Silvia Mercado es periodista y escritora. De extensa trayectoria en diarios y revistas (El Porteño, Tiempo Argentino, Satiricón, Página/12, El Cronista e Infobae), radio (Continental, Ciudad) y televisión (ATC, Crónica TV, A24 y LN+), fue vocera de Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, y durante varios años se dedicó a la comunicación política como jefa de prensa de varios ministros y secretarios, casi todos peronistas. Se considera una «peronista, portadora sana», como suele decir en broma.

Es autora de varios libros sobre el peronismo, entre ellos uno prematuro, Peronismo, la mayoría perdida (1985), y otro fundamental, El inventor del peronismo: Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina (2014). En 2015, a propósito de otro libro, El Relato Peronista, me respondió «¿Qué es ser gorila?«.

En 2022, Mercado publicó un nuevo libro para su colección peronista, esta vez con foco en el presidente Alberto Fernández y su fallido gobierno: El presidente que no quiso ser: traiciones, vicios y secretos del último presidente peronista. Ese año estuvo en Conversaciones Convergentes (ciclo de entrevistas que se emite por las señales Metro, UCLplay y Canal E) para charlar sobre lo que deja este mandato presidencial, cómo quedará en la historia y lo que hay por delante.

“El presidente que no quiso ser”. ¿No quiso ser? ¿no supo? ¿no pudo?

-Justamente esas son las preguntas que trato de responder en el libro. El decidió no ser. No quiso ser, que es de algún modo mi tesis, en el sentido de que él sabía que no había ningún tipo de posibilidad de llevar adelante sus ideas porque sabía, desde antes, que sus ideas o los valores que había defendido en los últimos 10 años nada tenían que ver con los valores de Cristina Kirchner y el kirchnerismo en general, y La Cámpora, en particular. Ante cada opción o situación donde tuvo que decidir por sus ideas o su gente o cuando sus asesores le decían que había que ir para un lado o para el otro, siempre terminó aceptando lo que Cristina decía y así va a ser hasta el final.

Vos ya no ves chance de que eso cambie. ¿La sociedad tampoco?

-Bueno, yo no la veo, hace mucho tiempo que no la veo y por eso me pareció muy importante decirlo en el libro y me parece que tampoco lo ve lo que se llama “círculo rojo”, los empresarios, los gobernadores y otras personas que tienen decisión y que tienen que tomar algún camino a favor de una inversión u otra, muchas veces quisieron creer lo que el presidente decía, que iba a actuar con libertad y que iba a actuar de un modo que no quepa la menor duda de que estaba a favor de las ideas de la inversión e incluso de la libertad. Después, rápidamente esos mismos interlocutores se dieron cuenta de que creyeron muchas veces en él y él siempre los defraudó. Por cierto, la sociedad ya no le cree nada que diga, en absoluto. Es tristísimo lo que pasa con Alberto Fernández en ese sentido. De qué manera ha perdido absoluta credibilidad.

Es llamativo que él no se sienta incómodo en la contradicción ¿No? No es una contradicción pequeña, es una contradicción completa. Pocos años atrás diciendo unas afirmaciones que hoy con la misma boca, con el mismo ímpetu y la misma vehemencia sostiene exactamente lo contrario. No parece tener problemas con la contradicción. ¿O sí?

-Yo creo que sí, ha tenido muchos problemas, no sé si sólo con la contradicción, sino que es como que en muchos momentos pasa por crisis personales agudas porque me parece que él se dio cuenta en la presidencia de la nación que no tenía ideas firmes en nada. Entonces, así como ha creído una cosa también ha creído en la otra, es decir depende más de una imagen que de valores, me parece que ni siquiera se contradice a sí mismo ya que no sabe lo que piensa. Puede pensar una cosa a la mañana y a la tarde piensa otra con igual vehemencia, las transmite y entonces nadie le cree nada, porque es una especie de fake de sí mismo todo el tiempo. En realidad, lo único que quiere es quedar bien con su interlocutor del momento.

Alguna vez escuché, incluso luego del triunfo del Frente de Todos en su momento, que iba a ser interesante ver a Alberto Fernández gobernar y asumir el rol de líder dado que durante toda su vida política fue lo que en ese ámbito se llama “operador”, es decir alguien que construye poder para otro, que negocia en nombre de otro. Había tenido mucho poder, pero no en el rol de líder y sí en el rol de asesor y operador. ¿Vos crees que ese diagnóstico puede ser una explicación válida para lo que paso después?

