Durante más de una década se dedicó a la investigación científica en biología molecular. Ahora, Guadalupe Nogués se concentra en la docencia y la divulgación de temas relacionados con la ciencia. Acaba de publicar el libro Pensar con otros, guía de supervivencia en tiempos de posverdad donde no sólo analiza este fenómeno actual desde su enfoque de científica sino que intenta descifrar por qué se genera y cómo combatirlo. En #TMTConversaciones habló de tender puentes para reanudar la conversación social, de la necesidad de que nos entrenemos para lograr una mirada introspectiva de nosotros mismos y de profundizar la empatía con los otros.

-¿Qué es la posverdad?

-Es una palabra que se está usando mucho últimamente y que, en realidad, refleja un fenómeno no tan reciente como la palabra. Consiste en desdibujar u ocultar, a veces a propósito y otras sin querer, hechos conocidos, públicos y a disposición de todo el mundo para priorizar las emociones y las creencias personales.

-¿Por qué es un problema?

-Porque si lo que yo considero cierto es distinto de lo que otro considera cierto perdemos ese conjunto común de mundo real en el que necesitamos convivir para solucionar problemas comunes. Si conocemos los hechos, la realidad, pero no los tomamos en cuenta, posiblemente tomemos posturas que estén equivocadas y que generarán quiebres.

-¿Es un fenómeno nuevo?

-Quizás es nueva la velocidad con la que está pasando, la penetración que tiene y la aparición de pequeños grupos de poder que tratan de instalar determinadas verdades en distintos campos. Esta insistencia es nueva. En cambio, la distorsión sobre algo que se conoce o el ocultamiento, no.

«La educación no alcanza. Hay estudios que demuestran que las personas que están muy formadas tienen mayores habilidades cognitivas para defenderse de los hechos que desafían sus posturas»

-¿Cómo llegaste al tema desde las ciencias biológicas?

-Como bióloga, me involucro con el tema porque hay muchas cosas que me cautivaron, pero lo que más detonó el interés fue una historia personal como docente. Una charla con una estudiante sobre las vacunas que, aunque sabemos que funcionan, que están probados sus beneficios y que salvaron miles de personas, hoy tienen detractores. Hay un grupo de personas que, sin ser ignorantes ni mala gente y teniendo todo a disposición, por distintos motivos muy emocionales (angustias, miedos, dudas) no confían en las vacunas y no se vacunan. Esto genera un problema de salud pública muy concreto que es el regreso de enfermedades erradicadas que debido a esta tendencia tiende a agravarse.  Por dar un ejemplo, América fue declarada libre de Sarampión hace un par de años y hoy estamos teniendo cada vez más casos de Sarampión. A veces, por problemas sanitarios, que van más allá de las decisiones personales, pero también por esta gente que, teniendo acceso a la vacuna, elige no vacunarse. Entonces el virus llega, se dispersa y, lamentablemente, va llegando a los más débiles, sin opción de vacunarse, por ejemplo, por tratarse de niños muy chiquitos. Mi aproximación fue desde la salud porque esto me pareció fascinante y trágico a la vez.

-¿Cómo reacciona este grupo de gente frente a las evidencias?

-Se ven dos cosas. Primero, que con la duda alcanza. No se necesita ser un superfanático antivacuna. La segunda experiencia es que rechazan la información, no la pueden aceptar. Todos tenemos en mayor o menor medida y con diferentes temas ideas previas que priorizamos por cuestiones afectivas. Mi interés fue tratar de diseccionar el fenómeno de la posverdad porque cuando uno ve la estructura comprueba que se repite en un montón de situaciones.

«Los temas en los que suele aparecer la posverdad, más allá de los temas políticos y del periodismo que son de los que más se habla últimamente, son los que despiertan reacciones emocionales y hay confusiones entre quienes son los expertos que realmente saben y quienes parecen serlo, pero son falsos expertos»

-¿Cuáles son los ámbitos en los que se ha perdido más la idea de los hechos?

