional”, de las que no dio ejemplos concretos.
Lake canceló las suscripciones de la VOA y el resto de los medios a AP, Reuters y AFP, las tres agencias de noticias mundiales más relevantes, de larga trayectoria y credibilidad y a las que cualquier medio importante de Occidente está abonado. Insólitamente, las reemplazó como proveedoras de noticias por One America News, un medio militante trumpista.
La cuasi interventora de los medios globales dijo finalmente que la USAGM “no tiene salvación”. Ella y Elon Musk comunicaron entonces por e-mail a todo el personal que no se presentaran a sus trabajos, al mismo tiempo que Trump firmaba una orden ejecutiva para suspender el financiamiento de tales medios, lo que implicó su cierre inmediato.
Con el personal al que no se le permitió ingresar a las instalaciones, la VOA, Radio Free Europe, Radio Liberty, Radio Free Asia, Radio Martí y al-Hurra, entre otras, no pudieron siquiera despedirse de sus audiencias, cesaron abruptamente sus transmisiones y paralizaron sus sitios web. (Radio Martí, como se vio, y media docena de páginas de Internet de otros medios volvieron a funcionar con un servicio mínimo.)
Sus 1300 periodistas y otro personal en Washington han sido colocados en “licencia administrativa”. Los que son de planta continúan percibiendo sus sueldos, pero los contratados (cerca de un 40% y buena parte de ellos extranjeros) perdieron automáticamente sus ingresos.
El gobierno se desentiende así de numerosos expatriados con habilidades laborales y lingüísticas excepcionales y cuyos contratos estaban vinculados con su permiso para trabajar (normalmente J-1) y residir en los Estados Unidos.
Pero también se desvincula de la suerte de los valientes periodistas perseguidos e injustamente detenidos en las naciones de destino de las transmisiones: no solo los cuatro ya mencionados de RFE/RL. Hay además otros cinco que trabajan para la VOA en Vietnam y Myanmar (Birmania) en las cárceles de esos países y un trabajador no periodístico también privado de su libertad.
Se trata de un total de 10 personas que se jugaron no sólo por instituciones de los Estados Unidos, sino también por valores democráticos, pero que de esa forma resultan oprobiosa e indiferentemente abandonados a su suerte.
Estos periodistas “arriesgaron todo para decir la verdad al mundo sobre los dictadores en el exterior y [ahora son] silenciados por la propia nación cuya libertad de prensa fue lo que en primera instancia los inspiró”, dijo la directora de Radio Free Asia, Bay Fang.

Casa Blanca: una operación “deshonesta, arrogante e izquierdista”
La Oficina del presidente Trump sacó un comunicado de tono estridente titulado “La Voz de América radicalizada” para justificar el cierre de los medios globales el 15 de marzo. Solo hizo referencia a la VOA y no brindó ninguna pista sobre el futuro.
En su narrativa ya no había motivos económicos ni de supuesta falta de audiencia, sino frases para despertar indignación. Con el cierre de los medios globales, dice el argumento central, el presidente Trump “garantiza que los contribuyentes ya no financien propaganda radical”, dentro de la cual, al parecer, no se considera al mismo comunicado.
Los justificativos para la medida apenas logran reunir, a duras penas, una docena de episodios o hechos objetables. Algunas situaciones son efectivamente negativas, pero constituyen temas aislados o relativos en instituciones con centenares de personas y que emiten miles de textos diarios.
Pero otros casos son meros juicios de valor, tergiversaciones o vaguedades. Casi todos los episodios u opiniones, por lo demás, tienen como fuentes a medios militantes trumpistas de segunda línea.
Por ejemplo: “en julio de 2019 se emitió una nota (…) demasiado favorable al posible nominado demócrata Joe Biden”. O “en septiembre de 2019, el Daily Caller informó que la VOA empleó a un propagandista ruso antinorteamericano”.
También expone que “varios reporteros de VOA han publicado contenido anti-Trump en redes sociales”. Y que “en marzo de 2019 la VOA emitió una nota sobre personas transgénero buscando asilo en los Estados Unidos”. Pero a la vez: “se ha presentado una demanda judicial que revela que la VOA ha sido infiltrada por intereses antiamericanos y pro-Estado islámico”.
Denuncia la Casa Blanca en el press release que la VOA, nada menos, “ha exigido a sus periodistas no llamar a Hamas ‘terrorista’ a menos que lo digan citas de terceros”.
