Telefónica SA —la compañía de telecomunicaciones española que es la quinta empresa global del sector y una de las más importantes operadoras en América Latina— podría llegar a desprenderse de sus actividades en el hemisferio americano tras anunciar que agrupará a las mismas en un bloque “autónomo con un equipo dedicado”, del que excluirá a Brasil.
Esa fue la interpretación que ofrecieron varios medios y analistas tras la sorpresiva conferencia de prensa convocada este 27 de noviembre por el CEO José María Álvarez-Pallete.
En el evento, el ejecutivo dijo que las operaciones en los países latinoamericanos de habla castellana dejarán de considerarse como “mercados estratégicos”. Es decir, ya no serán una prioridad como lo eran para la empresa desde los años 90.
En ningún momento el directivo o la compañía usaron el término “venta” para referirse al futuro de sus filiales en las naciones de América Latina. Una carta titulada La nueva Telefónica, destinada “a los grupos de interés de la compañía”, fue presentada en esa conferencia de prensa. La misiva —firmada por Álvarez-Pallette con lo que claramente se advierte que es un simple bolígrafo de tinta azul— nunca empleó siquiera el término “separación” sino el muy poco castizo spin off.
Álvarez-Pallette aparece diciendo en esa carta que la empresa efectuará la “revisión” de sus “activos en Hispanoamérica” para “modular” la exposición en la región y “maximizar su valor”.
Esto abarca la telefonía fija en Argentina, Chile, Perú y Colombia, algunas actividades en México para el mercado empresarial y las operaciones de telefonía celular en todos estos países y el resto de las naciones latinoamericanas (con excepción de Bolivia y Paraguay; las redes de Panamá y los países centroamericanos fueron vendidas a principios de este año).
“Necesitamos cambiar, ser dueños de nuestro propio destino ante unos modelos que se agotan y es el momento de abrir la discusión para estar abiertos a los nuevos mercados”, manifestó verbalmente Álvarez Pallete en una frase que no fue recogida en la carta.
En la nota corporativa se informa que en adelante Telefónica SA tendrá como mercados estratégicos a España, el Reino Unido, Alemania y Brasil, a la vez que se anuncia la separación de la empresa en distintas macrounidades.
Esas unidades serán las operadoras principales (Europa y Brasil), las operadoras latinoamericanas no brasileñas, Telefónica Tech (B2B: ciberseguridad, IoT/Big Data y nube) y Telefónica Infra (infraestructura: torres, antenas, data centers, fibra y cables submarinos, incluyendo la subsidiaria actual Telxius).
La carta de la “nueva Telefónica” cita frases de Antoine de Saint-Exupéry, filosofa sobre una “cuarta Revolución” de carácter “tecnológico” y “social” (no aclara cuáles son las tres anteriores), se preocupa por “incertidumbres geopolíticas, macroeconómicas y regulatorias” y por “el cambio cultural” del planeta. Y hasta proclama como una de las misiones de Telefónica SA “hacer un mundo más humano”.
No hay precisiones sobre las actividades audiovisuales de la empresa (dos decenas de señales propias de TV cable en España y algunas en Perú, así como un par de canales generalistas en su país de origen).
Se supone que Álvarez-Pallette no favorece que la compañía produzca contenidos, aunque eso no quiere decir que no busque aprovechar la convergencia comunicacional para brindar servicios de televisión paga lineal o por demanda, pero con producciones de terceros.
El problema latinoamericano
El ejecutivo ibérico dijo en la conferencia que si la estrategia de la nueva Telefónica “significa reducir nuestra exposición en Latinoamérica lo haremos”, en otra frase que no figura en la misiva de texto.
Lo que sí se trasluce en la carta es el desaliento de la empresa acerca de las condiciones en la región, en un momento en que el fin del boom de las materias primas ha reducido las tasas de crecimiento macroeconómico, ha incidido en el deterioro de variables estadísticas y ha disparado niveles de protesta social en una serie de países como hacía tiempo que no se veían.
Al respecto, cedamos la palabra a Álvarez-Pallette, quien luego de recordar que “nuestras operaciones en Hispanoamérica eran hasta hace unos años el motor de crecimiento de la compañía” dice sin embargo que “las condiciones particulares en estos mercados han impactado en la evolución de nuestros negocios”.