-Por ejemplo, cuando se habla de la epidemia de obesidad, que hoy se considera gravísima, urgente y peligrosa porque está matando millones de personas al año por problemas cardiovasculares, se tiende a cambiar el eje y se culpabiliza a la persona por comer en exceso y no poder controlarse, en vez de hacer un abordaje que desde el ambiente que es obesogénico (la industria alimenticia y la publicidad promueven la obesidad). Analógicamente estamos en un ambiente posverdogénico, o sea, podemos chequear las fuentes y evaluar si queremos forzar una verdad. Los temas en los que suele aparecer la posverdad, más allá de los temas políticos y del periodismo que son de los que más se habla últimamente, son los que despiertan reacciones emocionales y hay confusiones entre quienes son los expertos que realmente saben y quienes parecen serlo, pero son falsos expertos. Esto se observa, por ejemplo, en temas de vacunas y cambio climático. En estos temas la ciencia es muy contundente (no siempre pasa) y sabemos que, si no actuamos ya, estaremos en problemas. Sin embargo, con ese cuerpo de conocimiento, hay personas que aún lo ponen en duda, grupos de interés que se verían afectados por las medidas que habría que tomar para combatir el cambio climático o personas que sencillamente con que hagan dos días de frío descartan la conversación sobre el cambio climático. Esto tiene que ver con intuiciones que fallan, expertos que tomamos como tales y no lo son, el agrupamiento con personas que piensan igual y generan el efecto burbuja, que es muy reconfortante. El problema es cuando este grupo entra en colisión con un hecho que se sabe que es de determinada manera y lo niega. Entonces, es muy difícil para el individuo desafiar al grupo. Las situaciones posverdogénicas son muchos temas que despiertan estas respuestas.

-¿Por qué gente muy formada también cae en situaciones posverdogénicas?

-La educación es necesaria, pero lo que estamos viendo es que para la posverdad no es suficiente. No sólo no es suficiente, sino que aparentemente en muchos casos es perjudicial (pongo en esto muchas comillas). Hay papers que demuestran que personas que están muy formadas tienen mayores habilidades cognitivas para defenderse de los hechos que desafían sus posturas. Por lo tanto, hay muchos ejes por donde atacar el fenómeno. La educación es importante, pero hay otras cosas que están en juego que no hay que negar.

-¿Los chicos son más o menos tendientes que los adultos a la posverdad?

-Yo creo que la educación necesita un retoque. Los chicos, que son por naturaleza más curiosos, suelen priorizar conocer cosas antes que sus propias creencias. Tener curiosidad es uno de los grandes antídotos para pelear contra la posverdad. Los chicos en general no tienen problemas en abandonar una idea por otra nueva. A medida que vamos creciendo, ofrecemos más resistencia. Los adultos ante la pregunta de cómo toma decisiones (desde las mínimas hasta las más importantes), suelen contestar que reúnen evidencias o conocimiento, evalúan y luego deciden. Sin embargo, lo que se ve desde las ciencias cognitivas, la neurociencia, la psicología experimental es justamente lo contrario. Primero se tiene una postura (influenciada por creencias o el grupo de pertenencia), y luego seleccionamos del conjunto de hechos los que la apoyan.

«Los chicos, que son por naturaleza más curiosos, suelen priorizar conocer cosas antes que sus propias creencias. Tener curiosidad es uno de los grandes antídotos para pelear contra la posverdad. Los chicos en general no tienen problemas en abandonar una idea por otra nueva»

-¿Qué otros consejos, además de mantener la curiosidad, nos darías para luchar contra la posverdad?

-Tengo tres. Primero la educación, aunque ya dije que no siempre llega a ser la solución. Necesitamos que esta educación incluya algo que todavía no está muy presente y es la enseñanza del pensamiento crítico. Cómo encontrar las evidencias, balancearlas, sacar una conclusión y tener una mirada rigurosa sobre todo eso. También hace falta conocernos más. Para eso es necesario mirarnos en introspección, de manera genuina para detectar si tenemos ideas previas, intereses o si nuestras costumbres, tradiciones o familia nos llevan a priorizar algunas posturas frente a otras. Esa introspección para hacerla de manera profunda e incómoda se entrena. También está el vínculo con los otros. La posverdad genera grietas y estas grietas son una amenaza para la vida democrática. Los problemas que hay para solucionar son de todos, no tenemos cada grupo un planeta. El cambio climático amenaza la supervivencia de toda la especie humana. Si cada grupo con posturas distinta no suma esfuerzos perdemos todos. Hay una necesidad de recomponer vínculos.

