En julio de 2021, el pueblo de Cuba se levantó en protesta, se rebeló contra el régimen que rige los destinos de la isla desde hace más de 60 años y reclamó tener voz en su presente y futuro. Golpeó contra los oídos sordos del régimen. Pero que el pueblo tenga voz independiente no está en los planes del régimen.
Esa es una de las conclusiones de la antología La opinión independiente, antología del pensamiento en la prensa libre cubana (2022), una compilación de notas de medios independientes en las que se analiza la situación actual y se ofrecen miradas acerca de cómo sentar las bases de la república deseada. Ese trabajo fue presentado la semana pasada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
En un video difundido en la presentación, Mario Ramírez, escritor cubano que realizó la antología con el apoyo de la organización de la sociedad civil Cultura Democrática, dijo que sus autores buscan “crear una conciencia capaz de traspasar las cortinas de humo ideológico de la prensa oficialista”. Y agregó que la posibilidad de darle publicidad en la feria “da voz a los sin voz.”
Quizás ese sea el punto de partida de los cambios que los autores ven necesarios para lograr una transición hacía una república democrática en la isla. De alguna forma es invertir la fórmula paternalista del régimen. A continuación, me explico.
En 1787, Thomas Jefferson, autor principal de la declaración de independencia de los Estados Unidos, escribió que, si tenía que optar entre un gobierno sin prensa, o una prensa sin gobierno, se quedaría con esta última opción porque refleja la soberanía del pueblo. “Siendo la opinión de la gente la base de nuestros gobiernos, el principal objetivo debería ser mantener fidelidad a eso”, señalo en 1787 en una carta.
En Cuba, por el contrario, la revolución se adueño de la palabra, se convirtió en un gobierno sin prensa. Metafóricamente, impuso el verde oliva militar de la revolución como único color aceptable, como cuenta María A. Cabrera Arús en el comentario en revista El Estornudo sobre El ropaje del silencio y el traje nuevo del emperador.
Cabrera relata que, en el medio de la revuelta del 2021, “una anciana de raza negra, vestida con bata de casa, y el cabello cano sin arreglar, gritó frente al Capitolio de La Habana, de cúpula dorada: ‘Vivimos más de 60 años en la mentira y engañados, y esto tiene que acabarse. Nos quitamos el ropaje del silencio’.
De todos modos, decirlo una vez durante una protesta es más fácil que lograrlo. El régimen ha dominado los destinos de los cubanos ya por más de 60 años. Aproximadamente el 80% de la población no ha conocido otra cosa.
Dagoberto Valdés, de la publicación Convivencia, describió cómo esta permanencia pesa sobre la población y se remitió a las palabras del arzobispo primado de Santiago de Cuba, Mons. Pedro Meurice Estiú, durante la visita de Juan Pablo II a Cuba en 1998. El arzobispo hablo de los cubanos que “no han podido desarrollar un proyecto de vida por causa de un camino de despersonalización que es fruto del paternalismo”.
Valdés sugiere que esa despersonalización tiene su expresión en tres áreas que inhiben el desarrollo del pueblo cubano: el analfabetismo cívico, el relativismo moral y la superstición.
De alguna forma, Valdés repite la preocupación de Jefferson, que, al hablar de la importancia de la prensa como expresión del pueblo, dijo que la gente no solamente debería tener acceso a todos los diarios, sino también “tener la capacidad de leerlos”.
“En fin, el analfabeto cívico es aquel cubano que, por falta de formación, no sabe qué es ser ciudadano, cómo debe pensar, hablar y actuar como ciudadano, cuáles son sus derechos, sus deberes, qué es la patria, qué es la nación, qué es la cubanidad, cuál es nuestra historia verdadera, los auténticos rasgos identitarios de nuestra cultura”, señaló Valdés.
Pero, a la vez, no tiene dudas sobre la única salida. Apoyándose de nuevo en las palabras del arzobispo, lo cita diciendo que la verdadera independencia de la isla “debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo todo proyecto como nación”.
Otros autores centran su atención sobre como la palabra del régimen, de la revolución, es omnipresente, pero a la vez se ha debilitado a través de los años por la distancia que tiene de la realidad y de las preocupaciones del pueblo.
Hilda Landrove, una investigadora radicada en México, planteó que la experiencia de vida bajo el régimen “debería habernos enseñado que las palabras por si mismas no significan nada: que una de las características del líder populista capaz de deformar hasta lo irreconocible la vida social es justamente la capacidad de tejer visiones utópicas que no son nunca realizadas ni realizables”.
Ramírez agregó que, por más que el poder no lo quiera escuchar, el periodismo independiente es “un órgano vital” para el dialogo que necesita la democracia, mientras que el monólogo del régimen comunista “conduce a la insania, y el soliloquio del poder al caos”.
