Con el reciente inicio en el país del Internet satelital de Starlink, la empresa de Elon Musk, Argentina pasa a ser uno de los 72 países del mundo en donde está disponible este servicio.
Aunque pareciera que se ha dicho casi todo, todavía existe bastante confusión sobre su verdadera conveniencia técnica y económica para los usuarios de la web.
Por otro lado, se ha hablado poco acerca de sus perspectivas de evolución futura, los servicios a los que afectará o de competidores en su mismo segmento. O sobre aspectos regulatorios o el lugar contextual que ocupa Starlink en el ecosistema comunicacional-tecnológico.
La fascinación de muchos por la figura de Musk y su capacidad para despertar la imaginación ante un servicio que de otra manera quizás sería visto como una prestación TIC más representa otro aspecto insuficientemente tratado. En el caso argentino es una línea de análisis por demás interesante, dada la particular afinidad entre el presidente Javier Milei y Musk, con todas sus implicancias ideológicas.
Antes que nada digamos que pese a la importante innovación que representa, el Internet satelital no es un sustituto del Internet fijo terrestre.
En especial, del cada vez más común Internet por fibra óptica directa al hogar, que ofrece mejores precios y velocidades y cuya posibilidad de escalamiento futuro de ancho de banda -a diferencia de los satélites- es casi infinita.
El mercado de Starlink y de sistemas similares son las zonas aisladas con conexiones insuficientes o inexistentes, o bien instancias móviles. Por muchas razones es muy difícil que esto cambie, aun en el futuro mediato.
Los satélites de Starlink que ya funcionan y los de un par de compañías internacionales que estarán operativos en breve también para brindar Internet, pertenecen a una nueva generación de artefactos de baja órbita (LEO) cuyas “constelaciones” están integradas por miles de ellos.
Los LEO orbitan a 450-550 km del planeta y desaparecen rápidamente del horizonte. Para mantener una comunicación constante deben ser tan numerosos que cuando la antena terrestre pierda la señal de uno que se aleja capte ya la de otro que se acerca.
En cambio, los satélites de comunicaciones tradicionales orbitan a una inmensa altura: 36.000 km, al mismo ritmo de la rotación del planeta. Esto los sitúa en un punto fijo del cielo hacia el cual una antena puede apuntar todo el tiempo (GEO, órbita geoestacionaria).
Pese a que un solo artefacto GEO logra cubrir bien la tercera parte de la superficie terrestre, la lejanía del satélite provoca varios problemas: hace falta una potencia alta desde la Tierra para alcanzarlo.
(Los usuarios de los satélites GEO de DirecTV pueden captar muy bien la TV satelital, pero esas antenas domiciliarias sólo reciben, no transmiten nada.)
Además, por esa lejanía, los GEO presentan una gran latencia: el típico delay que se ve en las entrevistas de TV con corresponsales distantes.
Esa latencia es un impedimento para actividades que requieran respuestas de comandos rápidas: desde los videojuegos hasta la telemedicina quirúrgica, ciertos tipos de telemetría, la teledirección de vehículos o maquinarias y muchas aplicaciones del IoT (Internet de las cosas).
Ventajas y desventajas
Por la arquitectura de órbitas que tienen hoy sus satélites, Starlink ofrece en Argentina una de sus mejores velocidades en el mundo: 225-295 “megas” (en realidad, Mbps). Para hogares ronda los 230 Mbps; la conexión para negocios proporciona valores algo mayores.
(De aquí en adelante las velocidades de Internet indicadas en esta nota son siempre las de “bajada” de datos; las de “subida” son más lentas, a menos que se trate de conexiones “simétricas” que son las menos comunes y no son satelitales.)
En cambio, en el estado de Nueva York Starlink entrega 68-144 Mbps; en Wyoming 113-218; en Alemania 104-204 y en el Amazonas brasileño, 89-173. En Zambia, suministra entre 70-152; en Mongolia 189-253; en el outback australiano 120-246 y en mar abierto, sobre el Atlántico Sur, va de 71-240 Mbps (con menos velocidad hacia la costa africana). Todo, según informa la propia empresa.
Estas velocidades son mínimos/máximos, pero también son oscilantes y dependen de si muchos usuarios están usando un mismo satélite, de condiciones atmosféricas o de la posición concreta del artefacto en un momento dado. Por eso, en la práctica, la velocidad superior es casi siempre un poco menor.
Mientras tanto, la fibra óptica al hogar (FTTH) de los principales ISP argentinos (Personal, Movistar, Claro, Telecentro) suministra hoy velocidades máximas estables de 700-1000 Mbps. Como ha venido ocurriendo en los últimos lustros, esa magnitud se irá más o menos duplicando en periodos de 3-4 años.
(El promedio de velocidad de Internet fijo en Argentina para febrero de 2024 es de 79,8 Mbps —Ookla Speedtest—, pero incluye muchas zonas del interior con conexiones lentas por falta de inversión, carestía de la señal mayorista que usan los ISP locales o limitaciones adquisitivas de los usuarios.)
Como se verá más adelante, por esas velocidades máximas, que son el triple, el cuádruple o hasta cinco veces más que las de Starlink, los mencionados ISP cobran 2/3, la mitad o hasta un tercio que la compañía satelital.
A la vez, por velocidades parecidas a las de Starlink, los mismos ISP cobran —haciendo algunos ajustes de proporción y desagregando el valor de productos ‘empaquetados’— entre la quinta y la sexta parte.
Es decir que la nueva generación de satélites LEO a la que pertenece Starlink no puede competir con el Internet por vínculo físico (ISP terrestres por fibra o aún coaxil): ni en precio, ni en velocidad. Y tampoco en latencia.
Sin duda, la tecnología de Internet satelital registrará nuevos perfeccionamientos y bajas de costo. Pero lo mismo ocurrirá con la fibra terrestre y la telefonía móvil, que parten ya desde una mejor situación y con una mayor flexibilidad para evolucionar.
En zonas donde fibra o celulares se encuentren disponibles, es muy poco probable que el satélite las pueda alcanzar alguna vez en velocidad (el espectro de frecuencias que usan estos últimos tiene sus limitaciones).
Los costos generales de los satélites son igualmente elevados (la opción LEO de alto impacto debe recurrir usualmente a miles de satélites que sólo compañías o individuos multimillonarios pueden desplegar).
Debe preverse asimismo que la FTTH continuará extendiéndose gradualmente a todas las zonas del mundo habitadas; también las alejadas. Las comunicaciones móviles terrestres también seguirán avanzando: aunque falta al menos un lustro para que el 5G tenga la misma diseminación global que el 4G actual, ya se está hablando del 6G.
De todas formas, Starlink y los otros prestadores de Internet satelital de última generación no dejan de ser una gran solución para áreas apartadas o rurales que poseen limitadas o inexistentes conexiones físicas.
En esas zonas se cuenta hoy con inestables accesos inalámbricos terrestres de baja capacidad (WiFi o WiMax) o con los poco conocidos servicios de Internet de satélites geoestacionarios, cuyas tecnologías ofrecen varias limitaciones.
