En su vida actual, Jorge Telerman es director general y artístico del Teatro Colón de Buenos Aires, cargo que asumió en 2015. Fue periodista, empresario teatral y gestor cultural, consultor en comunicación, diplomático y político. Fue jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires luego de ser secretario de cultura, embajador argentino en Cuba y funcionario de la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otras funciones.

A finales de 2023, estuvo en Conversaciones Convergentes, ciclo de entrevistas que se emite por las señales Metro, Canal E y UCLplay, y que se publican en el canal de YouTube de Convercom.info

-Es un momento de balances ¿Cómo está el Teatro Colón hoy?

-Afortunadamente, como su historia lo merece. Es una historia muy vital, una historia que se hace presente y se proyecta. Hoy el Teatro Colón está pasando una de sus mejores temporadas históricas, tanto en relación con la cantidad de público, la respuesta de los medios, lo que la crítica dice y la afluencia de nuevos espectadores, que es otro de los grandes desafíos que tienen este tipo de teatros. Así que uno podría decir que realmente no nos podemos quejar.

Pero eso al contrario, te hace ambicionar más. Este es el teatro público por excelencia, esta es una de las grandes gemas que la Argentina tiene, no solamente la ciudad de Buenos Aires, sino la Argentina. Entonces, quienes trabajamos aquí, que transitoriamente tenemos el honor de dirigirlo, nos despertamos preguntando qué más podemos hacer para estar a la altura de lo que esta maravillosa institución requiere.

Afortunadamente, hoy podemos decir que nos está acompañando el público y la buena suerte, porque en estas cosas también, en instituciones tan complejas, se mezclan lo artístico, los públicos, los trabajadores, esto es una gran fábrica de arte en la que trabajan más de 1500 personas. Todo lo que vemos aquí se produce aquí, se idea, se sueña y luego se realiza.

Así que el Colón está pasando en un momento muy vital. Hace poco se cumplieron los 100 años del edificio y estamos yendo hacia los 100 años de la vida del Colón, cuando se crean los cuerpos artísticos, que son finalmente esas mujeres y hombres que representan el alma y el cuerpo. Así que con grandes fastos habrá que festejar y homenajear a todos estos 100 años pasados y cientos de años futuros.

El Colón es una marca que todos los argentinos tenemos presente, pero siempre hay un público que a lo mejor incluso hasta con cierta reverencia dice ‘no está a mi alcance, no es para mí’ o a lo mejor simplemente no lo pensó nunca como posibilidad, ¿Cómo se llega a ese público? ¿Por dónde ese público podría acercarse al Colón? ¿Por dónde debería empezar?

-Yo creo que una de las cosas que afortunadamente están funcionando muy bien es la apertura en nuestro diálogo con la sociedad. Estamos contando eso, nosotros esto que decís lo hemos identificado como el punto crucial, no es un asunto menor, es el punto central, el punto neurálgico que hay que tener constantemente vivo, vital, en evolución. ¿De qué manera la institución habla con su comunidad, finalmente con sus mandantes?

Las mujeres y los hombres de la Ciudad de Buenos Aires, pero de toda la Argentina, son los mandantes de la institución. La institución está allí, orgullosa, diciendo miren lo que hemos hecho y miren lo que podemos hacer, pero nútrannos, porque ustedes son los dueños: mujeres y hombres argentinos, porteñas y porteños, este teatro público le pertenece a la comunidad.

Entonces el gran desafío que nosotros tenemos es cómo bajamos de esa maravillosa torre de marfil a esta institución que, como bien decís, te deja con la boca abierta, te corta la respiración. Uno entra a estos salones, estas maravillas, ve lo que hay en el escenario y dice no, esto fue una institución, no sé si yo merezco estar allí. Esa pregunta nos la hacemos quienes la dirigimos y por eso hemos modificado esa forma de hablar de la institución. Con mucho respeto, queremos bajar a la institución de la torre de marfil y dialogar con la gente, contándole qué es lo que van a ver aquí y sugerirles que no se lo pierdan, que el teatro les pertenece, pero que además pueden tener una de las mejores experiencias en su vida.

