Diego Mintz es periodista, vive en Tel Aviv, donde trabajó en KAN, la Radio Nacional Israelí. A finales de 2021, pasó por TMT conversaciones, hoy #ConversacionesConvergentes, ciclo de entrevistas que se emite por los canales Metro y UCLPlay, y contó sus impresiones sobre la sociedad israelí, su perfil tecnológico y el atractivo global de su producción audiovisual.
-Israel es un estado muy joven formado por mucha inmigración, más allá de la población que ya estaba asentada ahí en la Tierra Santa, ¿Cómo es esa sociedad israelí hoy?
-Es una respuesta difícil de encarar desde varios ámbitos porque se va dando con el tiempo y todavía se está configurando. A mí, lo que me sale más fácil es compararlo con la Argentina.
En la Argentina, a pesar de que todo el tiempo nos lo cuestionamos, la identidad está más o menos asentada. Sabemos que somos esa mezcla de italianos y españoles y alguna otra cosa más, judíos y muchas otras cosas, y más o menos ahí quedó.
Israel está todavía en un proceso en el que Argentina tal vez estaba hace 100 años, está en una mezcla de inmigración europea, incluyendo a los sobrevivientes del Holocausto, los que fundaron el país hace 73 años, y al mismo tiempo la inmigración del resto de las comunidades judías del mundo que llegaron a Israel a partir de la fundación del Estado, del norte de África, Irak, Siria, Yemen, Turquía y de otros lugares también como Etiopía, por ejemplo, la India donde también había comunidades. Y por eso, esa identidad todavía no se terminó de formar.
De alguna manera Israel llega entonces a este año 2021 y a su aniversario 73 siendo una mezcla de los fundadores de la Patria europeos y una identidad y una cultura populares que se parece más al Medio Oriente.
Cuando uno está en Israel se da cuenta enseguida de que está en Medio Oriente con muchas cuestiones, por ejemplo, el regateo en el mercado, o que no existe el concepto de hacer una cola o una fila. Ahora, por la distancia social y eso por ahí lo incorporamos un poco más pero antes de todo esto, antes de la pandemia llegaba un colectivo a la parada y todo se abalanzaban, no existía la fila. Eso se parece más a Medio Oriente que Europa y de alguna manera Israel todavía está en el medio de esas dos cosas y tal vez en 20 años podamos decir con más seguridad, pero todavía está en esa lucha en la que parece haber ganado más la identidad de Medio Oriente.
-A esto te lo he escuchado en otras entrevistas y para mí es interesante justamente porque Israel de hecho incluso en el deporte por el tema del conflicto y demás participaba de la vida si se quiere más europea que de Medio Oriente. Ahora, a partir de estas características que vos decís y del hecho de haber empezado a normalizar sus relaciones con muchos estados de la zona -por los Acuerdos de Abraham-, se percibe un fenómeno que podríamos llamar de normalización de su status, después de todo es un país del Medio Oriente ¿Lo ves por ese lado, tiene que ver?
-Sí, un poco sí pero tal vez es porque en este nuevo Medio Oriente, tal vez sean el resto de los países los que se están, entre comillas, occidentalizando. Con la lluvia de dinero que tuvieron los países del Golfo y hablo casi específicamente de Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes, eso también los llevó hacia un tipo de vida mixta. Siguen siendo reinos, siguen siendo regímenes casi teocráticos, pero donde los capitales hicieron que las industrias perduren y de alguna manera se desarrollen y también ellos mismos se den cuenta: ‘¿qué vamos a hacer cuando se termine el petróleo o cuando el petróleo deje de ser el negocio que es?’
Entonces vamos a tener que comerciar, vamos a tener desarrollar la industria científica, deberemos tener un buen clima de negocio de distintas índoles que es lo que se ve en Dubai hoy, que es sin duda una de las capitales del mundo porque Emiratos Árabes fue el que impulsó un poco esto de acerquémonos nosotros a Occidente porque Occidente no vendrá solo para acá. De alguna manera ese acercamiento o ese cambio de mentalidad en estos países es lo que los acercó también a Israel porque dijeron ¿por qué seguimos peleando por un conflicto que en realidad no nos termina de pertenecer porque no es un conflicto tan ideológico, no es un conflicto religioso, definitivamente, sino que es un conflicto territorial por un área que a Emiratos Árabes no le compete demasiado?
Visto esto entonces dijeron ‘¿por qué no empezamos a hablar con Israel antes de que se solucione ese conflicto porque tal vez tenemos más puntos en común que diferencias y tal vez hay oportunidades de negocio?’ y eso es lo que terminó de alguna manera llevando que haya acuerdo y que de alguna manera Israel también tiene relaciones ambivalentes con Turquía que no es un país árabe y pasa por otro lado el problema. La pregunta ahí es ‘¿cómo podemos hacer para venderle gas a Europa?’ Y la respuesta es que se van a tener que juntar todos en la región y sacar el gas del mar Mediterráneo. Los negocios, el dinero de alguna manera, es lo que terminó primando para que esta mentalidad de Medio Oriente también que un poco Israel está en el medio de ambas mentalidades y para que desde Medio Oriente digan: acerquémonos, con quien más tenemos que ver es con Israel, empecemos por ahí.
-¿Cómo juega el factor religioso en Israel?
-Es una pregunta interesante. Si lo pensamos en vistas al conflicto con el resto de los países no es tan relevante porque en realidad las religiones son bastante compatibles, de hecho, los judíos han tenido estatus de privilegio, en cierto modo, en muchos países árabes durante muchos años y si se tuvieron que ir fue por cuestiones políticas, no por cuestiones religiosas. Son religiones abrahámicas e igualitarias no tributarias. Digamos que, por ejemplo, para un judío, está prohibido estar en una iglesia pero no en una mezquita y se puede rezar en una mezquita porque no hay figuras religiosas.