Esto no es exactamente así y se trata de una tergiversación de una política existente desde al menos 1976 (época de Gerald Ford) y reafirmada en 1986 (época de Ronald Reagan) sobre el uso condicional de ese término. Se puede ver en párrafos anteriores de este mismo artículo cuando se analizan los contenidos del VOA Handbook.
El comunicado cita también a Dan Robinson, un veterano experiodista de la VOA: “es una operación deshonesta y llena de arrogancia, que a menudo refleja un sesgo izquierdista alineado con los medios nacionales partidistas. Ha buscado eludir la responsabilidad por violaciones de normas periodísticas y mala gestión”.
La obsesión de considerar izquierdistas a medios como la VOA o RFE/RL y que nadie en la historia de la comunicación mundial —salvo los más fanáticos partidarios de MAGA— describirían de esa manera, ni antes ni ahora, tiene mucho que ver con los propios sesgos y dogmatismos de ese sector.
Parecen así suponer que cubrir la cuestión de los derechos de las mujeres en Irán es una postura izquierdista o que informar y comentar sobre persecuciones al sector LGBT en Moscú o Sudán son actitudes “woke”. O que difundir la preocupación acerca del paradero de un líder democrático de centroizquierda encarcelado por alguna autocracia de Asia Central es prueba de ser “afín con el comunismo”.
El senador Joe McCarthy, que también denunció “infiltración comunista” en la VOA hace tres cuartos de siglo, logró colocarla con su arremetida casi al borde del cierre. No se comprobó ningún caso, pero hubo renuncias y desmoralización en masa entre su personal. Una de sus víctimas indirectas fue el servicio en español, cancelado en 1956.
Cuando en 1960-1961 verdaderos comunistas comenzaron a enquistarse en el poder en Cuba, los Estados Unidos carecían de un instrumento con el que pudieran llegar a la audiencia de la isla. El medio privado local más grande, CMQ Radio y TV, había sido confiscado (su titular, Goar Mestre, se dirigió a Argentina donde fundó Canal 13… que luego le fue también incautado por el peronismo, en los años 70).
La VOA debió rearmar su sección en español apresuradamente y desde cero, con gran ventaja comunicacional para La Habana y Moscú.

Una retirada de la batalla global de ideas
El cierre de los medios ha sido condenado por numerosas entidades y personas. Entre los diarios, la medida fue criticada por el New York Times y el Washington Post, pero también por el Wall Street Journal, que dijo que la decisión de Trump implicaba “una retirada” de los Estados Unidos “de la batalla global de ideas”.
El hasta entonces titular de Radio Free Europe/Radio Liberty. Steve Capus, fue más directo: señaló que el cierre “implicaba un enorme regalo a los enemigos de los Estados Unidos”.
Dentro del propio Partido Republicano, un trumpista moderado como el representante Michael McCaul, de Texas, quien también fue titular del Comité de Asuntos Externos de la cámara, se opuso también al cierre de los medios. “Los apoyo firmemente”, dijo.
“Ofrecen información diaria sobre regiones remotas, defienden la libertad (…) en países autoritarios y garantizan que los estadounidenses y (…) todo el mundo, no sean víctimas de la propaganda de nuestros adversarios”, agregó. Enfatizó en particular la tarea de Radio Free Asia “que los censores del gobernante Partido Comunista Chino buscaban bloquear allí”.
Un ex directivo de la VOA, Grant Turner, manifestó su pesar: “es un día muy triste (…) Llevó décadas construir el buen nombre y la audiencia de millones (…) [de los medios globales]. Ver a pirómanos incendiarlo todo es horrible”.
Reporteros sin Fronteras (RSF), una de las principales organizaciones mundiales que califica la libertad de expresión en cada país y denuncia sus violaciones, también objetó la medida.
El titular de la organización, Thibaut Bruttin, dijo que era “una amenaza a la libertad de prensa en todo el mundo y cancela 80 años de historia estadounidense en apoyo del libre flujo de información. RSF insta al gobierno de Estados Unidos a respetar de inmediato la autonomía de VOA como organización de noticias independiente y a revertir esta decisión”.
The Economist expresó que el cierre “debilita a los Estados Unidos y a los partidarios de la democracia”, mientras la revista igualmente británica The Spectatortambiéncondenó la medida.
