Leandro Folgar es magíster en Tecnología, Innovación y Educación por la Universidad Harvard y licenciado en Educación por la Universidad Católica del Uruguay (UCU). El nuevo gobierno multicolor que encabeza el presidente Luis Lacalle Pou le encargó la presidencia del Plan Ceibal, un programa pionero en la adopción de tecnología en la educación (uno de los primeros bajo el modelo de one laptop per child en el mundo). Hasta ese momento, Folgar trabajaba en el Instituto de Educación de la UCU y en su propia start up, Ibirapitá, una empresa que brinda servicios de recreación educativa.
El Plan de Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Ceibal) es una política de Estado en la Banda Oriental. Fue lanzado en 2007 por el frenteamplista Tabaré Vázquez en su primera presidencia, y se mantiene con la actual administración, de signo político contrario.
Folgar participó del ciclo especial Covid-19 de #TMTconversaciones (que se emite por el canal Metro para la Argentina y por UCL Play para el resto de América Latina). Aquí analizó las ventajas que planes como el que preside ofrecieron en el contexto de la emergencia por la pandemia pero pidió prudencia acerca de las conclusiones que puedan sacarse dada precisamente esa excepcionalidad.
-El Plan Ceibal fue uno de los primeros programas gubernamentales con esta idea de una computadora por cada alumno, muchísimo tiempo antes de que apareciera esta pandemia, ¿Nos prepararon bien esos planes de formación digital de alumnos y docentes? ¿Nos encontramos mejor preparados por planes como el Ceibal?
-Por un lado, la infraestructura disponible para la conectividad y la posibilidad de tener más cantidad de terminales disponibles para acceder a la propuesta que se pudiera hacer a distancia sin duda puso a Uruguay, en concreto, en una mejor posición que otros país de la región. Aún así el desafío fue grande porque hubo un porcentaje de estudiantes que también tenía problemas para conectarse. Además, la conectividad va más allá de la disponibilidad de dispositivos y de la infraestructura de conectividad telefónica. El desafío igual fue grande pero sin duda se está mejor preparado desde una perspectiva de no interrumpir el contacto entre docentes y estudiantes.
«Hay que pensar en una única propuesta educativa a la que se accede por múltiples medios y hay que diseñar esa propuesta con ese foco aprovechando todos los medios disponibles en favor de la progresiones pedagógicas de nuestros estudiantes»
-¿Hasta dónde la educación puede ser virtual y cuándo tiene que dejar de serlo para dar lugar al contacto personal entre docentes y estudiantes? ¿Cómo debe ser ese balance y qué hemos aprendido estos meses?
-Ahí tenemos que hacer una aclaración porque podemos sacar conclusiones de esta situación pero sin olvidar que esto fue extraordinario. Fuera de cualquier tipo de experiencia previa que podamos tener, las inferencias que saquemos tienen que estar atravesadas por ese contexto.
La educación a distancia a la que tuvimos que echar mano durante la pandemia no es la mejor educación mediada por tecnología que podemos ofrecer. A cada uno de los sistemas y de los países los encontró en diferentes estados. Y eso es muy importante tenerlo en cuenta. Sin duda que una educación a distancia a través de medios virtuales es mucho más benevolente con estudiantes que tienen un sentido o un desarrollo de su autoregulación mucho más grande. Entonces estudiantes de mayor edad, más bien adultos en educación terciaria, tienen muchas menos dificultades que lo que puede ser un estudiante de primaria, por ejemplo.
Entonces ahí hay que ver cuán autoregulado es el estudiante, en qué momento utilizar virtualidad y en qué momento no. Pero en ningún momento podríamos pensar en que la educación virtual sustituya por completo a la presencial.
La educación es un proceso integral que tiene que ser abordado desde múltiples perspectivas. Lo que también es muy importante mirando hacia adelante es que mientras podemos volver a la presencialidad hay un ecosistema de semipresencialidad emergiendo en los centros educativos.
No porque podamos retomar contacto en la presencialidad nos vamos a olvidar de que hay un gran complemento que se puede dar por otros medios. Hay que pensar en una única propuesta educativa a la que se accede por múltiples medios y hay que diseñar esa propuesta con ese foco aprovechando todos los medios disponibles en favor de la progresiones pedagógicas de nuestros estudiantes.
«El desafío de Ceibal está interesante en cuanto a posicionarse como una agencia o laboratorio de innovación pedagógica en la región y para Uruguay»
-El Plan Ceibal tiene ya unos cuantos años, fue uno de los primeros, ¿cómo va evolucionar en los próximos años?
