El designado secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella, estuvo en 2021 en Conversaciones Convergentes, por entonces TMT Conversaciones, ciclo de entrevistas que se emite por las señales Metro, UCL Play y Canal E.

Por aquella época, Vilella era director del programa sobre Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la UBA y probablemente no soñaba aún con llegar a la vieja secretaría de Agricultura -rebautizada por Mauricio Macri como de Agroindustria-, ahora conocida como de Bioeconomía.

Así, en una entrevista muy didáctica, Vilella ya describía el enfoque que el gobierno del presidente Javier Milei prevé darle a la política pública para el principal sector productivo de la Argentina.  

-Fernando, ¿Cómo va?


-Bien, muy bien. Muchas gracias por esta oportunidad para hablar justamente de bioeconomía, que me parece que es central para el futuro de Argentina.

-Entonces, empecemos por el principio, ¿Qué es la bioeconomía?

-La bioeconomía es el aprovechamiento de la biomasa, o sea, todos los tejidos que se producen en el campo ya sean vegetales y animales, en un contexto de economía circular, donde se minimizan los impactos ambientales y sociales de los productos. Además, esos productos se empiezan a obtener a partir de recursos naturales que hasta hoy provenían de las industrias, de la química tradicional o de la petroquímica, y que hacia el futuro van a ser esenciales debido justamente al entorno de cambio climático en el cual estamos viviendo.

-Agregaste en tu definición otro concepto, economía circular. ¿Qué significa eso?

-Lo que teníamos hasta hoy era lo que se llama una economía lineal. Había un insumo, se generaba un producto, y ese producto generaba desperdicios que formaban parte de la economía. Con lo cual terminábamos contaminando el ambiente, ¿cierto? Cuando hablamos de economía circular agregamos que lo que hasta hoy era un desecho pasa a ser un insumo que se agrega a una cadena de valor, transformándolo en un producto. Como consecuencia, lo que termina pasando es que hay un impacto mucho menor desde el punto de vista ambiental.

Un ejemplo concreto para entenderlo mejor. Las Chilcas es un establecimiento en el norte de la provincia de Córdoba, que producía tradicionalmente maíz y ganado. De cada tres camiones de ese maíz, casi uno entero se lo llevaba al transporte y la logística hasta el puerto de Rosario. Argentina es un jugador importante en el campo del maíz pero, lamentablemente, más del 63% de lo que producimos se exporta como grano sin agregado de valor. A diferencia de Brasil, que es el 40% o los Estados Unidos, que es el 17%.

Entonces, a partir de ese maíz, con una minidestilería se puede generar etanol. Esa transformación se produce por levaduras que atacan la parte de los azúcares del maíz y lo transforman en etanol (alcohol) y en un gas que es dióxido de carbono.

Ese gas, que hasta hoy se obtenía a partir de la petroquímica, puede emplearse para las bebidas gaseosas. Y el etanol forma parte de las naftas. Cada vez que nosotros cargamos naftas, el 12% es etanol, la mitad proviene de maíz y la mitad proviene de caña de azúcar.

Ahora, cuando vos hacés ese proceso, te queda residuo enriquecido, proteínas, que se llama burlanda. Esa burlanda es un alimento muy importante para ganado vacuno. Y en este establecimiento además tienen cerdos que se alimentan con maíz y soja local.

Esos animales generan estiércoles que pueden ir a parar a una cámara de biogás, y entonces se transforma en ese proceso de transformación de residuos,

a los que agregan los residuos de la población cercana, residuos biológicos, orgánicos, genera calor en el proceso de transformación. Y ese calor es el que hace funcionar la fábrica de etanol, y el gas conectado con un motor genera electricidad que se vende al sistema interconectado.

Finalmente, el residuo que queda en la cámara del biogás es un biofertilizante de alta calidad que vuelve al campo. Entonces, antes tenías un proceso en el que el único producto era el maíz, y había gente muy capacitada para producir maíz, pero ahora en lugar de vender maíz vendés etanol, dióxido de carbono, carne vacuna, carne de cerdo, energía eléctrica y generás una parte de tus fertilizantes biológicos.

Y no comprás más energía y además les prestás un servicio a la población cercana retirando los productos orgánicos de sus residuos.

Eso es economía circular. Es el proceso en el cual cada uno de los eslabones, se van encargando con los otros, agregando valor y generando productos cada vez más complejos y valiosos.

-¿Y esta oportunidad para la Argentina de la bioeconomía es algo principalmente a desarrollar en la región pampeana o la región centro, o a lo largo del territorio del país hay oportunidades para la bioeconomía?

-Cuando uno recorre el territorio hay sólo tres cosas que son comunes: fotosíntesis, turismo e industrias culturales.

A cualquier lugar a donde llegues vas a encontrar actividades que tienen que ver con la fotosíntesis, es decir con la generación de biomasa.

Argentina es una gran plataforma de fotosíntesis, tenemos el triple de recursos biológicos que la media global y tenés turismo o tenés industrias culturales conectadas. No hay otras actividades que estén presentes en todo el territorio y se obtengan en cada rincón del país.