A renglón seguido se lamenta que esas condiciones latinoamericanas hayan “mermado en los últimos años” su contribución al crecimiento de Telefónica SA “por distintos motivos”, entre los cuales cita el “entorno macro y regulatorio, mayor presión competitiva, una escala insuficiente o la volatilidad de las divisas”. No deja de reconocer “los enormes esfuerzos de los equipos locales, que siempre han mostrado un fuerte compromiso”.
En términos concretos: observadores del sector creen que las operaciones regionales no brasileñas subsistentes pueden llegar a venderse por completo pero también podrían realizarse asociaciones con capitales locales o internacionales en cada país (incluso salidas a la bolsa con mayores porciones accionarias).
Se considerará cada caso y cada situación. De todas formas, la unidad que agrupará los activos latinoamericanos de las naciones de habla castellana estará liderada por Alfonso Gómez, actual responsable de Telefónica en la parte norte de la región.
Gómez tuvo a cargo la operación de red en México, la reciente venta de las unidades de Centroamérica y la reestructuración de Colombia Telecom, compañía de la que fue su máxima autoridad.
En términos de estructura jerárquica, la unidad latinoamericana dependerá de Laura Abasolo, titular de la Dirección General de Finanzas y Control de Gestión de Telefónica SA (sus organismos de segundo nivel tienen una inusual nomenclatura típica de repartición estatal, quizás una rémora de cuando era una empresa completamente pública, entre 1945 y los años 80).
La desilusión de Telefónica con América Latina podría tener raíces lógicas, ya que según los reportes bursátiles sus actividades en España, Brasil, Alemania y el Reino Unido representan nada menos que el 80% de todos sus ingresos. Los ocho restantes países latinoamericanos donde actualmente opera generan menos del 20% de ingreso total.
Si retrocedemos 85 años atrás y vemos la estructura de ingresos de la corporación global ITT (la peculiar empresa transnacional fundada en Puerto Rico y Cuba por un franco-danés de las islas Vírgenes, apoyada por bancos norteamericanos y que con actividades en los Estados Unidos, América Latina y Europa terminó dominado parte de las comunicaciones mundiales durante varias décadas) nos enfrentamos a un cuadro muy interesante.
Para 1934, según el investigador Robert Sobel, ITT derivaba sus ingresos así: 25% de Argentina (operadora de la actual red Telefónica/Telecom), 16% de España (operadora de la actual Telefónica), 5% de México (operadora de la actual Telmex), 5% de Chile (operadora de la actual CTC/Movistar) y 19% del Reino Unido, Francia y Alemania (mayormente proveedoras de equipos).
Hoy día, el 50% de los ingresos de Telefónica proviene de dos países: España y Brasil (un cuarto cada uno). Argentina representa menos de la decimoquinta parte (no llega al 7%).
El problema de la Telefónica SA actual es su alto endeudamiento y la inquietud que esto causa entre sus inversionistas. Desde 2008 la acción en el índice bursátil IBEX viene con una tendencia técnica a la baja; estaba en 21,17 euros el 04.01.2008, pero más de diez años después (01.12.2018) había descendido a 7,34 euros.
A lo largo de 2019 acumuló una caída hasta agosto de un 7%, llegando el 22.08.2019 a los 5,93 euros, su valor más bajo en 22 años. El día del anuncio de la “nueva Telefónica” (27.11.2019) la acción cerró a 6,78.
Telefónica SA obtuvo ganancias netas de 1344 millones de euros en los nueve primeros meses de 2019; un 50,6% menos que los 2721 millones de euros que ganó en el mismo periodo del año anterior.
Según la compañía, la deuda neta del grupo se ha reducido por décimo trimestre consecutivo, hasta situarse en los 38.293 millones de euros a 30 de septiembre, lo que representa un descenso del 8,1% en comparación con hace un año.
La leve recuperación de los últimos meses fue impulsada por el anuncio de la venta de activos (call centers, actividades centroamericanas) y retiros de personal (en gran parte voluntarios en España). Estas operaciones le han permitido bajar su deuda en más de 3000 millones de euros, no obstante que hace pocas semanas emitió debentures por 500 millones de euros para mantener su liquidez.
La venta de 50.000 torres de transmisión podría ayudarle a bajare la deuda en 5000 millones de euros adicionales, siempre que la enajenación de esos activos no se haga en favor de su subsidiaria parcial Telxius (en la que hay también dinero invertido de Amancio Ortega, uno de los hombres más ricos del mundo y el dueño de las tiendas Zara).
