María Eugenia Estenssoro es periodista y emprendedora. Fue senadora nacional y es coautora de Argentina Innovadora, quiénes son los emprendedores, científicos y artistas que están cambiando el país.

Estuvo en el ciclo especial de #TMTconversaciones (que se emite por el canal Metro para la Argentina y por UCL Play  para el resto de América Latina) para conversar sobre cómo la pandemia impacta en el emprendedorismo, el machismo en el ámbito tecnológico, el surgimiento de las grandes unicornios en 2001, en medio de la peor tormenta económica y social, y la urgencia por impulsar la innovación. Además, ¿por qué no hay otros Galperín o Migoya en América Latina?

-¿La pandemia estimula o deprime el emprendedorismo?

-Depende. Hay muchos emprendedores que la están viendo difícil porque no tener ingresos durante tres o cuatro meses para emprendimientos que están empezando es letal. Hace poco tiempo hice una nota donde me acuerdo que entrevistaba a Cecilia Retegui, de Zolvers, esta plataforma para contratar personal doméstico, que las ponen en blanco y tienen más de 30.000 clientas en la Argentina y están en toda América latina. Y ellas hace un mes se la bancaban pero tenían cero ingresos y me pregunto cómo estarán ahora. La verdad es que en  procesos de start up es difícil. Por otro lado, bien al principio, bien al principio cuando todavía no se sabía si había o no que usar tapabocas, había unos emprendedores que ya los estaban produciendo con una tela especial. Y después también se ve que muchos emprendedores y científicos están desarrollando en conjunto soluciones para la pandemia.

Así que es variado, pero lo que creo que hay que señalar es que si hablamos de emprendedores desde cosas pequeñas hasta más grandes, los más pequeños son los que más están sufriendo. Mientras más se prolonga la cuarentena, puede ser letal para muchos proveedores de servicios y pequeños emprendimientos.

«Hay muchos emprendedores que la están viendo difícil porque no tener ingresos durante tres o cuatro meses para emprendimientos que están empezando es letal»

-Nunca fue fácil emprender en la Argentina, de hecho esa dificultad es lo que ha hecho que muchos emprendedores argentinos sean exitosos internacionalmente. Si lo lograron en la Argentina, son capaces de lograrlo casi en cualquier lugar del mundo. ¿Hay algo de eso? ¿La pandemia agrega alguna dosis extra de dificultad?

-La Argentina en el índice Global Entrepreneurship Monitor (GEM) de cultura emprendedora que hace la Universidad Austral siempre salimos en niveles muy altos por esta vocación emprendedora. Pero por otro lado, tenemos un nivel altísimo de mortalidad de empresas. Se crean emprendimientos pero no sobreviven al primer año, segundo o tercero. Tenemos una cultura emprendedora, lo que es difícil es pasar de lo pequeños empresas a empresas más grandes. Y eso que vos decís está en nuestro libro Argentina Innovadora, donde con Silvia Naishtat nos preguntamos justamente cómo puede ser que un país que entró en la crisis 2001 con el default que nos dejó fuera de todo financiamiento internacional, hizo para que surgieran en esos años las empresas tecnológicas más importantes de América Latina, las famosas unicornios argentinas.

Nosotras además de hacer una investigación local fuimos a Silicon Valley, en California; al Banco Mundial, en Washington; y a la Asociación de Inversiones de Capital Privado en América Latina (LAVCA), que está en Nueva York y todos decían: «es la tormenta perfecta». De una tradición educativa buena y un contexto tan hostil que obliga a los emprendedores que quieren crear cosas de alto impacto muy innovadoras, a salir inmediatamente a regionalizar o globalizar las empresas. Y nos dijo el presidente del Silicon Valey Bank: no hay emprendedores como Marcos Galperín, el fundador de Mercado Libre, o Martín Migoya, de Globant, en toda Latinoamérica. Hay una capacidad pero también hay un contexto que salvo que seas Migoya o Galperín te puede fagocitar.