En principio, lo hacemos rompiendo el mito de lo inaccesible por lo económico. Efectivamente las plateas y los lugares más visibles, sobre todo en espectáculos internacionales, tienen un costo acorde con eso y tiene que ser así para que no cargue todo en impuestos. Es un teatro público que recibe una parte importante de su financiamiento del erario público, pero el Teatro Colón es tan mágico, tan increíble, tan perfecto en su construcción, y eso no lo decimos nosotros sino la crítica especializada, que podés ver y escuchar de la mejor manera en cualquiera de las casi 3.000 localidades, muchísimas que tiene el Colón. Y la enorme mayoría de esas localidades son a precios súper accesibles.

Además de eso, hacemos programas específicos, también comunicados así, contando de qué se trata la ópera que vas a ver, y hacemos llamados de último momento para jóvenes y también para la tercera edad, con precios súper accesibles y que están dando un resultado maravilloso por dos cosas. Una, porque efectivamente acerca a mucha gente que cree o siente que por ahí no le da el bolsillo para venir y son entradas, nuevamente, más que accesibles, mucho menos que la entrada de un cine, ni que hablar de una entrada a la cancha. Y la otra, y eso lo hemos medido, es que nos está atrayendo muchísima gente que viene por primera vez, que ese es el otro desafío, que es que se crean nuevos públicos.

Esas historias que contamos -grandes obras, el gran clásico, no solamente en óperas, también el teatro de texto- finalmente nos hablan de las cosas que a nosotros nos interesan, que nos movilizan, que no es la hiper coyuntura de la inflación, de esas cosas que nos atormentan o que nos gustan, sino con esas cosas que tienen que ver con nuestra vida, con las historias de amor, de traición, de esperanza, de lucha… Esos son los grandes textos que nutren, no solamente al teatro, sino que nutren a la ópera, que nutren al ballet, esas músicas sinfónicas maravillosas que interpretan nuestras orquestas, son cosas que te hablan de la condición humana y universal.

Entonces, lo que afortunadamente está dando resultado es contar eso, que lo que vas a ver aquí en el Colón, te va a maravillar, te va a emocionar, lo vas a entender porque habla de lo esencial de tu vida, porque vas a escuchar esa belleza universal que han hecho los grandes genios y clásicos de la música o los contemporáneos, pero además vas a tener la oportunidad de ver lo que fueron capaces de hacer tus mayores.

Esto lo construyó una generación que tiene una visión de país muy fuerte; que decía, la Argentina es nueva, está naciendo, el Colón nace en 1908, antes del centenario, en la época de las grandes ilusiones, de las grandes ambiciones de una generación, de un país que construyó estas maravillas.

Entonces, por un lado te hace sentir eso, bueno, mis mayores fueron capaces de construir eso, y nos plantea cuál es la tarea que tiene esta generación como para estar a la altura de aquello. Esa mezcla de lo que fue el Colón, de lo que es el Colón, es lo que tiene que terminar de atraer a esa gente, que no va a tener ningún prejuicio. Acá lo que suceda lo vas a entender, te va a emocionar y sobre todo es tuyo, es el teatro público por antonomasia.

Compré completamente la venta del Colón. Pero me gustaría un mensaje tuyo específico para los jóvenes -sin poner rangos específicos de edad- que por ahí están en otro género u otros temas, están en otro momento de la vida, están en otros intereses, el contexto digital

-Un mensaje para nosotros los jóvenes. En principio, y no estoy inventando nada nuevo, las bases de la música que te gusta, desde el rap, el pop, están allí en el barroco, los grandes especialistas, hay obras como las Indias Galantes, que ya tienen versiones con street dancers, con bailarines callejeros, hay cosas maravillosas. Así que, en principio, el plan es reencontrarse con los grandes genios de la música.

Hace unas horas por aquí pasó un Fito Páez sinfónico, ese cruce que es maravilloso, que dan algunos de nuestros artistas populares con los artistas académicos como fue Gerardo Gandini, uno de los grandes genios de la música, que engalanó estas salas, estos pasillos, este teatro. Como en su momento también lo hizo Piazzolla, cuando cruzó también con algunos músicos, los músicos del rock.

La buena música no tiene fronteras. Aquí suceden ciertos géneros, que solamente pueden suceder acá, por la maravilla de su acústica, porque acá no hace falta amplificar, porque aquí pasan los grandes artistas y músicos.

Así que si sos joven, vení porque vas a escuchar y vas a ver algunas cosas que no solamente te van a emocionar, sino te van a abrir la cabeza y te van a decir ¡Uy! Ahí estaba la base de esa música pop que a mí me gustaba. Ahí está la base de la estética del animé. Vení a ver Madame Butterfly, mirá cuando se mueve Cio-Cio-San a la espera, luego, de ese amor fallido. Y vas a ver esa estética del animé japonés, por ejemplo, que te va a resonar.