Guatemala y El Salvador
La salida de Telefónica de América Latina se inició en Centroamérica y más precisamente en Guatemala y El Salvador, a principios de 2019. América Móvil/Telmex, la empresa del azteca Carlos Slim, adquirió las operaciones de Telefónica en ambas naciones.
Los precios de venta respectivos fueron de 333 y 315 millones de dólares y se trata de la infraestructura móvil que la corporación española poseía en ambas naciones. En estos países Slim reforzará su poder, ya que además de participar en la telefonía móvil controla también los correspondientes operadores incumbentes fijos (las ex empresas estatales Guatel y Antel).
En Guatemala, Telefónica/Movistar era el tercer operador móvil con un share de cerca de un 20%, a la vez que Millicom/Tigo contaba desde 2010 con más de la mitad de las líneas celulares. En El Salvador era el segundo operador, con un 28,2% de participación, después de América Móvil/Telmex (Claro) (cifras de Telegeography para el 3T 2018).
En ambas naciones Movistar ofrecía TV satelital (DTH), servicios que fueron discontinuados.
En el inconfundible lenguaje de los comunicados corporativos la empresa dijo en su momento que la venta de la infraestructura guatemalteca y salvadoreña “se enmarca dentro de la política de gestión de cartera de activos del grupo Telefónica, basada en una estrategia de creación de valor, optimización del retorno sobre el capital y posicionamiento estratégico. Asimismo, complementa el objetivo de reducción de deuda y fortalecimiento de balance por la vía orgánica, en un escenario de generación de caja creciente, que nos permite a la vez mantener una remuneración al accionista sostenible y atractiva”.
Traducido al castellano hablado por Cervantes y alguna vez por Telefónica SA, el conglomerado con sede mundial en Gran Vía 28 (Madrid) estaba informando que se iba a concentrar en mercados clave, redituables para reducir su ya comentada deuda general.
Mientras sus operaciones han sido en general de una rentabilidad en escala razonable en los países sudamericanos, en América Central y en México se desempeñó con menos suceso, en ciertos casos con participaciones de mercado que se vienen reduciendo sostenidamente.
De acuerdo a los propios informes que el grupo envía a la Bolsa de Madrid, Telefónica/Movistar facturó en Centroamérica, en los terceros trimestres de cada año, los montos que se expresan a continuación. Para 2018, 220 millones de euros; para 2017, 213 millones; para 2016, 221 millones y para 2015 223 millones de esa moneda. Es decir, se trataba de una operación estancada.
Sin embargo, todavía nadie hablaba de que las operaciones latinoamericanas dejarían de ser prioridad, ni mucho menos se anticipaba que la empresa buscaría retirarse o reformular profundamente sus actividades en México o Sudamérica, como finalmente se comunicó a fines de 2019.
Nicaragua, Panamá y Costa Rica
Telefónica vendió también sus operaciones en Nicaragua, Panamá y Costa Rica, las que consistían básicamente en servicios de telefonía móvil. Esa venta tuvo lugar semanas después que las transacciones de Guatemala y El Salvador.
La compradora fue Millicom, la empresa con capital sueco, sede en Luxemburgo y directivos latinoamericanos. Es poseedora de la marca Tigo y opera en telefonía móvil, acceso a Internet y TV paga en Centroamérica, así como en otras zonas que los principales jugadores de telecomunicaciones tienden a evitar, por ejemplo, Bolivia y Paraguay.
Telefónica se había establecido en Nicaragua y Panamá desde 2004 (adquirió la infraestructura de BellSouth), pero en Costa Rica tuvo presencia desde hace menos tiempo (obtuvo una licencia para celulares en 2011, cuando se desmonopolizó tardíamente el servicio móvil en esa nación). Los shares aproximados en el segmento celular eran los siguientes: Nicaragua, 46% (2013); Costa Rica, 26% (2018) y Panamá, 43% (2014) (varias fuentes).
Debe señalarse que Millicom/Tigo compró a fines de 2018 el 80% de Cable Onda SA (Panamá). Es el principal cableoperador del país y uno de los primeros de América Latina que buscaron competir con los canales abiertos, ya que fue pionero a partir de 1981 en distribuir señales de video extranjeras bajadas del satélite a sus abonados y que eran captadas por unas parabólicas centrales en el cabezal (la empresa se llamaba REXSA en ese entonces). En Argentina, por ejemplo, esto comenzó a hacerse seis años después.