Peter Limbourg, periodista y director de la Deutsche Welle, tuvo conceptos parecidos: “Lo que Trump ha hecho es debilitar la libertad y fortalecer la autocracia«. Agregó que “si existe un vacío, China y Rusia intervendrán, y eso es lamentable”, por lo cual “Europa debe actuar (…) con mucha urgencia. Este no es un asunto trivial”.
El director del diario El Espectador, de Colombia, Fidel Cano Correa, aun cuando cree que la VOA podía exhibir cierta “propaganda” (pero favorable a los Estados Unidos, al contrario de la tesis trumpista) “a través de los años mostró enorme profesionalismo”.
Su cierre “es una decisión miope y lamentable desde el punto de vista informativo”, dijo el titular del medio con sede en Bogotá.
La cuestión del cierre ha ingresado en una etapa de judicialización. A fines de abril, un juez federal dijo que el desmantelamiento de la USAGM “es probablemente ilegal” y “violatorio de la Constitución”. Lo calificó además de medida “arbitraria y caprichosa”.
Al mismo tiempo, algunos medios subrogantes solicitaron medidas cautelares para liberar el remanente de fondos que deberían haber recibido antes de la medida, lo que permite la continuidad de algunos servicios mínimos por plazos limitados.
En mayo, sin embargo, otra decisión de una Cámara de Apelaciones suspendió los efectos de la medida anterior del juez y deberá pronunciarse sobre la llamada cuestión de fondo, para lo cual no existen plazos ni una estimación certera de cuándo lo podrá hacer.
El ministro de Asuntos Exteriores de República Checa, Jan Lipavský, exhortó a la Unión Europea para que “ayude” a Radio Free Europe/Radio Liberty”. Un vocero del gobierno de Trump dijo que no tenía “ningún problema” con esa posibilidad.
La entidad geopolítica integrada por 27 países anunció que otorgaría 5,5 millones de euros para que la emisora continúe funcionando. Pero esta suma sólo cubre ciertos servicios y por un tiempo limitado.
Si bien posible que las naciones del viejo continente puedan asignar fondos para RFE/RL en forma sustentable, el futuro de la producción de contenidos para Asia, África u otras zonas que era llevado adelante por la VOA y otros medios subrogantes está representado por un gran signo de interrogación.
Y aun cuando existan fallos contundentes, hasta del máximo tribunal norteamericano. habrá que ver si Trump está dispuesto a respetarlos. Hace poco el mandatario se negó a acatar sentencias de la Corte Suprema sobre deportaciones.
La misma Corte había dictaminado el año pasado, en relación con actos oficiales de la primera presidencia de Trump que “la naturaleza del poder presidencial requiere que un expresidente tenga cierta inmunidad contra el procesamiento penal por actos oficiales durante su mandato”.
Esto, paradójicamente, podría proteger al presidente de su propio desacato a otras sentencias del máximo tribunal hacia el futuro, incluso alguna que tuviera que ver con los medios globales.

El festín de los dictadores
El mismo día que Trump anunciaba el cierre de La Voz de América Radicalizada, los enemigos de la democracia festejaron. Trump consiguió lo que por años intentaron sin éxito Hitler, Stalin, Mao, Fidel Castro, Gaddafi, Assad, Chávez, Xi Jinpin o Putin: eliminar la voz de los medios de comunicación globales estadounidenses que informaban sobre sus acciones dictatoriales y represivas.
En Camboya, el exprimer ministro Hun Sen, con 32 años en el poder y sucedido por su hijo, felicitó? a Trump por “su valentía en la lucha contra las noticias falsas (…) empezando por [el cierre de] sus medios de comunicación”.

Aunque luego se alejó, Hun fue parte de una verdadera coalición de “lunáticos izquierdistas” (como diría Elon Musk): los Khmers Rojos, quienes abolieron las ciudades y las reemplazaron por múltiples campos de concentración para construir una “nueva sociedad” sin lastres del pasado. En menos de un lustro en los años 70 liquidaron un millón de personas. Algunos fueron ejecutados precisamente por escuchar la VOA.
En China, uno de los países que más reprime Internet y que figura en las últimas posiciones en libertad de expresión, la VOA y Radio Free Asia son usualmente descriptos en medios y declaraciones oficiales con la frase “venenos propagandísticos”. Beijing se irrita especialmente por las noticias sobre la represión en el Tibet y en Xinjiang, las coberturas sobre Hong Kong y la “interna” del Partido Comunista Chino (PCCh).
