María Roca es doctora en Psicología especializada en la evaluación de las funciones cognitivas, como la memoria, la atención y el lenguaje, entre otras. Es coordinadora de actividades de vinculación con la comunidad de la Fundación INECO.

Estuvo en Conversaciones Convergentes, ciclo de entrevistas que se emite por las señales Metro, Canal E y UCLplay, y que se publican en el canal de YouTube de Convercom.info

-¿Cuánto sabemos del cerebro?

-Sabemos bastante, pero queda mucho por saber también. A veces, cuando hablamos de neurociencias y los conocimientos que tenemos con respecto al cerebro, llama la atención todo lo que hemos avanzado con respecto a otros momentos históricos.

En las últimas décadas hubo muchísimos cambios con respecto a las metodologías que tenemos para investigar el cerebro y entender cómo funciona y se ha generado información y conocimiento mucho más fuertes y profundos que los que veníamos teniendo en épocas anteriores.


-¿Antes era más especulación tal vez o teoría?

-No, teníamos menos método. De hecho, la metodología de investigación que yo utilizo, que es la neuropsicología, que es una rama clínica de las neurociencias cognitivas, pero también una metodología de investigación permitió un montón de entendimiento con respecto al cerebro.

A partir de pacientes que tenían un daño en un área del cerebro se perdía determinada función y eso permitía identificar el área y la función. Esa era una metodología muy específica que no estaba basada en la especulación y que permitía un avance muy lento del conocimiento.

Con el advenimiento de la resonancia magnética, tanto estructural como funcional, como las distintas metodologías con las que contamos hoy, se logró que la cantidad de datos y el entendimiento que tenemos con respecto al cerebro haya avanzado en las últimas décadas a un ritmo mucho más rápido del que venía avanzando.

Ahora, eso puede dar la sensación de que entendemos perfectamente cómo funciona el cerebro y lo cierto es que no es así, que todavía queda muchísimo por entender. Así que, para responder tu pregunta, sabemos mucho con respecto al cerebro y mucho no sabemos todavía.


-¿Qué es más? ¿Falta conocer mucho más que lo que ya conocemos?

-Me parece que es difícil hacer esa cuenta porque creo que cuando uno no conoce lo que no conoce es difícil saber la dimensión. Pero yo creo que resta mucho por entender todavía y creo que con el diario de mañana se va a entender muy distinto lo que entendemos hoy.

Habrá grandes avances en el entendimiento de cómo funciona el cerebro y su relación con la cognición y la conducta. Diría que resta más por conocer que lo que ya conocemos sin quitarle valor a todo lo que ya sabemos.

-¿Qué tan libres somos los seres humanos respecto de nuestro propio cerebro?¿Cuánta autonomía tiene este órgano de la persona?

-Me encanta la pregunta porque da la oportunidad de llamar un poco a la acción. El cerebro y sus funciones se desarrollan en un interjuego de variables genéticas y ambientales. Esto sucede a lo largo de la vida, hay un rol de la genética, pero el ambiente juega un rol predominante también en el desarrollo del cerebro y de sus funciones.

Por tanto, el cerebro no sólo nace, sino que se hace a medida que experimentamos distintas circunstancias vitales. En ese sentido, la palabra libertad quizás quede un poco grande para lo que te estoy diciendo, pero sí tenemos alguna responsabilidad en el desarrollo de nuestras habilidades. Si uno entrena determinada función, si uno hace determinada actividad, eso va a fortalecer esa habilidad o función.

Después podemos ver qué tan libres somos con respecto a nuestras decisiones. Y en eso el cerebro es bastante menos racional o explícito que lo que se cree, en el sentido de que nosotros podemos creer que tomamos decisiones racionalmente y tengamos toda una explicación -sin huecos- de porque tomamos esa decisión y lo cierto es que el cerebro toma decisiones, pero también toma otros atajos que no siempre son accesibles a nuestra conciencia.

No por eso lo hace peor, no es que una decisión que tenga en sí un impacto de factores no conscientes sea menos confiable, pero no necesariamente tomamos las decisiones por las razones por las que creemos que las tomamos y en ese sentido tampoco somos realmente libres porque hay muchos factores que son automáticos y no conscientes, que se involucran en nuestra manera de pensar, de percibir el mundo y de decidir. Somos también rehenes, por decirlo de alguna manera, de todos esos procesos y experiencias de este modo de funcionar del cerebro.

