Algo está fallando. La teoría del mercado de ideas, pilar principal de la libertad de expresión, no está funcionando acorde con cómo fue postulado: que la mejor forma para acercase a la verdad es la decantación mediante más discurso e intercambio de las ideas.
Hoy, a pesar de la superabundancia de la información, y en yuxtaposición a la teoría, reinan la división, el odio, la desinformación y las burbujas tribales, impidiendo discusiones civilizadas y socavando los cimientos de la convivencia democrática.
Justamente, lo trágico de esta situación es que esta depuración virtuosa de argumentos y realidades previsto en el mercado de ideas debería funcionar como un aglutinador de la sociedad, permitiéndoles a los ciudadanos la posibilidad de compartir ciertas definiciones sobre los contornos de la realidad.
¿Cómo llegamos a esta situación peleada con la doctrina de la libertad de expresión?
Silvio Waisbord, profesor de la Escuela de Medios y Asuntos Públicos de la Universidad George Washington, dijo en conversación con Convercom.info que la meta de lograr plena libertad de expresión mediante el mercado de ideas todavía es una cuestión “aspiracional”. Agregó que no debería sorprender que sea así dado el historial de los últimos 30 años de Big Tech focalizadas en su éxito económico y no en el valor democrático o periodístico de la información.
Entonces, ¿qué están haciendo las Big Tech para complicar el funcionamiento del mercado de ideas? ¿Qué otras leyes de mercado están en juego?
Resulta que dentro del contexto de la ley de la oferta y la demanda, la rápida expansión en la disponibilidad de información fue acompañada por la creación de un triplete de escaseces.
- Del exceso de información, surge escasez de atención
- De la proliferación de desinformación, surge escasez de confianza
- De la proliferación de bots asoma cada vez más la escasez de contacto entre humanos
¿Son estas las vulnerabilidades al funcionamiento correcto del mercado de las ideas, que es una especie de selección natural de las mismas?
El Foro Económico Mundial, en su encuesta 2025 de riesgos, señaló que más de 5,5 mil millones de personas, dos terceras partes de la población, ya tienen acceso a Internet.
Pero a la vez ubicó a la desinformación como la mayor preocupación a corto y mediano plazo, entre todos los riesgos señalados por la comunidad de stakeholders encuestados.
“La polarización dentro de las sociedades está endureciendo aún más las opiniones y afectando la formulación de políticas”, dijo, señalando a la desinformación como gran cómplice en la tarea, y luego alerto:
“Los esfuerzos para combatir este riesgo se enfrentan a un formidable oponente: el contenido falso o engañoso creado por Inteligencia Artificial (IA) generativa, que puede producirse y distribuirse a gran escala”.
Con tanta información, ¿Qué paso con el mercado de las ideas?
En 1927, para fundamentar su apoyo a un fallo, Louis Brandeis, juez de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, sostuvo que el mejor remedio a un discurso dañino es “más discurso, no silencio forzado”.
En ese momento no había bots ni algoritmos haciendo microsegmentación, ni televisión, ni plataformas, ni redes sociales. Pero si había una incipiente presencia de la radio y el teléfono. Salvo este último medio, la comunicación era esencialmente unidireccional y uniforme aunque compartida igualmente por todos.
Hoy hay múltiples vías para un diálogo amplio en el cual cada persona puede participar.
De todos modos, estamos cada vez más lejos de lograr acuerdos sobre los contornos de la realidad que comparte la humanidad, con cada uno habitando su “cámara de eco” personal o tribal, o perdido en el basural de información.
Según Waisbord, en los últimos 30 años las Big Tech siempre privilegiaron el “mercado de la atención” en desmedro al “mercado de las ideas”, y de allí uno tendría que concluir que la masificación de la IA por parte de las empresas privadas que manejan el ecosistema digital va a influir en el futuro del mundo Occidental.
Mientras que uno no puede desconocer que dentro del ecosistema digital hay una enorme diversidad de información, “billones de data points”, sostuvo que el negocio de las Big Tech es “el volumen” de atención que se logra mediante la disponibilidad, la distribución, la producción y el financiamiento del contenido.
“No es información de calidad, que es un solo un granito lo que circula”, dijo Waisbord. Tampoco es información que necesariamente útil a la hora de ejercer derechos y obligaciones como ciudadanos, agregó.
