Silvio Waisbord es sociólogo y profesor de la Escuela de Medios y Asuntos Públicos en George Washington University en Estados Unidos.

En la primer mitad de 2022, Waisbord pasó por TMT conversaciones, hoy #ConversacionesConvergentes, ciclo de entrevistas que se emite por los canales Metro y UCLPlay, y entre otras cosas, afirmó que los actores de la desinformación son principalmente políticos y económicos y que, desde una mirada social, la desinformación no se resuelve simplemente con información.

-¿Qué entendemos o qué debería entenderse hoy por comunicación social, comunicación pública?

-El concepto que yo elijo es comunicación pública en el sentido de que tiene que ver con la polis, con la política, lo público. La política en el sentido clásico, es decir esa esfera de acción fuera del ámbito privado. Ese para mí es el concepto más útil y flexible para entender lo que está ocurriendo cuando hablamos de medios, plataformas y sociedad digital, creo que debe ser el punto analítico.

-En uno de tus últimos libros decís que la comunicación es una post disciplina, ¿qué significa eso?

-En primer lugar, eso quiere decir la comunicación nunca fue disciplina en el sentido estricto, con un canon y un paradigma de investigación distintivo o único. La comunicación siempre fue un punto de encuentro para varias disciplinas: psicología, sociología, estudios culturales, literatura, etc, que dependía del país y el contexto. En algún momento se pensó que podía ser una disciplina propia, con sus metodologías y canon analítico, pero todavía estamos esperando. Y no ha ocurrido por varias razones.

El principal argumento de por qué esto no ha ocurrido es porque la comunicación, el sujeto de estudio, lo que la comunicación estudia, es un tema que va más allá de lo que puede solamente una disciplina pretender que sea su objeto único. Hoy en día vemos que temas de comunicación, y  especialmente comunicación digital, son objeto de estudio en ciencias políticas, ciencias de la computación, psicología, antropología, etc. Me parece que no hay disciplina que no esté estudiando algún aspecto de la comunicación digital hoy en día.

Entonces es una postdisciplina porque el objeto de estudio mismo, lo que es la comunicación ya sea a nivel interpersonal o a nivel público, va más allá de lo que un solo campo o disciplina puede decir: este es mi objeto único de estudio como sí son las disciplinas clásicas: la matemática, la economía, las ciencias políticas que tienen un objeto de estudio que es propio de ellas.

No es el caso de la comunicación, y yo no lo veo como un problema, al contrario, creo que es una ventaja que explica la riqueza, perspectiva de estudios y de debates de la comunicación.

-El desafío entonces es respecto de la especialización de la comunicación porque será difícil construir un perfil de especialista

-En realidad, lo que hay son muchos perfiles de especialistas y cada vez menos de generalistas. Y, de nuevo, a eso lo veo como una cosa necesaria en el sentido que hay gente que se especializa en temas de relaciones públicas, comunicación política, periodismo o comunicación interpersonal. Hay docenas de especializaciones dentro de la comunicación y creo que esto refleja justamente que entender, trabajar, tener ideas nuevas dentro de la comunicación requiere un alto nivel de especialización lo cual desincentiva el pensar más generalmente la comunicación como fenómeno social.

-Recientemente te referiste al tema de la libertad de expresión sugiriendo que es necesario repensar el concepto libertad de expresión en el contexto de las plataformas ¿Cómo es eso?

-Creo que por los últimos dos siglos por lo menos en Occidente pensamos la libertad de expresión en situación de relativas limitaciones para la expresión. La libertad de expresión surge fundamentalmente hace 150 años como un grito de batalla frente a los intentos de diferentes actores, especialmente de los estados, de reprimir, suprimir y moldear una esfera de expresión pública. Hoy en día lo que vemos es una proliferación, explosión y abundancia de expresión pública. No quiere decir que los viejos problemas hayan desaparecido, por el contrario. Seguimos viendo intentos de los estados, los gobiernos y otros actores de restringir el espacio de lo que se dice y lo que no se dice. Pero eso no es suficiente.

