Pablo Bereciartúa es ingeniero, fue presidente del Centro Argentino de Ingenieros (CAI) y con posterioridad a esta entrevista asumió como ministro de Infraestructura de la ciudad de Buenos Aires.

En 2021 estuvo en Conversaciones Convergentes (por entonces TMT Conversaciones), ciclo de entrevistas que se emiten por las señales Metro, Canal E y UCLplay, y que se publican en el canal de YouTube de Convercom.info

-¿Qué es la economía del hidrógeno?

-Mirá, primero es un libro que escribió Jeremy Rifkin hace muchos años, empezando a instalar el tema y podemos tomarlo a él como referencia. Es autor de varios libros, entre ellos La sociedad del coste marginal cero y La tercera Revolución Industrial.

Él es profesor en universidades muy prestigiosas, pero también ha sido asesor, sobre todo de Europa, y tiene bastante que ver con el Green Deal europeo, y en particular, ahora que estamos cercanos al fin de ciclo de Angela Merkel, él fue un asesor importante del gobierno alemán, con el liderazgo de Merkel.

Como consecuencia, creo yo, de ese planteo, podemos empezar a ver hoy una agenda nueva, que creo que es fundamental. Es una agenda muy interesante a nivel global, pero creo que también es una agenda muy interesante para nuestro país.

La Argentina viene de décadas de muy baja inversión en infraestructura, pero lo que es peor no es nada más que la inversión fue baja, sino que podemos decir que en muchos aspectos no fue inteligente. Hemos repetido los mismos errores. No solo porque no lo hemos hecho muchas veces con eficacia, o con controles, y dejando de lado la corrupción, sino que también el modelo mental nuestro de país es un modelo que ha atrasado.

Y eso nos pone, por supuesto, en una mala posición hoy, pero también lo podemos pensar como una oportunidad, lo que los americanos llaman un salto de rana. Es decir, que la Argentina puede tomar este atraso que tiene como una posibilidad de reformular su agenda, y en vez de estar lidiando con las infraestructuras, que no hizo, y que hoy podría tener, estar pensando en cuáles son las que pueden potenciar la agenda del país. Una de ellas, creo yo, tiene que ver con el hidrógeno. Entonces, para responder a tu pregunta, los acuerdos globales actuales llevan a que los países, y sobre todo los países más avanzados, más industrializados, tengan un enorme desafío para descarbonizar sus economías.

Eso lo que está poniendo de manifiesto es que hay muchos países, entre ellos han mostrado interés sobre Argentina especialmente Corea, Japón y Alemania, pero la lista es más larga, que ya saben que van a tener que comprar energía verde para equilibrar su balance y poder cumplir con los compromisos globales. Una forma de hacerlo es comprar hidrógeno, en particular hidrógeno verde, que es el hidrógeno que se produce en base a energías renovables, como puede ser la hidráulica, la solar o la eólica, digamos, la de los vientos.

La Argentina, como sabemos, tiene un enorme potencial para fabricar esas energías, y si lo hace bien, lo puede hacer en una relación competitiva de costos. Argentina es un país que está lejos de esa demanda. Lo puede hacer en una relación competitiva de costos y puede usar ese vector para abastecer a estos países en esa larga transición energética que tienen por delante. Son seguros, estamos hablando de entre tres y seis décadas, y esa inversión puede significar al mismo tiempo una estrategia de desarrollo de nuestro territorio.

-Y hablando de desarrollo del territorio, ¿en algún momento planteaste una idea que podría ser considerada por gente como yo, que no soy ingeniero, no conoce aspectos técnicos, como una idea loca, que es esa idea del canal continental? ¿Qué es eso?