La situación actual, y el énfasis de plataformas, redes y IA en captar la atención del público, ya fue anticipado en 1971 por Herbert Simon, premio Nobel de Economía, cuando habló del impacto que estaba teniendo sobre la sociedad la enorme disponibilidad de información.
Aplicando teorías de mercado, Simon dijo que “la abundancia de información crea escasez de atención y una necesidad de distribuir esa atención eficientemente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla”.
Usando la misma teoría de oferta y demanda, Simon Chesterman, vicerector de la Escuela de Leyes de la Universidad Nacional de Singapur y director senior de AI Singapur, analizó el estado actual de redes y plataformas a la luz de la baja calidad de la información que circula, algo potenciado por la llegada de la IA.
“Cuando cualquier persona puede falsificar cualquier cosa, la confianza se convierte en la materia prima más escasa”, escribió Chesterman en un posteo en LinkedIn.
Como el foco principal de las empresas tecnológicas, es de utilizar la estrategia que fuere para captar y dominar la atención del público, ahora también están desplegando ejércitos de bots, avatares, asistentes y agentes sintéticos para dar forma y amplitud táctica a la misma.
Ya se estima que para 2030, un 90% del tráfico digital estará en manos de bots. Ya hay más sitios de “noticias” generados exclusivamente por IA, de allí va surgiendo escasez de presencia humana como el último eslabón del triplete de escaseces que conspiran contra la verdadera libertad de expresión.
Con la IA, plataformas y redes que antes que principalmente organizaban la experiencia online, van a comenzar a hablar. Se están convirtiendo en splatforms (speaking platforms) o plataformas que hablan.
Las plataformas y motores de búsqueda ahora generan discurso público con las respuestas a consultas, las interacciones con personas o los informativos producidos por los LLM (Large Language Models). Este nuevo rol supera con creces el papel semi-editorial que existía hasta ahora, relacionado con ordenar y seleccionar contenidos para visualización.
Yuval Noah Harari, autor y filosofo, sostuvo en su libro Nexus, que es una pérdida de tiempo, muy peligrosa, interactuar con la IA ya que pruebas científicas han mostrado su habilidad para crear argumentos falsos sumamente creíbles, y así cambiar opiniones.
“Al ser una entidad inconsciente, no le importa mucho la política y no puede votar en las elecciones”, escribió. “Pero cuanto más hablo con la IA, mejor me conoce, lo que le permite ganarse mi confianza, perfeccionar sus argumentos y, poco a poco, cambiar mi opinión”.
Harari y Waisbord coinciden en que la mayoría de la información que circula no es de calidad. Pero Harari además sostiene que el rol fundamental de la información no es mostrar la verdad, sino es de conectar gente en grupos, crear poder y unir comunidades. Por eso, dice Harari, que cree que el “mercado de ideas” es ingenuo.
“Un error clave, especialmente en lugares como Silicon Valley, es equiparar la información con la verdad. La mayor parte de la información es basura. La verdad es un subtipo de información muy raro y costoso. Porque, como saben, para escribir una historia veraz, hay que invertir mucho tiempo, esfuerzo y dinero en investigación y verificación de datos, mientras que la ficción es muy, muy barata”.
El triplete de escases son parte de la situación de mercado generado por las Big Tech, que tiene su propia agenda, y actúa en mucho del Occidente prácticamente sin controles. No importa si la información que circula es confiable, ni si es de calidad, sino solamente si capta atención.
“Mientras los gobiernos luchan por mantenerse al día, el poder se consolida en manos de unas pocas empresas tecnológicas cuya influencia ahora rivaliza con la de los Estados”, escribió Chesterman. “Si el siglo XX presenció el auge de las instituciones internacionales, el siglo XXI podría estar presenciando su eclipse, reemplazadas no por un nuevo orden mundial, sino por una oligarquía digital”.
Mostrando el enorme poder de influencia de las Big Tech, en 2022, Elon Musk, poco después de tomar control de Twitter (ahora X), dijo en un tuit:
“La nueva política de Twitter prioriza la libertad de expresión, pero no la libertad de alcance. Los tuits negativos o de odio serán despotenciados y desmonetizados al máximo, por lo que no habrá publicidad ni otros ingresos para Twitter. No encontrarás el tuit a menos que lo busques específicamente, lo cual no difiere del resto de Internet”.