Por la red de Cable Onda, Millicom ofrece también Internet y telefonía fija, en competencia con C&W/Liberty. Asimismo, Millicom adquirió dos operadores menores de TV paga en Costa Rica.
Las operaciones de Telefónica en Panamá estuvieron a punto de ser adquiridas por Liberty Latin America, la compañía estadounidense del mítico patriarca cablero con base en Denver, John C. Malone y quien en algún momento de los 90 fue dueño de Cablevisión, de Argentina.
Liberty había comprado también Cable & Wireless, la otrora compañía británica que dominó la red mundial de cables telegráficos del imperio “en donde nunca se ponía el sol” durante casi un siglo.
Antes inglesa y ahora de Liberty, C&W maneja la telefonía fija y parte de la móvil en Panamá desde que se privatizó la incumbente Intel y se abrió la concurrencia en el servicio celular. Asimismo, C&W/Liberty tiene operaciones en distintas islas caribeñas. Cabe recordar que Liberty intentó a su vez adquirir Millicom, pero las gestiones se frustraron a principios de 2019.
Rumores, pollos camperos y mercado mexicano
En Nicaragua y Panamá, las filiales de Telefónica/Movistar eran compartidas en un 40% con la Corporación Multi Inversiones (CMI) desde 2013. Esa corporación es una compañía de orígenes guatemaltecos pero con actuación en toda Centroamérica, propietaria de los restaurantes de comida rápida Pollo Campero, muy populares en esa subregión. CMI adquirió la mencionada parte minoritaria del negocio de Telefónica en esos países por unos 550 millones de dólares.
En Costa Rica, en cambio, la operación de móviles era en un 100% de la compañía española, aunque la telefonía fija y parte de la celular son de la empresa estatal ICE. Es un modelo similar al de Uruguay, casualmente una nación que al igual que Costa Rica es calificada muchas veces como una “Suiza latinoamericana”.
Se espera que Telefónica concrete también su retiro de México, donde opera principalmente en un mercado móvil dominado por un alto share de Telcel (América Móvil/Telmex): dos tercios de los usuarios, la más elevada participación de mercado de una compañía celular en el hemisferio occidental.
Telmex, por supuesto, es el operador incumbente en telefonía fija que sin embargo ha bajado su cuota de mercado en ese segmento, en forma voluntaria y para sacarse el sambenito regulatorio de “preponderante”, de modo que pueda adecuarse a exigencias legales y participar en la distribución de TV paga en su nación de origen, lo que aún no se concretó.
Telcel pero también Telefónica se han visto desafiadas por AT&T, la tercera operadora celular del mercado mexicano. La compañía norteamericana crece más rápidamente que las otras. Si bien tiene un share que no llega al 15% del total de abonados, AT&T obtuvo durante el primer semestre de 2018 un 25% más de suscriptores que el año anterior. En cambio, la firma de Slim y la española apenas aumentaron sus abonados en un 1,8 y 0,9% (datos de Expansión/CNN).
Telefónica/Movistar presta servicio en México a 25,5 millones de suscriptores móviles, lo que equivale a un share de 23% del mercado. Como en el resto de los países, participa en el mercado de prestaciones de voz y datos a empresas. Tiene también una licencia DTH y espectro radioeléctrico de alcance nacional en las bandas de 850 MHz, 1,9 GHz y la porción de 40 MHz que adquirió hace poco en la banda de 2,5 GHz.
Los analistas estiman que esos activos mexicanos de Telefónica podrían venderse en alrededor de 1800-2200 millones de dólares. Aunque algunos hablan de un triunfo de Telmex, lo cierto es que esa compañía no podrá comprar los bienes de Telefónica/Movistar por una obvia razón antimonopólica. Se mencionan en cambio, los fondos de inversión Cerberus y Advent, este último aparentemente con más posibilidades.
Si bien las operaciones de Telefónica en Centroamérica y México no representaban más que el 5% de sus ingresos globales, la acción de la compañía se valorizó desde que en septiembre de 2018 se dio a conocer su intención de retirarse de esos territorios: subió casi un 10% (el 12.02.2019 cerró en 7,35 euros en el IBEX). Esto es relevante ya que también contribuye, indirectamente, a reducir la deuda de Telefónica, más allá de los montos que obtenga con la venta de sus activos.
