Se terminó el mes de enero del segundo año de la pandemia, que también parece que será largo dada la falta de vacunas. Nada parece haber cambiado mucho desde marzo de 2020, excepto que estamos más cansados, más pobres y -hay que reconocerlo- más desesperanzados. No se vos, pero estas vacaciones yo me refugié en los libros (nada mejor que irse a otro planeta -de ideas- para evadirse un rato). Leí, leí y leí. Y descansé.

Pasado diciembre, con sus resoluciones del apocalipsis, llegó el momento de cumplir con la orden gubernamental de mantener congelados los precios de los servicios convergentes-divergidos (sí, digo congelar porque no vamos a decir que 5% u 8% de actualización es subirlos en semejante contexto inflacionario). Lo que ocurrió, en cambio, es una rebelión generalizada de los operadores grandes y chicos que, con diversas estrategias, actualizaron los precios muy por encima de aquellos montos. Telecom (20%), Movistar (15%) y Claro (12%), según datos de sus propios voceros. Las tres empresas consideran vencido el decreto de congelamiento de marzo 2020 y recurridas la resolución 1466/2020 del Enacom. Todos argumentos endebles por eso rebelión no es una palabra inadecuada. Telecom -que fue intimado por Enacom a cumplir con sus topes- también fue con el pedido de una primera medida cautelar, que -como era esperable- ya fue rechazada en la Justicia (aún no está cumplido el trámite administrativo).

Todo el ecosistema pyme y muchas cooperativas también recurrieron a diversas «herramientas» para actualizar sus precios, la más frecuente es el up grade de servicio. Pero la puja encontró al variopinto universo pyme en plena conflagración interna, con las primeras elecciones competitivas en la Cámara Argentina de Internet (Cabase) en 30 años de historia. Una lista opositora (Cabase para todos), integrada mayormente por pequeños empresarios ISP, desafía la conducción de Ariel Graizer, representativa del ecosistema de Internet. En marzo, votarán 500 socios institucionales (una empresa, un voto) y la campaña se está recalentando. En el oficialismo de Cabase sostienen que esa lista interna está integrada por los mismos ISP que crearon la por ahora informal Unión Argentina de Proveedores de Internet (UAPI), muy activa en las redes sociales contra la política de la administración Fernández. Me dicen que en el debate interno de Cabase son todavía más virulentos en sus planteos (piden ser más radicales en los cuestionamientos al gobierno; a mi, que me tocó como periodista cubrir las guerras kirchneristas del campo y los medios me parece apropiado equipararlos a los «autoconvocados del campo»). La verdad es que esta interna se nos mezcló con el Primer Encuentro Virtual Convercom 2021, precisamente dedicado a indagar en modelos propios y ajenos para pensar cómo conectar a los desconectados sin desconectar a los conectados (porque no se puede repartir lo que no hay o se acaba, por más vocación clientelista que uno tenga -bah, uno, no; que ellos tengan).

Mientras, tomando café con el jefe de gabinete, Santiago Cafiero, el frente cooperativo unido (Catel, Colsecor, Fecosur y Fecotel) está a punto de lograr algo de lo prometido en diciembre: la autorización de un aumento extra del 7% en sus precios y concretará la paradoja populista de la que ya hablamos acá: tendrán precios más caros los usuarios de lugares más alejados, presumiblemente más pobres que los de las grandes ciudades, que sufrirán incrementos mayores (aunque igual serán insuficientes).

Como en todas las «guerras» hay bastante confusión. En Chile, Alicia Bárcena -secretaria de la Comisión Económica para América Latina (Cepal)- celebró la prestación básica universal (PBU) decretada por el presidente Alberto Fernández, que visitó Santiago de Chile (donde entre otras cosas sumó a la Argentina al cable transpacífico que unirá a ese país con Australia). La visita de Fernández fue oportuna para su par Sebastián Piñera, que necesita correrse de la derecha al centro político en plena campaña electoral para la elección de los convencionales constituyentes que redactarán la carta magna postpinochetista.