«La riqueza en el siglo XXI ya no se mide por toneladas de soja o barriles de petróleo, ni autos exportados, se mide por la cantidad de patentes que tiene un país y por la innovación, cómo convertir el conocimiento en riqueza económica»

-¿Qué pasa con la mujer emprendedora en estos contextos?

-Ahí diste en un tema. Es curioso que en la cultura emprendedora, sobre todo en las empresas de tecnología e innovación, que son como motores del desarrollo en todo el mundo, haya tanto machismo. Incluso en Sillicon Valley hubieron denuncias de machismo y abusos, antes de que saliera el tema del Me Too. Y cuando salió el Me Too, Uber -por ejemplo- fue un caso notorio en el que se vio mucho sexismo.

A mi me sorprende mucho porque soy una de las fundadoras de Endeavor en la Argentina y fui su primera directora ejecutiva, y veo el staff y son mujeres, con Julia Bearzi como directora ejecutiva. Sin embargo, los emprendedores son varones en su mayoría. Hay una cultura muy masculina. Endeavor está haciendo o hizo un programa específico para emprendedoras pero te voy a decir que a lo largo de 20 años nos ha costado encontrar emprendedoras que estén creando cosas grandes, de alto impacto. Que puedan impactar en la economía del país y que puedan ser regionales. Hay casos, pero la verdad es que hay que buscarlo mucho porque las mujeres todavía tenemos un poco de miedo a lo grande y esto yo lo he estado estudiando bastante.

Somos bastante perfeccionistas, siempre nos parece que tenemos que saber algo más antes de animarnos a dar el próximo paso. El hombre por su historia, y tal vez por la cultura masculina, es como que lo han arrojado a que tiene que poder y entonces se anima más. Y eso es entre un techo de cristal que existe y una autolimitación de decir ‘bueno no estoy segura de que voy a poder’. Creo que eso va a ir evolucionando.

«No hay emprendedores como Marcos Galperín, el fundador de Mercado Libre, o Martín Migoya, de Globant, en toda Latinoamérica. Hay una capacidad pero también hay un contexto que salvo que seas Migoya o Galperín te puede fagocitar»

-Antes de la cuarentena, en Argentina se tomaron algunas medidas de regulación legislativa como la suspensión de la ley de economía del conocimiento, y ciertas amenazas a la vigencia de un nuevo tipo societario creado para los emprendedores, las SAS ¿Cómo impactan medidas como esas que dan la impresión de que no van a ser las únicas en el ecosistema emprendedor?

-Te voy a dar unos datos. Nosotros creemos que el tiempo es irrelevante y lo que ha pasado con la ley de economía del conocimiento que lo que quiere es promover las industrias no solamente del software como se hizo durante 20 años sino también los que hacen satélites, contenidos audiovisuales, la biotecnología, y ampliarlo a todas las industrias. Además de que es el segundo exportador del país y que tiene una balanza positiva, y disputa el segundo lugar con la industria automotriz. Pero la automotriz tiene déficit comercial, exportamos muchos autos pero todas las piezas son importadas y terminamos con déficit de dólares muy importante.

En cambio, la industria del conocimiento te da un superávit de 2000 millones de dólares al año. Son las divisas que necesita el Estado argentino. Además, emplea mucha más gente que la industria automotriz. Lo doy como ejemplo porque seguimos teniendo en la Argentina la cabeza de la industria tradicional, sin darnos cuenta de que en el siglo XXI, la industria preponderante es la del conocimiento que además todas las industrias tradicionales desde YPF, Tenaris, Techint todas están yendo migrando hacia la Industria 4.0. Demorar la puesta en vigencia de esta ley que se votó por unanimidad en 2019 en octubre y que este gobierno suspendió y que todavía no se puso en marcha, tiene un costo enorme para el país.