-Por ahí andan los sesgos
-Sí, definitivamente por ahí andan los sesgos y no sólo ellos. Los sesgos son errores sistemáticos que tiene nuestro cerebro que nos hacen ver las cosas de una manera errónea sistemáticamente. Pero hay otros procesos de pensamiento que son heurísticos, como nosotros los llamamos, pero que te pueden llevar a cometer errores, pero no necesariamente son errores sistemáticos. Por ejemplo, si yo no tengo mucha idea de un tema y me piden estimar un número y están ustedes que saben de ese tema y ustedes tiran un número, es muy probable que yo acerque mi número al de ustedes. Se llama anclaje. Eso hace que yo tenga más chances de responder bien si no sé de un tema. Ahora, eso no quiere decir que mi decisión haya sido completamente informada o racional.

Entonces, no son sólo los sesgos, hay también otros atajos que pueden ser muy útiles, pero que en ocasiones nos pueden llevar a equivocarnos. Uno tiene la sensación, por ejemplo, de que la memoria funciona como una cámara de video y no es así. Uno recuerda aquello en lo que focalizó. Cada vez que uno evoca un recuerdo, ese recuerdo de alguna manera se reconstruye. Entonces es la manera que tiene el cerebro de procesar la información y de usar esa información, no es toda accesible a nuestra conciencia. Entonces no tiene que ver necesariamente exclusivamente con cosas que sean tan fáciles de corregir, es cómo funciona por ahora nuestra mente y yo creo que va a seguir funcionando así, por supuesto. Entonces creo que a eso me refería, los sesgos, los heurísticos, la manera en que procesamos la información, que ciertas cuestiones quedan afuera, cómo uno suele confirmar aquello que ya piensa de antemano. Cómo funciona la memoria, cómo el lenguaje estructura el pensamiento…

Hay un estudio muy interesante en neurociencias y derechos. A un grupo de gente le muestran un video de dos autos chocando y le preguntan a qué velocidad iban los autos cuando se “tocaron” y a qué velocidad iban cuando “impactaron”. Cambiar sólo esa palabra hace que la gente que recibe la palabra “impactó” diga que iba el auto a mayor velocidad.

Todas las funciones del cerebro son complejas, interactúan entre sí, mucha de esa información no se procesa a un nivel consciente, lo que no quiere decir que no sea un procesamiento, de vuelta, confiable, porque a veces uno entiende que lo que es inconsciente entonces es menos objetivo.

Para tomar la cantidad de decisiones que necesita en todo un día, nuestro cerebro no puede procesar todo de manera consciente a un nivel de profundidad capilar para cada palabra. Para ser lo eficientes que somos en un mundo que requiere de muchas decisiones constantes a lo largo del día, el cerebro elige cuáles son las que hacemos un proceso racional, de pros, contras, me conviene este ejemplo, me conviene el otro, a ver qué palabra uso, etc. Y después actuamos como esta forma más automática, que está basada en experiencias y conocimiento previo, pero que no tiene ese nivel de capilaridad en la conciencia de la decisión o del decir.


-¿Qué son las neurociencias y cómo se vinculan con las demás disciplinas?
-Las neurociencias son un grupo de ciencias, eso dice el plural, que busca investigar y entender el cerebro. En mi caso, yo me dedico particularmente a las neurociencias cognitivas, que son el grupo de las que tratan de entender la vinculación del cerebro, del sistema nervioso, con las funciones, habilidades cognitivas, emocionales, etc. El cerebro es nuestra principal herramienta.

Si hay algo que uno no quiere perder, no quiere dañar o que no estaría tan dispuesto a trasplantarse, por ejemplo, es el cerebro, porque es nuestro principal capital. Y ese cerebro está involucrado en todo lo que hacemos, tiene vinculación con lo lingüístico, la educación, el arte, la toma de decisiones, y por lo tanto con el derecho. Se vincula con casi todas las disciplinas porque las disciplinas son todas humanas, y el cerebro es como la clave del funcionamiento humano.

El término neurociencias cognitivas como tal aparece recién en los 90; aunque que parece que nos acompaña desde siempre, lo cierto es que es bastante nueva esta terminología. En mi caso, hice psicología como carrera de grado y me dedico a las neurociencias cognitivas como especialización. Ahora ya hay es posible estudiar neurociencias cognitivas en grado en muchas universidades. La psicología es la ciencia de la mente y la conducta así que la vinculación con otras disciplinas es enorme y muy profunda

-Se habla mucho de inteligencia artificial y seguramente se hablará muchísimo más en los próximos años. ¿Tenemos claro qué es la inteligencia humana?
-Uf, qué pregunta. Depende un poco del ámbito de las neurociencias donde hagas la pregunta. Y de vuelta, para mí es una cuestión lingüística. Como que la palabra inteligencia, además de usarse en ambientes académicos o científicos que investigan esa habilidad humana, también es parte del lenguaje cotidiano como cuando decís que tu hijo es muy inteligente o te referís a la inteligencia militar. Entonces depende un poco de lo que entiendas por inteligencia.