Retracción en la América hispana, ¿expansión en la lusa?
Se informa que en Brasil Telefónica SA podría comprar el segmento móvil de la quebrada Oi (empresa que domina la telefonía fija fuera del estado de São Paulo, la cual posee también el 16% del servicio móvil y el 10% del share de TV paga). Esto ha provocado entusiasmo en algunos círculos acerca de su consolidación en el país de habla portuguesa, uno de los cuatro “mercados estratégicos” proclamados por la “nueva Telefónica”-
En esa nación, la compañía española está a cargo de la telefonía fija en el estado de Sao Paulo, mientras cuenta con una participación de mercado de un tercio nacional en la franja móvil y de un 10% en TV paga.
Si se toma América del Sur en conjunto y según los últimos datos disponibles (2017), Telefónica SA obtiene de allí el 43,4% de sus ingresos totales (España corresponde a un 24,9%). Esos ingresos ascendieron a unos 52.000 millones de euros,
Pero así expresado el porcentaje sudamericano es engañoso, ya que en realidad sólo Brasil aporta el 23,3% y los restantes países muestran porcentajes exiguos: Argentina con el 6,7%; Perú con el 4,6%; Chile con 4,2% y Colombia con 2,8%. Ecuador y Uruguay derivan proporciones pequeñas (1% y 0,5%).
Los irrisorios 104 millones de euros que entran por Venezuela (0,2%) constituyen un caso especial debido a la situación política y económica de la nación bolivariana, que nacionalizó la telefonía fija pero no totalmente la móvil (cálculos propios en base a informes bursátiles de la compañía).
Telefónica opera en varias naciones sudamericanas, con cerca de la mitad (Argentina, Brasil, Chile), una parte importante (Colombia) o casi la totalidad de la red de telefonía fija (Perú). En cada uno de estos países, así como en Ecuador, Uruguay y Venezuela, Telefónica brinda también servicio móvil con cuotas de participación que normalmente van de un cuarto a un tercio del mercado.
También presta Internet fijo en proporciones importantes (obviamente nunca mayores a su share telefónico fijo, en razón de la competencia de las ISP de TV cable o de otras modalidades pertenecientes a terceras partes). El Internet móvil de banda ancha obtiene por su parte una participación de mercado muy relacionada con el share celular.
Además de la televisión satelital DTH que Telefónica ofrece con suerte dispar en distintos mercados, deben tenerse en cuenta otros servicios corporativos de voz y datos.
Hasta el momento y salvo el caso especial —nuevamente— de Venezuela, Telefónica SA venía desarrollando un programa regular de inversión en infraestructura en los distintos países para mantenerse actualizada, impulsada por la competencia y las autoridades reguladoras. Distintos tipos de marcos inestables en Argentina (económico) y en Brasil (políticos), entre otros, han impactado en la empresa.
Para 2017, excepto en Brasil, Telefónica informo sobre caídas de ingreso en todos los países. Asimismo, entre enero y septiembre de 2018, según un comunicado de la misma empresa, el grupo registró un descenso global de ingresos, pero su beneficio neto comparando ese periodo con idéntico lapso de 2017 subió un 11,6%. Es decir, menos facturación y más ganancias.
Perú era hasta el momento un mercado interesante para la empresa española, no sólo porque facturaba como México y Centroamérica reunidos y casi igual que Chile. También porque es el único mercado latinoamericano donde Telefónica es líder todas las franjas: telefonía fija, banda ancha, celular y plataformas de TV paga.
Esta posición privilegiada, con shares históricos bastante concentrados, fue conseguida a raíz de adoptarse una convergencia muy temprana y “sin filtros”, hace más de dos décadas, la cual desalentó la creación de competencia. Telefónica del Perú opera también —único lugar ahora fuera de España— una serie de señales televisivas generadas en Lima: Perú Mágico, Movistar Deportes, Movistar Música, Movistar Plus y Movistar Series (esta última es la única que se exporta a otros cableoperadores Movistar)
Sin embargo, cuando los usuarios peruanos tuvieron más opciones, los shares de Telefónica, pese a su posición dominante, descendieron. La cuota de mercado celular de Telefónica/Movistar Perú bajó de 54% (2014) a 34,7% (2018). En cambio, los competidores móviles tercero y cuarto (Entel y Bitel, ambos relativamente recientes en el país) pasaron en forma combinada del 6 al 32% en el mismo periodo (todas cifras del regulador peruano Osiptel).
