Loris Zanatta, profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bologna, habla en español fluido con cantito italiano y algunas expresiones de lunfardo. Hace chistes, se presta a la conversación, promete no hablar de coyuntura política y limitarse a su especialidad, la historia latinoamericana. Pero al final, dará una clase de historia, política y filosofía que irá constantemente del pasado al presente. Un análisis de los últimos 100 años de la Argentina y el mundo para ayudar a entender dónde estamos hoy (y por qué estamos como estamos).
De pie, en jeans y de saco, inicia con una pregunta: “¿Cómo puede ser que tenga tantos pobres un país que está condenado a la grandeza y a la riqueza?” Y no se refiere a cualquier país, sino a la Argentina. En otras palabras, se hace “la pregunta por la decadencia económica argentina”.
La respuesta tendrá un marco antropológico con perspectiva político-religiosa y demandará alrededor de una hora. Se declara “ateo profundamente respetuoso de todas las creencias religiosas”. Y es un evidente conocedor del pensamiento del papa Francisco, al que acaba de dedicarle un libro, El puntero de Dios, y sobre el que está elaborando una biografía política.
En el auditorio del Grupo Clarín da su primera clase como docente de la Maestría en Periodismo (que esa empresa ofrece desde hace años en sociedad con la Universidad de San Andrés). Lo escuchan algo menos de cien personas, entre periodistas del diario -incluido su editor general, Ricardo Kirschbaum-, alumnos y docentes, como Silvia Ramírez Gelbes y Miguel Wiñazki, directivos del programa, y algunos invitados, entre ellos Convercom.info
A continuación, algunos apuntes tomados a toda velocidad en el celular (aunque intentan ser lo más fieles posibles a las expresiones originales pueden contener involuntarias variaciones):
Hubo un proceso de creación de la mentalidad de mito nacional en cultura política argentina que ha determinado que el progreso económico es un atentado contra la pureza del pueblo, una amenaza. Eso ha sido desarrollado por la tradición nacional popular y ha permeado en toda la cultura y no sólo en el movimiento nacional popular por excelencia que es el peronismo.
El revés de esto, su contracara, es el relato ilustrado que dice después del tiempo de las tinieblas, podríamos decir la Edad Media como símbolo de eso, de a poco vino la luz, el iluminismo.
El momento de ruptura es la Reforma Protestante, como estudió Max Weber, que tumbó la cristiandad medieval, el orden perfecto donde todo se fusionaba: un pueblo, una fe, un rey, y una comunidad orgánica donde cada uno tenía su función, cumplía su papel.
El cuerpo humano -la creación divina por excelencia- era modelo de funcionamiento de la sociedad y en el cuerpo, cada órgano cumple una función.
En esa sociedad [medieval] no existe idea de progreso porque la sociedad ya es perfecta, cada uno ya tiene su lugar. No necesita cambio. Aquella unidad se rompió con la Reforma que trajo el pluralismo.
Muchas veces se usa el individualismo como sinónimo de egoísmo. Pero, como decía Popper, el individualismo es el revés de colectivismo [cita The Culture of Growth, de Joel Mokyr].
El pluralismo religioso dio pie al pluralismo político y eso permitió a los perseguidos encontrar un lugar donde vivir [recuerda el caso de Baruj Spinoza, que huye de Amsterdam tras la censura religiosa de su comunidad]
El pluralismo genera la revolución filosófica que genera la revolución científica que cambia la visión del mundo y pone las bases de la securalización; el hombre es responsable de su destino. Después vendrán la revolución política y el constitucionalismo moderno.
La filosofía se dedicaba hasta entonces a la metafísica, es decir, a la relación entre el hombre y Dios. Después ya se ocupa de cómo manipular el mundo para mejorar su destino [aclara que manipular puede ser una palabra fuerte].
Yo soy un popperiano, considero que el hombre es la madera torcida de Kant y no tiene un destino de redención.
Así que ese es el relato ilustrado, que ha sido un poco manchado. Puede considerarse una interpretación neoiluminista, que es vista hoy como un poco ingenua. Esta es la historia que pone las condiciones del progreso (aún sin definirlo)
El otro relato es el nacional-popular que fue el relato católico de la contrarreforma, el mundo latino católico europeo y el de América latina, que también lo integraba. Hoy los historiadores católicos no la llaman contrareforma y prefieren decirle Reforma Católica y duró un siglo.
Esa contrareforma logró conservar la unidad: un pueblo, una fe y un papa, o un papa-rey. Y eso género que las revoluciones que se dieron en el mundo protestante no se dieron en el mundo católico (salvo el norte de Italia y en Cataluña). Las ideas nuevas no podían circular.
Escocia, Holanda e Inglaterra son el lugar de las nuevas ideas.
En el mundo católico, finalmente, queda en pie el concepto medieval que no contempla la idea del progreso porque es visto como una amenaza de fragmentación contra la unidad.
América Latina se ve como el lugar donde se conserva la pureza, donde la cristiandad se mantenía intacta, el ciudadano es el feligrés, la política es la religión.
