Todo indicaba que el 2022 iba a terminar consolidando un amesetamiento de las propuestas de asistencia virtual, tras cuatro años de fuerte crecimiento, cuando de repente bramó la irrupción de ChatGPT, una plataforma con interfaz conversacional entrenada para responder cualquier pregunta, entablar una conversación con sentido “humano” y escribir contenido original, desde ensayos, cuentos, recetas de cocina, hasta líneas de código a solicitud del usuario, todo en tan solo unos segundos.
¿Estamos ante un game changer en el terreno del trabajo intelectual? ¿Se cumplen las temerarias profecías de Skynet y HAL 9000? ¿O, parafraseando al intelectual canadiense Marshall McLuhan, es acaso una vuelta de tuerca que potenciará nuestras capacidades y sentidos para interactuar en el mundo? Veamos…
“Entrenamos un modelo llamado ChatGPT que interactúa de manera conversacional. El formato del diálogo hace posible a ChatGPT responder preguntas, reconocer errores, cuestionar premisas incorrectas y rechazar solicitudes inapropiadas”, explica el sitio de OpenAI, la organización responsable de esta herramienta que fue lanzada a fines de noviembre de 2022 en versión beta y que logró una viralización tal (se habla de un millón de interacciones diarias) que no es alocado afirmar que estamos ante la emergencia de una masificación de la Inteligencia Artificial a niveles inéditos.

¿Cómo funciona ChatGPT? La interfaz de Inteligencia Artificial es un modelo experimental entrenado con más de 175 millones de parámetros, que hoy está a prueba para interactuar y obtener un feedback de sus usuarios. “Es un modelo hermano de InstructGPT, que fue entrenado para seguir una instrucción y brindar una respuesta detallada”, explica el sitio de la plataforma, cuyo desarrollo estuvo liderado por los investigadores Jan Leike y Ryan Lowe, autores de un paper que explica el trabajo previo realizado con modelos de lenguaje GPT-3, una tecnología que permitía una conversación fluida pero inexacta, con diálogos que podían falsos, agresivos o tóxicos.
Para resolver esta toxicidad los creadores recurrieron a una técnica basada en el feedback de los usuarios. “Para hacer nuestros modelos seguros, más útiles y más alineados, usamos una técnica llamada Aprendizaje por Refuerzo a partir de la Retroalimentación Humana (reinforcement learning from human feedback). En definitiva, con todo su avance, la Inteligencia Artificial no puede prescindir de la mano humana.
Interfaz conversacional y humanización
Para quienes indagamos en el desarrollo del universo bot, nos llamó la atención, para bien, que ChatGPT haya recurrido a una interfaz conversacional para su exposición en público. Sin dudas, la gran capacidad para conversar de manera empática con el sentido y sentimiento del diálogo del usuario es un diferencial ante las tecnologías conocidas.
Es que hoy ChatGPT es en rigor un chatbot que funciona a través de una página web, pero nada impide que en el futuro se recurra a otras interfaces para su implementación futura como voicebots, humanos digitales, avatars, personajes en el metaverso o videojuegos.
En los últimos años se había visto como un logro que las técnicas de Procesamiento de Lenguaje Natural pudieran interpretar las intenciones de comunicación de los usuarios, es decir, reconocer y brindar respuestas a las distintas maneras de preguntar acerca de un tema.
Pero el modelo de ChatGPT no sólo interpreta al detalle los “Intents”, sino también responde alineado al sentido de aquellas interlocuciones: puede ser gracioso, serio, formal, irónico o amistoso según el devenir del diálogo. Sin dudas, una vuelta de tuerca para la “humanización” de la conversación automatizada.
¿Un game changer?
Stanley Kubrick en su legendaria “2001, Odisea del espacio” usó la metáfora del misterioso monolito para representar un antes y un después de la evolución tecnológica (y de la humanidad, claro). ¿Estamos en aquel momento?
Cabe preguntarse si esta flamante plataforma es responsable de un cambio en las reglas de juego que rigen la forma en que interactuamos con la tecnología. En las repercusiones que pueden leerse en las redes sociales, muchos afirman que estamos frente a un modelo bisagra en el uso de la Inteligencia Artificial. Si bien nadie puede prever cómo evolucionará el uso de esta herramienta, creo que el principal valor que tiene en la actualidad es el de colaborar con la masificación de la Inteligencia Artificial, que su utilización y experimentación trascienda el terreno del laboratorio y se acerque a la ciudadanía no especializada, algo que había realizado meses antes también OpenAI con su plataforma de creación de imágenes sintéticas Dall-E.

Poder conversar con un algoritmo de manera “humana” sobre cualquier tema es, sin dudas, fascinante. Pero que una IA pueda resolver un problema matemático, brindar las líneas de código para desarrollar una app, corregirla si es necesario o sugerir la manera de encarar un trabajo práctico para la escuela o la universidad, entre muchas otras opciones, es quizá lo que más ha impactado a los usuarios.
Hoy causa fascinación, sorpresa (y también temor) que aquellas tareas intelectuales que suelen demandar horas de ejercicio puedan ser resueltas en segundos. En mi caso, en tan solo unos segundos pude encontrar diez palabras idénticas en inglés y alemán, traducir en Python la legendaria fórmula matemática de la información de Claude Shannon, relacionar la música de Miles Davis con la cultura de la antigua Grecia y armar un bosquejo en código de una app para scrapear texto de un sitio web. Insólito.
Apocalípticos e Integrados
Sin intención de hacer futurología, esta columna se anima profetizar para los próximos días una cadena de crónicas y notas pesimistas, con referencias varias al Terminator y al Skynet de James Cameron, así como otras que rememoren las opiniones apocalípticas que inmortalizó otrora Umberto Eco sobre los medios masivos del siglo XX.
De la misma manera, creo que realizar y sostener afirmaciones categóricas como “el fin del trabajo intelectual”, “el fin de los profesores” o “el fin de los programadores”, es una barbaridad. Hace 25 años se sentenció el fin del libro con la masificación de Internet; los discos en vinilo han resucitado en un tiempo en el que en un clic accedemos a cualquier canción; la gente sigue estudiando idiomas, pese a existir potentes traductores online… No podemos ir por ahí.

Sin dudas, estamos ante una herramienta que hará replantear muchas de nuestras actividades cotidianas (trabajo, estudio, creación de contenidos, diseño de código, entre otras).
Pero la visión predominante no está signada a ser pesimista: así como lo ha sido Internet, Google o las redes sociales, estamos experimentando una nueva tecnología que potenciará nuestras capacidades, disparará nuestra fuerza creativa hacia nuevos horizontes y nos demandará un mayor esfuerzo para reflexionar e indagar en las preguntas necesarias para encontrar respuestas pertinentes.
Es que tener un repositorio inteligente con la posibilidad de brindar muchas respuestas es tan solo la mitad del camino: nos obligará a formular muy bien las preguntas para dar en el clavo y conseguir lo que necesitamos. De alguna manera, quizá en el futuro cercano el pensar de manera computacional (computational thinking) sea una skill clave para poder interactuar con estas máquinas de manera más efectiva.
La irrupción de ChatGPT se presenta así como un nuevo capítulo de esta abrupta masificación de la Inteligencia Artificial, llena de nuevos desafíos que iremos descubriendo con el paso del tiempo.
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