Perú es también un caso atípico donde Telefónica/Movistar tiene una compañía de cable, es decir, de TV paga por vínculo físico (la ex Cable Mágico), además del servicio de TV satelital DTH. Ambas versiones, llamadas Movistar TV, reunían para 2018 a la mitad de los abonados. Los restantes operadores de TV paga —físicos o satelitales— no sobrepasaban en ningún caso el 10%.
En Argentina se esperaba que Telefónica desarrollase su servicio Movistar TV a partir de la instalación intensiva de fibra al hogar. Esas conexiones FTTH alcanzan hoy a porcentajes que no superan la décima parte sus abonados de banda ancha, servidos en su caso mayoritariamente por ADSL (línea digitalizada de cobre). Se trata de la misma situación que impera en el resto de los mercados sudamericanos en los que la corporación española cuenta con redes fijas.
La filial argentina de Telefónica sigue operando la mitad de la red fija y su share celular, desde hace bastante tiempo, continúa rondando el tercio de los suscriptores. Inicialmente, la compañía española rechazó las disposiciones de convergencia instituidas por el gobierno argentino, sosteniendo que favorecían eminentemente al Grupo Clarín. Sin embargo, el mismo gobierno introdujo otras modificaciones al marco regulatorio que obtuvieron el apoyo de la empresa.
Tanto en España como en América Latina, Telefónica SA ha pasado a usar predominantemente la marca Movistar —inicialmente empleada en la telefonía celular— en casi todos sus servicios: fijos, móviles y de distribución de TV. Como excepción, en Brasil se presenta como Vivo y en varios países europeos como O2.
Contenidos, plataformas y fibras
El actual CEO de Telefónica SA, José María Álvarez-Pallete, reemplazó a César Alierta en marzo de 2016. Mientras este último era partidario de que la empresa incursionara en la generación de contenidos y en medios de comunicación, Álvarez-Pallete tiene la postura opuesta. Esto explica la venta de la red televisiva Telefé en la Argentina a la estadounidense Viacom.
Entonces ¿qué es lo que pasa con la participación de Telefónica en PRISA, las numerosas señales pagas que le compró a esta última y las plataformas satelitales de TV paga?
En 2013, Telefónica compró parte de PRISA, la editora del diario El País, así como sus señales de TV paga. Esto respondía, por un lado, a la estrategia de Alierta, pero también a la situación de la editora fundada por Jesús de Polanco: para evitar caer en default terminó siendo controlada en parte por algunos acreedores.
Telefónica conserva cerca del 10% de PRISA junto a un conjunto de bancos, fondos de inversión y otras entidades. Varios portales especializados españoles señalan que la participación de Telefónica en PRISA pasó a ser un activo “disponible para la venta”, el cual será enajenado tan pronto exista un equilibrio entre la inversión que realizaron y el monto de dinero que logren recuperar. Puede ser, aunque nadie lo sabe a ciencia cierta, que las numerosas señales de TV paga españolas de Telefónica —en este caso totalmente controladas por ella— sean también vendidas.
Las señales de TV paga propias no deben ser confundidas con la plataforma de distribución (Movistar TV) que brinda a los suscriptores señales propias y de terceros. El hecho de que Álvarez-Pallete no quiera a Telefónica con diarios, portales como Terra.com (ya cerrado) o generando videos y señales de su cosecha, no significa que busque desprenderse de las plataformas que distribuyen contenidos de múltiples fuentes.
Sin embargo, Telefónica desenfatizará en España el DTH (hace poco migró a Movistar TV al satélite paneuropeo Astra, abandonando el Hispasat que fue adquirido meses atrás por un holding eléctrico ibérico).
Telefónica está empleando intensivamente a Movistar TV como punta de lanza para la banda ancha fija en FTTH (Fiber to the Home), es decir, para el despliegue de fibra óptica a las casas.
El “milagro español” de la fibra
En este sentido, Telefónica ha realizado un muy buen trabajo en su país de origen. En poco tiempo contribuyó a que España lidere en Europa las conexiones de fibra óptica a las casas, por las que se puede acceder a TV paga, Internet, telefonía y otros servicios. El hecho puede calificarse como un verdadero “milagro”: un medio especializado tituló recientemente “España pasa del ridículo en el ADSL a ser el quinto país más potente en fibra”.