La cultura es buen arte, es única, es universal. Aquello que crees que se descubrió antes de ayer está ahí en las raíces así que lo veo porque con lo que te decía recién con ese programa que tenemos de último minuto donde llamamos a los menos de 30 por un entrada súper accesible -el 80% viene por primera vez- salen maravillados. Los traemos acá porque son entradas muy económicas, muy accesibles para ver ópera para escuchar música y la inmensa mayoría descubre no solamente la belleza sino la cercanía del buen arte con independencia de las épocas y de los géneros. El buen arte no tiene fronteras de género.

¿Qué es lo más complejo de gestionar el Colón?

-Como decíamos antes, estar a la altura. Es un lugar que te permite y te exige la excelencia Todo acá tiene que salir muy bien porque no te podés permitir que este lugar tan estupendo y perfecto, en más de un sentido, no albergue también la perfección. Pero además, estoy convencido de que en toda la sociedad las artes y las ciencias son las dos grandes vías regias del desarrollo. En la actualidad o en el pasado, admiramos y queremos parecernos a aquellos países y a aquellas sociedades que si vemos cuál es el denominador común es que han tenido un desarrollo en las artes y en las ciencias que nos han dejado con la boca abierta y que nos han permitido la evolución de la condición humana y en el campo de las artes.

Sin duda tenemos lugares maravillosos en la Argentina, pero el Teatro Colón, en el campo de las artes, es de vanguardia. Es la nave nodriza que tiene que guiarnos en ese desarrollo artístico. Así que, sin ponerte demasiado nervioso, pero tenés que saber que estás conduciendo esta nave insignia que tiene que llevar el desarrollo de las artes en todo su sentido para enriquecer el espíritu de un pueblo pero también para mostrar de lo que sos capaz y por qué no, para generar divisas, porque hoy la actividad artística también es una de las grandes fuentes de creación de trabajo y generación de recursos para todos los países y especialmente para una ciudad como Buenos Aires.

Entonces, la cosa empieza así, sabiendo que tenés eso como exigencia, estar a la altura de que lo que acá se produzca tiene que ser de excelencia. Y luego, armonizando esos maravillosos saberes que tienen los cientos de mujeres y hombres que habitan este teatro, desde el sombrero, el calzado, la escenografía… Cuando se abre el telón y ves la escenografía de una ópera o de un ballet o cuando escuchás la perfección de esos músicos, son todas cosas que se producen aquí con músicos, diseñadores, artesanos, técnicos, artistas que se forman acá.

Uno ve que en dos horas te cambian una escenografía. Y ahí detrás está el personal técnico que se ha formado, que tiene un saber que se transmite casi de manera renacentista de generación en generación. Se estudia en muchos lugares pero esa perfección la obtenés cuando realizás esa tarea.

Cuando sueño con el equipo cómo va a ser la temporada del año 24, que ya está terminada, imaginamos un eje conductor. El del 23 fue la lucha entre el bien y el mal, las decisiones, la importancia de las decisiones que tomamos y las consecuencias que esas decisiones individual o colectivamente tomamos, las consecuencias que eso trae en nuestra vida personal y la vida en nuestra sociedad en nuestro país. A partir de ese eje conductor van apareciendo las obras, los ballet, las óperas y las sinfonías que te hablan de eso. Empezamos, por ejemplo, con Resurrección, esa gran obra de [Gustav] Mahler, que muestra cómo en un momento se enfrenta a la muerte. Fue creada en un momento en que Europa entra en guerra pero luego la acción de los justos triunfa y genera que la vida vuelva a aparecer aún en medio de la desolación.

Entonces vas eligiendo las sinfonías, vas eligiendo los títulos de las obras, como recién te decía Madame Butterfly, donde ese choque de culturas y de un amor que no es correspondido y la mentira, donde se juega también la lucha por la verdad. O cuando presentamos el Fausto. A partir de ahí, después convocás a un equipo técnico, a un director de escena, a un director de música que te presentan el diseño, lo hablas con el equipo técnico a ver si está bien así, si se crea de otra manera, y en la carrera de Libertino, esa gran obra de Stravinski, cómo construís ese escenario; cómo hoy esa ópera que fue escrita hace 100 o 200 años se dirige al público de hoy. Una vez resulto todo eso lo ponés en esa maravilla de los talleres, de los técnicos que van transformando maderas, hierros, cristales y pinturas y de repente aparece la maravilla.