El diario internacional del PCCh, Global Times, celebró la cancelación de los medios globales. Trump, finalmente, “cerró una fábrica de mentiras”. La VOA, dijo, “nunca fue un medio de comunicación justo e imparcial (…) Su existencia (…) [trajo] más caos y creó más problemas para el mundo”.
En Irán, medios de comunicación paraestatales dijeron que Trump había puesto fin al “despilfarro de dinero” para pagar a periodistas “corruptos” que querían “derrocar” al régimen de Teherán. El aparato de comunicación internacional de Irán, que incluye un canal de TV de 24 horas en español, no ha dejado de crecer hasta hoy.
El portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, simuló indiferencia. “[La VOA y Radio Liberty] no son populares ni demandadas en Rusia, por lo que realmente no nos preocupa”. Siendo así, es difícil entonces comprender la prohibición de su retransmisión y la persecución o encarcelamiento de sus corresponsales en Rusia y actuales naciones satélites como Bielorrusia y otras.
Esto ocurrió mucho antes de la invasión rusa a Ucrania. Rusia canceló la licencia a Radio Liberty para ser reproducida en AM en 2012 aunque su oficina y corresponsalía sólo sufrieron restricciones posteriores. La última fue declarar a la emisora como “organización indeseable” lo que pone en peligro a cualquier ruso que tenga un contacto, aun indirecto, con ella.
Los medios estatales rusos Radio Sputnik y el canal RT sí fueron finalmente prohibidos o restringidos —solo por aire— en varias naciones occidentales a partir de 2022, cuando se inició la ofensiva de Moscú sobre territorio ucraniano.
(En Argentina, donde tienen una central de producción inaugurada coincidentemente al momento en que el presidente Milei se alineó con Trump en la cuestión de Ucrania, se los sintoniza en FM 95.5 y en el canal 25.5 TDA de la empresa estatal ARSAT.)
Con un presupuesto que poco puede envidiarles a los norteamericanos, RT y Sputnik siguen en cambio desarrollando y expandiendo sus actividades mundiales.
Su prohibición en la Unión Europa no implicó la supresión de sus corresponsales en esos países ni en el resto de Occidente. Otro medio estatal moscovita, la reconstruida agencia TASS, llegó a entrar a la Casa Blanca, mientras Trump impedía el ingreso de AP y Reuters.
Margarita Simonyan, directora de RT y Sputnik, fue quien expresó el verdadero sentir del Kremlin con una sinceridad brutal, no muy diferente de la que cada tanto exhibe Donald Trump. Dándose el gusto, también, de burlarse de Washington.
“Hoy es un día de fiesta para mí y para (…) RT y Sputnik. Es una gran decisión de Trump. Desafortunadamente, nosotros no los pudimos cerrar [a la VOA y otros medios]. Pero el gobierno de los Estados Unidos sí lo hizo por nosotros”, afirmó.
Nadie podría decir, como en el tango de Gardel, “ya no sos mi Margarita”. Simonyan ha tenido una defensa continuada, de alto perfil y sin fisuras de Putin por casi dos décadas. Y había acusado a los medios estadounidenses globales de “lavarle el cerebro” a sus audiencias: algo que ella misma niega que hagan RT y Sputnik.
Los “propagandistas[occidentales] nos dicen ‘propagandistas’ a nosotros”, expresó la titular de RT. “Pero la gente razonable no nos llama de esa manera”.
Mientras tanto, en Washington, la periodista Carolina Valladares Pérez se enteraba que ya no debería acudir a su trabajo. Había sido la presentadora del programa Venezuela 360, que se emitía por una señal satelital que era reproducida en Internet y por medios latinoamericanos con llegada a la nación bolivariana.
Su reflexión para un medio británico fue contundente: “Nicolás Maduro no cerró nuestra oficina”, refiriéndose al dictador que también es un aliado importante de Putin. “Fue Donald Trump quien la cerró. Me parece asombroso”.

Roberto H. Iglesias, autor de este texto, es investigador y periodista argentino y trabajó como colaborador independiente para los medios públicos globales estadounidenses bajo administraciones republicanas y demócratas. Este artículo fue originalmente publicado en el newsletter Tecnología y Democracia, que edita el Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas (Cescos), un think tank con sede en Montevideo, Uruguay, en conjunto con la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, en Buenos Aires. Su reproducción está debidamente autorizada. Los puntos de vista son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la opinión de Cescos o de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad
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