-Sí, puede ser, definitivamente puede ser. Su vida es la de una persona acomodaticia, que siempre ha buscado pensar lo que se pensaba en ese momento en la sociedad. Eso es muy del peronismo, pero en él está exacerbado porque lo que se ve es un aprovechamiento personal de esas fluctuaciones ideológicas.

Hay que pensar que cuando estaba la dictadura él estaba cerca de partidos de derecha o nacionalistas. Cuando pensaba que las elecciones de 1983 las iba a ganar el peronismo, formó parte de una agrupación peronista en la Facultad de Derecho de la UBA, sobre lo cual hay una cantidad de episodios completamente ridículos. Por ejemplo, dijo que era de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios, del peronismo) y obviamente no podía ser por una cuestión de edad. Dijo que había sido de la JP Lealtad y nadie de los que han estado en la JP Lealtad ni el experto más importante que hay en JP Lealtad, que es el Aldo Duzdevich, dice que nunca lo vio en ningún lado. Después, se hizo radical cuando ganó Raúl Alfonsín y formó parte del staff de Juan Sourrouille en la dirección de Jurídicos en el Ministerio de Economía. Cuando estaba por ganar Menem se hizo menemista, cuando estaba por ganar Duhalde se hizo duahaldista.

Estuvo con Cavallo.

-También. Cuando Cavallo estuvo de moda, fue en la lista de Domingo Cavallo. La verdad es que es una persona en ese sentido, no diría pragmática sino débil en cuanto a pensamiento y sin valores.

-Hay cierta convicción en algunos ámbitos políticos y también en gran parte de la ciudadanía de que el periodismo, o una gran parte del periodismo, contribuyó a formar una imagen falsa de Alberto Fernández durante la campaña que finalmente lo convirtió en presidente. El famoso «Alberto moderado, moderno, e incluso liberal, pro mercado y apertura. ¿Creés que es un diagnóstico correcto o es injusto hacia ese sector del periodismo que es señalado incluso en las redes?

-Si, es muy señalado en las redes. Me parece un poco injusto porque él quiso dar esa imagen, se dedicó a hablar con los periodistas dando esa imagen y demostrando a través de una enorme cantidad de gestos simbólicos que así sería. Además, se publicó en ese momento un libro que es una biografía autorizada de Alberto Fernández que escribió un colega nuestro que prefiero no nombrarlo que mostraba esa imagen, pero es un relato falso. Ese libro se ha probado falso en una enorme cantidad de situaciones. Ahí se crea un relato de como Alberto decide ser presidente que no es cierto.

 -¿Cómo decide Alberto ser presidente?

-Ahora empieza a salir esa información y a ser legitimada. Alberto Fernández ya tenía planificado y Cristina también la llegada al poder del presidente cuando vuelven a acercarse y a tener contacto. Es decir, a fines de 2017. Es muy distinto al relato que él ha querido imponer de que fue una casualidad, que él no sabía. Hay un camino acordado entre ambos para llegar a ese punto y tenía que ver justamente con lo que está sucediendo en la Argentina en estos momentos que es evitar la condena judicial de Cristina Fernández de Kirchner, un proceso que ahora se ha juzgado como inevitable, no sólo por la condena que ya tuvo sino por la sucesión de condenas que tiene por delante.

Tampoco cumplió esas promesas hacia el interior de su coalición.

-Tampoco, lo bueno que tiene Alberto Fernández es que no le cumple a nadie, entonces no tiene amigos en ningún lado. Él se comprometió con Cristina que iba a hablar con este y aquél y bueno…

Si habló no funcionó

-Si habló no funcionó.

¿El tercero en discordia qué rol juega acá? Sergio Massa.

-Ahí me parece que hay una especulación simplemente para sumar los votos que él tiene en la clase media. De algún modo Alberto Fernández también. Lo que más le interesaba a Cristina era que Alberto la pueda reconciliar con la Justicia y con los medios de comunicación. Estaba segura de que Alberto podía hacer eso. Sergio Massa era una forma de mostrar amplitud, básicamente que no se le vaya. Hubo una autocrítica ahí, en el sentido de que si hubiera actuado con más flexibilidad no hubiera perdido las elecciones en 2013, que fue cuando Sergio Massa le salió por otro lado, justamente en alianza con sectores que siguen siendo oposición. Realmente estaban convencidos de que podían hacerlo. Siempre fue un actor menor en esa relación entre Alberto y Cristina que yo defino como tóxica. O sea, una relación donde el otro está muy presente, aunque se odien, no se hablen, aunque discutan, aunque no discutan. Siempre son el centro de todo lo que pasa y no se pueden despegar. En ese sentido Sergio Massa es un jugador menor.

