José Luis Fernández se define como semiótico (lo prefiere a semiólogo), es doctor en Ciencias Sociales, investigador y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) donde es docente titular de Semiótica de las mediatizaciones. Entre últimos libros son Postbroadcasting: innovación en la industria musical (2014) y Plataformas Mediáticas: elementos de análisis y diseño de nuevas experiencias (2018). El más reciente es Vidas Mediáticas, entre lo masivo y lo individual (2021).

En #TMTconversaciones (ciclo de entrevistas que se emite por el canal Metro para la Argentina y por UCL Play para el resto de América Latina) habló de semiótica, viejos medios y nuevas plataformas y de cómo entender las mediatizaciones es fundamental para comprender el resto: la política, la empresa, la historia, etc.

-Para recordar o contarles a quienes nos están viendo ¿ Qué es y qué hace un semiótico?

-Mirá, para decirlo en términos actuales y sencillos, en la semiótica se estudian los sistemas de intercambio de mensajes. Eso que hacemos constantemente con naturalidad, los semióticos lo desarmamos para entender de dónde vienen esos intercambios, hacia dónde van y con qué fenómenos de la vida social se relacionan

-¿Por qué decimos semiótico y no semiólogo?

-Bueno, porque ha triunfado la tendencia -por así decir- anglosajona que viene del semiotics de [Charles Sanders] Peirce y no la semiologie que viene de la lingüística de [Ferdinand de] Soussure. En ciertos sectores de semiótica francesa todavía se dice semiologie, semiología.

-¿Qué son las mediatizaciones y por qué vivimos vidas mediáticas?

-Son mediatizaciones todo sistema de intercambio de mensajes que se realiza con soporte tecnológico; es decir, que no se realiza cara a cara. En esta época mediatizada avanza el hecho de que buena parte de nuestra vida no es que la transmitimos a través de las mediaciones, sino que es directamente lo que construimos a través de lo mediático. Es decir, no conocemos nuestra ciudad si no es en buena parte a través de mediatizaciones, por más que seamos grandes caminantes de la ciudad siempre te encontrás partes o te guías hacia un restaurante, una sala teatral o una plaza porque lo que enterás por Twitter o Facebook o por un diario o un canal televisivo.

Esa vida no es que, por un lado, está la vida social y, por otro, está la versión mediática de la vida social. No hay gobierno no mediatizado en nuestra sociedad, no hay marcas no mediáticas salvo cuando después la experimentamos, por eso a veces la distancia entre la mediatización y la experiencia es una distancia notable pero bueno, es muy parecida a la distancia que tenemos cuando conversamos en un bar con amigos, con un grupo de amigos y después conversamos con un amigo solo mientras caminamos. No necesariamente el sistema de intercambio es el mismo. Es que el contexto, el hipertexto interviene adentro del sistema de intercambio, no por afuera.

«En la semiótica se estudian los sistemas de intercambio de mensajes. Son mediatizaciones todo sistema de intercambio de mensajes que se realiza con soporte tecnológico; es decir, que no se realiza cara a cara»

Una conversación transferencial sobre “Vidas mediáticas”. | Hipermediaciones

-¿Cómo conviven en la mediatización de esas vidas los viejos medios de comunicación, más bien hijos del siglo XX con las nuevas plataformas emergentes y consolidándose en este siglo XXI?

-La pregunta es interesante porque plantea que conviven frente a posiciones que anuncian muertes o futuros hipermediatizados. Ocurre esto de que los medios masivos si bien perdieron su lugar central en la generación de agenda, siguen vivos y se van adaptando y transformando, y las plataformas no parecen querer reemplazarlos. Se trata de una vida en tensión que hemos llamado postbroadcasting y que tiene la ventaja de tener presente que esos medios masivos, esos que se denominaban broadcasting, pocos emisores para muchos receptores, siguen vivos y entonces ahora estás obligado, tanto cuando posteás, como cuando vivís, como cuando te querés informar, a tener una mirada por decir así estrábica.

Un rato tenés que estar en los medios masivos, otro rato tenés que ver al menos tus plataformas para, por ejemplo, saber si te conviene salir de vacaciones o no por la pandemia y si vas a salir de vacaciones te conviene Brasil, Siria o Cancún. Eso lo establecés en un sistema de tensiones, no hay un lugar que vas y resolvés todo de una sola vez.

-¿Cuál es la fortaleza de estos dos lados, sin ánimo de ser binario, en esa conversación que pareciera que el lugar de lo público en el sentido de la agenda política por ejemplo o económica eran los medios y hay mucho de vida privada y de vida personal e incluso íntima en las plataformas?

