Carlos Álvarez Teijeiro investiga y enseña sobre ética profesional en el ámbito de la comunicación desde hace unos 30 años. Nació en La Coruña, España, pero ya ha vivido más tiempo en la Argentina, que en su Galicia natal. Es doctor en Comunicación Pública y Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, ha sido profesor del Máster en Comunicación Política de la Fundación Ortega y Gasset, de la Universidad Complutense de Madrid.

Tuvo un paso por la gestión pública como director de Comunicación de Gobierno de la Región de Murcia y como director de su televisión pública entre 2005 y 2009. Trabajó como consultor en comunicación corporativa. Es docente de Ética de la Comunicación en diferentes programas de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral desde hace más de 20 años. Allí fue director de la Maestría en Comunicación para la Gestión del Cambio.

En TMT Conversaciones, hoy Conversaciones Convergentes –ciclo de entrevistas que se emite por Metro y UCLPlay- aceptó el desafío de recorrer el ABC de la ética, su aspecto profesional y los principales dilemas de este tiempo. La entrevista se realizó en el primer semestre de 2022.

-Para empezar y para recordar, cuando hablamos de ética ¿de qué estamos hablando y qué tiene que ver con la moral?

-Diría que hay que plantear la respuesta en distintos niveles. Por una parte está la ética general y, por el otro, la ética profesional, también conocida como deontología. De ética general podríamos dar infinidad de definiciones pero yo siempre trato de acudir a los primeros que la definieron. Por ejemplo, Aristóteles.

Es muy conocida la Ética a Nicómano pero muy pocos saben que también escribió Ética a Eudemo y, en ambas, lo que viene a decir -en un ámbito más filosófico- es que la ética es un saber relacionado con las acciones que nos llevan a todos a la felicidad. Todos los hombres, diría Aristóteles, tienen por naturaleza ser felices y piensan potencialmente qué acciones lo llevarían a ese fin. Esa es la ética general, aplicable a casi todos los casos. Por ejemplo, no matar.

No matar es un principio ético vigente para cualquier civilización en cualquier época; en cambio, la moral está más asociada a las costumbres de una sociedad en un momento determinado. La moral de la sociedad argentina del siglo XXI no es la misma que la del siglo XIX o XX porque hay cuestiones de costumbres que van variando. En ese sentido, podemos decir que la moral es un poco más relativa que la ética, que en principio sería como un poco más absoluta.

Después estaría la ética profesional que es se enfoca en principios de la ética que se aplican específicamente al ámbito profesional. Por ejemplo, de nuevo, no mentir. No mentir es un principio ético general. Pero en la ética profesional, en el caso del periodismo, eso puede variar. Es decir, ¿es ético mentir para no revelar las fuentes? Ahí vemos cómo podrían entrar en conflicto la ética y la deontología y cómo la ética profesional se tiene que ir adaptando continuamente los principios generales a la particularidad de una profesión, en este caso el periodismo, la publicidad o las relaciones públicas, por decir algunas vinculadas con la comunicación.

-Y ya que entramos en el terreno de la verdad y la mentira en unos tiempos en los que, por ejemplo, se habla de posverdad o de desinformación con mayor énfasis que en el pasado o directamente de noticias falsas, ¿Qué lugar crees vos que ocupa la verdad o la mentira en esta época que nos toca vivir a nosotros?

-Ciñéndonos a una de las distintas profesiones de la comunicación, el periodismo, yo creo que la verdad sigue siendo muy importante. Debería ser el motor que nos mueve aún teniendo la humildad de saber que las verdades absolutas son de alguna manera inalcanzables. No digo verdades absolutas en sentido filosófico sino verdades del periodismo. Por ejemplo, acaban de aparecer de manera extraordinaria en infinidad de medios en todo el mundo los Panama Papers, ¿Vamos a saber alguna vez la verdad final sobre quiénes son las personas que tienen cuentas en paraísos fiscales? Sabremos algunos casos, otros no, pero el periodismo tiene que hacer eso.