Después Israel tiene sus propios problemas por cuestiones religiosas si se quiere, donde está esta lucha entre el estado laico o pseudo laico y el laico, el estado en teoría laico y el estado religioso o lo que se conoce como la autonomía que es el poder que tienen los ultraortodoxos y esto ya es un conflicto netamente interno de Israel, de judíos israelíes que políticamente han tenido siempre mucho peso, tienen más del 10% de la población pero te diría que el 20% del peso en el parlamento y eso lo han hecho, valga la redundancia, pesar mucho consiguiendo que no haya transporte en día sábado en Sabbat, y que no haya matrimonio civil. Todos los matrimonios entre judíos tienen que ser religiosos auspiciados por el rabinato superior, el tema de la certificación de la comida kasher que la maneja el rabinato, la educación que por ejemplo las escuelas religiosas tienen sus propios programas y a veces el problema que tienen es que no tienen matemáticas o tienen una educación muy enfocada solamente en la religión. Eso, por ejemplo, hace unos días llevó a un problema feo que fue la tragedia del monte Verón que vimos todos con 45 muertos, cientos de heridos, justamente por esta autonomía, este estado de privilegio que tienen los partidos ultra ortodoxos y los miembros de las comunidades ultra ortodoxas que a veces muchas veces no son sionistas, ellos mismos son antisionistas porque creen que el estado Israel como tal al ser un ente civil laico no debería existir sino que tendría que venir con el Mesías. Se vio también con el coronavirus donde no había muchos controles en eventos de las comunidades religiosas, funerales de 10.000 personas cuando estábamos en el peor pico de contagios, etcétera, etcétera.
-¿En qué ves cotidianamente o en qué se observa la idea de Start Up Nation? Este perfil innovador y emprendedor que el país quiere instalar en el mundo.
-Es extraño porque en muchos puntos el israelí se queja mucho de la burocracia, hay mucha burocracia para muchas cosas en Israel y te diría que más que en Argentina incluso, donde uno a veces se queja de la burocracia. Pero aquí no se ve en las cuestiones de negocios, para abrir una empresa, traer inversiones de afuera, conseguir permisos, etc. Y también está el tema que justamente se destaca en el libro Start Up Nation, la jutzpá que se traduciría como atrevimiento. Es una palabra que, en realidad, viene del Idish, después se llevó al Hebreo. Es una especie de atrevimiento, una suerte de viveza, de ser audaz y se hace mucho también para el tema de negocios y para el tema de buscar ideas nuevas y buscar una capitalización externa muy marcada.
En 2020, por ejemplo, para darte una idea, entraron a Israel 10.000 millones de dólares en inversión directa en tecnología y este año 2021 entraron en el primer cuarto del año, en los primeros tres meses 5.500 millones o sea más de la mitad de lo que todo el año pasado y estamos hablando de dos años de pandemia, un poquito distintos a todo lo conocido.
Esto lo está viendo el mundo, las empresas grandes lo están viendo, acá hay clima de negocios, hay muy buen capital humano. Todavía no se termina de saber por qué, porque al mismo tiempo es curioso dado que el joven israelí termina el secundario y va al ejército durante casi tres años y después recién a los 22 años empieza a estudiar en la universidad. Las carreras son bastante cortas y dinámicas y terminan ingresando al campo laboral bastante grandes para lo que es el resto del mundo pero a la vez bastantes preparados porque de alguna manera, si bien se pierde mucho tiempo con el ejército, entre comillas no, al israelí no le gusta perder tiempo y no le empieces a chamuyar con algo, no le preguntes algo dando demasiada vueltas. Es más, si no hablás hebreo, no hablás inglés hacele gestos y te va a entender, pero no trates de dar vueltas a través de un idioma que no hablás porque ahí es donde se cansan, donde le hacés perder tiempo.
–Stishel, Fauda, El Espía y un montón de otras producciones israelíes son ya éxitos globales. ¿Cuál es el secreto del audiovisual israelí o de temática israelí?
-Las dos cosas. La temática israelí aparentemente está gustando porque se ve en todo este cóctel extraño. Fauda, en un conflicto muy puntual, es una división de soldados israelíes en la que todos hablan árabe y ahí ya tenés una mezcla extraordinaria. Stishel es un mundo completamente distinto que sucede en el mismo lugar, a 10 cuadras una cosa de la otra, pero es un mundo completamente distinto. Se ve que ahí hay algo que genera intriga porque era algo que aparentemente Israel no supo contarlo durante mucho tiempo y vino una generación nueva que encontró una manera distinta de contar esas historias, de escribir guiones distintos, de filmar distinto que aparentemente fue muy exitoso y muy bien pensado y además esa necesidad de exportarlo porque el mercado israelí de televisión es muy chico.
Israel es un país de 9 millones de personas de las cuales 2 millones hablan árabe y no consumen medios en hebreo casi nada o muy poco y un millón y pico son ultra ortodoxos que tampoco casi consumen medios de comunicación modernos, televisión para empezar e Internet tampoco. Entonces te queda un mercado que 6 y pico de millones de personas o menos para un idioma que no habla nadie más. Entonces hay que encontrarle la vuelta y le encontraron la vuelta, no sé bien cómo porque si tuviera que pensarlo yo desde cero no lo podría hacer, pero le encontraron la vuelta y ahora el mundo está esperando nueva la nueva serie israelí, ahora es así.
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