Había quedado picando la pregunta de ¿Qué une a Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández? Fuera de cámara yo decía que no vale decir “son peronistas.”

-Les interesa el poder, les interesa estar en el poder a como dé lugar. Las cosas que ha dicho Sergio Massa han sido durísimas. La verdad que son los dirigentes que peor han hablado de Cristina y de la Cámpora y el kirchnerismo. Sergio Massa se dedicó más a criticar a La Cámpora.

A prometer meterlos presos

-Si, y Alberto Fernández a hablar mal de Cristina. A los tres los unió el sentimiento de si seguía Mauricio Macri en el gobierno nunca más iban a volver al poder y resignaron todas sus convicciones. Hay que reconocer que Sergio Massa resignó menos sus convicciones. Él lleva adelante una política bastante parecida a lo que cree, no exactamente lo que cree porque, le interesa el poder y sabe que está en una coalición que tiene una visión mayoritariamente populista, estatista, anti inversión como el Frente de Todos. Pero aún cuando, digamos, no lleva adelante todo lo que cree, hace el esfuerzo. Creo que hay que reconocerle que el esfuerzo lo hace.

En los 80, estuve investigando, publicaste un libro que se llamó Peronismo, la mayoría perdida. El peronismo mutó, se renovó, se presentó por derecha, por izquierda, pero no perdió, en general, la mayoría, excepto por unos muy breves momentos en la historia. Ahora, 2022, de cara a las elecciones del 23 se empieza a comentar, a decir que va a ser una derrota histórica. ¿Creés que el peronismo puede perder esa mayoría, ese favor popular que el electorado le ha demostrado reiteradamente, eso puede ocurrir?

-Sí, estoy convencida de que sí porque hoy el peronismo es una minoría. Definitivamente lo es. No sólo porque si se junta toda la oposición es un 60-30 y un 10 por ciento de izquierda, exagerando y dando números muy gruesos sino porque me parece que terminó un ciclo histórico en la Argentina, me parece que está muy claro, y un ciclo económico.

Me parece que ya no hay ninguna posibilidad de que el populismo pueda darle nada más a los argentinos y a la Argentina. Me da la impresión de que aquí se termina una manera de encarar la política que deviene de esa incapacidad que tendrá el Estado de sostener a la Argentina a la usanza populista local. Porque el populismo local tiene la particularidad de que se da en una nación con muchos emprendedores, con mucha gente que no vive del Estado ni quiere vivir del Estado y entonces esa gente está produciendo una resistencia muy importante y así se evitó cualquier avance gravísimo sobre las libertades, salvo en tiempos de dictadura. Yo creo que el kirchnerismo, que hoy es el peronismo, está terminado. Como mayoría, por lo menos.   

-Cuando Macri llegó a la presidencia ganando el ballotage y en las veces anteriores cuando llegó un gobierno no peronista, el conurbano se mantuvo igualmente peronista y kirchnerista salvo algunas contadas elecciones ¿Ves en las próximas elecciones que el conurbano se tiña de amarrillo PRO o de rojo radical?

-Sí, yo creo que Juntos por el Cambio va a ganar más distritos de los que viene ganando. Hay que reconocerle al PRO, entre muchas cosas que los periodistas no le reconocemos, el esfuerzo que ha tenido desde el día uno de avanzar sobre ese conurbano. También de mostrar que han sido grandes gestores. En el caso de Néstor Grindetti, en Lanús, y de Diego Valenzuela, nuestro colega, en Tres de Febrero son casos notables, pero sobre todo el de Lanús porque está en la tercera sección electoral. Uno le pregunta a cualquier persona que viva en Lanús y la seguridad que hay, la apertura que hay, el interés que hay de los funcionarios por el vecino. La verdad que son gestiones impecables, si no se ha avanzado más en el conurbano es realmente por un aparato clientelar patético, pero no me cabe la menor duda de que eso va a crecer.