-A mí me gusta poner esta conversación del canal continental empezando por decir que la Argentina puede tener una estrategia en tres ejes. Hoy, la Argentina tiene su estrategia de crecimiento en un solo eje, que es el río Paraná. Eso no está ni bien ni mal, pero es poco para un país que crezca y que necesita multiplicar su PBI, generar más empleo y más riqueza. Entonces, ese eje principal es el que hoy se desarrolla alrededor del principal polo que tenemos exportador, que es Rosario. Podemos decir que la Argentina ha tenido un gran puerto en Buenos Aires y tiene hoy un complejo portuario muy importante en Rosario. El tercer puerto de la Argentina, pero que en realidad es el puerto más grande del país, es Bahía Blanca. Es el único puerto que ha cargado en los últimos años barcos a 100.000 toneladas, cosa que no se puede hacer en el río Paraná.

El planteo del canal continental tiene dos componentes principales. El primer componente es hacer un canal que no tiene pendiente, va a 135 metros, una cota horizontal sobre el nivel del mar y que va desde el centro de Córdoba en dirección al puerto de Bahía Blanca. Es una línea de agua. ¿Y cómo está pensada? Está pensada para unir áreas bajas, bajos que ya existen. Entonces, el primer argumento del canal continental es adaptarnos al cambio climático. La Argentina, en su complejo productor de alimentos, lo veíamos en una reunión pública que hicimos en el Centro Argentino de Ingenieros hace semanas, ha perdido entre 2003 y 2015, 25.000 millones de dólares como consecuencia de las sequías extremas y de las inundaciones extremas.

Entonces, esta idea es vincular áreas bajas a las cuales el agua ya va naturalmente de tal manera de darle una capacidad de administración de esos excesos al centro de la Argentina.

Son 650 kilómetros de canales. Ese canal, no de canales, sino de un principal canal, y luego hay pequeños canales que incluso pueden hacer los privados, bajo un orden que genere la regulación pública que se cree, pueden enchufarse y generar una red de drenaje que hoy no existe. Cuando hacemos las cuentas, estamos impactando en cerca de 14 millones de hectáreas.

Entonces, podemos plantearnos que la Argentina podría tener un eje en dirección norte-sur paralelo al Paraná, pero más al sur, que vincule de manera estratégica con el puerto de Bahía Blanca, y que tenga dos objetivos. Disminuir el impacto de los extremos climáticos, sequías e inundaciones, que son estos 25.000 millones de dólares que ha perdido el país en los últimos 15 años, y al mismo tiempo generar un corredor logístico de 1000 kilómetros atravesando el área principal de la Argentina, dándole, por ejemplo, una nueva entrada y salida al área de Cuyo, a través del puerto de Bahía Blanca.

Y lo importante es que una parte significativa de la inversión hundida, que hace falta, que es nada más ni nada menos que un puerto enorme, el puerto de Bahía Blanca tiene 3000 hectáreas, solo ese puerto tiene más superficie que el resto de los puertos privados sumados, todos los que están en el Paraná, haría ese segundo eje de desarrollo estratégico. Y ese segundo eje podría complementarse con un tercer eje que es el norpatagónico, que iría desde Vaca Muerta, desde Neuquén, hacia también Bahía Blanca, a través de un ferrocarril, pero además y especialmente a través de los ríos Colorado y Negro, vinculando la producción de energía, no solo no convencional, sino también renovable, eólica y solar e hidráulica, sino también la expansión de la frontera agropecuaria en el Valle del Río Negro, que aún tiene un enorme potencial, y eventualmente también el hidrógeno.

Entonces la Argentina podría tener, como tiene hoy Europa, que tiene ya cerca de 200.000 kilómetros, en los cuales circulan trenes a base de hidrógeno, es decir, que hacen electrólisis del agua y circulan trenes, podría tener un tren de 1000 kilómetros, en el eje 2, y podría tener otro tren importante vinculando Vaca Muerta, que funcionen, por ejemplo, a hidrógeno.

Y ese esquema potenciaría enormemente la generación de divisas y de empleo de la Argentina. Y ahí digo una cosa más, que es que la Argentina podría pensarse a la Noruega en una segunda velocidad, que es que estos negocios, que son los del territorio, que son los que hoy puede hacer la Argentina, potencien una caja de inversión para la economía del conocimiento.