Igualmente, los servicios tipo Starlink pueden ser una solución para personas itinerantes que se desplazan en forma continua y que por esta razón se les dificulte contratar un servicio fijo en cada lugar donde estén.
Precios, velocidades y latencias
Para Argentina y a través de su página de Internet, Starlink ofrece el servicio residencial para hogares, promedio máximo de 225 Mbps (con ráfagas de hasta 295 Mbps) por un pago de una sola vez de 499.999 pesos que habilita a recibir el kit de instalación, que incluye la antena.
Luego hay 31.000 pesos de gastos de envío y finalmente una cuota mensual de 62.500 pesos (todo en precios finales). El consumo de datos es ilimitado. Se requiere también un depósito de garantía equivalente a la cuota mensual.
El pago de instalación y el depósito se aplican igualmente en los otros servicios: el itinerante y el destinado a negocios. En ningún caso hay contratos de periodos mínimos.
El servicio itinerante (para personas nómades o vehículos móviles) llega a los 87.500 pesos por mes (itinerancia dentro de América Latina) o a los 300.000 pesos (itinerancia global), también con 225 Mbps e ilimitado.
La categoría para negocios y usuarios de alta demanda alcanza velocidades algo más rápidas, cerca de 350 Mbps o más y cuesta 217.350 pesos. En este caso hay una tasa límite de consumo de datos de 1000 Gbps —bastante elevada— que cuando es alcanzada rebaja la velocidad al nivel estándar a ese específico usuario.
Este servicio es ofrecido, indica Starlink, a “pequeñas y medianas empresas que necesitan un ancho de banda promedio de, por ejemplo, 5 a 10 usuarios”.
Como pasa ya en algunas zonas aisladas de países en desarrollo, este servicio empresarial de Starlink podría ser contratado por un ISP formal o informal del interior argentino para brindar Internet rural.
En esos casos, se revende el ancho de banda desde un punto central a una clientela cercana adosando a la antena satelital una red de área local (LAN) inalámbrica o física. La empresa de Elon Musk no indicó ninguna restricción al respecto.
Pero esto mismo podría hacerse en teoría aún con el servicio residencial (con datos ilimitados) si los usuarios que usan el flujo de señal subdividido entre ellos están dispuestos a tolerar una velocidad menor. Para Argentina, Starlink no menciona ningún impedimento al respecto.
No obstante, la compañía satelital podría imponer restricciones o cortes si con ese proceder se violaran políticas de “uso justo” que ya se implantaron en los Estados Unidos. Hay informes que indican que en Brasil y otras naciones se interrumpieron los servicios a ciertos suscriptores por prácticas “abusivas”, tras revenderse a terceros la señal del abono residencial.
Starlink no cobra lo mismo en todos lados. Frente a la suscripción mensual para hogar de 62,5 dólares (valor blue) en Argentina, en los Estados Unidos el abono para esa categoría cuesta de 120 a 90 dólares según la zona.
En México el precio es de 66 dólares, en Grecia llega a 64 dólares, en Chile 48 dólares, en Francia 42,5 dólares y en Brasil solo 38 dólares (Starlink Insider). Por supuesto, un dólar no compra lo mismo en cada país y para una evaluación mejor debería calcularse la variable de paridad adquisitiva (PPP).
Asimismo, el número de usuarios mundiales de Starlink pasó de medio millón en 2022 a 2,7 millones (1,3 en los Estados Unidos) en abril de 2024, según la revista PC Mag.
Si hablamos de latencia, Starlink dice que sus valores al respecto son de 29-41 ms (milisegundos) pero algunos usuarios han reportado magnitudes más altas. Estas cifras típicas de los LEO son mucho mejores que los retardos de 240-600 ms de los GEO, pero aun pueden quedarse cortas frente a ISP terrestres. Los argentinos fijos como Movistar o Flow presentan una latencia promedio de 32 ms (nPerf, mediados 2023).
Quienes han contratado Starlink señalan que la instalación del equipo es muy sencilla y puede ser efectuada por cualquier persona por sí misma. El kit está compuesto por el equipo, un router y una pequeña antena (pero no tan pequeña como la de DirecTV; la de Starlink tiene 30 cm de ancho, 60 cm de alto y 4 cm de grosor y se monta sobre un trípode que solo agrega unos centímetros).
Esa antena debe situarse en un lugar despejado, apuntando al cielo en la dirección que se indique.
En Argentina la contratación del servicio puede hacerse a través de agentes autorizados. No se informó de ninguna promo, pero las cadenas de venta de electrodomésticos Frávega o Cetrogar o bien Mercado Libre ofrecen la posibilidad de pagar en cuotas.
Comparación con precios de Internet fijo terrestres
A efectos de comparar con Starlink, se indican algunos precios mensuales de servicios fijos terrestres en Buenos Aires para 300 Mbps, vigentes en abril de 2024, teniendo en cuenta las alambicadas promociones típicas del mercado argentino.
Para Movistar son 14.590 pesos (con dos meses iniciales gratis y sin Movistar TV), Personal cobra 17.028 pesos (promoción “67% off” por seis meses incluyendo el servicio de IPTV básico FlowFlex), mientras para Claro la cuota es de 10.999 pesos (con línea fija y sin Claro TV, un mes gratis).
Como el resto de los proveedores terrestres importantes, no hay en esos casos un pago inicial o por equipos.
Esto significa que el abono de Starlink para hogares, con velocidad comparable, es en promedio cinco veces más caro, sin tener en cuenta el costo del kit de la compañía satelital ni las prestaciones adicionales que ofrecen los ISP terrestres argentinos
Es cierto que cada tantos meses, especialmente con Personal/Flow, las promociones deben “renegociarse” para que no se apliquen los precios plenos, una dinámica algo molesta para los usuarios pero generalmente efectiva. Esos precios plenos, así y todo, no alcanzan los montos equivalentes a la cuota mensual de Starlink.
De esta manera, queda claro que Starlink no es competencia para los ISP terrestres en las ciudades. Se trata de un producto de nicho que no tendrá centralidad en las comunicaciones y cuyo ámbito natural serán las zonas rurales o apartadas, las personas “nómades” de desplazamiento frecuente y vehículos como embarcaciones o aviones.
Pero debe recordarse que el país no termina en Buenos Aires. Algunos chistosos dicen con ironía que apenas sigue por la Ruta 9 hasta Rosario y Córdoba. Lo cierto es que a medida que uno se aleja de los grandes centros urbanos los precios de los ISP de Internet suben en proporción a las velocidades disponibles (que a su vez tienden a ser menores). En algunos de esos casos habrá oportunidades para Starlink.
Por ejemplo, la Cooperativa Telefónica de Santa María Ltda., población catamarqueña, ofrece un máximo de 25 Mbps a 9300 pesos mensuales y 50 Mbps a clientes comerciales a 19.550 pesos al mes (con 6500 pesos por cargo de instalación).
O bien en Gobernador Gregores, una pequeña localidad de Santa Cruz, la pyme SS Servicios da un máximo de 100 Mbps por 14.960 pesos al mes, sin cuota de instalación y con la peculiaridad que es una velocidad simétrica.
Son las ofertas que ambos ISP tienen igualmente para abril de 2024.