En las plataformas digitales vemos que permiten una abundancia de expresión que trae aparejada otros problemas que no han sido muy estudiados ni entendidos justamente porque venimos de un momento de limitadas oportunidades para la expresión masiva pública y para mí esos son las cosas más interesantes estos nuevos desafíos.

Creo que una vieja premisa del pensamiento sobre la libertad de expresión es que las malas ideas se resuelven con más expresión y eventualmente en un mercado de ideas lo más libre posible con las menores ataduras o censuras posibles porque las buenas ideas eventualmente triunfarán por sobre las malas ideas.

Las malas ideas pueden ser ideas mentirosas, injuriosas, de odio y creo que esa premisa es lo que está en juego y lo que está sucediendo, yo no diría en crisis pero es lo que debemos revisar, es que que cuando hay una abundancia de expresión, cuanto más gente puede expresarse, necesariamente esa dinámica conduce al triunfo entre comillas de las mejores ideas, las ideas más certeras, más humanas y más tolerantes. Creo que estamos en esa situación.

-¿Cómo se gestiona la comunicación en plataformas o se plantean a grandes rasgos reglas en este nuevo contexto para que triunfen esas nuevas ideas?

-Es una excelente pregunta. Creo que lo que no hay son normas comunes e intersubjetivas entre nosotros, entre grupos, entre individuos, y en este caso es muy difícil tener normas comunes de cómo regular esa expresión y esa comunicación. Lo que hacemos es que esas normas están determinadas fundamentalmente por las empresas que son dueñas de las plataformas digitales donde la mayor parte de ese volumen de comunicación digital ocurre.

Estas plataformas han sido renuentes a ser árbitros de la comunicación, a ejercer lo que entendemos como criterios editoriales en el caso de periodismo, determinar, filtrar, a ser árbitros de la comunicación. No lo han querido hacer por diversas razones bien estudiadas y creo que se han visto forzados en los últimos cuatro o seis años a tomar un rol mucho más decisivo de arbitrar esa comunicación, de decidir cuáles son expresiones buenas, entre comillas, o cuáles no y a partir de ahí han tomado decisiones de echar o cerrar cuentas según los cuales estas plataformas piensan que esa expresión es nociva, es tóxica para la sociedad.

Puede ir desde desinformación sobre vacunas hasta expresiones de odio y creo que lo han hecho por la presión pública, la presión política, no porque sea el rol donde más cómodas se sienten. Estamos en una situación en la cual un manojo de empresas de diversas partes del mundo -algunas con poder global- deciden justamente eso. Es decir, según criterios de verdad, deciden qué es información real, qué es información falsa o qué es una expresión de odio y qué no lo es. Esto aparece ya desde el principio cuando las plataformas deciden, por ejemplo, qué fotografía publicar y qué no por diferentes criterios empresariales en plataformas y creo que se plantea un desafío. Estas plataformas se han convertido en un árbitro central en determinar lo que en algunos casos millones de personas deciden es expresión pública.

-¿Cómo jugó en todo esto que estamos hablando de la pandemia? ¿Tuvo algún rol, por ejemplo, en lo que plantean algunos, acelerar algunos procesos, en cambiar la dirección de algún proceso, en volver hacia atrás en algún ámbito?

-En primer lugar, la pandemia intensificó la comunicación digital. Pasamos más tiempo haciendo lo que estamos haciendo justamente ahora que lo que hacíamos antes y no pareciera que si eventualmente volviéramos a una, entre comillas, normalidad disminuiría notablemente el tiempo que pasamos comunicándonos a través de las plataformas.