Lo interesante es que, como en los viejos tiempos de la ley de medios audiovisuales, el oficialismo y sus funcionarios ponen el foco sólo en Cablevisión, lo que parece reeditar cierta mística pasada (abonada también por asesores que fungen de científicos objetivos e independientes como Martín Becerra, un mini Rasputín telco cerca de Cafiero). Y otro aspecto interesante es que el general a cargo de la batalla sea el presidente del Enacom, Claudio Ambrosini, un massista de relación espléndida con el establishment empresarial que -cualquiera diría- no se siente cómodo en esa posición. En otras palabras, es un general que preferiría no ir a la guerra. De hecho, el manual del conflicto (tipo El arte de la guerra, de Sun Tzu) incluye para el funcionario sólo entrevistas con panfletos oficialistas (El Destape, Radio 10 y algún segmento de Radio Con Vos), como si el objetivo fuese calmar a la tropa propia y no vencer a la ajena (para lo que tampoco hay muchas herramientas porque, como bien tienen identificado las pymes, el Enacom no tiene capacidad de fiscalización en todo el territorio).

Alguna tropa se calma y otra ya pide avanzar en la estatización (por ejemplo, los ex funcionarios de Santa Cruz Graciana Peñafort -que dejó el sueldo provincial para incorporarse al Senado- y Sebastián Premici -que pareciera seguir en la planta del gobierno santacruceño- que fungen de columnistas del Cohete a la Luna de Horacio Verbitsky). Todos ellos firman solicitadas como la de este domingo (amplificada por los medios «públicos»):

Imagen

Más allá de los kalibanes, da la impresión de que no son muchos quienes quieren profundizar la contienda y preferirían dejarla en tono de guerra fría, que transcurra en el plano discursivo por las distintas instancias administrativas y judiciales, lo más lento posible. Para las empresas -sobre todo las que menos resto económico tienen- lo que urge allí es la suba de los costos. Los grandes operadores siguen manejándose con la Asociación Latinoamericana de Telecomunicaciones (Asiet) como vocera (aquí el último comunicado), y con la costarricense Maryleana Méndez como cara visible.

Algunas empresas no se sumaron del todo a la rebelión, como DirecTV -cuya operación en la región podría desprenderse de AT&T en los próximos meses- y Telecentro -siempre activo en su agenda peronista nativa-. Y mientras la coyuntura nos mata… ¿Quién estará por quedarse con la operación de Telefónica en el país?



MEDIOS

Macri en La Nación + ¿mito o realidad? Desde que se conoció el desembarco de Juan Cruz Ávila en LN +, la señal de noticias de La Nación, se instaló el rumor de que «el macrismo» invirtió en ese canal -que tendrá nuevos estudios y escenografía y, sobre todo, un plantel periodístico que plantea competencia a las otras seis o siete señales de noticias. Era un rumor, que circulaba por C5N, TN y A24, hasta que el fin de semana pasado Jorge Fontevecchia lo institucionalizó en su columna de Perfil: «Crecen las versiones no confirmadas de que Macri y sus amigos habrían invertido por tres años 14 millones de dólares para que La Nación Más pudiera tener una programación más contundentemente opositora». Esta semana charlé sobre el tema con varias fuentes: una del gobierno, otra de la gestión anterior y una más del propio diario. En el gobierno arman una historia de 17 sociedades, incluida una fundación, en el extranjero de «los amigos», y cuando uno presiona para pedir nombres el único que sale es el de Nicolás Caputo. En la gestión anterior se ríen a carcajadas y subrayan lo difícil que ha sido siempre sacarles plata a esa gente (es más probable que pongan esa cifra en una campaña proselitista que en un medio, me dijeron). Y en el diario afirman que los recursos -que tampoco serían tantos- llegan desde Impremedia, la empresa periodística de La Nación en los Estados Unidos. Si sos de los suscriptores fieles te acordarás de que el 27 de mayo de 2019 publiqué en #TMTnews sobre una posible inversión de Paolo Rocca y/o Techint en SA La Nación, algo que el 3 de junio desmentimos: «Ni desde el grupo Techint (que por el legado de Agostino Rocca, el fundador, no puede invertir en armas, finanzas y… medios) ni a título personal. Paolo Rocca no será accionista de SA La Nación, me dicen desde esa corporación, una de las tres o cuatro más importantes del país. Sin embargo, otras fuentes insisten en que hay acuerdo, que la empresa editora del diario necesita capital y que en el medio hay una parte de las acciones. Por eso insistí y puse como ejemplo que Jeff Bezos no es dueño de The Washington Post con Amazon, sino a título personal. Y en ese contexto me respondieron que entre las familias Rocca y Saguier hay affectio societatis, que se conocen desde hace mucho tiempo y que comparten su pertenencia a la Asociación Empresaria Argentina (AEA).» Habrá que seguir observando pero por el momento está difícil separar lo que es relato de lo que son los hechos.