Yendo como al inicio del estudio de la inteligencia como una habilidad humana que aportaba a distintos grupos de tareas. Es decir, una persona que tenía un alto nivel de inteligencia, eso le iba a aportar a distintas disciplinas, el que era, como siempre digo, el alumno inteligente era el que era el bueno en química, en física, en geografía, entonces había un factor que era el que se llamaba inteligencia, que, si vos lo tenías alto o bajo, eso impactaba en distintos habilidades o de vuelta disciplinas o ámbitos.

Después apareció toda esta cuestión de las inteligencias múltiples, que vos podés tener ese factor alto o bajo y ser bueno en alguna u otra cosa o ser malísimo en otra. Una persona puede resolver dilemas complejísimos desde un punto de vista racional o mantener un montón de información en la mente y sin embargo en la habilidad social no desempeñarse con tanta soltura. Sin duda que hay habilidades múltiples en el cerebro.

Si hablamos de esta inteligencia, que es un factor general, hay mucho que se sabe y que no se divulga tanto porque son temas muy complejos. Básicamente hay ciertas áreas de nuestro cerebro que tienen la capacidad de adaptar su función a la tarea que te demanda el ambiente. Si hoy, en este momento, la tarea que me demanda el ambiente es tener esta conversación con vos, estas neuronas de mi cerebro se adaptan a tener esta conversación, si es organizar una cena, se adaptan al rol de organizar una cena, si es escribir un párrafo, entonces cuando tenés esas neuronas, particularmente este sistema de múltiple demanda se llama, porque es demandado en distintas actividades.

Con unas neuronas más activas y ágiles en esa adaptación te vas a adaptar mejor a distintas tareas. Y si tenés unas neuronas un poco más fiacas, por decirlo de alguna manera, en esa adaptación te va a costar eso en distintas tareas.

Se conoce que esas áreas de múltiple demanda, relacionadas con las últimas áreas que se desarrollan en el cerebro, son la base neural de la inteligencia humana, y esto obviamente tiene una relación con todo lo que sucede a nivel del desarrollo de nuevas tecnologías o de la inteligencia artificial. Que llamamos inteligencia artificial porque alguien le puso ese nombre, ¿no?

El lenguaje también nos va llevando a ciertas conversaciones para tomar el nombre de esto que estamos atravesando. Se entiende bastante de la inteligencia humana, no completamente, igual que te decía con respecto al cerebro en general, y la relación entre el cerebro y la inteligencia artificial o las nuevas tecnologías es muy controvertida y, de vuelta, depende de a quién le preguntes, va a tener una mirada distinta.

Hay quienes dicen, que no comparto, que las nuevas tecnologías atrofian nuestro cerebro, porque ahora no nos acordamos ningún número de teléfono y antes nos acordábamos un montón, pero eso es cierto, sin duda pasa, pero el cerebro siempre funciona así, con la premisa de lo que usas o lo que pierdes.

-Antes del teléfono no había que recordar ningún número

-Claro, si vos lo usás, lo sostenés, si no lo usás lo perdés, pero no es que lo perdés en vano, lo perdés para que tu cerebro desarrolle otra habilidad.

En ese sentido, yo creo que las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, son una especie de prótesis de nuestro cerebro, digo, con respecto a la cantidad de información que guarda.

Vamos de vuelta a los números de teléfono. Uno no podía retener la cantidad de números de teléfono que sabe el teléfono. Y lo mismo pasa con los datos que se almacenan en los buscadores o lo que fuera.

Ahora, yendo a las nuevas tecnologías, el problema está cuando esas tecnologías afectan nuestra salud cerebral, cuando no podés desconectar para dormir, hacer ejercicio o vincularte. Pero eso es un problema del mal uso porque todavía no hemos aprendido a regular; y no digo regular con leyes, sino autorregular.

Estas son miradas que pueden parecer discordantes pero que creo que son complementarias.

-Mencionaste al pasar la palabra prótesis y quería preguntarte qué expectativa hay sobre los implantes cerebrales. ¿O es muy pronto para eso?

-No, no creo que sea pronto. Los tiempos se han acortado porque hubo saltos enormes. Por ejemplo, para todo lo que tiene que ver con perceptual ya hay desarrollo de implantes que son efectivos, inclusive cuestiones que permiten el movimiento motor y creo que hay tantas personas tan inteligentes pensando acerca de estas cosas que no creo que falte tanto. Uno tiende a imaginarlo como algo de ciencia ficción, pero después cuando llegan no se sienten tan ajenas.

A mí me parece que no vale la pena entrar en pánico. Sí hay discutirlo y hay que pensar cuáles son los límites. Por ejemplo, todo lo que es el tema de las redes sociales y los adolescentes. Y con los implantes, no creo que falte tanto, pero creo que va a ser más natural de lo que creemos.