En las zonas más rurales, Starlink competirá con ventaja con proveedores que distribuyen el servicio con antenas terrestres de acceso inalámbrico —el Wimax o el WiFi ampliado, que ya estaban en una etapa de estancamiento por su inestabilidad y lentitud— y con otros servicios satelitales.
La revolución no fue televisada
Las limitaciones de Starlink, así como de otros servicios satelitales competitivos similares, puede que desilusionen a aquellos que pensaban en una revolución total de las comunicaciones.
Algunos creían que este tipo de tecnología iba a invalidar de un plumazo la casi totalidad de la infraestructura terrestre y que todo iba a pasar por los satélites de Elon Musk u otros parecidos.
En realidad, pese a que los satélites se presentan para muchos como sinónimos de tecnología avanzada y del futuro, en comunicaciones son más bien una solución de segunda opción, cuando otras facilidades no están disponibles.
Hay dos axiomas que hasta ahora siempre se han cumplido en la historia de las comunicaciones.
El primero es que nunca ha habido una tecnología de comunicaciones única, sino que suelen convivir dos o más tecnologías para finalidades similares o complementarias por razones económicas, operativas, estratégicas o de adecuación a necesidades concretas, sin que ninguna llegue a desplazar definitivamente a otra.
Si bien hay casos de modalidades superadas (como la telegrafía Morse), hace más de medio siglo que los satélites siguen coexistiendo con los cables submarinos. Tampoco la TV mató al ídolo de la radio (pese a lo que decía la hoy desdibujada MTV, que 40 años después le va bastante peor que a la radio). Y los celulares también conviven con las conexiones de banda ancha fijas.
El otro axioma es que siempre que sea posible se prefieren las redes físicas a las inalámbricas porque las primeras ofrecen mayor ancho de banda y velocidad, así como una incomparable estabilidad, mientras aseguran una mayor privacidad del tráfico y son menos vulnerables a interferencias casuales o deliberadas.
(Esto no se ve desvirtuado por la telefonía celular —5G u otras— que es una modalidad de última milla para llegar al usuario y permitirle movilidad o aplicaciones especiales. Pero, sugestivamente, las antenas celulares están vinculadas entre sí mayormente por fibra óptica.)
Cabe imaginar la catástrofe que experimentaría un hipotético sistema de comunicaciones de un país basado totalmente en satélites o radioenlaces, sin redes físicas, si un enemigo lograra interceptar, interferir o anular las señales. Pero aún escenarios menos dramáticos podrían implicar grandes disrupciones.
Contrario sensu, y en forma algo paradójica, frente a la destrucción de infraestructura física de telecomunicaciones ocasionada por una guerra o por actos terroristas, allí sí una red como la de Starlink podría ayudar a mantener o restablecer las comunicaciones.
Las fuerzas (satelitales) del cielo
De hecho, fue lo que ocurrió en Ucrania en 2022, cuando Musk facilitó sin cargo? a la nación agredida por el expansionismo de Putin el sistema Starlink apenas días después del inicio de la invasión. Esto le evitó al gobierno de Kiev un colapso total de las comunicaciones frente a los bombardeos rusos de infraestructura.
Musk terminó retirando su colaboración gratuita en favor de Volodimir Zelenski por razones que pueden considerarse valederas para cualquier empresa comercial: limitar pérdidas.
Pero lo hizo en medio de una insólita propuesta para acabar con la guerra: le solicitaba a Ucrania reconocer a la arrebatada Crimea como parte de Rusia, a la vez que promovía plebiscitos en las regiones ocupadas por las tropas de Putin para que los residentes “eligieran” a qué país querían pertenecer. De paso le pedía a Ucrania “no provocar” a Rusia y no unirse a la OTAN.
Esto puso en evidencia los claroscuros de Musk. Por un lado, una figura exitosa, innovadora y disruptiva, pero que a la vez ha personalizado al extremo sus emprendimientos con opiniones muy particulares o polémicas, a veces arbitrarias o expuestas destempladamente, sobre situaciones, ideas o personas.
Aunque ideológicamente ha tenido manifestaciones contradictorias, se lo ve como libertario. El emprendedor-magnate se define opuesto a la cultura woke y a la “corrección política” (que tampoco se sabe muy bien dónde está hoy).
Pero su conducta concreta lo acerca a posturas similares al trumpismo, sin ser un incondicional del ex y ¿futuro? presidente. Todo esto lo ha convertido, sin medias tintas, en un héroe para algunos o un villano para otros.
Signo de los tiempos, Musk expresa uno de los términos de la actual mega grieta mundial, donde una polarización entre una derecha y una izquierda muy atravesadas ambas por el populismo (y a veces por el autoritarismo político y/o cultural) deja poco lugar para un contrapunto menos radicalizado entre auténticos liberales, centristas y socialdemócratas de impronta más equilibrada, democrática y republicana.
La afinidad entre Musk y el presidente Javier Milei responde también a estos factores y no es casual que muchos admiradores del mandatario argentino libertario, autopercibido también anarcocapitalista, tengan igualmente al titular de Space X como un ídolo inspirador.
Extensos sectores ven a ambos como cenicientos-justicieros, con un aura providencial: venidos desde fuera del sistema, discrecionalmente y peleándose con todos, defienden los intereses de las “personas comunes” a partir de combatir (y castigar) a una siniestra y multiforme “casta” que expolia, engaña y oprime a la gente.
Pero es apenas la reedición actual de un mito simbólico populista con una larguísima tradición en el folklore político-cultural norteamericano y argentino que no tiene distinción de ideologías y es esgrimido aún por posiciones antagónicas.
Cuando ese mito genera consecuencias, por lo demás, han sido muy dispares: no siempre cumplieron lo prometido, ni resultaron necesariamente reales, sostenibles, justas o institucionales.
Entre otras situaciones, ese mito puede estar encarnado por la antigua yellow press norteamericana o el viejo diario porteño Crítica, la historia real de Evita o la ficcional de Superman, el discurso de la derecha rural norteamericana contra los “burócratas trajeados” de Washington y los big business o bienla del peronismo contra la “oligarquía” y los “cipayos”.
También es el relato de la película Mr Smith goes to Washington o de la telenovela Rosa de Lejos, el de la izquierda de ambos países contra la “democracia burguesa” o la “cultura dominante” o aún las posturas del kirchnerismo o el trumpismocontra el “poder hegemónico” del periodismo (los K agregaban al campo, a Mercado Libre y hasta los supermercados).
Con algún anclaje en la versión de época actual de este mito y también por el altísimo perfil de Elon Musk —que funciona como maquinaria constante de marketing— no pocos vieron a Starlink como la movida heroica de un maverick y outsider para acabar con la “casta” de las comunicaciones, es decir, el establishment de los prestadores tradicionales.
“Parece que al Grupo Clarín le molesta mucho la llegada de @elonmusk para la continuidad de sus negocios… y por eso están operando a full…”, dijo el propio presidente Milei en un mensaje en la red X el 25 de febrero.
Pero más allá de la preocupante tendencia de Milei de atacar ad hominem, cada vez más frecuentemente, a medios y periodistas que no estén totalmente de acuerdo con él —y absurdamente, a muchos que en principio le son bastante afines— la conceptualización es falsa.