Lo primero es la familia (o más o menos). Todos tenemos una Esmeralda en la familia, me dijo uno de ustedes ayer. En el caso de la familia Noble se llama Vanesa Defranceshi Sadi, es la esposa de Felipe -uno de los hijos de la fallecida directora de Clarín, Ernestina Herrera de Noble-. Que Marcela -su cuñada- no le hace regalos a su ahijado para Navidad, que pidió por la mitad de la casa materna en San Isidro lo que no valía, que los caños de otra casa en Punta del Este estaban destruidos, y otras muchas cuestiones domésticas vistieron el título de la nota: “Tuve que pedirle la mano de Felipe a Magnetto”. Alguien en Twitter sugirió que el contenido y el contexto de la entrevista -a cargo de la periodista Victoria de Masi, ex Clarín- remitían a Succession, la exitosa y atrapante serie televisiva inspirada extraoficialmente en la vida de Rupert Murdoch, uno de los últimos magnates de los medios estilo Citizen Kane. De hecho, es un tema sucesorio, lo era cuando tuvo que pedir la mano y lo fue durante algún tiempo hasta que el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, ordenó los papeles. Los hijos de Ernestina tienen su futuro asegurado, claro, pero no tendrán roles ejecutivos en la conducción de la empresa, hoy desagregada en un grupo de contenidos -Grupo Clarín SA- y otro de conectividad -Cablevisión Holdings SA-. De todas formas, son interesantes estas notas en el aún flamante portal informativo de Martín Sivak, El Diario AR, porque muestran precisamente ese ambiente (ya lo habían hecho en diciembre –como te conté– con Esmeralda Mitre, que también pedía pista en otra empresa familiar, en ese caso La Nación). ¿Molestará realmente a Magnetto la cercanía de Vanesa con el ahora ministro de Ambiente, Juan Cabandie, y a través suyo con La Cámpora? ¿Y aquella foto con Alberto Fernández el día del triunfo del Frente de Todos? Vanesa parece guardarse una foto todavía más potente que parece esquiva: una imagen con Cristina Kirchner, enemiga pública número uno de Clarín. Sivak, director de El Diario Ar es autor de dos tomos sobre la historia política del grupo Clarín, la mitad de la obra está dedicada a Héctor Magnetto. Es también uno de los pocos periodistas/académicos que logró tener al menos una larga charla con el refundador de la empresa creada por Roberto Noble y salvada por el desarrollismo ¿Estará preparando el tercer tomo? Hay algo en El Diario Ar (que también viene enfocándose con pasión en los negocios de Disney en el país -su CEO, el fútbol y la fusión con Fox) que remite a la formación de cierto periodismo en las últimas décadas en Argentina: aquella en cuyo recorrido es imprescindible el estudio profundo de Para leer al Pato Donald, comunicación de masa y colonialismo, de Dorfman y Mattelart, de 1972. Tendré que dejar de resistirme.



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