Mientras tanto tenés que elegir elencos, desear que la economía se estabilice porque muchos de esos contratos son en dólares, etcétera, etcétera.

Y luego después de todo ese trabajo, te sentás, se abre el telón y hay unos artistas magníficos que te deleitan, deleitan al público y después si viene la gente, y las críticas son buenas y ahí decís, bueno, la tarea está cumplida.

Claramente sos un director de orquesta de este gran teatro con tu experiencia de gestor cultural, pero también has sido político: jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, vicejefe de gobierno, antes diplomático, comunicador, y a pesar de todo eso, de todas esas vidas, leí por ahí que te sentís esencialmente periodista ¿Cómo se explica eso?

-Es que esa tarea, como le decía García Márquez, es la tarea más hermosa del mundo. Lo decía de otra manera, seguramente mejor, pero decía eso, es el mejor oficio del mundo. Me parece que es una de las tareas que honran.

Sin duda la de los médicos, la de los científicos, la de los que cuidan nuestra seguridad… hay muchas maneras de honrar la condición humana y la de una época. Pero la tarea del periodista honra a quien lo ejerce. Quienes ejercen esa tarea a cabalidad honran la época que les tocó vivir.

El periodismo, tal como lo concebimos en su manifestación más noble, es la creación del espacio donde la sociedad discute el tipo de sociedad en que quiere vivir. En ese sentido, siempre mi vocación, aún en lo público pero también en mi actividad privada, ha sido participar en la discusión pública.

Ojalá lo haya honrado y lo siga honrando en ese sentido. Mi vocación por lo público como gestor y cuando me tocó ocupar lugares de gobernante o de asesor o lo que fuere, lo he hecho pensando de qué manera soy parte de una discusión del tipo de sociedad que quiero vivir, combatiendo las injusticias o generando condiciones de crecimiento. Sé que puede sonar así demasiado rimbombante pero esa es la forma en la cual generalmente se despierta en un joven, mujer u hombre, esa vocación por lo público, y encuentro que el periodismo tiene eso.

No solamente es narrar lo que aconteció sino también hacerlo con belleza, como decía el maestro Gabo García Márquez. Poner belleza en la vida es una de las grandes funciones que tenemos los seres humanos cuando nos toca una actividad que permite eso. Pero además aportar un material que permita el discernimiento en la sociedad nuevamente, poder luego optar uno entre lo bueno y lo malo, entre de qué manera yo reacciono frente a lo que está aconteciendo.

Siento que que el espíritu periodístico resume en gran parte el espíritu que muchos tenemos en la participación de lo público porque un periodista aún el más independiente, al contrario cuanto más independiente es el periodista, más quiere intervenir y más interviene.

En un tejido social para que sus lectores, sus televidentes y en el público que accede a lo que él hace, lo que ustedes hacen, pueda tomar sus decisiones sobre lo que fuere, desde la economía familiar hasta a quién votar.

Así que sigo creyendo aún en épocas como éstas donde hay algún relativismo de información por las redes, etcétera, que las mujeres y los hombres que se forman en su actividad para organizarnos y narrar qué es lo que sucede ocupan un lugar muy relevante en la sociedad.

Difícil abarcar como decías todas tus vidas en pocos minutos Pero me gustaría la última pregunta dedicarla a una particularidad de tu carrera diplomática que es que estuviste en Estados Unidos y en Cuba con roles vinculados a la diplomacia, siendo embajador incluso en Cuba. Dos mundos completamente distintos ¿No? ¿Qué es lo mejor de esos dos mundos?

-Tengo dos hijos, una nació aquí y la otra en Estados Unidos. Creo que son son incomparables esos mundos porque no puedo imaginar un mundo bueno si no es el ejercicio pleno de la libertad, y en Cuba falta. Tengo un enorme cariño por el pueblo cubano. Un pueblo sufrido que pasa lo que le sucede, y sin embargo tiene esos talentos maravillosos para disfrutar a pesar de todo la vida.

En términos de sociedad son incomparables no solamente en términos de países, la potencia de uno y lo pequeño del otro. Pero si uno se refiere a qué tipo de sociedad uno tiene que aspirar sin duda hay que seguir aspirando, y hoy con las amenazas que se ciernen sobre el mundo, hoy más que nunca elegir siempre por la libertad.

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