Ni el Grupo Clarín, ni los grandes prestadores pueden temerle a Starlink o a emprendimientos similares. Los datos disponibles, que se mencionan y analizan en esta nota, demuestran que esos operadores no sufrirán pérdida de negocios y que el nuevo sistema no asumirá una centralidad por “destrucción creativa” schumpeteriana en las comunicaciones.
Esto no quiere decir que Starlink no pueda ser un factor dinamizador del mercado. Sin duda hará que ISP terrestres “border” —tanto en términos técnicos como geográficos— se vean compelidos a mejorar para ofrecer buenas velocidades a mejores precios, a la vez que extiendan sus redes físicas a nuevas zonas.
Un solo corazón (con y sin reciprocidad)
En el revés de la trama, debe decirse también que la afinidad entre Milei y Musk tampoco ha sido el motivo de que el presidente argentino le “facilite” los negocios o le “abra las puertas” privilegiadamente a su amigo. En el reciente encuentro de Texas entre ambos bien podrían haber dicho: un solo corazón (o A Single Heart).
Pero Starlink es un fenómeno global: en el momento de entrar a Argentina, el sistema ya operaba en casi toda América Latina y muchas otras naciones sin necesidad de mandatarios amigables.
A esa errónea impresión sobre algún favoritismo contribuyó el propio gobierno, ya que la “liberación del mercado de Internet satelital” es una caracterización marketinera de una medida de su DNU 70/24 (“Bases para la Reconstrucción de la Economía Argentina”) pero que en la práctica ya existía.
Y es porque a ningún sistema satelital de un país con acuerdos de reciprocidad con Argentina (Estados Unidos y varios latinoamericanos y europeos) se le podía, en condiciones normales, negar una licencia/registro/autorización para prestar servicios satelitales si ese permiso se solicitaba.
Efectivamente, desde la aprobación del Reglamento General de Gestión y Servicios Satelitales por parte de la antigua Comisión Nacional de Comunicaciones (1997) y el Reglamento de Licencias para Servicios TIC (Resolución E-697, 2017) del ex Ministerio de Modernización, nunca se rechazó ninguna solicitud satelital.
La autorización positiva está sujeta al cumplimiento de algunos requisitos muy básicos (si las bandas han sido atribuidas internacionalmente, si están coordinadas con otros servicios o si los satélites están notificados al organismo internacional UIT). Lo que le queda al regulador es verificar si tales requisitos se cumplen para que la licencia/registro tengan efecto.
Es cierto que la resolución para determinar estos requisitos puede demorarse, más por cuestiones burocráticas que por otras razones.
En todo caso, una consecuencia jurídica implícita de la supuesta nueva política de “cielos abiertos” satelitales y la “liberación” del mercado decretada por el presidente Milei es que los satélites extranjeros podrán dar servicios en Argentina sin estar sujetos a un tratado de reciprocidad.
Esta interpretación es compartida en un diálogo con Convercom por Pablo Mosiul, de la empresa argentina Orbith y de la cual se hablará luego. Sin embargo, no se conocen casos de compañías satelitales extranjeras con intenciones de dar servicio en el país y que no pudieran hacerlo por no existir acuerdos recíprocos.
Argentina firmó numerosos tratados de reciprocidad con buena parte de las naciones americanas y varias europeas, donde en teoría podrían también funcionar los satélites de la compañía estatal Arsat (que de todas maneras tiene escasa presencia en mercados externos).
Tres licencias para operar
En realidad, tanto Starlink como los otros dos servicios globales LEO de Internet satelital (uno que se habilitará en pleno en este año y otro que casi no lanzó aun artefactos) contaban ya con las licencias y permisos necesarios para funcionar en Argentina, en el marco del régimen normal de autorización del sector.
Solo hacía falta que se determinara el cumplimiento de los requisitos básicos señalados más arriba. Con bastante simbolismo, esto se hizo mediante las tres primeras resoluciones que la entidad reguladora Enacom aprobó en la gestión Milei, el 23.02.2024.
La Resolución 1/24 declaraba cumplidas las condiciones para Starlink (legalmente Tibro Netherland BV). La empresa de Elon Musk ya tenía su licencia/registro para Argentina desde diciembre de 2020. Pero no estaba muy apurada para lanzarse en el país mientras lo hacía en Chile (primera nación latinoamericana con servicio en mayo de 2022) y luego en Brasil y otros lugares.
Pese a anunciar sus operaciones argentinas para fines de 2022, los planes fueron postergados sin explicaciones. Algunos creían que el gobierno de Alberto Fernández y los K obstaculizaban a la empresa, pero la razón era otra.
Como la mayoría de los argentinos, Musk veía un contexto macroeconómico y político desastroso y prefería esperar un escenario con mejores perspectivas, el que tuvo lugar efectivamente tras la derrota K en los últimos comicios. Starlink tendrá 6000 satélites iniciales, cantidad que se duplicará luego.
Otra constelación satelital LEO a la cual se dieron por cumplidas las condiciones para operar en Argentina, con licencia desde 2018, es OneWeb (Resolución 2/24). Este sistema fue creado hace ya varios años, pero pasó por muchas peripecias que incluyeron cambios de propiedad y hasta un Chapter 11 (convocatoria de acreedores).
OneWebse fusionó con una de las grandes compañías históricas europeas (y globales) de satélites de comunicaciones geoestacionarios: Eutelsat, creándose así una estructura con capitales franceses, británicos y alemanes, entre otros. De esta manera pasó a ser el operador pionero de satélites GEO y LEO al mismo tiempo.
La compañía posee una constelación de unos 650 satélites LEO que ya están en órbita y ofrecen servicios limitados en ciertas zonas, los que se irán activando en otras regiones tan pronto se resuelvan problemas de permisos y despliegue de infraestructura terrestre. La constelación final llegará a varios miles.
A diferencia de Starlink las operaciones de OneWeb estarán más orientadas a clientes corporativos y gubernamentales, en particular a servicios mayoristas para prestadores de telecomunicaciones ya existentes y que buscan mejorar sus infraestructuras.
También suministrará capacidad a empresas locales que revenderán el servicio en sus países, incluso en competencia con la propia OneWeb, modalidad que aparentemente no contempla Starlink.
La tercera licencia para suministrar Internet satelital es Amazon Kuiper, a cargo del famoso gigante de comercio electrónico. Había obtenido una licencia argentina en octubre de 2023. Por Resolución 3/24 se la declaró con las condiciones cumplidas. Sin embargo, apenas ha lanzado unos pocos satélites de los 3200 planeados y cuya mitad estarían en órbita recién para mediados de 2026.
El titular de Amazon, Jeff Bezos, agrega con este proyecto satelital un foco directo de competencia con Musk. Semanas atrás se conoció que Bezos lo superó como la persona más rica del mundo (aunque estas mediciones varían constantemente).
Pero, a diferencia de lo que ocurrió con su otro competidor, Mark Zuckerberg de Meta (Facebook), Musk no lo invitó aún a pelear en lucha libre en una jaula en Las Vegas.
Las pruebas de Datco: ¡correcto!