O sea, todos tienen el derecho de hablar, pero no de ser escuchado. Además, Musk se ufanó decir que tenía en su poder definir lo que es negativo.
El manejo por parte de Musk de esa política no es algo solamente filosófico. El estratega republicano Stephen Bannon, que trabajó en la primera campaña presidencial de Trump, dijo a The New York Times: “Musk es el botón del volumen”.
“Ahora puedes decir cosas en Twitter y llegar a millones y millones de personas, cuando hace 10 años llegabas a decenas de miles. Él nos lo ha facilitado. Hay muchas personas de centroderecha que dependen mucho de este medio para distribuir su contenido. Le están muy agradecidos por haberlo hecho posible”, dijo Bannon.
Pero no todos los republicanos siempre estuvieron voluntariamente de acuerdo con Musk. En otro reportaje, el mismo medio mostró tres casos de personas de extrema derecha que criticaron a Musk, particularmente con relación a su punto de vista sobre visas para extranjeros. Inmediatamente, después de las críticas, estas personas fueron invisibilizados en X. Y como resultado, también perdieron mucha plata.
Uno de los involucrados, la activista de extrema derecha Laura Loomer, perdió acceso a X Premium y tuvo una repentina caída en su “alcance” y sus ingresos. Estimó, según el New York Times, que perdió más de US$ 50.000 en ingresos en el poco más de un mes en que su cuenta estuvo suprimida. Aparentemente, hizo las paces con Musk. “Muchas, muchas gracias @elonmusk por restaurar mi monetización esta noche,” escribió Loomer en posteo en X en febrero de este año.
Musk le contesto por el mismo medio: “De nada”.
La cuestión de la manipulación de la distribución está en el proceso de volverse mucho más crucial frente a la irrupción masiva de la IA con su capacidad empeorar significativamente la relación entre la cantidad de información y atención disponible.
¿Pero pueden las Big Tech escudarse en la doctrina de libertad de expresión?
James B. Garvey, un abogado, analizó la cuestión a la luz del fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos en 2010 conocido como Citizens United, que convalidó el derecho a la libertad de expresión, garantizado en la Primera Enmienda de la Constitución a actores no-humanos como corporaciones.
El caso de Citizens United dio a grandes corporaciones el derecho de hacer aportes indirectos a campañas políticas, viendo estos aportes amparados por la doctrina de la libertad de expresión ya que constituían intentos de influenciar al electorado. El fallo revolucionó las campañas políticas al habilitar el gasto, por parte de grupos minoritarios, de enormes sumas de dinero, eclipsando por lejos las pequeñas contribuciones de individuos.
En un texto escrito para la Escuela de Leyes de Fordham, Garvey señaló que parte del razonamiento del fallo era que no importaba la identidad del emisor de una idea, sino la idea en sí misma.
“La Corte suele basarse en la teoría del mercado de ideas en sus casos de la Primera Enmienda”, escribió Garvey. “Según esta teoría, la protección de la libertad de expresión de la IA aumenta el número y la variedad de ideas que entran en el mercado. Por lo tanto, la Corte estará más inclinada a ampliar las protecciones de la libertad de expresión a la IA. La teoría asume que la libre comunicación de ideas conducirá a una mayor verdad o conocimiento”.
¿Si Citizens United dio una influencia descomunal a grupos pequeños de poder concentrado, opacando la influencia de millones de individuos, cual sería el impacto de la misma filosofía aplicada a la IA y el manejo de las Big Tech del discurso y los sistemas de comunicación/información?
Antes de su muerte en 2024, el filósofo Daniel Dennett, entrevistado por Tom Chatfield de la BBC, sostuvo que la IA creaba un riesgo existencial para la civilización esencialmente debido a las vulnerabilidades de la naturaleza humana.
«Si convertimos esta maravillosa tecnología del conocimiento en un arma para la desinformación, estamos en serios problemas».
¿Por qué?, preguntó Chatfield.
«Porque no sabremos qué sabemos, ni en quién confiar, ni si estamos informados o mal informados. Podríamos volvernos paranoicos e hiperescépticos, o simplemente apáticos e insensibles. Ambos son caminos muy peligrosos. Y están a punto de caer».


Hacé tu comentario