En la Argentina durante la era liberal de las élites, el mito nacional incluía la idea de progreso. El progreso existe en Sarmiento y Alberdi. Aquí la herencia hispánica parecía débil (no era México ni Perú), era una página en blanco donde se podía escribir un destino manifiesto. Igual que en Estados Unidos, ellos en el Norte y la Argentina, aquí abajo. El pasado hispánico no era impedimento. En todos los mitos de destino manifiesto se destaca la juventud, el pueblo nuevo.
Argentina es el más rico, el más instruido y tiene una frontera para conquistar como Estados Unidos. Es imperialista en el sentido romano, civilizar para emancipar.
Ese mito entró en crisis por razones que no voy a explicar porque sería motivo de otra clase. Ocurre a partir de los años 20 y se vuelve arrollador en el 30 cuando surge el mito nacional-popular, que es el medioevo, la sociedad orgánica.
El progreso es el enemigo de la Patria y corrompe el pueblo. Ahí cambian los parámetros ideológicos del mito nacional popular. Pasa también en Italia con Mussolini y en España con Franco. Y aquí es la comunidad organizada del peronismo. Volver a las raíces y a la identidad que era la cristiandad.
Perón hereda esa idea de destino manifiesto (lo escribí en un libro que en español tuvo otro título pero en italiano fue Il sogno imperialista di Perón) que ahora es reunir alrededor de Argentina a todas las naciones católicas del mundo. El antinorteamericanismo argentino se explica así (este nivel de antinorteamericanismo no se ve ni en México ni en Centroamérica)
Se ve en la teología de la cultura de los años 70, cuando se habla de «peronismo heideggeriano». Ahora estoy escribiendo una biografía política de Bergoglio, y Romano Guardini, el teólogo al que Bergoglio le dedicó sus estudios es heideggeriano.
He estudiado a Heidegger y lo entendí un 2%. Me parece que cuando uno no se hace entender es porque quiere pasar como un genio.
Muchos de aquella época eran heideggerianos. Lo era Astrada, que escribió el discurso de Perón sobre la comunidad organizada, y era también hegeliano. Amelia Podetti, Lucio Gera, Metil Ferré, que se definía como peronista uruguayo, algo difícil de encontrar.
[Los referentes del mito nacional popular] eran todos alemanes, antiilustración escocesa e inglesa. Eso se ve también en las revistas jesuitas teológicas de los 70 y 80.
Algo claro de Heidegger ocurre en 1933 cuando asume el rectorado de la Universidad de Friburgo designado por Hitler.
Heidegger en pocas palabras dice que la historia de Occidente es de decadencia porque es el alejamiento del ser (y el ser puede entenderse como Dios). Y va de la pérdida de Dios al reencuentro de otros dioses.
En la perspectiva del peronismo heideggeriano todo el relato ilustrado es historia de la decadencia porque en el principio existía el orden permeado por Dios, que era la Cristiandad medieval. Por eso los teólogos de la cultura [teólogos de la liberación] reivindican el barroco, que ven como una recreación de aquello durante la evangelización de América Latina.,
El que lo explica mejor es un sacerdote jesuita en los 80 [que es Bergoglio] cuando dice que las ruinas y los enemigos llegaron primero con Juan Calvino -que separó la cabeza del corazón-. Él arruinó todo [a mi tampoco me cae bien Calvino]. Y hay un segundo enemigo, John Locke, uno de los padres del liberalismo moderno y del pacto social, porque con él nace la burguesía, que es la clase social que comercia y debate y por lo tanto crea el progreso.
Todavía en los 70, Rafael Tello, un teólogo que cita Bergoglio, dice que el pobre es la imagen de Cristo, es el arquetipo de la nacionalidad. El pobre es un niño eterno, no crece nunca. El proceso es un peligro, fragmenta la unidad, rompe el arquetipo de la pureza. Esa es una lectura poderosa de la historia. Es una construcción intelectual muy difícil de erosionar.
Pero probablemente algo está cambiando desde hace tiempo. Tengo la impresión de que ese castillo se está desmoronando, este relato [nacional popular] hizo su tiempo y ya es una cáscara vacía. Los populismos son la nostalgia de la unidad perdida del pueblo.
Donde la Iglesia Católica no es percibida como institución política tiene alta aprobación social, no es así en Argentina, donde es percibida como otro factor de poder.
La mala relación de Perón con la Iglesia, como la de Musolini con Pío XI (que le dedica la encíclica Non abbiamo bisogno) y la de Franco con Pío XII (al que le exigía casi el patronato que habían tenido los reyes en la designación de obispos), son peleas de familia. Para Perón, él había creado la única Cristiandad posible y la Iglesia se tenía que adaptar. Era el pasaje de un orden sagrado a una Cristiandad secularizada, a una religión política. A partir de los 60, la Iglesia [argentina] vive un proceso de peroniziación radical y virulento.
En el conflicto de Bergoglio con Néstor Kirchner se observa lo mismo. Cuando Kirchner muere Bergoglio celebra la misa y lo define como “ungido”. El pueblo puro sacraliza la autoridad. Con Alfonsín mandó a otro cura que habló de “elegido”.
Lo mío es un Himno a la secularilzación pero tengo un enorme respeto por todas las creencias del mundo aunque soy ateo, no soy creyente.
Hacé tu comentario