El mega regulador peninsular Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) informó que para mayo de 2018 nada menos que la mitad de todas las conexiones de banda ancha en España (7,4 sobre 14,5 millones) era de fibra óptica. Es decir, la penetración del FTTH era de un 51%. A principios de 2013 llegaba solamente al 3%, la misma proporción que tenía Argentina al promediar 2018.
En realidad, el mérito de ese despliegue de conexiones españolas de fibra domiciliaria —que permiten a sus usuarios navegar con un mínimo de 50 Mbps y frecuentemente con más— no se debe sólo a Telefónica, sino a una fuerte competencia y a algunas medidas regulatorias y de promoción. Hay tres backbones nacionales de fibra: Telefónica (que a su vez suministra la mitad de todos los accesos FTTH), Orange y Vodafone.
Hace un año, cuando aún Mariano Rajoy encabezaba el gobierno español, se dio a conocer el plan oficial 300 x 100 y por el cual para 2021 cada casa y centro urbano de España (el 100%) contará con la posibilidad de acceder a fibra con 300 Mbps de velocidad. No será gratis: el gobierno pondrá al menos 500 millones de euros que se sumará a la inversión de las compañías.
Pese a que Telefónica estuvo presente desde hace dos décadas en buena parte de Sudamérica, no logró replicar un despliegue generalizado de fibra con velocidades rápidas, como hizo en el territorio que la vio nacer.
Sólo Uruguay llegó a una penetración parecida, incluso superior (70%), pero con velocidades más lentas y a cargo de un ente estatal que por ahora no está sujeto a competencia directa en el segmento fijo. En el resto de América Latina la penetración FTTH no supera, en el mejor de los casos, el 15%.
En 5-6 años, Telefónica tendió la mitad de la fibra domiciliaria en España. Sumada esta red con las de sus competidores (con quien además ha hecho acuerdos voluntarios para compartir tramos y desagregar mutuamente bucles locales), resulta que la mitad de las casas en la nación europea que poseen conexión de banda ancha la reciben por FTTH.
Esa proporción, considerablemente mayor que la de Estados Unidos, Francia o Inglaterra, está marcando una tendencia mundial de vanguardia.
Cuando el destino nos alcance
La consideración de Brasil como un mercado estratégico por parte de Telefónica SA ¿podría hacer que la empresa española repita ese “milagro” en la nación más grande de América Latina? Aunque Madrid y Barcelona sean muy distintas a Rio de Janeiro y Sao Paulo, ¿podrá España ser un espejo —cristalino como la fibra óptica y al que debería agregarse el 5G— donde pueda verse Brasil?
Más aún, ¿podrá transformarse Telefónica SA en la empresa global especialista en fibra, considerando su actuación en su país (aunque no, hasta el momento, en América Latina)?
Mientras tanto, una posible retirada de Telefónica SA de las naciones de habla castellana de América podría traer varias consecuencias sobre las cuales resulta muy temprano cualquier análisis. Pero cabe formular algunas conjeturas.
Una de esas consecuencias podría ser la de motivar a grupos empresarios locales a buscar el control de empresas de primera línea, si bien muchas experiencias en ese sentido no han desembocado en un final feliz: en Brasil compañías telefónicas como Oi (constructora Andrade Gutiérrez) terminaron quebradas, mientras en Chile conglomerados nacionales como el del fallecido Ricardo Claro (no tiene relación con la marca mexicana, sino que operó la compañía VTR) o el de Ibáñez-Radic (Telex Chile) terminaron vendiéndose a capitales extranjeros y se retiraron del sector. Debe también recordarse el atribulado papel de la familia Werthein en Telecom Argentina SA hasta el año 2015.
Al momento quizás puedan mencionarse apenas tres casos exitosos de grupos nacionales de países al sur del Río Grande que operan compañías de telecomunicaciones de primera línea: Claro (Telmex/América Móvil, de Carlos Slim, con su expansión de alcance continental), Entel Chile (Grupo Matte, con una modesta proyección hacia Perú) y Telecom Argentina (parcialmente del Grupo Clarín y también con limitadas actividades en Paraguay). Sin embargo, hay otros operadores en las segundas y terceras líneas del segmento de las telecomunicaciones, así como proveedores de TV paga, que podrían dar sorpresas en sus respectivos países o zonas.