-Tensión e incertidumbre, tenemos que incorporar esos dos términos a la vida cotidiana tanto de las grandes figuras políticas o del entretenimiento, como cada uno de nosotros en nuestro caminar por la vida social. No hay fuerzas y debilidades fijas, se está armando un proceso en tensión que genera mucha incertidumbre.

El caso de la pandemia es interesante. Desde mi punto de vista, la pandemia no generó relato, no hay un desarrollo de la pandemia, no está claro si nació en China, no está claro si afecta a África o no. La de la vacuna fue la promesa de una transformación que generaría un relato. Es decir, tuvimos una época pandémica antes de la vacuna, aparece la vacuna y es algo clave en la construcción del relato, después de la vacuna va a haber otra vida. La vacuna y los procesos de vacunación se van disgregando, es imposible ahora establecer qué vacuna te conviene, si te conviene vacunarte ahora o dentro de dos meses, si te va a tocar o no te va a tocar.

Eso más allá de que los argentinos somos particulares en algunas cosas y además nos gusta parecer como particulares – a muchos latinoamericanos les pasa-, lamentablemente nos parecemos a todos. Salvo países pequeños de condiciones relativamente extraordinarias, todos estamos viendo cómo el proceso de vacunación está abierto a una aventura de la cual no hay resultado final garantizado. Por lo tanto, hay tensión e incertidumbre.

«Tensión e incertidumbre, tenemos que incorporar esos dos términos a la vida cotidiana tanto de las grandes figuras políticas o del entretenimiento, como cada uno de nosotros en nuestro caminar por la vida social»

Eso es lo que construye este ecosistema de convivencia entre medios y plataformas, donde muchas veces accedés a los medios a través de las plataformas. Ahí hay, espero decirlo brevemente, un tema que es muy interesante, que toda o buena parte de la política está volcada a la tensión entre los paneles televisivos que son como una condición que yo llamo panelismo Twitter. Es decir, la grieta es un modo panelista de pensar lo político: Twitter, que es seis veces más chico que Facebook en usuarios, de los cuales sólo el 20% tuitea y de éstos, sólo la tercera parte lo hace sobre política y sobre temas de odio. Sin embargo, toda la política está pensada para ese sistema panel-Twitter.

Creo que una de las debilidades que vemos en la política es su incapacidad de generar liderazgos que no sean retroactivos: están pensando en un ecosistema que no ya está en el centro de la vida social. En ese sentido, entender la vida mediática te sirve para entender de qué va la vida de los distintos segmentos de la población. Y creo que la comprensión todavía está en proceso de maduración.

-Hablaste de tensión, de incertidumbre, antes veníamos de diálogo, de conversación, siempre refiriéndote a los sistemas de intercambio, los medios, las plataformas y da la impresión de una gran complejidad, de que la vida mediática nunca había sido tan compleja ¿Cómo se investiga esa complejidad y cómo puede la sociedad lidiar con esa complejidad?

-Antes el mundo estaba organizado. Eras especialista en un medio, en un tema dentro de los medios: audiencia, ficción o información, y tanto la vida empresarial como la vida académica fortalecían esa idea de que había celdas o parroquias. Pero los que hemos estudiado medios de sonido y comunicación en vía pública, como yo por ejemplo, sabemos que eso nunca fue así. Nunca existió una televisión aislada de la radio, de la industria del disco, una vía pública aislada de lo políticos o de lo audiovisual, siempre estuvo todo mezclado. Sólo que ese efecto de la modernidad de aislar los problemas y tratarlos de a uno produjo un efecto de vida académica ordenada.

Hoy en día yo no creo que haya aumentado especialmente la complejidad, pero sí lo que seguro ha aumentado es la complejidad del investigador. Vos te metés a estudiar cualquier fenómeno de Facebook y te das cuenta de que dentro de Facebook hay multiplicidad de sistemas de intercambio y en cuanto vos querés aplicar semiótica -por mencionar mi disciplina- ves que no podés aplicarla sin etnografía, sin ecografía de los medios, sin estudios cuantitativos complejos como los que provee el big data ¿Qué quiero decir? Que un investigador ahora es pluridisciplinario o es alguien que estudia una mínima porción del fenómeno, no creo que haya que disolver las fronteras, pero sí que hay encontrar campos comunes.

En ese sentido, Vidas mediáticas propone estudiar no los textos, las empresas, la historia o la política sino poner en primer lugar los sistemas de intercambio donde esos fenómenos se producen. Eso facilita el diálogo entre las distintas disciplinas y enfoques. En ese sentido el libro, a pesar de que tiene cierta complejidad, es una puerta abierta a un espacio de encuentro donde nos podamos reunir y saber de qué estamos hablando cuando hablamos de algún problema dentro de una plataforma o aún dentro de un medio masivo en la actualidad.

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