Convercom accedió a una de las pruebas de rendimiento de Starlink realizadas por el Grupo Datco, la empresa TIC argentina multiservicios que entre otras cosas opera a través de Silica Networks una red backbone mayorista de fibra óptica, usada por varios ISP terrestres locales. También ofrece transporte de señales de TV por satélite y móviles de TV de exteriores por medio de otra subsidiaria, Sersat.
“En marzo transmitimos un partido de Racing Club desde Avellaneda. Pusimos ennuestro móvil la antena de Starlink y a la vez nos conectamos a un satélite GEO”, informó a Convercom el CEO del Grupo Datco, Horacio Martínez.
“Los resultados fueron muy buenos con Starlink”, agregó el titular de la empresa. “¿Para usted cuál es Starlink y cuál es el satélite GEO?” preguntó Martínez al autor de esta nota mientras exhibía las dos transmisiones al mismo tiempo. “Diría que la de más abajo es la geoestacionaria, por el delay”, fue la respuesta.
“¡Correcto!” aprobó Martínez. La calidad de las señales era idéntica, pero las imágenes GEO mostraban un delay de fracciones de segundo en relación con las de Starlink, lo que evidenciaba la menor latencia de los satélites de baja altura de Elon Musk comparadas con un satélite geoestacionario (aunque Starlink no pueda alcanzar la baja latencia de la fibra óptica).
También queda claro que la velocidad de Starlink es suficiente para emitir streaming de video sin interrupciones.
“La prueba fue exitosa y hasta mejor de lo que predicen ellos mismos”, dijo Martínez, ya que mientras la velocidad promedió los 220 Mbps, tuvo momentos de 255 y 290 Mbps.
El CEO de Datco cree que Starlink puede ser el futuro para los móviles de TV que transmiten coberturas periodísticas o eventos, como los de Sersat.
“Contratar dos horas de un satélite GEO para señal de video de una unidad móvil son 800 dólares; si nos abonamos a Starlink el costo [con disponibilidad permanente y un gasto que se prorratea y amortiza] termina siendo muy ventajoso”, precisó Martínez.
Ni la primera ni la última, pero hoy la más importante
Muchos creen que Starlink y Elon Musk inauguraron el Internet satelital, pero esto no es así. Starlink es la última encarnación de estos servicios y en todo caso es la iniciadora de la opción con satélites LEO, si bien con ventajas muy significativas sobre los precedentes GEO.
En esta etapa, solo los bolsillos profundos de Musk podían poner en el aire miles de satélites para lograr esas ventajas, cuya idea inicial se basó más en la “fuerza bruta” de operar con esa cantidad impactante que en innovaciones tecnológicas en sí mismas.
Los LEO de Starlink usan la tradicional banda Ku (12-18 GHz), que también emplean satélites convencionales GEO de datos, las llamadas redes VSAT y las señales de DirecTV.
Dichos satélites de Starlink transmiten asimismo en la relativamente nueva banda Ka (27-40 GHz), que permite emisiones de mayor ancho de banda y que es igualmente utilizada por satélites GEO, pero los de “alto rendimiento”.
La empresa de Musk convenció hace poco a la FCC para que no autorice servicios terrestres 5G en la banda Ku por riesgo de interferencia con su servicio de Internet satelital, desbaratando un intento de Dish Network (TV satelital directa al hogar) que pretendía armar una red celular 5G en los Estados Unidos en esa porción del espectro.
En lo que sí podría ser una innovación importante, Starlink comenzó a operar en la banda V (40 a 75 GHz) y a experimentar con la banda W (75 a 110 GHz). Ambas bandas podrían ser disputadas en parte por servicios terrestres, como en el caso de Dish. Todas ofrecen capacidades de ancho de banda altísimas, pero su propagación satelital se ve disminuida por pérdidas provocadas por la atmósfera.
Más arriba de estas frecuencias ya se está cerca de las radiaciones ultravioleta o infrarrojas, es decir, entre los puntos límite de la luz visible (la cual circulando a través de una fibra óptica física puede portar señales con anchos de banda casi ilimitados).
Precisamente, Starlink ha iniciado enlaces (discontinuos) con rayos láser entre sus satélites. En este caso se trata de una innovación contundente, ya que hasta el momento este tipo de contacto entre satélites LEO no existía. OneWeb y Amazon Kuiper también experimentaron con esta modalidad, que será adoptada al menos por la primera.
Por un lado, evita que los satélites deban intercomunicarse por ondas radiales a través de una estación terrestre. El vínculo intersatelital por láser reduce la latencia y elimina el llamado “efecto trombón”. Esta metáfora alude al movimiento de ida y vuelta que hace la varilla del instrumento musical y que remeda la ida-vuelta a la Tierra del mismo flujo de datos.
Pero lo más importante es que el uso de laser funciona como si los satélites estuvieran vinculados con la cuasilimitada fibra óptica, permitiendo intercambiar con gran rapidez volúmenes inmensos de datos.
Más difícil sería lograr que esto “baje” a Tierra. Aunque se trata casi de ciencia ficción, se podría ofrecer desde los satélites a los usuarios un haz lumínico láser equivalente a una conexión FTTH y aún más veloz (por carecer dicho haz de una guía artificial, tal como es el “envoltorio” de la fibra óptica).
Habría que resolver el problema de la precisión del rayo, el bloqueo de las nubes (las reales de vapor de agua) o la cuestión de las fuentes interferentes de luz.
De todas formas, sería muy extraño vivir en un mundo en el cual salir a la calle o mirar al cielo permitiese asistir a un festival continuo de luces de colores, en todos lados, a toda hora y en todas las direcciones.
Starlink será probablemente el servicio de Internet satelital LEO más importante por varios años. Con 6000 artefactos en operación actual, la empresa posee casi el 45% de todos los satélites mundiales activos, de todo tipo. El despliegue completo llegará a los 12.000, pero ha anunciado una posible expansión a la increíble cantidad de 42.000.
Pero desde ya que Starlink deberá enfrentarse a los ya mencionados OneWeb (semioperativo) y a Amazon Kuiper (aun no desplegado, pero que podría darle una competencia significativa a la compañía de Musk en el segmento del consumidor hogareño).
Asimismo, China está preparando su red Guowang con 13.000 satélites, para la cual se utilizarán equipos Huawei que alcanzaron en pruebas —dicen en Beijing— una velocidad de 660 Mbps, la que supera en un 32% el máximo actual de 500 Mbps al que han llegado los otros servicios LEO.
El largo camino de los satélites: éxitos y fracasos
En realidad, los servicios de Internet satelital y aun los satélites LEO —en cantidades limitadas y para otros usos— existen desde hace mucho tiempo.
Los primeros satélites de la historia, como el Sputnik o el Explorer, eran de órbitas bajas, es decir, LEO. Como la gran mayoría de sus sucesores, no ofrecían telecomunicaciones sino que tenían usos científicos, de exploración, de teledetección, de navegación o militares.
Los satélites de comunicaciones comerciales, que se iniciaron a gran escala con la serie Intelsat en 1965, fueron también los primeros GEO. Posibilitaron entre otras cosas la telefonía internacional, así como la televisación global de mundiales de fútbol, recitales de rock o noticias. Más adelante, se usaron para suministrar TV directa al hogar.
