Mariana Ferrarelli es licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Magíster en Metodología de la Investigación Científica (UNLa). Se desempeña como docente de grado y posgrado, y es consultora tecnopedagógica en distintas instituciones donde diseña y acompaña proyectos digitales. Dicta cursos de formación docente e investiga sobre aulas heterogéneas, tecnologías en la enseñanza y narrativas transmedia en educación.

En la segunda mitad de 2022 estuvo en TMT conversaciones, hoy Conversaciones Convergentes, ciclo de entrevistas que se transmite por los canales Metro y UCLplay.

-¿Qué es lo transmedia y cómo se vincula con la educación?

-Hay una definición canónica de narrativas transmedia a la que a mí me gusta volver permanentemente, es de Henry Jenkins, difundida en nuestro ámbito por Carlos Scolari. Las narrativas transmedia son un relato, historia o narrativa que circula por múltiples plataformas como resultado de la colaboración de los usuarios y las usuarias.

Puede sonar muy abstracto, pero en la vida cotidiana y en la cultura popular encontramos un montón de ejemplos interesantes y muy conocidos, como Harry Potter -la saga de J.K. Rowling- que saltó del libro a diferentes producciones de los usuarios. Además de las películas y del merchandising, uno puede pensar que es un relato que circuló y circula actualmente por diferentes plataformas porque hay cuentas de Twitter de Harry Potter, hay un sitio con un montón de ficción creada por los fans -un sitio de fans fiction– con spin off, precuelas, secuelas, y finales alternativos de las diferentes etapas de la saga creados por los fans que, por supuesto, como estábamos diciendo, es resultado de esta colaboración espontánea entre los fanáticos del personaje.

Tenemos Star Wars, Matrix, Breaking Bad, Dark y tantos otros ejemplos. Dark, una serie alemana que fue muy popular en 2020 durante el confinamiento, contaba con un sitio que explicaba los giros temporales de la serie porque ocurre principalmente en tres momentos: presente, pasado y futuro de diferentes personajes que, a su vez, se van interrelacionando en mundo paralelos. Había un sitio creado por los fans que explicaba los recorridos narrativos. Entonces uno podría pensar que las narrativas transmedia consisten en ese tipo de relato: una historia que se cuenta por múltiples medios y que involucra la colaboración de los fans.

En el campo educativo el docente unilateralmente o en colaboración con los estudiantes podría elegir una historia a partir de la cual pensar diferentes actividades de expansión. A mí me gusta pensar no tanto en actividades y tareas sino en expansiones de ese relato que circulamos por múltiples plataformas de manera colaborativa. No siempre pensando en la colaboración exclusiva de los alumnos y las alumnas, también podemos invitar a algún experto de la disciplina en la que estemos trabajando, en un periodista si se trata de un tema de actualidad, gente de la literatura, científicos, meteorólogos, etc. Hemos hecho proyectos de trabajo colaborativo ya no sólo dentro de la institución escolar o de la universidad sino también puertas afuera, invitando aulas, docentes y estudiantes de otras instituciones, de otros países o expertos especiales del campo en cuestión.

-En términos de resultados pedagógicos, ¿qué ventajas tiene trabajar con proyectos transmedia en educación?

-A mí me gusta pensar lo transmedia no sólo como un dispositivo o modo de organizar un proyecto sino también de mirarnos a nosotros dentro del aula. Cuando digo nosotros hablo de estudiantes y docentes. Pensando los proyectos y las dinámicas desde esta perspectiva acercamos nuestras clases mucho más a la realidad cotidiana de nuestros estudiantes. Eso tiene muchas ventajas.

Dotamos de autenticidad a los proyectos porque los desplegamos sobre el mundo real, invitamos expertos, conversamos con otras instituciones. Y entonces hay un fuerte sentido de autenticidad en los proyectos transmedia. No son los únicos tipos de proyectos que se despliegan sobre el mundo real y que uno podría decir que tienen una carga de autenticidad importante pero, en este caso, nos acercarnos a las prácticas cotidianas de las nuevas generaciones en relación a la tecnología. Hay estudiantes que tienen su propia cuenta en YouTube, SoundCloud, TikTok y otras plataformas donde hacen covers, en audio o en video, de sus músicos favoritos o escriben poesías, novelas, cuentos que publican por Wattpad, entre otras, destinadas a la escritura.

Entendemos que los proyectos transmedia justamente acercan las propuestas de enseñanza a la realidad cotidiana de las nuevas generaciones, nos interpelan con la cultura digital, los consumos y las prácticas en las que estamos inmersos todos y todas porque, finalmente, como docentes también estamos en redes, interactuamos, colaboramos con colegas y entonces intentamos ajustar nuestras propuestas a estos nuevos escenarios.

-El sistema educativo viene de la currícula y la planificación, de ciertas prácticas y ámbitos tradicionales, como el aula. En ese contexto, las nuevas tecnologías y narrativas que estamos describiendo pueden enfrentar un desafío grande, ¿Están los docentes y el sistema preparados para incorporar las ventajas de este tipo de prácticas?

