Melina Masnatta  es emprendedora social en temas de educación y tecnología con perspectiva de género. Asimismo, es co-fundadora y directora ejecutiva de Chicas en Tecnología, organización que busca reducir la brecha de género en tecnología.

Masnatta es licenciada en Ciencias de la Educación de la Universidad de Buenos Aires con diploma de honor, y magíster en Tecnología Educativa de la misma universidad. Además, es profesora de grado y posgrado.

Actualmente, es columnista sobre temas de tecnología, arte y educación en el diario La Nación y colabora en diferentes medios como asesora y referente, como MiT Technology Review.

En #TMTConversaciones explicó cuáles son los desafíos que enfrentan las mujeres antes y después de ingresar al mundo de la tecnología.

¿Qué aportan las mujeres al mundo de la tecnología? ¿Cómo sería el mundo de la tecnología si hubiese más mujeres?

-Muchas cosas. En principio innovación. También, la diversidad nos permite entender problemas que no estamos resolviendo.

¿Por qué hay tan pocas?

-Hay muchas experiencias e investigaciones. En realidad, en Argentina hace poco tiempo que estamos empezando a pensar porqué hay tan pocas.

En el inicio de la carrera, por ejemplo de ciencias de la computación, uno busca las fotos de Clementina, la primera computadora, y la ve rodeada de mujeres. Entonces, ¿qué pasó en ese camino?

El impacto de los medios y el marketing empezó a influenciar en esa construcción de un estereotipo de qué es un innovador en tecnología. En general, pensamos en un hombre blanco y americano. Aunque uno no lo crea, uno no puede desear ser eso que no ve. Esos son pequeños roces que van generando que una piense ‘bueno esto no es para mí’.

Otra de las causas es que la programación se empezó a asociar con la facilidad para matemática o las ciencias duras y, en realidad, es una construcción muy diferente a lo que es realmente la programación.

Hay investigaciones que dicen que a las mujeres no nos va muy bien en estas materias, principalmente porque tienen otras habilidades. Esto después influye en la decisión de carreras.

¿Es cierto que las mujeres les va peor en matemática?

-En varias estadísticas globales a nosotras nos va mejor en todo el desempeño, de hecho si uno piensa en un abanderado generalmente es una mujer. Los mejores promedios son mujeres, son las más aplicadas, pero eso está relacionado con estereotipos que tienen que ver con cómo yo me hago cargo, primero y principal, de lo que la sociedad cree o quiere que yo haga. En este otro campo del conocimiento, la experimentación, el equivocarse, aprender del error preguntarle al otro como lo resolvió y demás, son habilidades que no se desarrollan en las mujeres en particular.

Otras investigaciones muestran que a las mujeres cuando nos vinculan a la tecnología nos asocian, por ejemplo, a sacarnos una buena selfie, a buscar un mejor filtro, a ser perfectas.

Los varones están acostumbrados a jugar a los videojuegos y cada vez que perdés o morís volvés a intentarlo. Esas son habilidades que, inconscientemente, vamos desarrollando y hacen que a la hora de matemática nos planteemos otras formas de resolver y otros caminos alternativos. Entonces, no nos sentimos tan seguras y no nos va también en este tipo de conocimientos.

«En el inicio de la carrera, por ejemplo de ciencias de la computación, uno busca las fotos de Clementina, la primera computadora, y la ve rodeada de mujeres. Entonces, ¿qué pasó en ese camino?»

¿Este diagnóstico es una situación global o hay algunos países que lo muestran más radicalmente que otros?

-Es una excelente pregunta porque este es un problema que tenemos en todo el mundo. Si bien hay países que ahora están implementando otras estrategias para cerrar esta brecha, la realidad es que es una deuda sobre todo porque la tecnología es un factor alfabetizador.

Si uno piensa en la educación tradicional, ¿cuál era el rol de la escuela?: enseñar a leer y a escribir. Hoy una persona analfabeta se compra un celular y puede mandar un mensaje de audio por Whatsapp.

Hay una estrategia de marketing global que muestra quiénes son esas personas que desarrollan la tecnología. Una empieza a excluirse y a sentirse fuera de ese circuito.

Estas estadísticas son, a nivel mundial, similares.

¿Quiénes son los culpables de la creación de esos estereotipos que nos han traído de alguna manera a la situación actual?

Hollywood es uno de ellos, también el marketing y los equipos creativos que deciden a quién le van a perfilar ese segmento de usuarios que van a trabajar, por ejemplo, con videojuegos. Uno busca las publicidades y ve las fotos de un varón joven canchero.

La play es cosa de chicos…

-Exacto. Incluso si uno piensa en un nerd o un geek, la verdad es que no pensás en una mujer. Hay un estereotipo en eso mismo. Está el caso de Mattel que tuvo que sacar del mercado un libro sobre Barbie programadora porque seguían perpetuando ese estereotipo. En la historia, Barbie cada vez que tenía que resolver un algoritmo o un problema con un virus, iba y le pedía a Ken que la ayudara.