Tal vez ya estemos saliendo de la ciencia y pasando a la ficción o especulación acerca de la posibilidad de descargar la memoria humana. Si el cerebro se pudiese conectar, ¿cargar o descargar información sería posible?

-Es difícil decir qué va a ser terreno de la ficción y qué no porque realmente avanza todo muy rápidamente. Con el tema de las memorias hoy no hay una manera de extraer un recuerdo. Todavía no tenemos la capacidad de extraero todos los recuerdos de un cerebro y guardarlos en otro lado. Los recuerdos son como si fuera un patrón de activación que están alrededor de todo el cerebro y que se reconstruyen en todo el tiempo. Entonces, ¿en qué momento, por ejemplo, los traerías?

No es tan fácil. Lo veo un poco más lejano, pero no me animaría a decir que nada es imposible aunque sin caer en el terreno del susto ni de la ciencia ficción pero no me animaría a decir que sea imposible.

-Estamos en Argentina lo cual es importante subrayar para la pregunta que te voy a hacer a continuación ¿Cómo se llevan las neurociencias con el psicoanálisis y otras terapias tradicionales en la psicología?

-Parecerá que te contesto siempre lo mismo pero también en esto depende de a quién le preguntes. Como me estás pregutando a mi, te contesto lo que me parece aunque quizá no sea la opinión de todo el mundo.

Freud, el fundador del psicoanálisis, fue un científico destacable. Obviamente, no contaba con los métodos que tenemos ahora, no existía ni la resonancia, ni siquiera todavía las pruebas neuropsicológicas con la robustez que tenemos ahora. Su metodología, el estudio de casos, describió muchas cosas que después se confirmaron herramientas más completas. Por ejemplo, en el tema de los fallidos. Hoy sabemos que las palabras se organizan en el cerebro semánticamente, que tienen una relación muy cercana y que entonces es probable que a vos se te confunda una palabra por otra palabra que tiene una relación. Obviamente, como todo científico, uno puede plantear postulados que algunos se confirman y otros no. Los temas que abordó desde el lado neuro fueron innovadoras para el momento, confirmadas en muchos casos por el conocimiento que vino después.

El problema es que la ciencia es ciencia, no es dogma, y si uno no puede cuestionar nada de lo que dijo un científico, entonces no se está haciendo ciencia sino otra cosa.  A mí me parece que el psicoanálisis suele ser defendido muy a rajatabla. Y eso no es ciencia.


-Volviendo a las neurociencias, ¿cuáles son hoy los temas de frontera de la neurociencia o la agenda, digamos, de vanguardia?

-En las neurociencias cognitivas diría que todo lo que es la interacción con las nuevas tecnologías es algo en lo que necesitamos más conocimiento e investigación.

Todo lo que tiene que ver con la salud mental, que puede verse alejado de las neurociencias cognitivas pero que está en el centro porque se trata de la salud del cerebro. Cómo cuidarlo, protegerlo, detectar si algo no anda está bien, qué cosas son importantes que hagamos como especie y como seres humanos para cuidar este órgano, también me parece que es algo de vanguardia.

La vulnerabilidad es otro punto en el que tenemos grandes investigadores en el país. Es decir, qué situaciones ponen a nuestro capital mental en vulnerabilidad, el impacto que tiene la educación o el acceso a la salud en el desarrollo de las funciones cognitivas. Y después están las de siempre, la conciencia o esto del entendimiento de cómo procesa el cerebro las decisiones.


-¿Cómo estamos de talento en Argentina para investigar estas cosas y otras en estas disciplinas?

-Somos un país con un talento particular. De vuelta, probablemente sea una visión mía, pero creo que en neurociencias cognitivas contamos con investigadores de primera línea como Facundo Manes, Mariano Sigman, Diego Golombek, Agustín Ibáñez, Tristán Bekinschtein y Pedro Bekinschtein. Hay decenas que podría nombrar, así sin saber que me lo ibas a preguntar, me parece que yo hablo de neurociencias cognitivas, que es lo que yo hago, pero realmente tener esa calidad de científicos en un país como el nuestro, a mí me llena de orgullo, me parece que habla bien de nuestro sistema de formación científica, del esfuerzo que hace todo este grupo por la divulgación, para que la ciencia cobre sentido y le llegue a la gente.

Al fin y al cabo estamos hablando de la vida de la gente. A mí me genera muchas conversaciones en cenas esto de la neurociencia cognitiva porque a todo el mundo le interesa saber. Pero si los científicos no salen del laboratorio a comentarlo, tenemos un problema grande.

Y este grupo de científicos tiene una energía muy particular en generar no solo conocimiento sino también en hacer llegar ese conocimiento a la vida real de las personas. Eso a mí me llena de orgullo.

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