“Tengo fe en que, por muy alta y ruidosa que sea la voz de los gobiernos, siempre alcanzarán los oídos para escuchar al solitario que habla por todos”, dijo Ramírez.
Esas voces solitarias, incluyen a Jorge Ángel Pérez, que escribió en CubaNet sobre Los congelados de mi refrigerador, una alegoría sobre cómo mientras escuchan propaganda revolucionaria triunfalista las personas solamente ven escasez y miseria.
Pérez cuenta que lo único que tiene en el enorme vacío de su refrigerador son vasos de agua. Estos se congelan y se descongelan con cada apagón, y tienen adentro papelitos con los nombres de los lideres “revolucionarios”, comenzando por Fidel Castro: “el gran culpable de todos los desastres”.
“Si los ‘comunistas’ consiguen, caprichosamente, verlo (a Fidel) junto a los rescatistas en Matanzas (los enviados a esa zona afectada por un huracán), yo lo miro en mi despensa vacía, en mis toallas raídas, deshilachadas, en las sábanas agujereadas, en los heridos taparrabos con los que me he visto obligado a lidiar. Fidel está, aunque no de cuerpo presente, en la sauna a la que llamamos guagua (colectivo), y también lo miro en los deshechos filamentos de mi cepillo dental,y luego en las caries, en la amalgama que no consigue rellenar las caries, restaurar las piezas dentales destrozadas, en todo el dinero que debo desembolsar si es que quiero reparar mi ‘cajeta de dientes’”.
El camino por delante está repleto de obstáculos, aún sin tomar en cuenta la oposición del gobierno. Los autores citan razones culturales, antropológicas y de mercado, todas relacionadas con la pobre herencia que deja el régimen.
Darío Alejandro Alemán, reportero de El Estornudo, analizó esta cuestión, a la luz de la teoría de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal, en su ensayo sobre Cubalandia, un lugar ficticio, prístino, democrático y de bondades, que sería el destino de los cubanos después de la imaginada caída del régimen.
Pero dice que esa visión del destino “es la reducción de lo real a las lógicas simples de un cuento infantil” que divide a los cubanos “en malos y buenos absolutos, en victimarios y víctimas absolutos, en culpables e inocentes absolutos”.
La fantasía del paraíso de Cubalandia “evade, incluso, lo que es una cuestión de aritmética elemental: un centenar de miembros de la élite no puede subyugar por sí solo a millones de personas por más de seis décadas”, dice al afirmar que fueron muchísimos los que tuvieron participación, consciente o inconsciente, en el régimen.
“El totalitarismo apela a la irreflexión de las masas, y también a cierta autopercepción de inocencia en los individuos, que consiste en una anulación de toda responsabilidad por actos atroces con la excusa de que estos fueron realizados por orden de otro”, dijo.
Esta cuestión de “complicidad”, o gente enganchada por el sistema, o de contemplar que alguna variante de socialismo mantendría el gobierno en el centro de toda posible solución futura, también es parte del análisis de Rafaela Cruz, periodista del Diario de Cuba, que escribió sobre el Socialismo en la Cuba de hoy y mañana.
Cruz dice que Cuba, si logra salir del régimen, no estará en una situación de reparto igualitario, ya que no hay nada para repartir, sino dentro de una situación de redefinición de prioridades en base al libre mercado, recién saliendo del reparto que los llevó todos a la miseria, desconociendo las necesidades reales.
“En fin, en las antípodas de las políticas intervenciones tas socialdemócratas, una economía liberal propugna, sobre todo, la libertad…. Solo se hará bien en conjunto, si cada persona puede hacerlo a su modo”, dijo Cruz.
El camino adelante no está claro para nada. El régimen no da signos de resignar su posición a pesar de la situación desastrosa del pueblo.
Pero los periodistas, como los que contribuyeron a esta antología, pueden ayudar a iluminar el camino para adelante. Ramírez dijo que cada uno de estos escritores e informadores se encuentra “ante la posibilidad de ser el maestro de la sociedad que fue en sus inicios”.
“Democracia es, en su definición más simple, diálogo, y en ese diálogo el periodismo independiente es un órgano vital”, escribió Ramírez.
Pero, aclaró que, para propiciarlo, el mandato debería ser: “No admitir ninguna influencia de tipo político, estatal o gubernamental. No responder a ningún activismo predeterminado, como no sea a la causa de la verdad objetiva y sin maquillajes”.
De esta manera, la voz solitaria, censurada y reprimida, llegará con fuerza a los oídos de los cubanos. Será diversa, contradictoria a veces, pero en el fondo, creíble.
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