Claramente, la pampa húmeda es una región muy importante.  Pero en Argentina tenemos gente en la Patagonia que está mirando cómo utilizar el descarte de la lana para hacer una construcción mucho más ecológica y amigable con el ambiente a partir de características que tienen que ver con la capacidad de aislamiento que tiene este producto. Otros trabajan en los desechos de las podas de las vides o la utilización de los carozos de las aceitunas, en Cuyo. Estoy hablando de Mendoza, San Juan, estos lugares. ¿Y qué ocurre con la caña de azúcar o las frutas? En cada situación hay algo que podés hacer para transformar ese producto en algo mucho más valioso o energía para agregar valor. Por ejemplo, en dos terceras partes del territorio de la provincia de Buenos Aires vos querés poner una planta industrial de cierta magnitud y no tenés tensión suficiente. Sin embargo, en esas zonas hay biomasas que podrían transformarse y generar esa energía que te falta.

También podés producir distintos tipos de productos sofisticados, algunos de los cuales provienen de la biotecnología. Tenemos algunas empresas paradigmáticas en la Argentina que le han puesto genes a plantas para que produzcan enzimas, y esas enzimas, por ejemplo, para producir queso. Hay una enzima, es la quimocina.  En la industria tradicional, en la producción de queso se agregaba cuajo del ternero a la leche para precipitar y separar el queso del suero. En la actualidad y de manera más moderna se hace con microbiología. Hay unos OGM microbiológicos que se estaban usando. Bueno, ahora Argentina desarrolló y tiene patentes y se están vendiendo ya los productos en una planta que se llama Cártamos, que es capaz de generar esa enzima. Entonces de la semilla se extrae esa enzima que, en lo que vos más o menos podés sacar en una hectárea, vale diez veces lo que vale el aceite que tiene esa misma planta.

Entonces, esas lógicas de agregar valor a partir de una fotosíntesis gerenciada es importante.

Hacia adelante, Argentina tiene, una enorme oportunidad en la bioeconomía, porque cuando uno describe el sistema productivo de granos o de carnes, las pocas mediciones que hay respecto de la huella ambiental, de carbono e hídrica, son muy muy buenas. Por ejemplo, Argentina midió la huella del trigo y es 60% menor en carbono que la europea o 30% mejor que la australiana, que es un sistema extensivo más parecido al nuestro.

Algunos profesores de la facultad hicieron la huella hídrica de trigo, soja y maíz en Pergamino durante algunos años y, de vuelta, tenemos una que es mucho mejor porque nuestro sistema de siembra directa va generando estas ventajas que estamos mencionando. El INTA y el INTI hicieron recientemente para un frigorífico un trabajo de huella ambiental de la carne en la fase de campo, en la fase industrial y en la fase de transporte por barco o por avión hasta Europa, Estados Unidos o China. En todos los casos, la huella dio valores menores que los de los competidores.

Estamos en la mejor condición para aprovechar la exigencia de los consumidores globales sobre un mayor cuidado del ambiente si hacemos una política en la cual haya mucho más esfuerzo de mediciones del estilo del que yo te estoy mencionando.

Si vos tenés un maíz que tiene muy baja huella de carbón y muy baja huella de agua y lo transformás localmente en proteínas, esas proteínas van a tener menor huella porque el insumo con la cual se hicieron ya la tenía menor. Hace falta una mayor agregación de valor a nuestros productos. Hoy somos grandes exportadores de alimentos para animales. Los principales rubros de exportación de Argentina son la soja, la harina de soja y el maíz, y ningún humano los consume en forma directa sino después de que otros fabricaron las proteínas para las cuales está destinado.

Si tuviéramos un sistema en el cual se promovieran las inversiones, donde no se desalentaran, etcétera, etcétera, podríamos generar un producto de más valor agregado, más cercano al consumidor, con una menor huella ambiental que casi cualquiera del mundo. Y eso me parece que es un desafío interesante.

Muchas veces parece que la dirigencia no lo ve, no entiende esta lógica, pero, bueno, mi propuesta es que esto es así. Y hay una característica que me gustaría resaltar para marcar el futuro de Argentina, volviendo al caso de Las Chilcas, que es relativamente grande, pero es una empresa familiar. Hay otras que hacen cosas parecidas a escalas de cooperativas, como ACA en Córdoba, o Bio4, de empresas asociadas. Es decir, es un formato que tiene una dimensión local. Esto es importante porque, como dice Eduardo Trigo, la biomasa viaja mal. Por ejemplo, si no tenés una planta de biogás cerca no podés transportar estiércol. Y lo mismo con la burlanda hacia el feedlot. Hay que llevar el conocimiento a donde está la biomasa, no al revés. Además del tractorista que siempre tuviste ahora tenés que tener el que sabe hacer etanol, capturar dióxido de carbono o producir biogás. La complejidad y los saberes que se requieren son mayores.

Lo bueno es que esta tecnología es repetitiva, y puede replicarse en distintos lugares donde se haga lo mismo y se genere trabajo, arraigo, generando divisas, y menor impacto ambiental y social.

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