Los capitales nacionales que adquieran empresas importantes de telecomunicaciones podrán desarrollarse y prosperar siempre que esas transacciones respondan a inversiones genuinas y competitivas. Si, en cambio, son impulsados en forma artificial, forzada o con prebendas para implantar un capitalismo de amigos con objetivos políticos —como fueron algunos de los casos antes enunciados— lo más probable es que terminen en bancarrotas, ventas especulativas o abandonos. Por cierto, no contribuirán a la conectividad ni a un mejor sistema de comunicaciones.
Está también el caso especial de Millicom (Tigo), la compañía sueco-luxemburguesa de la que ya se habló en este artículo. Esa empresa también podría sorprender si obtiene inyecciones de capital y toma la decisión estratégica de participar más activamente en mercados latinoamericanos importantes.
La compañía Altice, una operación del francomarroquí de ascendencia judía Patrick Drahi —que funciona en Europa, República Dominicana y algunas colonias o excolonias francesas— no puede ser totalmente descartada como potencial interesada de algún activo; llegó a comprarle Portugal Telecom a la brasileña Oi.
De otros operadores europeos, no hay noticias: salvo escasísimas y puntuales excepciones, ni los británicos de Vodafone o del BT Group, ni los franceses de Orange o Vivendi, ni los germanos de Deutsche Telekom, ni los nórdicos de TeliaSonera han mostrado interés en América Latina, sino que han concentrado sus operaciones externas al este del meridiano de Greenwich. (Los alemanes han invertido en telefonía celular en los Estados Unidos y Vivendi aun opera sin mucha convicción TIM Brasil, heredada de su compra de Telecom Italia.)
Cabe mencionar que horas después del anuncio de la Nueva Telefónica medios germanos han difundido el rumor sobre una fusión entre Deutsche Telekom y Orange, operación que crearía una compañía de enorme peso europeo e internacional y que podría haber contribuido al espectacular anuncio de Álvarez-Pallette.
Por último, una posible retirada latinoamericana de Telefónica SA podría traer de vuelta a antiguos operadores extranjeros históricos que abandonaron la región casi por completo (empresas de los Estados Unidos) y también abrir la puerta al capital de una nación con creciente y vigorosa vocación mundial y que se perfila como el contrapeso económico de Washington, aunque aún carezca de inversiones relevantes en operadores de telecomunicaciones en América Latina (la República Popular China).
Considerando la controversia entre la Casa Blanca y la empresa china Huawei, es posible que una nueva “guerra fría” —ahora económica— entre los Estados Unidos y China se proyecte sobre la infraestructura de telecomunicaciones latinoamericana. Sin la presencia activa de Telefónica SA y a menos que exista cierto amortiguamiento de empresas nacionales o de terceros países, esa puja podrá ser muy cruda y real.
Entre los operadores norteamericanos renovadamente interesados en América Latina pueden figurar AT&T (al momento sólo en México y Puerto Rico), Verizon o Liberty. Quizás Comcast se decida algún día a incursionar con fuerza en mercados extranjeros y en las telecomunicaciones.
Por su parte, el país asiático cuenta con tres corporaciones operadoras importantes: China Telecom, China Mobile y China Unicom, de distinta organización y con porciones variables de capitales negociados en bolsa, pero que responden todas al gobierno civil o a los militares chinos y, en última instancia, al Partido Comunista Chino. (Un modelo similar al de la empresa Viettel —Bitel—, fundada en Hanoi por los mismos militares vietnamitas que derrotaron a Estados Unidos en 1975 y que presta hoy servicios celulares en su nación de origen y en Perú y Haití.)
De cualquier forma, América Latina resultará beneficiada por una competencia verdadera entre prestadores —sin privilegios ni exclusiones— y por un Estado que regule adecuadamente, sin parcialidad y sin desincentivar.
Serán los remedios más eficaces para evitar estancamientos, neutralizar hegemonías indebidas e impulsar la implantación y la difusión de tecnologías avanzadas que favorezcan la conectividad y cierren las brechas digitales entre las personas y entre los sectores. Todo, cuando el destino nos alcance con un nuevo entorno integrado —entre otras cosas— por la fibra, el 5G, la inteligencia artificial y el Internet de las Cosas (IoT).
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