Después existen muchos otros espacios, básicamente las redes sociales, que en los últimos tiempos se han convertido en el centro de las noticias falsas, las fake news, ¿Tiene responsabilidad una red social con respecto a eso?, ¿Es legítimo que se las controle desde el punto de vista legal? ¿Pueden prohibirse las fake news? Respecto de estos asuntos yo soy bastante liberal y planteo estas cuestiones en términos de responsabilidad. El periodismo es responsable de no difundir fakes, pero ¿puede regularse legalmente?, ¿puede castigarse penalmente a un medio por difundir fake news? Ahí estaríamos en un conflicto entre la libertad de expresión que tienen los medios y la posibilidad de legislar que tienen los parlamentos.

El caso de las redes sociales es distinto, ahí también habría que ver la responsabilidad, ¿Qué responsabilidad tiene Facebook, Instagram o Twitter sobre el control de la información de las redes sociales? Hace poco, por citar un ejemplo, dos políticos estadounidenses, una diputada republicana y un senador, cuyas cuentas de Twitter fueron cerradas por difundir información antivacunas, teniendo en cuenta que Twitter tiene una política muy explícita de reconocer la conveniencia de la vacuna. Es un ejemplo de autorregulación. Yo prefiero eso, la autorregulación a que haya una denuncia penal porque un diputado ha sostenido en un espacio público que la vacuna es contraproducente.

Con respecto a la pregunta creo que hoy es así, el tema de la posverdad es muy importante, el tema de las noticias falsas ha contribuido mucho, venimos de exitosas historias de gestión profesional de las noticias falsas. Recordemos el caso de Cambridge Analítica. No pienso que se pueda regular legalmente sino que tiene que vincularse más con un ámbito de la autorregulación de los medios o de las empresas de contenidos.

-¿Cómo podemos hablar de ética ya en sentido positivo y enfocándonos en la sociedad, en lugar de no mentir, no matar, no hacer daño de distintas maneras, cómo construir una sociedad mejor a partir de esas buenas costumbres, esas buenas prácticas personales y profesionales en los distintos ámbitos?

-A mí me parece que tanto esta como las anteriores son preguntas muy importantes. No se puede generalizar. En Occidente, al menos, hemos sido educados con un decálogo moral que está enunciado justamente en forma de prohibiciones, no hagas esto, no haga lo otro, no robarás, no mentirás. Quizás no está mal como un primer paso educativo pero me parece que la maduración de la ética personal pasa por ser capaz de reformular las prohibiciones en proposiciones, pasar a una ética propositiva, como tú dices José.

Una ética que plantea el bien como algo deseable, como algo apetecible. El bien que en cualquier ámbito, profesional y personal, deberíamos descubrir los que nos dedicamos a cualquier profesión. Tendríamos que encontrar cuál es el bien o cuál es el conjunto de bienes que esa profesión plantea y ser capaces de plantear, valga la redundancia, de manera propositiva, los modos de alcanzar esos bienes.

Puedo decirle a mis alumnos: ustedes no se pueden copiar los exámenes, ustedes no debieran plagiar. Puedo decirlo todo eso en términos negativos o puedo decirlos de manera positiva: ustedes tiene que ser capaces de construir un conocimiento original, un conocimiento innovador, un conocimiento que ayude a las personas a pensar horizontes que de otro modo nunca hubieran pensado.

Estoy de acuerdo contigo en que hay que plantear estas aspiraciones en términos positivos y no en los términos negativos en los que se nos han planteado a nosotros. Reconozco que quizás, yo tengo 52 años, hace bastante tiempo ya que fui educado en ese decálogo negativo, corresponde a la sensibilidad de otra época, no voy a juzgar retrospectivamente el modo en el que fui educado, quienes me educaron hicieron lo que pudieron en ese momento, aquí si usó la moral como la moral de ese momento.