-La pandemia demostró que los docentes somos a prueba de “balas”. A algunos nos costó más que a otros pero todos hemos dado respuesta a este shock de virtualidad de emergencia que implicó el confinamiento de 2020. Entonces, me parece que, independientemente de lo que hacíamos antes de la pandemia, todos nos hemos tenido que adaptar y hemos dado respuesta.

No estoy muy convencida sobre qué respuesta podrían dar las instituciones, ahí tenemos otro plano del funcionamiento pero, siempre con una mirada esperanzada, creo que hay lugares, intersticios, pequeños ajustes desde lo micro que uno puede ejercer en algunas propuestas curriculares. Incluso si no vamos solamente al nivel tan micro del aula sino un nivel medio de alguna carrera, de algunas cuestiones que uno puede ir ajustando y en la que pueda ir metiendo ciertos cambios y ciertas innovaciones.

No podemos pretender que después de una pandemia, de una emergencia sanitaria global, podamos volver a la escuela o universidad que teníamos antes; tenemos que introducir modificaciones. No sé cuánto ocurrirá a nivel institucional, eso lo tendrán que debatir los actores correspondientes, pero creo que a nivel del aula hay mucho para pensar. Muchos colegas están replanteándose el sentido de la presencialidad para ir a algún formato más intermitente que mezcle alguna clase por Zoom, Meet o alguna plataforma, con clases presenciales. Esos son interrogantes que quedan pendientes y vale el debate, no tanto de arriba hacia abajo sino transversal con todos los actores, incluso los estudiantes.

He participado recientemente en un conversatorio organizado por estudiantes en la Universidad Nacional del Sur (UNS) en Bahía Blanca, por supuesto gracias a las tecnologías a través de Zoom. Allí los estudiantes planteaban preguntas muy interesantes y pertinentes, incluso por momentos una preocupación respecto a si los actores que gestionan las casas de estudio, que en general generacionalmente están bastante distanciados de la realidad estudiantil, van a lograr generar propuestas relevantes significativas y ajustadas a los nuevos escenarios. Es para pensarlo, pero insisto, no con la mirada optimista ingenua sino esperanzada de que es un desafío que nos interpela y tendremos que abordar prontamente.

-En la educación hay un actor central que son los docentes y principalmente las docentes, porque mayormente en la escuela primaria y secundaria son las mujeres quienes ocupan los lugares relevantes en el aula, ¿Qué pasa con la formación docente en estos temas? Procuramos innovación en el aula pero quienes tienen que llevar adelante, estimular y fomentar la innovación, que son a prueba de balas, como decías, son los docentes y son ellos quienes se tienen que formar en eso.  ¿Se está contemplando en esa formación docente estas temáticas?

-Creo que gradualmente estamos girando en esa dirección. En la dirección de pensar propuestas de formación docente en los profesorados, para quienes se inician, y en la formación continua, para los ya recibidos que están ejerciendo. Cada vez más vamos migrando en la dirección de pensar propuestas formativas que preparen a los docentes para los nuevos escenarios.

Hay dos maneras de abordar esa formación, una más institucional, organizada, previsora y planificada que -me consta- se aborda desde el Instituto Nacional de Formación Docentes (Infod), y cursos específicos en formación continua que van en una dirección transversal de empatía y solidaridad. De acercarnos a esos saberes que te dan los estudiantes y los docentes en el aula que son relevantes y significativos.

La realidad se mueve un poco más rápido y, como aprendimos en pandemia, los aprendizajes se aceleran y se ven en el aula. Por más que uno quiera mantener formatos transmisivos, podríamos decir incluso obsoletos, hay una realidad que se impone y con la que hay que dialogar. En 2020, algunos docentes que por ahí en el folklore son los que se autodenominan no tecnológicos, también empezaron a usar tecnología más allá de su discurso. Queda poco margen para el que es no tecnológico y la pandemia demostró que no había forma de negociar con posiciones rígidas porque eso implicaba la total desconexión con los estudiantes, la discontinuidad pedagógica.

Así que incluso aquellos y aquellas a los que les costaba o nos costaba, también me incluyo porque todos salimos de nuestra zona de confort, tuvimos que negociar con esta realidad que se impuso como emergencia durante la pandemia. También está lo que uno escucha en las aulas, ese murmullo permanente del que habla Michelle Serrés en su libro Pulgarcita. Nos debemos interpelar y permitirnos hacernos interrogantes sobre qué propuestas estamos llevando a nuestros estudiantes, los de las aulas y los de formación docente también, ¿Por qué hablan todo el tiempo, por qué nada les interesa, por qué no leen? No digo que todo es nuestra responsabilidad como docentes, pero sí necesariamente tenemos que pensar caminos para generar curiosidad y motivar. No porque el aula tenga que ser un circo o un parque de diversiones, pero sí para establecer diálogos significativos con esos saberes y esos haceres que traen a las aulas y que habitan en nuestras clases.

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