-¿Quiénes tienen más responsabilidad en esa reconstrucción de vínculos? ¿Hay algunos actores sociales con más responsabilidad que otros?

-Se está discutiendo. Hay distintas posturas ideológicas. Algunos piensan en soluciones más de arriba para abajo. Por ejemplo, regular Facebook y la distribución de noticias falsas para que, de esa manera, la población esté mejor informada. O controlar el contenido de la televisión. O callar a determinados actores sociales. Hasta ahora, esto no dio muy buenos resultados. Yo, particularmente, pienso que es mucho más importante empoderarnos a nosotros los ciudadanos porque que alguien regule el contenido me hace pensar quién regula al regulador del contenido y no termino de estar cómoda con el tema de la censura. Creo que la responsabilidad está en todos. Obviamente, si la bandera la toman actores que tienen influencia ayuda muchísimo. Pero, en definitiva, considero que somos cada uno de nosotros los que tenemos que pensar que si retuiteamos algo sin chequear estamos alimentando al monstruo.  Si hablamos solamente con quienes piensan como nosotros también estamos alimentando al monstruo. Si deshumanizamos al otro que piensa diferente y lo vemos como alguien que hay que eliminar, lo mismo. Hay que tomar la verdad como ideología. Hay que reclamar la palabra verdad, a la que la comunidad científica le huye porque nos entrenan para evitarla, para no cederla a estas otras versiones. Reclamarla para ponerla a prueba, revisarla y cambiarla si es necesario. De esta manera podremos operar en el mundo con lo que ya sabemos, aún si después se demuestra que estábamos equivocados.

«Si retuiteamos algo sin chequear estamos alimentando al monstruo.  Si hablamos solamente con quienes piensan como nosotros también estamos alimentando al monstruo. Si deshumanizamos al otro que piensa diferente y lo vemos como alguien que hay que eliminar, lo mismo. Hay que tomar la verdad como ideología»

-Tu libro se llama Pensar con otros, guía de supervivencia en tiempos de posverdad y tuvo un prelanzamiento muy interesante.

-Desarrollé el libro de una manera atípica. Confieso que cuando intenté venderles la idea a las editoriales más tradicionales, me encontré con que necesitan otro tipo de cosas. Muchas veces, les interesan más libros que desarrollen una sola postura y yo tengo un libro que busca tender puentes entre esas grietas para tratar de volver a conversar. Por eso el título es Pensar con otros… para reconstruir esos vínculos rotos. De casualidad total comencé a hablar con el equipo de El gato y la caja, un colectivo autogestionado que hace investigación, comunicación y diseño, y ellos me propusieron hacer el libro y funcionaron como editorial alternativa. En el desarrollo posteamos en su web algunos capítulos para ponerlos a prueba y ver cómo reaccionaba la comunidad. Nos encontramos con interlocutores ávidos que nos daban sugerencias que fueron incluidas (el libro también se pensó con otros). La propuesta de preventa fue divulgar que, por cada 10 libros vendidos, uno se regalaría a un legislador nacional. Fue muy convocante y completamos el Congreso. Cada diputado y senador va a tener su libro. Hay un grupo que quiere que los actores que tienen responsabilidad se sumen.

-¿Esos puentes de los que habla tu libro deberían construirse sobre la base de la conversación?

-Yo creo que sí. Tengo una visión optimista. Por eso, además de ejercitarnos en introspección y darnos cuenta de que no somos a prueba de fallas y que el otro también está librando una lucha similar. Por eso, también nos tenemos que entrenar en empatía para empezar a reconocer a ese otro como uno más de mi grupo. Recién entonces vamos a poder conversar.

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