Además, ¿cuáles son los otros riesgos de no pensar que estas otras mujeres podrían estar incluidas? Sigue siendo blanca, no es latina y no tiene un montón de particularidades.

Para mí otro de los puntos es que la educación está en un momento de cambio y de pensar qué estamos enseñando, cuáles son las habilidades del futuro y cuál es esta idea del trabajador que tenemos que formar. En ese punto, casi el 80% de las mujeres son educadoras.

En una clase de matemáticas, si uno se sienta a ver cómo funciona, la maestra le pide a Juancito que dé la respuesta, pase adelante y muestre cómo resolvió la ecuación. A las mujeres se le pregunta mucho más seguido, que a los hombres, si entendieron o si necesitan ayuda. Esto hace que una se autoexcluya de este circuito.

Cuando vas al nivel inicial, la casita es para las mujeres y los bloques, que tienen que ver con la creatividad con otras formas de construcción y de pensamientos, son para los varones. Estas son pequeñas cosas que van incidiendo y hacen que todos seamos, de alguna manera, los culpables de estos estereotipos.

Empiezan a surgir historias de mujeres que han tenido roles importantes en el ámbito de la matemática o del cálculo vinculado a la tecnología ¿Hay alguna que quieras subrayar?

-Hay varias, pero para mí es importante tener en cuenta que si bien tenemos que empezar a visibilizar esas mujeres que existieron, nosotras estamos trabajando con Conicet para identificar esas otras que ya están, que son jóvenes y que no están consagradas.

Algo curioso que hicimos con Conicet es identificar las mujeres que hoy en Argentina están generando conocimientos sobre big data y están haciendo sus tesis doctorales en estos temas, que quizás están en otras provincias.

Nosotros también nos imaginamos que para ser programador tengo que estar en Silicon Valley, esa es la primera barrera. La segunda barrera es creer que para crear tecnología tengo que estar en Capital Federal y no, también podés estar en una provincia.

Nuestro gran desafío es poner en escena a estas mujeres y, también, identificar estas otras que están haciendo mucho y que están cerca tuyo. Es poder encontrar esos modelos que tuvieron que sortear los mismos desafíos tuyos: imaginarte que podés estudiar ese tipo de carreras, inscribirte a una universidad y elegir un primer trabajo.

Al día de hoy estamos construyendo ese mapa que se llama Mujeres Argentinas en Steam.

«Cuando vas al nivel inicial, la casita es para las mujeres y los bloques, que tienen que ver con la creatividad con otras formas de construcción y de pensamientos, son para los varones. Estas son pequeñas cosas que van incidiendo y hacen que todos seamos, de alguna manera, los culpables de estos estereotipos»

¿Qué encontraron en este mapeo que están haciendo?

-Primero les pedimos que cuenten muy fácilmente cómo están resolviendo un problema de la comunidad y cómo un algoritmo en realidad está creando acceso y democratización. Luego, les pedimos que cuenten cómo sortearon ciertas barreras y allí hay cuestiones muy curiosas, porque siempre hubieron hombres y mujeres que las ayudaron y les dieron mucho coraje. También esta idea de intentar y de fracasar que a veces también está muy mal visto y ahora se volvió a recuperar esa idea.

Todas han tenido que sortear varias cosas, pero hay un conocimiento que casi no lo compartís porque tenéis miedo de ser juzgada porque te fue mal o que a la décima cuarta vez que aplicaste a una beca quedaste.

¿Siendo mujer probablemente es peor, no?

-Es peor. Incluso a la hora de llenar un formulario, las preguntas no facilitan las cuestiones de género. ¿Qué pasa con las otras identidades de género o cómo te podés sentir vos en esa reconstrucción de quién sos?

Por otro lado, algo curioso es que cuando te recibís el título dice ingeniero, ni siquiera el lenguajes es inclusivo a la hora de pensar quiénes son esas otras personas. Entonces esas son barreras que nos obligan a repensar todas estas prácticas.

Una arranca y arranca perdiendo, porque ya sos mujer y tenés muchas otras cosas que sortear, que es curioso también porque no las vemos y nos auto convencemos de que no, que porque somos muy inteligentes llegamos a algo. Hay un montón de sutilezas que nos van coartando este camino.

¿Cuándo y cómo surge Chicas en Tecnología?

-Surge en 2015. Nos reunimos cuatro mujeres de diferentes ámbitos de la tecnología, no éramos amigas ni nos conocíamos de antes, pero teníamos grandes inquietudes.

Sofía Contreras viene del ámbito emprendedor tecnológico. Ella se preguntaba cómo siempre que se abre algún capital semilla no aplican mujeres o porqué en los congresos de tecnología no hay mujeres. Después está Caro Hadad, ella es programadora, y lo ve desde la idea del código, quién está creando ese código y ese algoritmo. También está Mariana Varela que viene del ámbito del diseño y de UX. Ella piensa en la accesibilidad, de eso que vemos todos los días, quién lo diseña y con qué objetivo. En mi caso, yo vengo del ámbito de la tecnología y de la educación.