Yo creo que esa Argentina que cree en las inversiones, el emprendedorismo y la libertad empezó en 2015 y, por los errores de Mauricio Macri, quedó en un paréntesis. Pero donde siguió gobernando [Cambiemos] lo hizo muy bien. Yo creo que ahí hay otra forma de gobernar, hay otras opciones dentro de la oposición, pero de verdad creo que se puede gobernar distinto sobre todo en los lugares más álgidos. Pero bueno, a veces el clientelismo no permite estos avances. El clientelismo y, espero que no lo sea en otros lugares, también el narcotráfico.

Silvia, estuviste muchos años y seguís estando en radio, televisión y diarios, escribiste muchos libros, varios son sobre el peronismo. Y, espero citarte correctamente, alguna vez me dijiste que eras “peronista portadora sana”. Lo comento para enmarcar tus respuestas. Mucho de ese trabajo periodístico ha sido en la sala de periodistas de la Casa Rosada. ¿Cómo circula la información en la Casa de Gobierno? ¿Hay una circulación democrática y horizontal? ¿Hay unos periodistas o medios privilegiados? Contanos un poco cómo es la cocina de esas conferencias de prensa ¿Hay una puesta en escena y una teatralidad realmente marcada o es realmente natural? ¿Qué nos podés decir de eso?

-Primero te quiero decir que estoy afiliada al Partido Justicialista (PJ), ya no me siento peronista pero no me desafilio para molestar. Creo que eso siempre me ha dado un hándicap para meterme dentro del peronismo.

Siempre recordamos tu libro, lo seguimos recomendando, aunque ya tiene unos años, sobre Raúl Apold, el inventor del peronismo.

-Si, yo creo que, si no hubiese sido peronista, no hubiese podido escribirlo. La verdad que te da muchas amistades, muchas formas de dialogar, pero me parece importante que todas las organizaciones son distintas en cuanto a su relacionamiento con la prensa. Me parece que en el caso del Alberto Fernández hay dos gestiones. Una la de Juan Pablo Biondi y otra la de Gabriela Cerruti. La de Juan Pablo Biondi ha sido profesional, él ha cometido muchos errores tapando los errores de Alberto Fernández. Fernández es una persona que no se deja ordenar. Ha sido uno de las grandes dificultades en cualquier área. Además, él cree que sabe de periodismo y que sabe de ese trato con la prensa. La de Gabriela Cerruti empezó muy desordenada, no profesional porque ella no había hecho un trabajo similar antes y hay que reconocer que lo fue ordenando. Hace lo posible y hay que reconocer que mantiene relaciones personales con algunos periodistas a los que le da la información.

Incluso consulta como si fueran asesores informales.

-Tal cual, después esos periodistas escriben poniéndolo en el rol de estadista y es cómico porque ya obviamente nadie se lo cree. Creo que también esa teatralidad de Gabriela Cerruti se debe a que primero en Casa Rosada viven en un túper, es impresionante el descuelgue que tienen sobre todo lo que pasa alrededor. Viven en otro mundo.

El episodio de «las piedras que puso la derecha» en referencia a las piedras colocadas en la Plaza de Mayo en memoria de las víctimas del Covid. ¿No?

-Entre tantas cosas, uno ahí se da cuenta que están en cualquiera. Impacta el desinterés y cualquiera que dice una cosa empática con el resto de la sociedad fuera de la Casa Rosada es considerada no menos que un enemigo. Gabriela Cerruti se maneja con una cierta teatralidad, un poco porque es mal llevada y tiene mal carácter, pero otro poco también porque es lo que ella cree o lo que se creen en el kirchnerismo que funciona mejor que es maltratar a los periodistas. Mientras sigan manteniendo las conferencias de prensa semanales, me parece que no hay que criticar a la persona sino valorar el instrumento semanal de las conferencias de prensa.

Además, ha demostrado ser muy efectivo, más allá de los encontronazos con los periodistas, porque se han hecho preguntas por parte de los colegas allí acreditados que han generado información, títulos, conversación política importante.

-Es muy importante ese espacio institucional. Muchos colegas me han preguntado por qué seguimos yendo si se nos maltrata y vamos porque el espacio institucional hay que defenderlo. Hay que reconocerle a Gabriela eso y me parece que si se enoja o no es un problema de ella. La verdad es que todos los periodistas que ella ha maltratado han crecido frente a la opinión publica. Lo importante es poder preguntar y ojalá que en la nación y en todas las provincias y organismos públicos se mantuviera esta costumbre de dar una conferencia semanal o quincenal con preguntas libres. Me parece que es la clave de una democracia, mientras eso se sostenga voy a seguir elogiando ese espacio.

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