Tales satélites GEO se emplearon limitadamente para Internet ya a principios de este milenio: eran los mismos de Intelsat, los de Inmarsat (especializada en comunicaciones móviles marítimas) y algunos sistemas nacionales, como Hispasat o el italiano Telespazio. Años después se sumó con sus propios satélites la estatal argentina Arsat.
Pero estos servicios demandaban antenas terrestres muy potentes para “bajar” la señal y enviar el flujo de datos, todo lo cual los tornaba muy caros, máxime aun si se consideraba que entregaban velocidades bajas. Por eso sus usuarios eran aeronaves, barcos, empresas en lugares aislados y otros ISP —también situados en zonas apartadas— que no tenían posibilidad de conectarse a un vínculo físico.
En los últimos años han surgido satélites GEO de alto rendimiento, llamados HTS. Estos satélites logran reducir el costo de emisión y recepción por bit mediante nuevos métodos de modulación y “haces” muy angostos, lo que permite una mayor reutilización de frecuencias. Todo esto se traduce en incrementos de velocidad y una importante economía en antenas y consumo de datos.
Varios ISP argentinos satelitales preexistentes a Starlink toman en alquiler transponders (canales) de satélites extranjeros GEO HTS. Como se verá más adelante, proporcionan Internet con mayor velocidad y menores costos que los satélites GEO tradicionales, pero con bastante latencia y menor velocidad que Starlink (si bien a precios algo inferiores).
En cuanto a los satélites LEO, conviene recordar algunos casos emblemáticos. Iridium, por ejemplo, fue la primera constelación de ese tipo que se usó para telecomunicaciones, puesta en órbita en 1997. Tenía 66 satélites y requirió una inversión fabulosa para la época.
Iridium buscaba llevar las comunicaciones a lugares con escasa conectividad y acceso. Pero cuando comenzó a lanzar sus satélites no previó Internet ni la gran expansión de la telefonía celular terrestre. Su producto terminó siendo un teléfono satelital carísimo y con costos de uso por minuto no menos exorbitantes, con una muy escasa capacidad de datos. Con ese nicho de mercado, aún sigue existiendo.
Otro proyecto, llevado adelante por el extitular de una compañía celular estadounidense y con participación ulterior de Bill Gates, Teledesic, fue concebido hace nada menos que 30 años atrás. En este caso sí estaba orientado a dar específicamente Internet satelital.
Salvo en lo relacionado con la modulación de las señales —con menor velocidad entonces— usaría tecnología no muy diferente a la actual de Starlink. Su alto costo, la misma expansión del Internet terrestre, la adopción de la naciente tecnología celular 3G y la suerte corrida por Iridium llevó a la cancelación de Teledesic en 2002.
De esta época son también las actuales compañías de satélites LEO Orbcomm y Globalstar, con 20-40 satélites cada una, especializadas en comunicaciones de voz y de datos de baja velocidad(los que hoy día sirven también para IoT). Entre sus usuarios hay aviones, barcos, infraestructura gasífera o petrolera, operaciones de seguimiento de vehículos y enlaces gubernamentales civiles o militares.
El malogrado submarino ARA San Juan, por ejemplo, realizó sus últimas llamadas con un teléfono satelital Globalstar, sin recurrir a sus ineficaces equipos propios de radio HF (onda corta) que enlazaban con las estaciones de la Armada LOL (Buenos Aires) y LOR (Puerto Belgrano).
¿Tiempo en contra o nicho estable?
Frente a las decepcionantes experiencias de Iridium y de Teledesic, no se intentó recurrir a constelaciones LEO para servicios plenos de Internet hasta la aparición de Starlink y OneWeb. Pero esta vez se usaban miles de satélites. Y había, además, una alternativa competitiva que antes no existía: los satélites GEO HTS.
Dado que los LEO representan una solución con costos y despliegues de escalas fabulosas, existe la preocupación que semejante infraestructura —que tiene además un enorme potencial de polución espacial y radioeléctrica— se vea disminuida en su utilidad a medida que el 5G o la fibra terrestre continúan su avance.
Por eso, el interrogante es si el tiempo les jugará en contra a los nacientes LEO de Internet satelital.
Alguien puede preguntarse, ¿hay mercado para que tantas compañías inviertan sumas siderales —nunca mejor usada la palabra—, comparables a algunos PBI nacionales, para dar Internet a un pequeño porcentaje de usuarios, varios de los cuales podrían acceder con el tiempo (en algunos casos en pocos años) a medios terrestres mucho más baratos y rápidos?
Los dramas de Iridium o Teledesic son riesgos potenciales para emprendimientos como el de Elon Musk, Amazon y los restantes. Afortunadamente para ellos, todos tienen otras actividades si las constelaciones de Internet satelital LEO debieran reducirse o dejan de ser un negocio significativo.
No obstante, hay otra manera de ver la situación: siempre existirá un sector móvil (aeronaves, barcos y automotores), instalaciones apartadas (plataformas marítimas o bases terrestres alejadas) y usuarios rurales e itinerantes.
A partir de los datos de la UIT, puede determinarse que el 5-10% de la población de países desarrollados están hoy al margen de buenas conexiones terrestres, cifra que puede promediar el 20-30% en naciones menos desarrolladas y, por supuesto, con extremos más altos en países muy postergados.
Si bien estas cifras se irán reduciendo por los avances económicos y tecnológicos, tampoco se trata de un mercado tan pequeño o desdeñable, en particular si se logran controlar los costos de suministrar Internet con satélites LEO. Por supuesto, estarán a la vez sujetos a la competencia con precios y velocidades de los GEO HTS, aunque no se igualen realmente con los LEO.
Pero más que nada, Starlink, OneWeb y otros LEO estarán condicionados por el despliegue de la 5G y, sobre todo, por la expansión tentacular de la fibra a los lugares más alejados. Hace unos años era una locura atravesar la Patagonia siquiera con un cable de cobre, hoy hay allí fibra interurbana en varios lugares, tanto privada como estatal.
Horacio Martínez, de Datco y cuya subsidiaria Silica vincula Argentina con Chile por cinco pasos distintos, ya dijo que quiere poner un cable de fibra a la Antártida, único continente que hoy carece de ese vínculo.
Lucy in the sky… with cellulars
Frente a la parafernalia generada por Starlink y Elon Musk, que al fin de cuentas provocará una transformación limitada en las comunicaciones, está pasando algo que podría ser, a la larga, bastante más disruptivo.
Dos compañías con base en los Estados Unidos y que están entablando una competencia feroz entre ellas (Lynk Global y AST SpaceMobile) preparan por separado sendas constelaciones LEO —muy diferentes entre sí— para posibilitar comunicaciones entre smartphones 5G no modificados a través de satélites de baja órbita.
Se trata de “torres celulares en el cielo” (Lynk dixit) que permitirían que los teléfonos celulares ya en el mercado, sin ningún cambio, puedan “engancharse” a esos satélites y realizar comunicaciones en zonas sin señal terrestre. Si bien habitadas por un ínfimo porcentaje de la población, tales zonas sin cobertura son aún el 90% de la superficie del planeta.
