Pensamiento y acción se llama un librito editado por Libros del Zorzal (2017) que recoge los posicionamientos públicos de Pierre Bourdieu sobre algunos de los dramas recientes de nuestro tiempo. Bourdieu murió en 2002 y pero alcanzó a dejar expresada su opinión sobre algunas cuestiones que hoy siguen estando en la agenda mundial: globalización, libre comercio, migraciones, integración europea, neoliberalismo y… convergencia.
Entre esos textos, conferencias y manifiestos hay una intervención en un panel conformado por los directores de los mayores grupos de la industria de la comunicación de Francia el 11 de octubre de 1999 (que fue luego publicado en Le Monde y Libération).
En primer lugar me pareció muy interesante que ya en 1999, Bourdieu repasara con tanta precisión y nitidez lo que ya se planteaba. “Nos dicen que la convergencia tecnológica y económica de la audiovisual, las telecomunicaciones y la informática y la confusión de las redes hacen que las protecciones jurídicas se vuelvan completamente inoperantes e inútiles; nos aseguran que la profusión tecnológica ligada a la multiplicación de los canales temáticos responderá a la demanda potencial de los consumidores más diversos y que gracias a esta explosion of media choices todas las demandas recibirán una oferta adecuada; en suma, que todos los gustos conseguirán satisfacerse. Afirman que la competencia, en especial cuando está asociada al progreso tecnológico, es sinónimo de ‘creación’.
Obviamente, Bourdieu renegaba de estas ideas y en pleno panel con ejecutivos de grandes conglomerados de medios dio las razones por las cuales no coincidía:
- 1) “A la idea de la diferenciación y diversificación extraordinaria de la oferta podríamos oponerle la extraordinaria uniformización de los programas de televisión; las múltiples redes de comunicación tienden cada vez más a difundir -a menudo a la misma hora- el mismo género de productos, juegos, soap operas, música comercial, melodramas sentimentales del tipo telenovela, series policíacas que da igual que sean francesas o alemanas, tantos otros productos surgidos de la búsqueda de beneficios máximos con costos mínimos; o en un ámbito muy diferente, la homogeneización creciente de los periódicos y, sobre todo, de las revistas semanales”.
- 2) “A las ‘idea’ de competencia y diversificación podríamos oponerle la concentración extraordinaria de los grupos de comunicación. La suma de las actividades de producción, explotación y difusión desencadena abusos de posición dominante que favorecen a las películas de la misma empresa. […] Pero lo esencial es que las preocupaciones comerciales, y en particular la búsqueda del beneficio máximo a corto plazo, se imponen más y más en el conjunto de las producciones culturales […] A modo de prueba, podría contentarme con mencionar […] la crisis que conoce en todas partes el cine de autor por la falta, entre otras cosas, de circuitos de difusión”.
- 3) “Presenciamos una regresión de la obra al producto, del autor al ingeniero o al técnico que utiliza los famosos efectos especiales o acude a grandes estrellas, recursos extremadamente costosos, para manipular o satisfacer las pulsiones primarias del espectador, pulsiones a menudo anticipadas gracias a las investigaciones de otros técnicos: los especialistas en marketing”.
- 4) “En realidad presenciamos una lucha entre una potencia comercial que pretende expandir universalmente los intereses particulares del comercio y de sus amos y una resistencia cultural basada en la defensa de las obras universales producidas por la internacional desnacionalizada de los creadores”
Casi 20 años después podemos revisar algunas de las profecías de Bourdieu, que parecen haberse registrado a medias: 1) la uniformidad que el pensador advierte efectivamente se dio, pero en el ámbito de los medios tradicionales. En cambio, en el de los nuevos medios, hay una explosión de la oferta. De hecho, el problema no es la escasez de diversidad sino su sobreabundancia, que responde a la caída de las barreras de entrada a la producción y distribución de la cultura. 2) la consolidación de grandes grupos transmedia (con la irrupción de nuevos actores provenientes del ámbito tecnológico) está contribuyendo a una mayor oferta, global pero diversificada, de contenidos y productos culturales; el papel subsidiario del Estado en el ámbito de los contenidos -reconocido en la mayor parte del mundo- generó en las últimos décadas espacios de difusión y fuentes de financiamiento para la producción, pero más allá de eso nunca hubo tantas herramientas, tan buenas y tan baratas, para producir y distribuir, ni una audiencia mundial tan a mano. 3) el modelo que describe Bourdieu es el que da lugar a producción mainstream global -que nutre algunas de las mejores obras de Netflix y HBO-, que convive con una larga cola de nichos de audiencia y de productos culturales, más amplia que nunca antes en la historia. Una oferta que recupera buena parte del patrimonio audiovisual, musical y editorial universal y lo pone a disposición de enormes audiencias. 4) si alguna vez existió una internacional desnacionalizada en el ámbito de la cultura, al menos de las dimensiones actuales, esa vez fue este tiempo que nos toca vivir.
Más allá del capítulo sobre la convergencia, hay en el mismo libro otros textos muy interesantes. En particular el referido a la oposición de Bourdieu a la constitución de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y su agenda liberalizadora y su reclamo de mayor participación en las “luchas sociales” a los “intelectuales del movimiento social” -que plantea como distintos de los “intelectuales orgánicos [de Gramsci] porque éstos “incapaces de imponer sus mercancías en el exigente mercado científico, iban a actuar de intelectuales frente a otros no-intelectuales, diciendo que el intelectual no existía”.
El intelectual del movimiento social -según Bourdieu- “debe inventar un rol nuevo que es muy difícil: tiene que escuchar, buscar y crear; debe tratar de ayudar a los organismos que se plantean como objetivo -cada vez más a desgano, desafortunadamente, como sucede con los sindicatos- resistir a la política neoliberal; tiene que ayudarlos ofreciéndoles sus herramientas”.
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