Hoy hemos ganado muchas cuestiones con respecto al pasado, hemos perdido algunas, creo que menos las que hemos perdido que las que hemos ganado, y esa ganancia en el ámbito específico de la ética consiste justamente en lo que tú planteabas, ser capaz de plantear las cuestiones de manera positiva. Hace un tiempo un alumno me preguntó en clase, me hizo una pregunta que parecía como muy genérica pero en el fondo era una impugnación completa a lo que yo estaba presentando que era: ¿usted qué pretende con todo esto, cuál es su pretensión de fondo? Era un torpedo a la línea de flotación. Y le respondí: lo que pretendo es seducir con lo valioso.

Tenemos la sofística que es muy distinta a la retórica y nos seduce con cuestiones que no son valiosas. Lo ético es seducir con valioso o sea, lo valioso no es siempre evidente de por sí, hay que seducir. Es obvio que lo valioso, aspirar a lo valioso resulta más esforzado que aspirar a lo que no es valioso. ¿Cómo logramos que aspiren a lo valioso nuestros hijos, nuestros alumnos o nuestros colegas de trabajo? Seduciéndolos. Seducir no es una palabra que esté vinculada a manipular, seducir es ser capaz de mostrar que lo valioso es valioso, que vale la pena.

-¿Cómo ejercer en la esfera pública ese intento de seducción con lo valiosos en un contexto social en el que a veces está siendo más valorado lo opuesto: la viveza, el atajo? Además justificado: en esta sociedad no se puede porque sino uno es un ingenuo y no puede prosperar, no puede crecer, no puede sobrevivir, ¿Cómo hacemos?

-Creo que en el ámbito público, en el ámbito social me parece que los que tenemos profesiones como tú y como yo, con cierto nivel de exposición, quizás es limitada. Como no estamos expuestos a tres millones de telespectadores todos los días, nuestra responsabilidad es con los alumnos o quienes nos miran, y esa responsabilidad pasa por el liderazgo de cada uno en su ámbito. A veces pensamos que quienes tienen que liderarnos son los grandes líderes políticos o empresariales porque nosotros tenemos un ámbito de influencia muy reducido en 20, 30 o 40 alumnos entonces descansamos en que lideren otros y estamos perdiendo la oportunidad de liderar a esas 40 personas.

Uno podría decir: no es mucho pero son 40 personas que de otro modo no hubieran sido lideradas. Hace un tiempo leí un libro que tiene un título muy lindo: Integridad, una forma de liderazgo diferente. Lo que ese libro sostenía es que una forma de liderar que suele ser muy eficaz es liderar con el ejemplo, ser uno una persona cuyos valores, cuyos modos de proceder, no sólo los valores en teoría sino los valores en acción, los valores en el proceder, sean estimulantes, atractivos y quizás eso es lo que podemos hacer, pensar en mi pequeño ámbito de influencia para quién puedo ser un líder íntegro: ¿para mis hijos, para mis amigos, para mis alumnos, para mis colegas, para mis proveedores, para mis clientes, para mis empleados?

Si pensamos que nuestra posibilidad de liderazgo va a mostrarse de manera extraordinaria cuando tengamos un ámbito de influencia sobre 200.000 personas quizás no seamos líderes nunca porque nunca lleguemos a 200.000 personas. Por supuesto, los que si llegan a 200.000 o a cinco millones de personas tienen mayor responsabilidad que nosotros, no mayor responsabilidad en el sentido de que tienen la obligación de ser más líderes sino que tienen la obligación de ser capaces de mostrar mucho más las virtudes y casi siempre ocurre que las personas íntegras atraen más.

El problema que nos ocurre muchas veces es que terminamos descubriendo que personas que nos parecían íntegras finalmente no lo eran tanto pero eso no atenta contra el argumento de fondo en cuanto a mayor responsabilidad y mayor capacidad de liderazgo, mayor necesidad tenemos todos de ser más íntegros.

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