Movistar y Lynk hicieron en febrero una demostración en Puerto Madryn, “en la Patagonia, una remota área de la Argentina”, dice el comunicado de la compañía estadounidense fechado en Falls Church, cerca de Washington DC.
Mientras la empresa celular de Telefónica aportó su red terrestre, Lynk usó los satélites de su incipiente constelación con su tecnología propietaria Sat2Phone. Las pruebas fueron exitosas con distintas marcas de teléfonos —se informó—, intercambiándose mensajes de texto.
Lynk ya tiene una licencia de la FCC para dar este servicio, pero aún no hay una fecha de lanzamiento. Estará inicialmente aliada a proveedores establecidos para cubrir áreas de silencio y “conos de sombra”de sus redes terrestres, pero por ahora solo para cursar mensajes y datos de baja velocidad.
Y es que las comunicaciones directas entre celulares terrestres y satélites LEO solo llegan por hoy a 2-7 Mbps: una velocidad que no permite la voz de una manera adecuada ni mucho menos señal de video o de Internet pleno. No obstante, sirve para el respaldo de datos, emergencias o para algunas aplicaciones IoT.
Pero el año pasado tanto Lynk como su competidora AST experimentaron por primera vez con llamadas de voz. Teléfonos celulares convencionales y no modificados podrían así usar las “torres celulares en el cielo” de esas compañías y conectarse con la red general mundial. Estas posibilidades están todavía más que en pañales.
¿Qué pasará si Lynk o AST lograsen diseñar una red celular independiente plena 5G “en el cielo” y que en lugar de complementarse termine compitiendo con las de operadores como Movistar?
¿Serían lo que hoy es Starlink a los ISP terrestres urbanos? Pero si se considera que estas constelaciones presentan costos reducidos por distintos motivos (Lynk porque usará miles de satélites pequeños y AST porque empleará apenas una docena de LEO, pero gigantescos y de alta potencia), ¿se transformarían —por sus precios o nivel de prestaciones— en una real alternativa al 5G terrestre de Movistar, Claro, Tigo, AT&T, Vodafone y muchos otros en cada país?
Ni lerdos ni perezosos, varios de esos prestadores establecidos ya están invirtiendo en las nacientes “torres celulares en el cielo”. AT&T y hasta Google, por ejemplo, han comprado participaciones en AST.
Pero además —¡sorpresa!— se está trabajando para adecuar la tecnología Sat2Phone y similares a banda ancha y así permitir el Internet a altas velocidades entre los teléfonos móviles vinculados a la red por estos satélites.
Al mismo tiempo, Starlink —que ya ha experimentado con una tecnología propia, Direct to Cell— y otros operadores LEO están considerando brindar el servicio entre celulares no modificados y sus satélites a partir de 2025.
Esto podría llevar a que en un futuro mediato los LEO compitan entre sí y con prestadores terrestres en todos los servicios. Según los axiomas históricos, la competencia podría ser permanente, sin ganadores absolutos y en todo caso habrá generalistas (que de cumplirse tales axiomas seguirán siendo los terrestres) y nichos de mercado (que en ese caso serían los satelitales).
Pero también habrá nichos de defunción o, al menos, camas de terapia intensiva. “LEOsaurios” de un cuarto de siglo que se salvaron de la extinción pero no han avanzado en innovaciones, como Iridium o Globalstar se verán afectados, de la misma forma que GEO otrora poderosos pero hoy poco disruptivos como Intelsat o Inmarsat.
Prestadores argentinos de Internet satelital GEO
En los últimos años varios prestadores pyme argentinos, algunos dedicados exclusivamente a este rubro, comenzaron a ofrecer Internet satelital a clientes de zonas aisladas.
Estos ISP utilizan la capacidad alquilada de satélites GEO de la variedad HTS, pertenecientes a consorcios internacionales, con precios (y velocidades) que hoy están por debajo del Internet satelital LEO de Starlink.
La estatal Arsat también ofrece Internet satelital pero no al consumidor final sino exclusivamente a entidades públicas y comunitarias o bien a los ISP con suscriptores propios en zonas apartadas, de la misma manera que lo hace con su red federal de fibra terrestre (Refefo).
Pero mientras la Refefo entrega como mayorista señales de Internet a velocidades y precios convenientes, los satélites de Arsat —en la mitad de su vida útil— no son HTS y por lo tanto representan una tecnología superada, ineficiente y costosa para transmitir datos.
Arsat se vio obligada a contratar un satélite europeo HTS para proveer servicios adecuados a los ISP de zonas alejadas que dependen de ese tipo de conexión. Otros ISP en la misma situación prefieren servirse de otros satélites GEO HTS extranjeros o bien tratar con las mencionadas compañías privadas argentinas de Internet satelital.
Estos ISP satelitales nacionales brindan servicios a hogares, establecimientos de campo o empresas en áreas rurales o aisladas y a veces, como se señaló, a otros ISP. (No deben confundirse con operadores de TV satelital al hogar como DirecTVy sus similares localesNIce TV e InTV, que pueden suministrar también Internet pero en combinación con algún ISP terrestre, al menos en la “subida” de datos.)
Los proveedores privados de Internet satelital argentinos son los siguientes:
- Orbith: el más importante y que cuenta con el mayor número de abonados.
- Insat: medio millar de suscriptores en áreas específicas, 30% empresas.
- Advantun: en Nordelta, Internet satelital pero también FTTH e inalámbrico así como data centers.
- Megasat: con sede en Pehuajó y disponible en zonas rurales pampeanas y andinas.
- GL Net: FTTH, inalámbrico y satelital desde la localidad de General Lamadrid.
Podría pensarse que tales ISP serían las empresas más afectadas por la competencia de Starlink y la banda ancha LEO.
Sin embargo, ya sea por estrategia de marketing o porque creen realmente que pueden conjurar la situación, varias de estas compañías dicen que celebran la llegada de los satélites de Elon Musk.
Las órbitas de Orbith
“Con el ingreso de Starlink y de personajes del nivel de Elon Musk estamos muy contentos de que la tecnología satelital esté en la cresta de la ola. Seguimos ‘evangelizando’ sobre lo que representan estos servicios”, dice a Convercom el CEO de Orbith, Pablo Mosiul.
La empresa lanzó sus operaciones en 2018 y es un 70% del Grupo Boldt SA, firma que se inició como imprenta de billetes y cheques. Hoy desarrolla actividades inmobiliarias y es operadora de salas de juego como el Casino de Tigreysitios de apuestas online. Su subsidiaria B-gaming suministra software para loterías provinciales.
Orbith afirma tener 20.000 abonados a abril de 2024 (cálculos independientes le asignaban al iniciarse el año 11.000 suscriptores activos). De todas maneras no hay dudas que es la más importante del mercado argentino. Además, ofrece servicio también en Chile. “El 60% de nuestros clientes son hogares”, señala el titular de la compañía.
Para Mosiul “el satélite ya se encuentra a la altura de la fibra en calidad” y esto confirma que “estamos en el camino correcto”.