Ahí aparece una tercera idea que hemos hablado, que es un plan de ciudades. La Argentina, un país muy urbano, de los más urbanos que hay en el mundo, hemos estado entre los diez más urbanos en las últimas cuatro décadas, tiene un perfil de un país vinculado a la creatividad, a la innovación, a los recursos humanos.

Hoy esa agenda está gravemente afectada. Primero, por la educación, que funciona mal, pero segundo, porque no hay una estrategia de la economía del conocimiento. Entonces, deberíamos tener un plan país que piense en estos grandes proyectos de infraestructura como salto de rana, creando inversión privada, no sólo pública, y que al mismo tiempo, ese pulso de inversión y de generación de divisas y de empleo sea revertido en una estrategia del conocimiento.

Necesariamente esa estrategia del conocimiento, hoy potenciada por la post-pandemia, que es una nueva forma de vivir, puede hacer que muchos lugares muy interesantes en el territorio argentino, puedan enchufarse, puedan participar y puedan crear valor, vender valor al mundo desde distintos puntos del territorio, resolviendo uno de los grandes desafíos que tenemos, que es la enorme concentración en un modelo que es del siglo XX en las grandes urbes urbanas, empezando por el área metropolitana de Buenos Aires.

-¿Qué ciudades de la Argentina tienen mayor potencial para reconvertirse rápido, si se quiere, en esos centros de innovación de los que vos hablás, cuando te referís a esas ciudades del futuro?

-Hoy la Argentina tiene unas 33 ciudades, que son ciudades intermedias en tamaño. Estamos hablando, entre ellas, de varias de las principales capitales de provincia, por supuesto podemos listar allí a las principales ciudades que tenemos, que son la misma Rosario, Córdoba y Mendoza, pero luego podemos extendernos a capitales de provincias un poco menos avanzadas que esas, y ahí podemos listar, por supuesto, San Luis, La Pampa, Neuquén y Río Negro. Hay varios análisis de áreas metropolitanas entre grandes e intermedias que tiene el país, y podemos pensar esas áreas como áreas que se repotencien con algunas agendas que estén afines a las capacidades que ya existen. Estos son, las capacidades que hay en las universidades que hoy ya existen en esas ciudades, y es también las capacidades que hay en las economías regionales que tienen esas ciudades a su alrededor.

Esa conjunción es la que puede hacer que se potencie la economía. Mirá, yo lo mostraría acá, no lo voy a hacer, sé que no tenemos tiempo, pero hay un análisis muy interesante hecho por un premio Nobel de Economía que se llama William Nordhaus, que es un estadounidense, que lo que hizo fue estudiar cuál es la participación de los distintos códigos postales, en la creación de valor del PBI de Estados Unidos. Lo hizo por 10 años y cuando uno ve ese mapa, que es muy gráfico, hay un conjunto de códigos postales que son como si fueran montañas, son los que aportan valor agregado, que es donde están estas ciudades, donde está la clase creativa.

Esa clase creativa son los que hoy son capaces de ofrecer nuevo valor. La Argentina es el país que ha creado los unicornios más interesantes de América Latina al día de hoy.

Ese potencial existe. Lo que tenemos que hacer es que se distribuya en el territorio, que no dependa sólo de la ciudad de Buenos Aires, o la de Rosario, o la de Córdoba, y especialmente que esté vinculado con una estrategia de repoblar el país, de generar valor en esas economías regionales.

Lo que viene es usar las nuevas posibilidades de la economía, la Internet de las cosas, la inteligencia artificial y la edición genética. Y la Argentina tiene la posibilidad de hacerlo en dos velocidades. Una, con el salto de rana de infraestructura, con proyectos concretos como los que estamos conversando. Y otra, como hace Noruega con su gran fondo que tiene de energía, sobre todo de hidrocarburos, del petróleo, derivando un porcentaje de esa posibilidad de inversión que tiene Argentina hacia renovar este plan, que sería un plan nuevo de ciudades, orientándolas hacia la economía del conocimiento.

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