En segundo lugar, la intensificación de la comunicación digital puso sobre el tapete justamente estos dilemas. La pandemia aumentó el volumen de información que hay sobre temas determinados. Pensemos, hasta hace dos años ,los temas que hablamos hoy sobre epidemiología, vacunación, virología o pulmonología eran cuestión de expertos. Ahora casi globalmente todos nos hemos convertido en especialistas de sillón y esto ha aumentado una avidez especialmente en un periodo temprano de la pandemia sobre esta información.

Cada vez que hay mayor interés y atención no solamente hay información sino también desinformación y creo que esto ha acelerado este proceso que veníamos hablando antes justamente: cuál es el rol que debieran tener estas plataformas en determinar qué es información certera y qué no lo es. Usualmente esos criterios son fundamentalmente de maximizar tráfico de público más que determinar qué es verdad y qué no es verdad .Y esa es justamente la atención que estamos pidiendo ahora.

-¿Qué tendencias ves vos en cuanto a la investigación en comunicación, qué temas están apareciendo como novedosos en el campo de la investigación en comunicación?¿Qué temas deberían o te gustaría a vos que estén más presentes en esta agenda de investigación?

-Excelentes preguntas. A ver, dejame empezar por lo que yo veo que son tendencias. Una yo creo que es, hay un péndulo que va de hace 20 años que había un optimismo digital bastante fuerte por diferentes razones, basado más en una esperanza que en datos de la evidencia dura. En los últimos años ha habido más pesimismo, no un pesimismo absoluto sino en virtud de ciertos desarrollos, políticas de odio, por ejemplo, en Internet, campañas de desinformación, etc. Ha habido una mirada más escéptica y en algunos casos mucho más crítica y creo que eventualmente el péndulo éste terminará en medio de entender cuáles son, hablando a grandes rasgos, las cosas positivas y las cosas preocupantes que tiene la sociedad digital. Hay cosas valiosas que la comunicación digital permite y otras que son fenómenos distópicos, algunos nuevos y otros que exacerban la mala madera de la humanidad entonces no hay sorpresas para un lado y para el otro. Eso es interesante, cómo nos comportamos nosotros en línea cada vez tiene que ver más con eso, en el sentido que no hay una ultranza de expresión porque estamos conscientes no solamente que nuestras opiniones pueden ser criticadas, pueden ser desvaloradas y hay un proceso de autocensura en el cual no decimos todo lo que pensamos a pesar de tener estas oportunidades, tal como en la vida real.

En la vida real no estamos diciendo todo lo que pensamos y se nos cruza y en las plataformas digitales nos hemos dado cuenta que hay un momento de autoregulación porque autocensura tal vez suene demasiado fuerte, más allá de que tengamos oportunidades inmensas de expresión pública en gran parte del planeta. Hay lugares donde donde lo que pasa con Internet y la censura es interesante y eso es una línea interesante de investigación en múltiples direcciones.

En segundo lugar, la desinformación que obviamente ha sido la palabra clave de los últimos cino años y creo que no tenemos buena respuesta frente a eso. La desinformación no es un fenómeno informativo, es un fenómeno político y social. Vale decir, los actores que están detrás de diferentes tipos de desinformación, propaganda, mentiras y verdades parciales son fundamentalmente actores políticos y comerciales. Eso es importante entenderlo. Después están los aspectos sociales, porque vemos que el factchecking, la verificación, para cambiar opiniones es mucho más difícil de lo que algunos pensaban hasta hace unos años. La alfabetización mediática digital es importante pero tiene sus límites en convencer a gente de que lo que cree está absolutamente despegado de la realidad y que la gente consume información por diversas razones, no por estar puramente informado sino por una cuestión de identidad, por una cuestión grupal, por una cuestión de reforzar sus creencias previas y creo que eso le pone un techo justamente a estas, entre comillas, buenas intenciones de distribuir más información certera, verdadera, con el objetivo y con la esperanza de corregir informaciones erradas.

Soy un poco escéptico al respecto, especialmente si no se entiende por qué la gente se informa como se informa o se desinforma como se desinforma. Y creo que eso digamos es un canal interesante de investigaciones a futuro.

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