Orbith funciona con capacidad alquilada de satélites GEO HTS. El principal de ellos es el SES-17, un potente artefacto de alto rendimiento de una empresa europea registrada en Luxemburgo pero que usa una órbita de la Comunidad Andina.
Las facilidades del SES-17 son a su vez tomadas en arriendo en primer término por Arsat, que logra así paliar su carencia de satélites propios HTS. Sin embargo, la operadora estatal argentina también cede capacidad en subalquiler a Orbith.
Otro satélite usado por Orbith es el Amazonas 3, sobre una posición orbital brasileña pero a cargo de la española Hispasat y con autorización para cubrir Argentina y otras naciones latinoamericanas.
(Dicho sea de paso, esto muestra la relatividad “soberana” actual de las posiciones orbitales GEO, supuestamente escasas, que cada país reserva, así como lo infundado del recurrente temor de “perderlas” y no poder servirse de un satélite, algo que jamás le ocurrió a ninguna nación.)
De acuerdo a su web, Orbith tiene un plan hogar con 100 Mbps “desde” 42.000 pesos al mes, sin límite de consumo de datos. Hasta hace poco ofrecía para esa misma categoría 50 Mbps con límites que una vez alcanzados reducían la velocidad.
A su vez, cuenta con un servicio pyme de 50 Mbps por 65.500 pesos mensuales y una categoría business de 100 Mbps por 140.350 pesos al mes; ambas prestaciones con límites. Hay descuentos en la instalación, que es realizada por técnicos que envía la empresa. (Todas las categorías e importes son de abril de 2024.)
Los precios son en algunos casos mejores y en otros parecidos a Starlink, pero también se trata de velocidades claramente menores y con la alta latencia característica de los satélites GEO, que en el mejor de los casos es de 240 ms pero puede llegar a los elevados valores de 600 ms.
“No todo el mundo necesita siempre latencias rápidas, depende de para qué se use Internet”, expresa Mosiul. Hay también “productos a medida” corporativos de hasta 200 Mbps.
Preguntado si estos enlaces satelitales pueden suministrar velocidades de 1000 Mbps “a la altura de la fibra” —como él mismo señalaba— el titular de Orbith dice que con los satélites GEO HTS es técnicamente posible.Pero no es económicamente viable, ya que “se ocuparía gran parte de un transponder para un solo usuario”.
Mosiul revela dos importantes desarrollos futuros de Orbith. Uno es que “muy pronto” dará servicios LEO, “como los de Starlink”. Aunque no proporciona más detalles, se infiere que tomaría en alquiler servicios de una constelación de esas características, seguramente OneWeb, la única competencia LEO actual de Starlink.
El otro desarrollo es que Orbith (“100% capitales argentinos”, aclara su titular) le ha encargado a una empresa de California, Astranis Space Technologies, un satélite geoestacionario propio que será lanzado a principios de 2025.
“Es un satélite microGEO que costará unos 80 millones de dólares”, informa Mosiul. Usará una posición orbital norteamericana —obtenida a partir de las gestiones de Astranis— para dar Internet a territorio argentino y otros lugares de América Latina. Otra vez, una situación que muestra la relatividad de la “soberanía” de las posiciones orbitales.
Se trata de una muy importante noticia, ya que el satélite Orbith, con tecnología HTS y operación en banda Ka, será el primer satélite geoestacionario argentino de comunicaciones privado desde la creación de Arsat, el cual quebrará el monopolio de la empresa estatal en este campo, cuyos artefactos actuales son además de tecnología superada (no HTS).
Orbithse convertirá así en una compañía LEO y GEO. “La combinación entre LEO y GEO nos permite usar la fortaleza de cada tecnología y cubrir todas las necesidades de nuestros clientes. LEO tiene una latencia más baja mientras que GEO ofrece servicios más estables con costos más eficientes”, explica Mosiul.
Un competidor también argentino de Orbith, la compañía Insat, manifestó en distintos medios que el ingreso de Starlink es una “gran oportunidad de crecimiento”. Tiene servicios de hasta 70 Mbps para hogares y del doble de velocidad para empresas, con precios que “se inician” en 32.799 pesos mensuales, siempre hablando de abril de 2024.
Volviendo a Orbith, sus esfuerzos para prestar servicios LEO y contar en breve con un satélite GEO propio están marcando una importante voluntad de superación de los ISP satelitales argentinos, de modo que puedan presentar batalla a las prestaciones de Starlink y sus equivalentes.
Pero podría no ser suficiente. El consultor-investigador Enrique Carrier cita el caso de Brasil, donde los abonados de Starlink pasaron de 11.600 a 132.950 a lo largo de 2023. El mercado satelital creció en su conjunto, dice Carrier, pero “es claro que Starlink comió del plato de su competencia [GEO], la cual retrocedió entre un 10 y 5% según el operador”.
Mosiul sostiene que en un futuro planeta conectado habrá lugar y mercado para todos. “Lo que para mí resulta claro es que la conectividad total del mundo se logrará con la fibra en zonas urbanas y con los satélites en las regiones apartadas”, pronostica el titular de la empresa argentina.
Extraordinaria nota que permite al lector situarse en la problemática de la comunicaciones. Hay que tener en cuenta el atraso con lo que las prestadoras «tradicionales» ofrecen conexión como el ADSL una tecnología de los años 80. En sitios como Bariloche, estimo que en gran parte de las provincias Argentinas se sufren también servicios de «fibra» que apenas superan al ADSL impidiendo trabajar a través de Internet debido a sus fallas y demoras, pero con costos nada baratos. Pienso que Starlink es una solución en todo sentido en estos lugares del país y ademas se pueden bajar costos para usuarios domésticos que compartiendo una conexión Starlink con vecinos cercanos se reducen las mensualidades por debajo del precio de los servicios malos que venden las prestadoras como extraordinarios.
La forma en que esta nota cuenta la trayectoria de las comunicaciones en el mundo informa exactamente la evolución y explica porque son necesarios los sistemas que pueden llegar a todas partes del planeta. Aquellos que viven en los grandes centros urbanos no se dan cuenta lo que es viajar por desiertos, montañas por rutas complicadas y tener un accidente o un problema mecánico y para comunicarse y resolver la situación tener que caminar enormes distancias abandonando a su familia y exponiendo su vida a las inclemencias de topografía y de las épocas del año. Estos modernos sistemas superan esos problemas y ayudan a la vida en regiones inhóspitas. Es también importante que también se pueden instalar itinerantes en camiones, ómnibus y otros servicios de transporte permitiendo hacer el seguimiento y controlar “on line” el estado de estos vehículos.
Agradezco al señor Roberto H. Iglesias por este aporte tan completo que ayuda a tomas deciciones de como y por donde resolver la problemática de nuestras telecomunicaciones.
De parte del autor de la nota, muchas gracias al lector Gustavo Sorrentino por el interés y el mensaje. Este último también vale como contenido agregado al artículo exponiendo muy bien la situación de conectividad en lugares «intermedios» de Argentina y que a veces se olvida en los grandes centros urbanos. Nuevamente, vaya el agradecimiento por tomarse el trabajo de leer y comentar el texto.
Hola en que tienda puedo ir a ver estas antenas