Nos juntamos las cuatro y empezamos a indagar cuál es el momento en el cual vos decidís fehacientemente que esto no es para vos. Es la edad de los 13 a los 17 años.

Ahí empezamos a crear y diseñar Chicas en Tecnología con un objetivo que es cerrar la brecha de género, pero específicamente apuntando a motivar, enseñar y acompañar a estas chicas que están en ese momento.

Nuestros programas son todos libres, gratuitos y buscamos diversidad. Las barreras de  género se presentan en todas las clases sociales, desde que el papá piensa que ser desarrollador o programador de videojuegos no es una carrera del futuro y es poco femenino.

Nosotras les enseñamos a programar con impacto social, eso es algo que cambia los ecosistemas. Para nosotras programar es automatizar soluciones para la vida cotidiana.

Cuando uno piensa en el impacto social, piensa en que son ellas las que pueden detectar cuáles son los problemas de su barrio, de su escuela o de su grupo y cómo crear una tecnología que les resuelva eso.

No arranca por la tecnología, arranca por la realidad social cercana

-Exacto. Nosotras, además, les pedimos que traigan sus tecnologías porque creemos que cuando uno empieza a entender que con tu celular podés programar también o podés testear eso que programaste, empezás a correr. Ellas entienden todo un proceso de diseño de una solución tecnológica y aprenden diferentes metodologías ágiles.

Empezamos a trabajar desde eso que hacen todos los días en la escuela, que a veces no se lo cuestionan cuando lo llevan al ámbito de la tecnología. Nosotras, además, creemos que la tecnología nos va a llevar a problemas éticos, a debates profundos.

Otro punto curioso de por qué hacemos esto desde lo social, es que después ellas vuelven a sus comunidades y en muchos casos los municipios toman esas aplicaciones que crearon las chicas y las empiezan a incubar.

Nosotras les enseñamos herramientas que tienen que ver con el pitching, esto de contarle a otro rápido qué es lo que creaste y cuál es el valor agregado. Eso también es algo que posiciona sus voces desde otros lugares. Los jóvenes tienen mucho para decir.

Los problemas que ellas detectan van más desde suicidio adolescente, hasta inundaciones en el barrio.

«Empezamos a trabajar desde eso que hacen todos los días en la escuela, que a veces no se lo cuestionan cuando lo llevan al ámbito de la tecnología. Nosotras, además, creemos que la tecnología nos va a llevar a problemas éticos, a debates profundos»

-¿Cómo se materializan esos programas que ustedes están organizando desde Chicas en Tecnología?

-Pueden acceder a nuestra página y a todas nuestras redes (@chicasentec). Todas las convocatorias son libres y gratuitas. Lo curioso es que hacemos un recorrido desde sus historias, las acompañamos y les seguimos acercando becas y oportunidades.

Cada vez estamos trabajando con los adultos. Desde los docentes, los padres e incluso los profesores y los futuros empleadores porque hay un montón de estereotipos y barreras.

Es un trabajo muy delicado y muy artesanal estar pensando entre todos cómo cambiar y resolver esta brecha de género.

Esas chicas van a crecer y, probablemente, muchas se van a involucrar en carreras vinculadas con la tecnología, ¿qué sigue luego?

-Es un tema porque nosotras las acompañamos en dos caminos: la formación académica y, por otro lado, en la idea del emprendedor.

Estamos abriendo las puertas de otros lugares y acompañando a esos otros lugares para que sepan recibirlas. Nos imaginamos a esta persona innovadora en tecnología como una mujer argentina, que todas esas aplicaciones que uno usa todos los días sean creadas por mujeres que detectaron un problema real que, además, tiene el impacto de ser escalable a todo el mundo.

Necesitamos empezar a visibilizarlas, que ellas sean las personas que estén el día de mañana acá contándote cómo fue su camino crítico made in Argentina, que tiene todos esos sorteos y esos desafíos particulares, que no es ni Silicon Valley, pero que sí tiene mucha riqueza desde estas ideas creativas.

¿El Estado qué hace?

-El Estado acompaña en algunas cosas y en otras está en un momento de configuración.

Muchas veces nos preguntan en qué pueden ayudar y demás. Lo que a veces nos preocupa, como sociedad civil, es no queremos seguir existiendo, este es un punto clave. Las organizaciones como las nuestras tienen que desaparecer, nosotros tenemos que poder darle la mano al Estado y, también, al ámbito privado.

Tiene que haber compromisos a largo plazo, creemos que la educación parte de ese camino y, por lo menos, las respuestas que vamos teniendo son alentadoras. En algunas provincias, ya hay un compromiso y a escala nacional estamos en un momento de rediseño. Si bien entienden que es importante, creo que ese es el desafío de todos los argentinos como ciudadanos.

Tiene que haber compromisos a largo plazo, creemos que la educación parte de ese camino y, por lo menos, las respuestas que vamos teniendo son alentadoras. En algunas provincias, ya hay un compromiso y a escala nacional estamos en un momento de rediseño. Si bien entienden que es importante, creo que ese es el desafío de todos los argentinos como ciudadanos.

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