Primero, Macri podría haberla votado mucho antes, no dos meses antes de irse. Hubo un debate dentro del gobierno de los que tenían esta cabeza más antigua que pensaban que Vaca Muerta era toda la solución. Y el petróleo es una industria que está en declive. Tiene fecha de vencimiento. El siglo XXI se trata de innovación científica, tecnología puesta en el corazón de una estrategia productiva. Macri ya perdió un par de años y cuando se votó no la reglamentó inmediatamente, y el gobierno actual la suspendió. Justo estuve viendo cifras porque con Silvia Naishtat tenemos una cátedra en la UBA que se llama Estrategia País, puede Argentina ser un polo de innovación para la economía global.

Ahí estuvo un expositor que mostró un gráfico aterrador. En la última década los países asiáticos, las industrias del conocimiento crecieron 150 por ciento y la media mundial fue más de 90%; Latinoamérica creció el 35% y la Argentina sólo 18%. Esa ventaja que tuvimos en Latinoamérica se ha ido perdiendo en estos últimos diez años porque los países asiáticos tienen una macroeconomía mucho más estable y tienen políticas muy activas para liderar en estos sectores que son los que generan la riqueza en el siglo XXI.

La riqueza en el siglo XXI ya no se mide por toneladas de soja o barriles de petróleo, ni autos exportados, se mide por la cantidad de patentes que tiene un país y por la innovación, cómo convertir el conocimiento en riqueza económica. Y la Argentina está muy atrasada y todas estas demoras… ¿Quién va a invertir en la Argentina después de la pandemia, con la expropiación de Vicentín, el default del que apenas se salió… Inversiones que se podrían haber hecho en este sector hace un año o dos o mismo en diciembre, ahora ya se va a hacer. 

«Hay anteojeras ideológicas, como este prejuicio contra las SAS o las empresas tecnológicas, contra Mercado Libre, que tendría que ser nuestro Conicet, se lo ha expulsado a Marcos Galperin porque se lo persigue ideológicamente»

-¿Alguna referencia sobre las SAS?

-Una de las cosas que sí hizo el gobierno anterior fue sancionar la ley del emprendedor, que venía con la sociedad anónima simplificada para que en vez de tardar cinco meses y pagar fortunas para crear una empresa con un proceso burocrático muy largo puedas hacerlo desde tu escritorio y en 24 horas. Y ahora el que dirige la IGJ tiene una campaña en contra, las quiere anular. Ya había escrito un libro en contra de estas SAS. Dice que es un invento del macrismo y el neoliberalismo, toda una cosa ideológica, cuando la Argentina lo único que hizo fue ponerse a la par de lo que hacen en Chile, Uruguay, Estados Unidos, Europa y China. Y el otro día en este seminario que hacemos en UBA para promover la innovación, vinieron Carolina Carillo, que es la investigadora del Instituto Milstein, que desarrollaron uno de los kits para el Covid y el empresario del laboratorio Cassará, que los está fabricando. La convocatoria que hizo el Ministerio de Ciencia y Tecnología para crear estos emprendimientos y llevar adelante desarrollos contra el Covid exigía que se creara una empresa conjunta entre científicos y empresarios para este proyecto. Y ellos crearon una SAS, porque en el medio de la pandemia les permitió en 24 horas crear la compañía. O sea incluso las están usando los científicos del Conicet, pero nosotros estamos llenos …. Quiero ser entusiasta y la materia esta en la UBA la resalto porque semanalmente estamos soñando con el potencial enorme que tiene la Argentina de convertir su sistema científico, que es muy potente, y sus emprendedores, que como dijimos al principio, son los mejores en Latinoamérica, en riqueza económica para el país. Pero hay anteojeras ideológicas, como este prejuicio contra las SAS o las empresas tecnológicas, contra Mercado Libre, que tendría que ser nuestro Conicet, se lo ha expulsado a Marcos Galperin porque se lo persigue ideológicamente. Esa es una de las razones de la enorme pobreza y el atraso que tiene la Argentina a pesar del gran talento humano que seguimos teniendo. El futuro de la Argentina está en convertir el conocimiento científico tecnológico y la educación en riqueza económica algo que no estamos haciendo.

«En la última década los países asiáticos, las industrias del conocimiento crecieron 150 por ciento y la media mundial fue más de 90%; Latinoamérica creció el 35% y la Argentina sólo 18%»

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