-El desafío está interesante en cuanto a posicionarse como una agencia o laboratorio de innovación pedagógica en la región y para Uruguay. Aprovechando las tecnologías en un sentido muy amplio. No pensar únicamente en tecnología sólo en términos de dispositivos ni en terminales de acceso digital sino la tecnología como todos los medios que utilizamos para aumentar la capacidad de los docentes, aumentar la posibilidad de los aprendizajes y aumentar las condiciones en las que podamos aprender y enseñar.
Desde esa perspectiva será un espacio para pruebas de concepto. Un espacio para apoyar a los docentes y donde podamos levantar cuáles son las demandas de este formato de educación en el siglo XXI. Un espacio donde probar pedagogías emergentes, poner a prueba el diálogo entre los múltiples canales y espacios donde están nuestros estudiantes, para que tengan las habilidades necesarias para los desafíos que se les ponen adelante.
«Es sin duda un arte de equilibrios esto de la formación docente y en la que el docente tiene que empezar a verse mucho más como un diseñador de experiencia de aprendizaje y menos como un reproductor de guiones de contenidos»
-¿Qué hay que hacer en la formación docente para llevar adelante esa lista de cosas, porque en definitiva son los maestros los que están al frente de esas transformaciones?
-Sin duda que la formación docente es un área que está evolucionando en todo el mundo. Los ámbitos donde el docente tiene que desempeñarse han cambiado. Los ambientes educativos del siglo XXI se ven muy distintos, trascienden a la escuela, hay que pensar en museos, hay que pensar en otros espacios que también se suman a lo que es la propuesta educativa global.
Hay que poder tener programas flexibles que impliquen una clara orientación a reaccionar frente a las posibilidades que prevén las tecnologías en cuanto a la evidencia en tiempo real, datos, no con un enfoque cuantitativo para poner notas sino con un enfoque exploratorio que fomente la curiosidad y la personalización dentro de las posibilidades del sistema que tenemos.
Es sin duda un arte de equilibrios esto de la formación docente. El docente tiene que empezar a verse mucho más como un diseñador de experiencia de aprendizaje y menos como un reproductor de guiones de contenidos. Creo que ahí está el desafío y creo que se ha visibilizado bien. El tema es que hay una gran tarea por delante y que los programas tienen que poder responder a esa flexibilidad dando también respuesta a un actor que está muy tironeado desde muchos lugares como es el docente. Incluso hay que complementar con roles nuevos, creo que el docente necesita ayuda, necesita mucha ayuda.
-¿Qué pasa con la evaluación de los aprendizajes que en algunos lugares, como la Argentina, encuentran cierto rechazo?
-La evaluación es otro de los puntos que está mudando su concepción. Ayer leía una noticia que Harvard se sumó a la lista de universidades que dejan de requerir el CET tan famoso en Estados Unidos para ingresar a la universidad. Hace esto en el entendido de que ese tipo de evaluación estandarizada no aportaba mucho a la experiencia del estudiante y a la capacidad de progresar en sus aprendizajes sino que se necesita más bien un mapeo de las habilidades con las que llega para hacer un plan de acción y en definitiva lograr un escenario al que debe llegar ese estudiante.
Entonces, sin duda creo que ahí hay una mudanza para hacer, un cambio de paradigma. La evaluación sigue siendo un insumo super importante para poder diseñar en base a lo que el estudiante necesita y requiere en cada momento para poder ir al siguiente nivel. Creo que tiene que ver más con el lugar que le otorgamos a la evaluación en toda la experiencia de aprendizaje y menos menos en cuanto si debemos o no evaluar. Creo que ahí hay una conversación interesante para dar.
-¿Qué nos va a dejar la pandemia en el ámbito educativo?
-Creo que hay que ver. Hay que mirar cómo se da. Uruguay retomó las clases paulatinamente con protocolos diferentes y vamos a tener que ver cómo se da eso. La clase presencial en el distanciamiento, en menos horas, en nuevos formatos de interacción con los docentes, y realmente uno podría aventurarse desde la esperanza o desde las ideas o deseos, pero lo cierto es que habrá que ver cómo efectivamente encontramos equilibrios que comprendan a la mayor cantidad de estudiantes y que nos permitan aprovechar los beneficios del aprendizaje potenciado por tecnologías y las extensión del tiempo pedagógico que eso permite, y los mejores beneficios del aprendizaje en la cercanía, en el contacto personal que es tan importante. Y siempre mediado por el sector tan fundamental en el aprendizaje que es el docente.
Hacé tu comentario